martes, 30 de noviembre de 2010

CUEVAS PREHISTÓRICAS DE ASTURIAS


Tito Bustillo:
Ribadesella posee en sus proximidades y, en parte, dentro de su mismo casco urbano, una riqueza como es el macizo de Ardines, donde se encuentra la Cueva de Tito Bustillo. El conjunto del macizo de Ardines reúne al menos 10 cuevas, de las que todas tienen restos de habitación del Paleolítico. La Cuevona de Ardines situada sobre Tito Bustillo, fue excavada en 1899 por Justo del Castillo y Hernández Pacheco en 1912. Otras como la Lloseta fue excavada por F.Jordá en los años 50.
Tito Bustillo fue descubierta en 1968 por el grupo espeleológico Torreblanca, del que formaba parte Celestino Bustillo “Tito Bustillo”, quien murió días después del descubrimiento en accidente de montaña. Accedieron a la cueva a través de la sima Pozu´l Ramu, también llamada la Cerezal por encontrarse un cerezo en sus proximidades.
En 1970 se realizan las primeras excavaciones a cargo de García Guinea. Poco más tarde se haría el túnel de entrada a la cueva, lo que provocó la alteración de las condiciones ambientales originarias de la cueva.

La Cueva:
La Cuevona de Ardines, está integrada en el sistema cavernario de “Tito Bustillo” y, posiblemente, a través de ella se accedía al sector oriental de la cueva de “Tito Bustillo”, pero un derrumbe ocurrido hace miles de años dificultó la conexión entre ambas. Destaca la Cuevona de Ardines por el tamaño considerable de su sala principal donde el techo alcanza los 40 metros de altura, hoy perforado por un boquete natural que permite el paso de la luz diurna. Por su belleza y espectacularidad, incrementada por el señalado lucernario, fue conocida la caverna desde antiguo y también explorada arqueológicamente en época temprana. Las excavaciones realizadas en la Cuevona a finales del siglo XIX se cuentan entre las primeras de su naturaleza realizadas en la Región Cantábrica.¡¡¡ADVERTENCIA!!! Para acceder a la Cuevona de Ardines, es preciso subir 300 escalones.
Localización:
Situada en Ribadesella; en la margen izquierda de la ría, a unos 300 metros del puente sobre la ría del Sella.

El Pindal:
La cueva del Pindal es una larga galería de ancha boca que se abre a pocos metros del acantilado en un paisaje de singular belleza. La cueva cobija una de las más bellas muestras del arte paleolítico de la región, formado por un discreto grupo de representaciones animalísticas, entre las que destacan, por la rareza de este tipo de manifestaciones en la Cornisa Cantábrica, las figuras de un pez y de un mamut. A estos temas se unen otros de carácter simbólico cuyas interpretaciones aún siguen siendo un desafío: puntuaciones, claviformes, bastoncillos, triángulos y un laciforme se intercalan en la composición. En la ejecución de la obra del Pindal el hombre prehistórico se sirve de la pintura, predominantemente roja, y el grabado, técnicas que utiliza por separado o combina armoniosamente, en un estilo básicamente lineal.

Acceso:
Desde la carretera N-634, desviación en la travesía de El Peral por la carretera local RD-1, en dirección a Pimiango.

El Buxu:
La cueva del Buxu cuenta con una rica representación de arte parietal perteneciente al Solutrense y principios del Magdaleniense. En la cueva se combinan las pinturas y grabados de caballos, cabras, ciervos, bisonte..., con figuras geométricas y zoomórficas. Así mismo, la cueva del Buxu cuenta con una importante muestra de industria lítica y ósea, así como de distintas manifestaciones de arte mueble, destacando una escultura de un ave tallada sobre el colmillo de un oso y una plaqueta de piedra caliza grabada con distintos motivos. La cueva fue descubierta en 1916 y declarada monumento en 1985.

Acceso:
A 2 km de Cangas de Onís en dirección a Panes, por la carretera AS-114,

La Loja:
A orillas del río Deva, en un escarpe rocoso que domina el valle, se abre la cueva de la Loja. No se trata de una gran cavidad; está orientada hacia el Oeste. La cueva no destaca por sus grandes dimensiones ni por su complejidad geológica. Se reduce a una plataforma que domina el río tras la que se abre un vestíbulo que da acceso a una larga galería, angosta en algunos puntos.
El 23 de Agosto de 1908, cuatro meses después del descubrimiento de la cercana cueva del Pindal, H.Alcalde del Río, H.Breuil, y L.Mengaud, descubrieron la Loja. Más tarde, en 1929, el conde de la Vega del Sella hizo excavaciones, pero que no proporcionaron demasiados datos de interés para la comprensión de las formas de vida de los hombres del Paleolítico.
El conjunto de representaciones de la Cueva de la Loja se haya muy concentrado en el interior de la caverna. El panel de los grabados se encuentra a unos 50 metros de la entrada y a más de 3 metros de altura. Sobre una gran costra estalagmítica, recubierta de un tono oscuro debido a una capa de manganeso, se encuentran grabadas, destacando el color claro de sus contornos sobre el oscuro profundo del colorante extendido sobre la costra, seis representaciones de animales y un signo en forma de aspa que está colocado debajo de una de las pezuñas del animal delantero superior.

Acceso:
La Cueva se localiza al lado de el Mazo, aldea situada a poco más de 2 Kilómetros de Panes por la carretera N-621, en dirección a Unquera, a orillas del río Deva, en un paraje de singular belleza.

Peña Candamo:
En 1914, cuando Hernández Pacheco excavaba en la cueva de la Paloma, también en la cuenca del Nalón, llegó la noticia de la existencia de una caverna con arte en el sitio de San Román. Pocos días después de la visita de Hernández Pacheco, otro ilustre prehistoriador, el conde de la Vega del Sella, se acercó a conocer sus representaciones artísticas.
La cueva de la Peña de Candamo era ya conocida en el siglo XIX por los habitantes de la zona,
En Octubre de 1914 aparece la primera noticia sobre la cueva en el Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural. En el año 1919 se publica una monografía que lleva por título La Caverna de la Peña de Candamo. La importancia artística de la cueva fue reconocida universalmente. Declarada Monumento Nacional.

Acceso:
En la carretera de Grullos a Peñaullán ( AS-236), entre los kilómetros 4 y 5 se sitúa San Roman de Candamo, desde dónde parte una pequeña carretera que lleva hasta el aparcamiento situado cerca de la cueva.

La Lluera:
Pequeña cueva situada a la orilla del río Nalón que cuenta con un importantísimo conjunto de grabados exteriores de época Solutrense.
Acceso:

•Desde Oviedo:
Salida de la ciudad en dirección a Trubia por la N-634. Tomar desvío a Las Caldas por la AS-322.

COLOMBRES - EL ARCHIVO DE INDIANOS

Lleva el nombre de una mujer que nunca llegó a verla terminada. Guadalupe Castro, la esposa de don Íñigo Noriega Laso, insigne empresario, bautizó y puso color mexicano al que es uno de los edificios más destacados de la arquitectura indiana de Asturias.

Esta villa de verdes y surtidos jardines en los que no faltan las palmeras ni otros árboles llegados del Nuevo Mundo, recibe hoy a turistas interesados en la arquitectura indiana y en la emigración que hizo posible esos esbeltos palacetes que se levantan a lo largo de la cornisa cantábrica. En el pasado, fue símbolo de ostentación y lujo, pero no llegó a ser, sin embargo, un auténtico hogar.

La casa de veraneo que mandó construir Íñigo Noriega Laso, aquel chaval de Colombres que en 1867 tomó rumbo a México para hacer fortuna, nunca tuvo mucha vida. Pese a los muebles importados de Londres y París, las colecciones de pintura y porcelana y hasta la recargada decoración árabe del patio, lo cierto es que la casa apenas sí fue disfrutada por el indiano y los suyos. Y eso que la villa es más que un edificio de talla. Obra del arquitecto santanderino Lavin Casalis, uno de los mejores de la época, no es sólo un lugar confortable con todo tipo de servicios, no es sólo un palacete de inmensas escaleras y ricos artesonados, es también en cierta forma un retrato de la aventura de quien quiso levantar una casa en su pueblo después de hacer las Américas.

Íñigo Noriega hizo mucho dinero en México, y su azarosa vida se tiñe de leyenda. Cuentan que su fortuna tuvo un principio de lo más peliculero: para burlar una ley que ordenaba el cierre de las puertas de las cantinas a las doce de la noche, optó por quitarlas de su establecimiento. Así de fácil. A grandes males, grandes soluciones debió pensar el de Colombres, que más tarde afrontó la difícil empresa de desecar el lago Chalco para hacer una gran explotación agrícola. Se hizo con haciendas, con minas, con fábricas de textiles, con ferrocarriles e incluso bautizó en el país azteca una ciudad con el nombre de su pueblo. Cuentan que era un hombre sin miedo, con el aire pendenciero del oeste americano al que nada se le ponía por delante. Pero además de negocios, también tuvo tiempo para otros menesteres. Guadalupe, la mujer con la que se casó, le dio once hijos, aunque dicen las malas lenguas que pudo llegar a ser padre de un centenar de críos, a siete de los cuales reconoció en su lecho de muerte.

El caso es que ese hombre osado -que, por cierto, tuvo como patrón en una de sus minas a Emiliano Zapata y cuando visitaba la hacienda, el revolucionario era el encargado de sujetarle el estribo- tenía grandes amistades en el México de la época, empezando por el presidente. Porfirio Díaz nunca llegó a visitar Colombres pese a que la casa siempre estuvo preparada y llena de sirvientes para recibirle.

Era Noriega un hombre fiel al presidente que montó un sinfín de compañías e incluso se encargó de construir el ferrocarril entre Puebla y Ciudad de México. Con su propio ejército y con una de las mayores fortunas de la segunda mitad del siglo XIX, la revolución acabó en 1913 con su suerte y comenzó su decadencia. Vio cómo expropiaban sus bienes y tuvo incluso que emigrar a Nueva York, antes de morir en 1920 después de construir una casa espléndida que casi no disfrutó.

Huella en la tierra

Claro que antes de que todo eso ocurriera dejó huella en su pueblo. «Cuando se construyó la casa, Colombres era una aldea que no tenía servicios de ningún tipo», relata Alejandro Reimóndez, alcalde de Ribadedeva, quien añade que la quinta marcó un antes y un después: «A partir de la casa se construyeron los servicios de alcantarillado, de agua, de electricidad... Colombres llegó a tener los mismos servicios que Oviedo o Santander, algo que era realmente increíble para un pueblo hace cien años», relata el alcalde, sabedor de que la centenaria quinta continúa siendo un elemento clave como reclamo turístico.

Y es que Colombres, aunque con más arquitectura indiana que mostrar, ha crecido con esa casa que oculta en sus paredes mucho más de lo que parece de la aventura americana. Están sus piedras llenas de simbolismos que retratan la vida y milagros de su dueño. El comercio, la industria, la agricultura, la mar, América y Asturias están presentes en la decoración a través de alegorías, como una mujer con una rueda dentada, que representa el mundo fabril, y se puede ver en el frontón. Hay más guiños en la quinta que incluso ofrece un itinerario geográfico que va desde Asturias a América y que muestra el mar -con especial presencia en toda la casa- y alusiones a la navegación. Son infinidad los detalles grabados en estucos o relieves y todos tienen un porqué.

El caso es que tanta ornamentación, tanto derroche y tantas habitaciones, balcones y vidrieras en una casa azul que tenía hasta un cuarto de madreñas, no las gozó don Íñigo, sino otros, los que llegaron después. A su muerte, se convirtió la finca en un sanatorio neuropsiquiátrico. «El sanatorio Quinta Guadalupe cumple sobradamente todas las condiciones de higiene y de confort que exige la índole de padecimientos a cuyo tratamiento se destina», se leía un folleto de los años veinte que anunciaba los servicios de un lugar idílico, «situado en plena campiña y sobre una hermosa altiplanicie de 200 metros de elevación sobre el nivel del mar...». Todo un lujo, sin duda, con precios nada asequibles: «En primera clase, 25, 30, 40 y 50 pesetas diarias según habitación».

Pero el viejo inmueble que por fin fue habitado aún tenía más avatares por vivir. No se quedó en clínica y se convirtió después en orfanato hasta que, en 1986, se creó la Fundación Archivo de Indianos.

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domingo, 28 de noviembre de 2010

SIDRA EL GAITERO


Una marca con historia

El objetivo de la empresa era la “fabricación de sidra espumosa y toda clase de bebidas gaseosas, preparación de frutos del país, venta y exportación de estos productos”.
La fabricación comenzó inmediatamente en un pequeño lagar situado en el paraje denominado Porreo de la Espuncia, en la margen derecha de la ría de Villaviciosa, una ubicación estratégica gracias a la cercanía a la propia ría y a la carretera de la costa que unía la villa con Colunga. Las labores comerciales, iniciadas de forma paralela, se dirigieron fundamentalmente al mercado nacional y ultramarino, a partir de una política basada en el apoyo de comisionistas y depositarios y de un gran despliegue publicitario para la época.
Pese a que ningún punto de la geografía española quedó desatendido, esta empresa asturiana hizo especial hincapié en el mercado colonial, objeto de especial atención no sólo para la venta de sidra, sino también para la de los otros productos con los que negociará la empresa en sus inicios, como las castañas, las avellanas y los jamones, que llegaron incluso hasta las islas Filipinas.
El Gaitero está a punto de cumplir 120 años. El 24 de mayo de 1890 se creó la compañía Valle, Ballina y Fernández y, desde entonces, esta sociedad, conocida mundialmente gracias a su marca comercial 'El Gaitero', se ha identificado con Villaviciosa situando en el mapa a esta localidad asturiana. En la actualidad, la empresa produce en su fábrica maliaya 24 millones de botellas anuales y da trabajo directo a 70 personas. Exporta su producción a los principales países europeos y americanos e, incluso, se ha atrevido a emprender la aventura en el mercado chino.
La empresa se siente orgullosa de su pasado y para todos aquellos que quieran conocer más de cerca uno de los símbolos industriales de Asturias tiene habilitado un museo con una colección permanente en el que fue el antiguo edificio de oficinas.
Durante el recorrido se explica el doble motivo por el que El Gaitero se decantó por producir sidra champanada: la buena acogida que tenía en América las bebidas gaseosas (cabe recordar que el principal mercado de la marca en aquella época eran los emigrantes asturianos que se encontraban al otro lado del Atlántico) y la mayor estabilidad química que aportaba la carbonización del líquido, lo que hacía que la sidra llegase mejor conservada al Nuevo Mundo.

Hay quien asegura que la sidra fue conocida fuera de Asturias gracias a El Gaitero. Buena parte de este logro se consiguió, según apunta Víctor Fernández Coalla, director de la Fundación Cardín, «al importante papel que jugó la publicidad para la empresa. Se realizaron anuncios que verdaderamente marcaron una época».
Víctor Fernández también resalta la importancia de la relación que mantuvo la compañía con la inmigración. «Las personas que pusieron en marcha la empresa ya habían estado en América. Montaron la fábrica aquí, lindando con la ría, para trasladar el producto al puerto de El Musel y, de ahí, a América. Fueron los inmigrantes los que dieron el impulso definitivo a la marca», subraya. De hecho, la compañía aún conserva una fábrica en Argentina.

En la colección permanente de El Gaitero también se pueden observar las primitivas máquinas con las que se realizaba y envasaba el caldo a finales del siglo XIX. La más destacada es una saturadora, comprada en París por Alberto del Valle en 1888, y que en aquella primera etapa fue fundamental en el proceso de champanización de la sidra .
Junto a estas reliquias industriales se pueden observar la primera acción de la sociedad Valle, Ballina y Fernández, con un valor de 500 pesetas de la época, y los estatutos de la compañía. Según explica Coalla, en este espacio museístico, «se ve una parte del archivo histórico de la empresa. Desde hace años, desde la Fundación Cardín se están catalogando y digitalizando todos los elementos del archivo. Es un trabajo que realizamos con idea de ponerlo en el futuro a disposición de los investigadores. Aún quedan 2 ó 3 años para que esté finalizado».
La bodega central es considerada la parte más importante de la fábrica de Sidra El Gaitero. En esta enorme sala centenaria hay 279 toneles repartidos en tres pisos, con tres capacidades diferentes: de 5.000, 10.000 y de 20.000 litros. En la actualidad, la mayor parte de ellos, los situados en el segundo y tercer piso, ya no se utilizan, ya que la producción se ha trasladado a otra bodega más moderna, aunque algunos de los de mayor tamaño siguen en funcionamiento. Junto a ellos, a la entrada y salida de la sala, presiden la bodega dos enormes cubas de 80.000 litros cada una. Según explica María Cardín, adjunta a la dirección de El Gaitero, «una de ellas no se llegó a llenar nunca del todo, porque está ligeramente inclinada y le vencía el peso».

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PAN BOROÑA Y PANCHÓN


Pan, Borona y Panchón:

En su mayor parte, la cultura del pan asturiana es de influencia romana. La etimología de los nombres dados a los aperos de labranza, el calendario agrícola, los métodos de siembra y recolección, y la división del especio agrario son romanos. Incluso el origen de algunas tradiciones como es la de bendecir las tierras el día de Ramos, con una rama de laurel y agua bendita, a la vez que se pronuncia una jaculatoria, y se clava, al finalizar, el laurel en la tierra, es romana Pero evidencias arqueopalinológicas, etnográficas, lingüísticas e históricas, permiten deducir, que el inicio de la tradición cerealista asturiana es prerromana, y ambas, prerromana y romana, han coexistido hasta nuestros días.

Una de estas formas de coexistencia hace referencia a los distintos métodos de cocción del pan: una primitiva, prerromana, sobre piedras previamente calentadas; y otra, de procedencia romana, en un horno calentado, “roxao”, con leña. El resultado final en uno y otro caso también es distinto, y también es distinto el cereal empleado. En el lar se cuece una masa hecha con harina de maíz, y se obtienen tortas, “tortos” y boronas o “boroñas”; en el horno, la masa es de harina de trigo, de centeno, o de escanda, para obtener multitud de panes, bollos preñaos,
empanadas, “pegarates”, etc.

Pero no en todos los casos es así. Uno de los productos elaborados con harina de escanda, el pan por derecho propio en la zona centro y oriente de Asturias, va a ser el resultado de la cocción sobre un lar y no en un horno. Estamos hablando del panchón allerano. Esta es una de sus características culturales: entronca directamente con una cultura del pan milenaria.

Elaboración del panchón:

El panchón es un postre que se elabora en las casas del concejo para celebrar
algunos días especiales, generalmente las fiestas religiosas locales. Son fechas en
las que se reúne la familia, la cercana y la lejana, y tras el almuerzo festivo, se
comparte el panchón.

La elaboración del panchón comienza encendiendo fuego en el hogar, “tsar”, durante cinco o seis horas. La mejor leña, por unanimidad, es la de haya, faya, pues quema sin producir humo, despacio, y liberando mucho calor. Pero no se desprecia ningún tipo de madera. En general, se prefiere evitar la madera del castaño pues produce mucho humo. La del fresno, “frenu”, tiene tan buena consideración como la de faya.
Mientras “roxa” el llar se va preparando la masa. Se añade un poco de levadura, “Formientu” o “dieldu”, sal, y agua (ésta ha de estar bien caliente). Se amasa y se deja fermentar, “deldar” o “dieldar”, la masa, pancha, durante una o dos horas, manteniéndola bien tapada.
Transcurrido ese tiempo, si el “tsar” ya “roxó” (alcanzó la temperatura propicia), se quitan las cenizas y se reservan las brasas, “caricós”, se barre bien todo el hogar con una escoba, y se colocan hojas de berza cubriendo la piedra. Sobre esas hojas se coloca la masa de pan. Se cubre con más hojas de berza, o de arce blanco, “plenu” o “plábanu”. La siguiente capa vegetal es de hojas de castaño.
Estos abrigos de hojas son necesarios para aislar la masa de los dos focos de calor, e impedir que se manche con ceniza. Algunos informantes indicaron que las cubiertas de hojas son muy útiles, pues limitan la formación de corteza en el panchón, ya que el resultado que se espera es la obtención de una miga muy compacta, y poca corteza.
Sobre las hojas de castaño se coloca ceniza fría y encima paja, o hierba sobrante del pesebre, “piselbe”, de las vacas, el llamado “retezu”. Luego se añade “grana de hierba”, o virutas de la madera, “urdina”, y por último, la capa final la constituyen las brasas ardientes, “caricós”, que se habían guardado apartadas después de “roxar el tsar”.
Las llamas que pudieran surgir se apagan, y se deja que la masa vaya cociendo despacio, por espacio de seis a siete horas.
Para comprobar el estado de la cocción, se levantan en un extremo las cubiertas, se da un ligero golpe en la parte despejada, si retumba es que el panchón ya está hecho.
Se retira la masa del lar, se limpia bien de los restos de las cubiertas vegetales, raspando la envuelta con un cuchillo. Este pan se deshace o desmiga, “esmigayar”, en caliente, pues en frío cuesta más.
En una cazuela se mezclan bien las migas con manteca, bien sea fresca o cocida, y se añade azúcar. Se revuelve bien a fuego lento y tras unos minutos, ya está listo para comer o guardar.

perifèria
Número 7, Diciembre 2007

viernes, 26 de noviembre de 2010

DENOMINACIÓN DE ORIGEN- SIDRA DE ASTURIAS


El simple acto de descorchar una botella de sidra en el chigre es el resultado de un largo proceso de selección. La sidra se cata y los expertos se lo toman muy en serio. Tanto que en las salas especiales destinadas a ellos no se permite tener el móvil encendido, la temperatura debe ser fresca y la luz, lo suficientemente clara para apreciar con nitidez la textura de la bebida.

La sidra asturiana es la única que tiene denominación de origen en Europa. El título se defiende mes a mes. Cada 30 días, la producción de los lagares que aspira a venderse con la etiqueta de calidad debe pasar un riguroso examen realizado por expertos. El objetivo de las catas ciegas es determinar si cumple con los estándares de calidad atribuidos a la bebida ideal.

Para pasar la reválida el viaje de la sidra asturiana comienza cuando sale de los toneles y llega al laboratorio oficial de análisis sensorial de calidad, ubicado en las instalaciones del Servicio de Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario del Principado (Serida), en Villaviciosa, uno de los dos laboratorios oficiales que funcionan en España.

Reyes Ceñal, gerente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen de la Sidra,
recalca que a casi nadie se le ocurre enviar producto «malo» a la sala de cata. Los lagareros son los primeros interesados en sacar al mercado una mercancía «de diez». Lo que ocurre es que muchas veces la naturaleza y factores como la temperatura de conservación «juegan malas pasadas», señala.

Lo corrobora Adolfo Villaverde, técnico del Consejo Regulador y un catador de esos a los que no se le escapa ni un solo detalle. Villaverde recita de carrerilla los «vicios imperdonables» en una sidra, esos que la dejan fuera de combate para llevar la etiqueta de calidad. Aunque los controles sean una moda relativamente reciente, los problemas de la sidra son tan viejos como la propia bebida. La exquisita modernización de los lagares no ha logrado acabar con ellos.

Uno es el filado. Los técnicos lo definen como la alteración por bacterias que proporciona a la sidra una apariencia viscosa, similar a la del aceite. La sidra se «fila» cuando se mantiene a una temperatura demasiado baja. Es irrecuperable.

La sidra picada destila un ligero olor a vinagre originado por una acidez demasiado alta. Una posibilidad es mezclarla con otra más dulce, para compensar. Y para eso esta la «dulcina», esa que deja en el paladar un sabor azucarado.

Otro de los defectos clásicos es el efecto pegamento. La bebida afectada es inconfundible porque desprende un característico olor a pegamento Imedio del de toda la vida, según el experto David Fernández. El aroma lo causa el acetato de etilo, un producto habitual de la fermentación de la sidra. Si va acompañado de olor a vinagre la sidra queda automáticamente descalificada.

Luego está el «reducido», es ese olor que recuerda a metálico y a fósforos, originado por el almacenamiento demasiado prolongado en el tonel. La sidra sucia, con borras recuerda peligrosamente a los huevos podridos o a las aguas estancadas. El fenómeno, consecuencia de una fermentación inadecuada, suele darse en sidras «tiernas. Para detectarla no es necesario ser un gran entendido. Es inconfundible.

Otra de las «taras» que tiran por tierra a la sidra del mejor palo es el aroma a moho. Viene dado por una mala limpieza del tonel o por el empleo de corchos defectuoso. Y en el desfile de «calamidades» temidas por los lagareros se encuentra el «turrín», ese olor y sabor a frutos secos que recuerda al tostado.

En el caso de las sidras naturales de escanciar la revisión es aún más exhaustiva. Es necesario medir el «espalme» y el «aguante» en el vaso. La espuma debe desaparecer por completo en el vaso. Si persiste es señal de que algo no va bien, según explica Villaverde. Añade que un «aguante» correcto exige una persistencia de burbujas más o menos prolongada.

La supervisión de la sidra de marca no se queda en el mero análisis de la bebida. Las pumaradas no pueden sobrepasar las 35 toneladas de producción por hectárea y la manzana debe ser tratada con auténtico mimo en el momento de la carga y la descarga en los manzaneros del lagar.

Lagares como El Gaitero, El Gobernador y Cortina, en el concejo de Villaviciosa, son exponentes claros de bodegas tradicionales que han sabido avanzar con los nuevos tiempos.

En las vitrinas de los lagares conviven las viejas botellas con los productos innovadores. Uno de los casos más claros es el de El Gaitero. En la fábrica, a orillas de la ría de Villaviciosa, aún se conservan los envases con las etiquetas que anunciaban el «champagne» de sidra. María Cardín explica que datan de antes de la normativa europea que circunscribió la denominación a la zona de elaboración francesa. Lo que si se conserva el es método de elaboración de la sidra «brut», como hacía el monje Don Perignon.

María José IGLESIAS
www.lne.es/asturias

jueves, 25 de noviembre de 2010

QUESOS ARTESANOS


El pastoreo tradicional, llevado a cabo en las majadas de los Picos de Europa y la elaboración quesera artesana en las cabañas se mantiene en la actualidad, pese a las pésimas condiciones que ello supone. Las diferentes variedades de queso en el Oriente de Asturias son:

Cabrales.- Su producción está regulada por el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida Queso de Cabrales. Se elabora de marzo a septiembre con leche de cabra, oveja y vaca y el resto del año solo con leche de vaca. Su maduración se realiza en cuevas, entre dos y cuatro meses, sobre tablones de madera llamados talamera. El resultado es un queso sin corteza, con fuerte sabor y color del blanco al amarillo con vetas azules, dependiendo de la proporción de las diferentes leches.

Gamonéu.- Cuenta con denominación de origen (Consejo Regulador de la Denominación Protegida Queso de Gamoneu) y se compone de leche de cabra, oveja y vaca. Se elabora de abril a septiembre, tiene corte de color blanco con alguna veta azul verdosa. Las piezas suelen pesar entre dos y ocho kilos.

Beyos.- Queso artesanal de leche de vaca, aunque puede llevar mezcla de leche de cabra u oveja. Es un queso compacto, apelmazado, y algunas variedades se ahúman ligeramente. Generalmente, son piezas de poco peso y tamaño.

Peñamellera.- Se elabora fundamentalmente con leche de vaca, aunque ciertos artesano añaden leche de cabra u oveja, para proporcionarle un sabor más marcado. Los quesos se dejan secar sobre varas de avellano. La corteza, de color blanco-amarillenta, es reveladora de que se ha alcanzado el punto de maduración. Las piezas son de pequeño tamaño, con un sabor algo fuerte.

Vidiago.- este queso artesano, elaborado con leche de vaca, se presenta en forma de barra rectangular. Las piezas pesan alrededor de un kilo, con corteza lisa y color crema. Es un queso tierno y de color blanco, cremoso, aroma fuerte y sabor suave y neutro.

Pría.- Se utiliza leche pasteurizada de vaca a la que se añade nata de leche de oveja. Se introduce en moldes y posteriormente se sala con el método de la salmuera. Se deja madurar y entonces se realiza el ahumado, por fricción de maderas de roble y de hayas, ganando así el queso en sabor y aroma

Porrua.- Queso artesano blando, cuya producción se basa en la leche de oveja, entre los meses de abril y agosto. El resto del año se hace con leche de vaca. Es blando, suave y cremoso-mantecoso. Forma cilíndrica y peso aproximado por pieza de 300 grs. Con sabor, el curado fuerte y el fresco suave y cremoso.

Buelles.- El queso La Chivita, elaborado en la localidad de Buelles en Peñamellera Baja es referencia obligada entre los quesos de cabra por su calidad excepcional. Con corteza natural gris con hongos y la pasta compacta sin ojos de color marfileño y consistencia suave.

Panes.- La quesería de Manuel Monje Torre elabora dos tipos de quesos, el Picón, tradicional de leche pasteurizada de vaca. Con una maduración de unos diez días, de masa prensada y textura semiblanda y algo elástica, de color blanco amarillento y corteza natural, fina y ligeramente amarillenta. Su otro queso es el llamado La Casona también de vaca

Monje Picón.- De veta azul. Elaborado con leche de vaca cruda, de masa compacta por su propio peso dejando huecos para posibilitar la proliferación de hongos del penicillium. Madura durante tres meses en una sala de elevada humedad y temperatura constante a unos 12º

Cueva de Llonín.- Queso de aspecto delicado y sabor fuerte elaborado a partir de leche de vaca en Peñamellera Alta. Queso de pasta blanda con una delicada corteza y 45 % de materia grasa. Se presenta en piezas cilíndricas de 280gr.

Bedón.- A orillas del Bedón, en Posada de Llanes, se elabora este queso de cabra de forma absolutamente artesanal y con animales de cría propia. Recientemente premiados en una cata a nivel nacional, los quesos de quesería Bedón marcan las distancias con el resto a través de una política irrenunciable: la especial preocupación por el bienestar de sus animales. Todo este trabajo queda reflejado en el marcado sabor y aroma de sus productos y en un color blanco marfil de este portentoso queso de cabra.

Fuente: Folleto turístico Oriente de Asturias.
www.turismopicosdeeuropa.com

miércoles, 24 de noviembre de 2010

AMULETOS PARA DEFENDERSE DEL MAL EN ASTURIAS


En todas las culturas hay una serie de objetos que se usan como amuletos, es decir, como objetos que defienden del mal. En Asturias hay una serie muy rica y variada de amuletos, que recorre todos los reinos y variedades de la naturaleza, se cree que no sólo protegen del mal sino que incluso propician activamente la buena suerte.

Hay objetos metálicos que se usan como amuletos, como es el caso de los "lloqueros o chuecas", es decir cencerros a los que se marca una cruz para defender a las vacas y al ganado del mal en general y de las malas miradas de los vecinos. También se pueden ver actualmente en algunos sitios de Asturias que las cuadras donde están los animales domésticos tienen clavada una herradura en la entrada para defender a estos de los malos deseos o tienen los marcos de la puerta o en la puerta misma una cruz dibujada con esa misma intención.

No faltan los vegetales, en este sentido hay que citar el ajo, la castaña y toda una serie de plantas, como el muérdago (arfueyu) y un largo etc. Una de estas plantas es el laurel (lloréu, laureiro, alloru), sobre el que dice Constantino Cabal que "el laurel en la casa es un escudo y en el campo es un guardián". Los vaqueiros de alzada quemaban laurel bendito en las casas para auyentar a las brujas y con esta misma finalidad quemaban también cuernos y pezuñas de ganado. En Asturias está muy extendida la creencia de que era nocivo ponerse bajo la sombra de un nogal y se cree que arrojando previamente unas hojas del árbol al suelo se evita el efecto dañino de esta sombra.

Otra planta usada como amuleto es la ruda, que puede colocarse en la cabeza de la vaca, debajo del yugo al uncirla y sin que la bruja se de cuenta. En el concejo de Villayón se cuenta cómo una bruja, molesta por no poder hacer perder el equilibrio a una pareja de vacas, había manifestado su rabia porque la dueña de las vacas las había protegido con ruda o con el humo de alguna "fumaza". La ruda, por supuesto, también era una buena defensa para los humanos y, especialmente para la mujer. "Haciendo una cruz con ruda detrás de la puerta se impide que entren las brujas en una casa".

Entre los marineros asturianos se suele recurrir a estas plantas (ajo, ruda, sahúco) para proteger el barco de las fuerzas maléficas, de manera que cuando no hay pesca los pescadores, o sus esposas sin que ellos se den cuenta a veces, introducen estos amuletos entre las tablas del barco o en los bolsillos o recipientes que llevan los hombres a la mar.

También se usan los animales para protegerse del mal provocado por los malos ojos y los deseos negativos, usando partes del cuerpo del animal, como los cuernos e incluso su excremento. Hay que destacar el caso de la "vacalloria"(ciervo volador), cuyo cuerno tiene propiedades de amuleto. Entre los vaqueiros existía la costumbre de llevar tanto personas como ganado unas bolsas cuadradas, como escapularios, en las cuales se guardaban plantas protectoras, a veces excrementos y también cabezas de culebra que se habían cortado al animal vivo. En algunas zonas se denomina "dóminas"a estas bolsas. En cuanto al "melandru" (tejón), tiene unas manos que se aprecian como amuleto: "les manines de melandru". Por otro, los dientes de lobo también tienen efectos de protección para el mal en general.

También se utilizan en Astuerias como amuletos objetos religiosos com cruces, medallas y estampas, en el pasado se usaba mucho para defenderse del mal un libro de los Evangelios
"Remedio eficad contra las brujas son los Evangelios encerrados- al decir tradicional - en unos pequeños estuches, que se cuelgan al pecho, a modo de escapulario, o se aplican sobre una determinada parte del cuerpo".

Pero el amuleto asturiano por excelencia es la "cigua o puñu", es decir la mano negra que casi siempre está hecha de "acebache" (azabache), objeto usado tradicionalmente y también en la actualidad contra el mal de ojo y contra el mal en general.
Se cree que la "cigua" se rompe cuando funciona y defiende del mal a quien la lleva puesta.
Caveda y Nava, escribió una poesía, que circuló en 1.858, cuando la Reina Isabel en compañía del Príncipe de Asturias visitó el Principado, y en dicha poesía se ponía en boca de una mujer estas expresiones aconsejando al Príncipe que se protegiese mágicamente contra el mal:

Pero fáltate la cigua:
¿Y quién sin ella te trai
andando pel mundo bruxes
que te pueden agüeyar?
Tengo yo una de acebache,
bien curiosina en verdá,
que la punxe munches veces
de pequeñucu a mio Xuan:
has atala na muñeca
con medides de Candás
y pondráste más llozanu
que cuantos ñeñinos hai.
¿Riste? Pos non ye mentira
y tú mismu lu verás.

Antropología Social y Cultural de Asturias-
Roberto González-Quevedo González.

martes, 23 de noviembre de 2010

EL CONCEJO DE ALLER


Aller (en asturiano Ayer) es un concejo de la comunidad autónoma del Principado de Asturias en España. Limita al norte con Mieres, al sur con la provincia de León, al este con Laviana, Caso y Sobrescobio y al oeste con Lena.
Cruzado por el río del mismo nombre, forma parte junto con los concejos de Lena y Mieres de la cuenca minera del Caudal. Su principal actividad económica ha sido la minería del carbón, especialmente en la parte baja del valle, compaginada con la agricultura y la ganadería. El curso bajo del río Aller, cerca de su confluencia con el Caudal, forma un valle profundo entre empinadas laderas cubiertas de bosques. Dominan el paisaje los castilletes de los pozos de carbón y las edificaciones de los pueblos mineros.
Río arriba se llega a Cabañaquinta, capital del concejo desde 1869, pasada la cual el paisaje se transforma paulatinamente en un valle de alta montaña que culmina en el puerto de San Isidro (1.520 m), límite de Asturias con León.

Entre las bellezas naturales se encuentran las Hoces del Pino y las del Aller, profundas gargantas excavadas por estos ríos en la caliza de montaña. Además, el concejo ofrece una gran variedad de rutas que siguen los caminos de los pastores tradicionales desde los pueblos del fondo de los valles hasta las hermosas brañas imposibles de adivinar desde abajo.

También se puede acceder a cumbres emblemáticas como el Torres (2.100 m), el Toneo, Peña Redonda, el Retriñón, Peña Mea...

La arquitectura ancestral tiene en este concejo diferentes muestras de las que destacaremos:
Los Megalitos de El Padrún o Cantu de Cruces en Boo, se encuentran en el cordal que separa los concejos de Aller y de Lena. Se trata de tres estructuras funerarias de tipo dolménico que constituye hasta el momento el vestigio más antiguo conocido (14000 años a. C) de la presencia humana en Aller.
El Moyón de la Corrala en Pola del Pino. En el interior del pueblo se levanta este monolito de arenisca de casi dos metros de altura en el que están grabados diferentes símbolos, entre ellos una cruz griega y una figura antropomórfica. Los estudios realizados no han logrado determinar su verdadero origen, pudiendo ser un menhir de la época prehistórica (de ser así, serían unos de los más destacados del norte de España) o un mojón de los existentes en los caminos medievales.
La iglesia de San Vicente de Serrapio mantiene su pureza de estilo románico en un ábside tripartido. Las pinturas de su capilla son del siglo XVII. Su primera estructura es de época romana de la que conserva una lápida en la sacristía dedicada a Júpiter. Esta iglesia está situada a 11 kilómetros de Serrapio en un lateral de la carretera sobre un mirador con vistas al valle medio del Aller. Esta iglesia se ha ido asentando sobre diversas construcciones, su primera estructura es de época romana, se modificó durante el prerrománico para volver a modificarla en el románico en el siglo XII. En la actualidad consta de tres naves con triple ábside, las diferentes reformas le han quitado su pureza de estilo románico, sólo manteniendo la cabecera triple.
La iglesia de San Juan el Real de Llamas, de estilo románico rural del siglo XII, es Monumento Histórico Artístico.
La iglesia de San Juan de Santibáñez de la Fuente, tienen una mezcla de restos tardorrománicos y del gótico rural.
La iglesia de San Félix en El Pino, en ella hay que destacar sus retablos barrocos. Es Monumento Histórico Artístico.
El Santuario de Miravalles de 1745 en Soto.
Pueden verse casonas y castillos en diferentes zonas del valle de Aller, como: El palacio de Ordóñez y Villademoros. El palacio de Arias Prieto en Boo con su escudo y las armas de Castañones. El palacio de Arias Cacheros. El palacio de García de Vega, o El castillo del Soto, posee un torreón bajomedieval del siglo XIV-XV. Este castillo hoy en día se encuentra medio en ruinas, se conserva parte de la muralla, fachada de una torre y la puerta de entrada.En el año 1100 el castillo pertenecía al alcalde Pedro Díaz de Aller.
El castillo de Quirós del siglo XIV.


Wikipedia

lunes, 22 de noviembre de 2010

UN PEQUEÑO VERSALLES EN ASTURIAS



La Fundación Selgas-Fagalde tiene sus instalaciones y patrimonio en la Quinta de “El Pito”. Los jardines, edificios y colección de arte han llegado hasta nosotros tal y como los hermanos Ezequiel y Fortunato Selgas y Albuerne los proyectaron. Ambos dedicaron buena parte de su vida a construir un significativo conjunto arquitectónico y reunir en él una magnífica colección de obras de arte.
A finales de de 1860 inició Ezequiel una sistemática labor de compra de obras de arte tanto en España como en diversos países de Europa. La colección de pintura se compone de más de un centenar de obras pertenecientes a las escuelas italiana, francesa y española de los siglos XV al XIX

Lo que más llama la atención, es la increíble pulcritud que domina toda la Quinta. Existen zonas en las que incluso es requisito calzarse una especie de protectores para evitar dañar el más mí¬nimo detalle del interior de las habitaciones. No obstante la experiencia bien merece una pequeña molestia. Seguro que nunca habrán visto nada igual, salvo en las colecciones y edificios pertenecientes al Patrimonio Real Español o de otras monarquías europeas.

El palacio, edificado según diseño de estilo neoclásico debido a Fortunato Selgas, pero firmado por el arquitecto Vicente Lampérez. Consta de tres plantas principales, con algunas variantes en las distintas fachadas, y una gran escalinata hacia uno de los jardines, el de estilo versallesco.
El interior es de gran luminosidad y posee una gran riqueza ornamental, con suelos de maderas nobles, techos pintados al fresco con alegorías de gusto modernista, salones con vitrinas y suntuoso mobiliario, objetos artísticos y una magnífica colección de libros de filosofía, ciencia e historia. Pero lo más admirado de las colecciones del palacio son los excelentes cuadros que cuelgan de sus paredes, entre los que hay dos obras de extraordinario interés: el general Ricardos, de Goya, y La Asunción, del Greco.

Joyas en sus paredes

La Quinta de la familia Selgas es toda ella una joya. No sólo por sus jardines inspirados en los de Versalles, sino por las valiosas piezas que cuelgan de las paredes del palacio y del pabellón de tapices. En este último se encuentra una serie de incalculable valor que ilustran la historia bíblica de José.

Todos los tapices de este pabellón, excepto el de los 'Dos amantes en el bosque', proceden de las manufacturas de Bruselas, principales abastecedoras de la Corona Española.
De los que ilustran la historia de José, hay dos que destacan del resto: 'Los desposorios de José' y 'El encuentro de José con el rey de Egipto'. Ambas datan de la primera mitad del siglo XVI y son representativos de las tapicerías flamencas del primer Renacimiento, con cenefas vegetales de escaso desarrollo y representación simultánea de diferente cronología.

También cuelgan de sus paredes otro grupo compuesto por tres piezas pertenecientes a la serie de la historia de Jacob y Raquel, también de Bruselas, y de la segunda mitad del XVI.

Bajo los tapices se expone una colección de indumentarias religiosas -casullas y dalmáticas- con bordados litúrgicos españoles que la familia Selgas fue reuniendo desde el siglo XVI hasta el XVII. Completa la muestra una exposición de reclinatorios decorados.

Además de estas importantes piezas, en el pabellón de los tapices también se encuentran dos importantes obras pictóricas. Una de ellas es el Ecce Homo de Luis de Morales, figura cumbre del Renacimiento. Otra, es una pareja de tablas que representa La Anunciación. Se trata de una obra perteneciente a la escuela renacentista del Norte, en concreto de la zona alemana.

Henri Rigoreau Jouvert: jardinero formado en la escuela de Versalles y reclamado en España por la nobleza madrileña; hizo una combinación de jardín francés —éste dispuesto delante de las fachadas principal y posterior del palacio— y su opuesto, el jardín pintoresco. En su composición resaltan el lago, los invernaderos, la gruta y la exótica arboleda.
El parterre Norte o jardín italiano, es la conexión de la parte posterior del palacio con el jardín. Se cierra en su extremo Norte por los invernaderos, de los que queda separado por un extraordinario conjunto de araucarias.
La zona Este desciende hacia el río y está elaborada a la manera de un parque inglés. Caminos irregulares y multitud de especies exóticas lo convierten en un verdadero jardín botánico. Hay especies de países lejanos que constituyen un auténtico “arboretum”

www.educastur.princast.es
www.elcomerciodigital.com

SISTEMAS DE PESCA EN EL CANTÁBRICO


Tras un exhaustivo trabajo de campo iniciado en 1895 por las costas cantábricas y “apreciando con toda la exactitud posible el uso de cada arte, el número y valor de los que existen, así como el de embarcaciones y hombres empleados”, Rodríguez Santamaría daba a conocer en 1911 una investigación que resulta una útil referencia y punto de partida para una visión comparativa
de las tres principales pesquerías del norte de España.
Al comparar el estado de las pesquerías asturianas con las de las provincias vecinas, la Junta Provincial de Pesca sostenía que las locales eran las que mayor retraso técnico acumulaban.

Solo la “cosecha” de sardina podía considerarse pesquería “de oficio”, y ello únicamente en puertos señalados, donde la demanda de la industria salazonera garantizaba a los pescadores un ejercicio estable de la profesión. Pero, aun tratándose de la pesquería más importante entre las que faenaban con artes de paño de red, su situación no admitía comparación con las vascas y montañesas, porque ya por estas fechas empleaban “redes especiales” de cerco, un arte “sumamente seguro y productivo, de más potencia que los nuestros y de mayor rendimiento”.
En nuestra provincia seguían utilizándose los abareques o sardinales, los xeitos y las traíñas. Estas últimas, conocidas desde el siglo anterior, combinaban el cerco y el arrastre desde tierra, pero, pese a su mayor potencia extractiva, requerían el concurso de más brazos que las otras redes, además de restringir su uso a las postas o playas de fondos aplacerados y limpios.

De los restantes sistemas de enmalle con paños de fondo y deriva, el más notable era el de la pesca de merluza con volantas, cuyas capturas ordinariamente eran destinadas a su comercialización como frescales en los mercados castellanos. De las pesquerías con aparejos de anzuelo, destacaban las de merluza y besugo con palangres, y las de bonito a la cacea. Sus capturas se destinaban bien a la venta en fresco, bien a las bodegas de escabeche o a las fábricas de conservas. En cualquier caso, se trataba de sistemas de pesca de altura que requerían el empleo de lanchas mayores o de altura y la formación de compañías. Por tanto, del espectro de la pesca familiar de subsistencia, cuyo ámbito se centraba en la explotación de las especies de roca con artes de red —betas, trasmallos, bogueras, rascos— o mediante líneas y cordeles,
además de las actividades de marisqueo y de recolección de algas.
Los ingresos obtenidos se completaban con los provenientes de su contratación estacional para las campañas de cada costera. A finales de siglo, la condición de la “clase pescadora”, se consideraba como “la más mísera de entre los obreros”, lo que explicaría la pérdida de empleos que el sector registraba ante la oferta de trabajo en las actividades portuarias y mineras.

Aunque las artes de cerco con jareta fueron legalmente sancionadas en el Cantábrico en 1883 —real orden de 18 de agosto—, la difusión de boliches, traíñas y copos había comenzado diez años antes bajo la iniciativa de conserveros bretones como solución a la crisis sardinera que padecían sus costas. En Asturias, su presencia era habitual en los principales puertos
pesqueros, a los que venían a realizar compras masivas de sardinas que eran remesadas en fresco a los puertos franceses.

El copo, que se utilizaba para “cercar la pesca por sorpresa y en bandos”, presentaba notables ventajas frente a las artes de deriva: posibilidad de participar en varios ciclos pesqueros por día, mayor potencia extractiva y ahorro de cebo —se pescaba al mansío o a la manjúa, y a la toliñada.—
Las primeras solicitudes para pescar al cerco procedieron de los fabricantes de conservas de Gijón, Candás y Luanco, justificándolas en que “con los aparejos que hoy se emplean apenas se coge la suficiente sardina para atender al consumo de la población, quedando desabastecidas la mayor parte de las fábricas”. La autorización de las nuevas artes suscitó la oposición de los gremios y de los pescadores de xeitos y sardinales con el argumento de que, “siendo esta clase de pocos medios para competir con las empresas por el aumento de costo de las artes y embarcaciones, llegará el caso de tener que abandonar su explotación por la disminución de precio a que podrá venderse al sardina en los mercados por su abundancia”.

Pese a que la oposición al copo acabó en motines violentos, a partir de 1880 se autorizó su uso en las costas asturianas, haciéndolo extensivo desde 1889 a los boliches. Eran éstos cercos de mayor potencia, que acabaron por imponerse al copo por su menor coste y por requerir de menos brazos.

www.unizar.es

domingo, 21 de noviembre de 2010

EL CARBÓN DE ROBLE


Lo primero que necesitaban los herreros para poder trabajar, además del acero y demás metales que empleaban para realizar sus trabajos, era el carbón vegetal, que era con lo que calentaban las piezas cuando las tenían que preparar para que estuviesen perfectas para el trabajo.

Este carbón se obtenía de la raíz del "ganzo"(brezo), que tenía una cepa, que en algunos casos era del tamaño de un "maniego"; el carbón se solía hacer en el monte, allí donde había bastante brezo, se hacía un hoyo en el suelo, y las "cepas" se habrían en trozos como si fuesen astillas, y se hiban colocando dentro de la "foya"(un hoyo hecho en el suelo), y se le prendía fuego con el fin de que fuesen quemando muy ligeramente; cuando se veía que el fuego iba dominando toda la pila, que era de forma de cono, se cubría con tierra muy bien con el fin de que el fuego no quemase por completo los trozos de madera.

Este trabajo había que tener buen cuidado que no quedase algún respiradero, porque entonces quemaba por completo, y en vez de salir carbón, quedaba convertido en ceniza.


Para la fabricación de carbón de roble, según algunos informantes, el proceso era el siguiente:

("Se talaban los árboles y se "arrollaban" hasta el fondo de las laderas, si el monte era pendiente; allí se hacía una pequeña explanada como una especie de era, que se llamaba "torco" en algunas zonas. Se troceaban los troncos y se partían en tacos pequeños. Se hacía un hueco en el suelo más o menos grande, la "foya", según la cantidad de carbón que se quisiese hacer de una vez. Los tacos de madera se colocaban en forma de cono y se les prendía fuego. Cuando el carbonero veía que estaba a medias de quemar, cubría el montón con una fina capa de tierra para que el fuego quedase ahogado y la combustión fuese lenta, sin aire, y así se obtenía el carbón. Había que tener gran cuidado de que no quedasen chimeneas, porque entonces se avivaba el fuego y quemaba toda la "foyada". Al día siguiente se habría la "foya" y se iba quitando con cuidado la tierra, teniendo buena precaución que no fuese alguna brasa. Aún hoy se pueden observar muchos "torcos" por algunos montes de Asturias").


Los carboneros podían ser solo eso, es decir, vendían el carbón o lo hacían por encargo, pero muchos eran también herreros. Era considerable la cantidad de madera y de raíces que se gastaban en épocas pasadas para obtener carbón; la extracción de las raíces de brezo y la posterior fabricación del carbón perjudicaba mucho a la apicultura, pues reducía la flor y el humo dañaba a las abejas, como quedó reflejado en las disputas habidas entre los vecinos del ayuntamiento de Santa Eulalia y loa de San Martín de Oscos, según consta en el Archivo del Marqués de Ferrera (1.784-1.785). La tala de árboles para obtener carbón colaboró, sin duda, a la deforestación de nuestros bosques, sobre todo durante los siglos XVII y XVIII.


Adolfo García Martínez- Antropología de Asturias.

LAS AGUAS DE LAS CALDAS


Las Caldas pueblo de la parroquia de San Juan de Priorio en Oviedo. A orillas del río Gafo, arroyo que nace y atraviesa la parroquia ovetense de Santiago de la Manjoya para continuar por las de Latores y Priorio hasta desembocar en el Nalón en su margen derecha. Según Tolivar Faes, el nombre de Gafo vendría de su proximidad a la antigua Malatería de San Lázaro y a la creencia de que los leprosos podían contaminar las aguas.

A la izquierda del río Gafo, en una cueva, formada por calizas del carbonífero, brotan unas aguas que en el siglo XVII fueron analizadas por varios médicos y químicos que les dieron la categoría de termales azoadas y bicarbonatadas, con un ligero sabor salino y que llegan a alcanzar una temperatura de 43º. Ya eran conocidas desde tiempos prerromanos.
Sus cualidades terapéuticas, recomendadas para reumatismos, gota, pulmonías, etc., llevaron a la Junta General del Principado en 1772 a construir una Casa de Baños en Las Caldas. El proyecto se encargó a Ventura Rodríguez y las obras, finalizadas en 1776, las llevó a cabo el arquitecto Manuel Reguera González. Posteriormente, la antigua Casa de Baños fue comprada por José González Alegre en 1860 quien hizo una serie de ampliaciones y reformas dando lugar al balneario que hoy conocemos.
El edificio original, la Casa de Baños, es de planta de medio ovalo y se prolonga en dos alas laterales de tramo recto. Inicialmente constaba de dos pisos pero en 1863 se construyó un tercero. Éstos están separados por hiladas de sillería. Aquí estaba la fuente neoclásica, en el centro de un patio alargado, de donde brotaban las aguas termales. Pero además el edificio contaba con galería de baños, gabinetes de chorros, salas de estufas e inhalaciones con aparatos de lo más modernos para la época. También tenía consultas médicas, oficinas, capillas, habitaciones, cocinas y comedores, si bien éstos últimos pasaron al nuevo inmueble que se construyó en 1878. Ambos se unían por una galería de hierro y cristal, sobre la carretera de Las Caldas-Oviedo que los separaba.
Dada la afluencia de público, las instalaciones del hotel estaban sobrepasadas y se trasladaron las salas de recreo a un pabellón destinado a casino que se construyó junto al hotel, hacia 1896. Su arquitecto fue J. M. de la Guardia. Se trata de un edificio de dos plantas: un café y una sala de billar ocupan el piso inferior y, el superior, cuenta con una sala de lectura y otra de juegos además de un gran salón de baile.

El balneario llegó a estar muy de moda y ganó varios premios en algunas exposiciones nacionales e incluso en la Exposición Universal de París. Esto hizo que fuera muy frecuentado por la burguesía ovetense durante la temporada de apertura, que se extendía desde el 1 de junio hasta el 30 de septiembre. Pero también era muy usado por todas las clases sociales, por lo que las instalaciones se veían desbordadas y las casas del entorno llegaban a dar habitaciones. Incluso había un hospital para pobres.
En la década de los veinte del siglo pasado comenzó a entrar en decadencia y paulatinamente se fueron cerrando sus instalaciones. Pero, en el 2006, el Ayuntamiento de Oviedo se incorpora a la sección Villas Termales de la Federación Española de Municipios y Provincias e inicia la restauración de estas instalaciones para aprovechar el único recurso hidromineral de importancia de Asturias y satisfacer un nuevo tipo de demanda.

viernes, 19 de noviembre de 2010

EL MES DE LA YERBA


Desde San Pedro hasta finales de julio o principios de agosto, aproximadamente, era el periodo conocido como "el tiempo de la yerba. En algunas zonas se trataba de terminar para Santiago, en otras más tarde. Durante este tiempo se segaba, se curaba y se recogía la hierba seca.
Hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX, la hierba se segaba "a gadaña" (guadaña), una tarea exclusiva de los hombres. Cada segador llevaba la gadaña sujeta sujeta al mango o estil con una "argola"(argolla de hierro), "el corno pra pedra, cachapo, zapicu o colodra" (un cuerno o recipiente de madera para la piedra de afilar) y los "fierros de cabruñar"(el martillo y el yunque). Puestos a segar, cada uno abría el "sou carreiro, maral.lo, maraña o l.liñu"(paso), tan ancho como el tamaño de su brazo, dejando la yerba cortada "nun suco"(en cinturón) a su izquierda. Hacia las nueve se paraba para tomar "a parva" o almuerzo que llevaban las mujeres para el prado, pues se empezaba a segar al amanecer. Los hombres, a continuación, seguían segando hasta mediodía; bebían vino de las botas que los niños se encargaban de que estuviesen llenas y frescas.
Cerca del medio día, paraban de segar y "revolvían"(daban la vuelta) a la yerba que se había segado la víspera y después "almorzaban o xantaban" a base de sopa, fabes, chorizo, etc. Eran las mujeres y los niños quienes, por regla general, volvían la yerba, después "s´atopaba con angazos o ságarabataba (se "pañaba" con rastrillos de madera) y, finalmente, se ponía en "murocas, cugurros, morenas o borregas..."(montones) con "horquetas o palas de dientes" (horcas de tres o cuatro dientes). En las tareas de pañar y "amurocar, aborregar o l.levantar" también solían participar los hombres, que después de pasar el sol volvían a segar.
Al día siguiente, si hacía sol, "se abrían las murocas o borregas"( se esparcían los montones), se revolvía y se ponía en "medas o morenas"(montones mayores y pisados); en algunos casos, se hacían "balagares"en el prado, principalmente las casas que no tenían henil.
La hierba se transportaba con el carro y las vacas. Para que el carro tuviese más capacidad se le ponían unos palos verticales en los laterales, de un metro de altura, cuatro de cada lado, denominados "fumeiros, estendochus o estadoños...", y en la parte de adelante se colocaba un palo ahorquillado, "el cadeixu o furcón" (con dos o tres ramas). El carro lo cargaba un hombre experimentado, con el fin de colocar más hierba, y para evitar el vuelco o cualquier otro percance.
Con frecuencia, muchos hombres, generalmente después de terminar de recoger la hierba de casa, o los de las brañas de vaqueiros de alzada que apenas cultivaban trigo y maíz, iban a la siega a Castilla, a zonas de Babia y Laciana, limítrofes con Asturias, para ganarse algún dinero.
Adolfo García Martínez. (Antropología de Asturias)

jueves, 18 de noviembre de 2010

HISTORIA DE TINEO


Etimológicamente, según Uría Ríu, la palabra Tineo podría proceder del nombre personal TINAIUS. Se trata de una población de larga historia, con asentamientos humanos desde la prehistoria y que se hizo ya muy importante durante la época del Imperio romano. La evidencia histórica de la presencia humana en el concejo, queda reflejada en los numerosos hallazgos existentes y en los muchos acontecimientos dignos de mención. Su momento de mayor esplendor fue durante los siglos XII y XV, época de máxima afluencia de peregrinos en su transito desde San Salvador, en Oviedo, a Compostela.

Paleolítico: Existen noticias de asentamientos en el concejo, entre los años 100000-80000 a. de C., según vestigios encontrados en el dolmen de Baradal —ídolo y hacha achelense

Los poblamientos agrícolas del Neolítico
La única manifestación del Neolítico son los túmulos (llamados en la zona covallas o cutruyos),construcciones funerarias abundantemente distribuidas por las sierras de la zona, como los enterramientos dolménicos en Baradal, Merillés y Folgueirúa.
Se atribuye a esta época el llamado ídolo de la fertilidad de las Paniciegas (Museo
Arqueológico de Asturias).Dejaron rastros de su existencia, modos de vida y creencias

Calcolítico y Edad de Bronce
Del Bronce Final, se conserva en el Museo Arqueológico de Asturias el llamado puñal de Tineo y en el Museo Británico se encuentra el hacha de Navelgas.

Las invasiones europeas. Los castros
Hacia el año 900 a. de C. llegan a la zona tribus indoeuropeas, entre ellas los celtas. Se produce una mezcla de razas y culturas. La cultura castreña de los celtas deja abundantes restos en topónimos y poblamientos (castros) a lo largo del
municipio, como el de Luciernas (en Bárcena del Monasterio), Los Morales (en Castiello de la Barca), entre otros, que estuvieron habitados por la tribu dominante astur de los pésicos, asentados entre el Nalón y Navia.

Roma, minas y calzadas
El Imperio romano llegó a Tineo atraído por los abundantes recursos auríferos de la zona.
vencidos los pésicos. Siguiendo su obsesión por la explotación de minerales, oro
especialmente, los romanos minan materialmente el concejo, preparando una eficaz
infraestructura de calzadas, obras hidráulicas —canales, argayos, lavaderos—. Hay infinidad de testimonios de esta época. Para defender, explotar y exportar el mineral, abrieron numerosas vías, construyeron puentes, levantaron fortificaciones y crearon grandes explotaciones mineras, sobre todo en la Sierra de Louro, entre Naraval y Navelgas.

Los suevos
409-781, anexionan Tineo y el antiguo territorio pésico al reino que acaban de fundar en Galicia. Quedan pocos rastros de este periodo, a pesar de que no es nada breve. Con la llegada de los árabes a Asturias, Tineo y la zona occidental se oscurece hasta la llegada del Reino Asturiano.

Reino Asturiano
En el año 781, el príncipe Aldegaster, hijo natural del rey Silo, funda el monasterio de Obona. En la carta fundacional dona todas sus tierras al monasterio.
781.—Probable fundación del emblemático monasterio de Obona por el príncipe
Adelgaster.

794.—Alfonso II derrota a los moros cerca de Tineo y fortifica la plaza.

899.—Tineo detenta jurisdicción condal y juez (merino).

937.—Fundación del monasterio de San Miguel de Bárcena, al que Alfonso V concede
el derecho de montazgo.(tributo por tránsito de ganaderías) sobre todo Tineo.

Fin del siglo X.—Inicio de la Ruta Jacobea, atravesando Tineo una principal y tres
secundarias, esto impulsa la construcción de albergues, hospitales y nuevas iglesias y cenobios.

Siglos XI-XII. —El conde Pedro Xemení funda el monasterio de Corias, que bajo la regla de San Benito alcanzará renombre.

1065. —Alfonso VI conoce a Ximena Ñúñez, condesa de Tineo, teniendo dos hijas,
Elvira y Teresa. Doña Teresa se casará con don Enrique de Lorena, gobernador de
Tineo y será la madre del primer rey de Portugal, Alfonso I I.

1074. —El Cid Campeador se casa con Ximena Díaz, hija del noble tinetense y conde
de Oviedo Diego Rodríguez.

1144. —Una tinetense, Doña Urraca, llamada La Asturiana, llega a reina de Navarra
por matrimonio con Don García.

Siglos XIII-XV. Diversas familias tinetenses participan en importantes hechos de armas, aumentando sus posesiones y fundando casas de nombre sonoro y permanente: Tineo, Merás, Bernaldo de Quirós, Riego, Flórez-Valdés,...Se funda en la villa el convento franciscano del Monte de Tineo, que desarrollará un importantísimo papel cultural durante varios siglos.

1222. — Tineo recibe la primera carta puebla de Asturias del rey Alfonso IX, que
concede al monasterio de Obona el privilegio y encargo de alojamiento exclusivo de losperegrinos jacobeos.

En el Siglo XIV se afinca por privilegio real en Tineo el linaje leonés Quiñones, que durante más de un siglo acumuló autoridad y posesiones, sobrepasando incluso a la Corona. Los Reyes Católicos acabaron con tales dominios y poderío.

En el siglo XV, el poderoso linaje de los Quiñones, acumulará autoridad y dominio,
extendiendo su señorío en otros concejos (Cangas de Tineo, Degaña y Allande).
Los Reyes Católicos irán reduciendo el poder económico y político de los Quiñones y logran que vayan entregando las villas.

http://www.camara-ovi.es/

miércoles, 17 de noviembre de 2010

AVILÉS UN POCO DE HISTORIA

El nombre de Avilés parece que proviene de un término griego que significaba ovejeros. Esto hace creer que los primeros pobladores de esta comarca se instalaron aquí para criar ovejas en las verdes praderas que se extendían junto al río y hasta el mar.
En el año 1085 el rey Alfonso VI le otorga a esta comunidad un fuero que fue confirmado en el año 1155 por Alfonso VII. La concesión de este fuero tuvo una gran importancia para el desarrollo de la comunidad: concedía igualdad ante la ley a todos los habitantes de Avilés, les otorgaba libertad individual, inviolabilidad de domicilio, derecho de propiedad para disponer libremente de sus bienes y, sobre todo, establecía que nadie, excepto el rey, podía obligarles a tomar parte en una guerra.

El fuero se le concedía a las ciudades que estuvieran amuralladas para que se desarrollaran y, de esta manera, fuera creciendo el poder real y disminuyendo el poder de los señores feudales.
Las murallas de Avilés y sus fortificaciones tienen su origen en el estratégico punto que ocupaba la villa y en las gentes importantes que vivían en ella. Se desconoce la fecha exacta de la construcción del recinto amurallado pero sin duda fue anterior a los siglos X u XI.
En las murallas existían cinco puertas que permitían la entrada a la villa.
En esta época, Avilés era una auténtica plaza fuerte, clave en la defensa y salvaguarda de nuestra región. En Asturias no tuvieron murallas, que sepamos, más que Oviedo, Gijón y Avilés.

Los Reyes Católicos, hace más de quinientos años, concedieron a la villa la celebración de un mercado y complementaron la concesión con notables privilegios comerciales para la ciudad, que había sido asolada por un gran incendio.
A lo largo de toda la Edad Media, Avilés se convierte en el puerto más importante de Asturias y uno de los más destacados del litoral cantábrico. Avilés establece relaciones comerciales con otros puertos europeos.
Del puerto francés de La Rochelle se importaban paños, sal, bacalao, cueros, etc. y se exportaba, sobre todo, madera.
Los barcos de Avilés llevaban madera, telas, pieles, hierro, forjados, vinos del Bierzo y de Ribadavia e incluso azabache a los puertos ingleses. En el retorno traían paños, arenques y sal.
La pesca también tenía un papel importante en la economía local. Se practicaba tanto pesca de bajura como de altura. Los barcos de Avilés faenaban en lejanos caladeros europeos.
Avilés, debido a su intensa relación comercial con distintos puertos europeos y a que se convierte en paso del Camino de Santiago, se va haciendo cada vez más importante y en ella se asientan personas de distintas procedencias europeas con variados oficios: mercaderes, artesanos, burgueses, etc.
Los astilleros también tuvieron una gran importancia económica. Se construían buques para la armada de Castilla.
Avilés creció, se construyeron, fuera de la muralla, grandes palacios, calles, jardines, etc. Tanto por su puerto como por la gran actividad comercial que ha generado, Avilés ha figurado siempre entre las villas más importantes del norte peninsula.

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VISITA DE LOS REYES

Juan de Dios de la Rada acompañó, como cronista, a la reina Isabel II, a su esposo Francisco de Asís de Borbón y a su hijo el príncipe de Asturias (el futuro rey Alfonso XII) en el viaje que realizaron por nuestra región durante los meses de julio y agosto de 1858, al que ya le he dedicado un artículo (ver LA VOZ DE AVILÉS, 23 de junio de 2008). La crónica pormenorizada de estas jornadas fue recogida por De la Rada en el libro titulado 'Viaje de SS. MM. y AA. por Castilla, León, Asturias y Galicia, verificado en el verano de 1858', editado en Madrid en 1860 en un grueso volumen de gran formato y 874 páginas, ilustrado con 51 hermosas láminas, algunas coloreadas, que recogen diversos aspectos de Oviedo, Gijón, Covadonga y la Virgen de la Cueva (Piloña), pero ninguna de Avilés, desgraciadamente.
A las cuatro de la tarde del día 23 de agosto de 1858, procedente de Gijón, llegó por carretera el séquito real a Avilés, «esta villa, de tan fértil y agradable campiña, que asentada sobre una ría más frecuentada de buques que caudalosa, con razón se dice es la tercera población de Asturias», según escribe el cronista que acompañaba a la soberana. De la Rada y Delgado, después de hablar de la historia, los monumentos y los hijos ilustres de Avilés, pasa a describirnos con detalle el recibimiento dispensado a la ilustre comitiva: «Los habitantes todos de la villa a que dio armas el célebre Ruy Pérez de Avilés, agitábanse no sólo en la espaciosa y alegre plaza de lindo pórtico, y en sus anchas calles flanqueadas de cómodos soportales, y en las ventanas y balcones cubiertos de lujosas colgaduras, sino que no pudiendo contener su impaciencia lanzábanse a la entrada de la población, donde, en el punto que llaman de los Molinos, habíase construido un elegante arco de ojivo gusto». Y continúa diciendo que «desde este arco a la plaza de la Constitución (hoy de España), en que estaba el palacio destinado a morada regia (el de Ferrera), cubría el suelo perfumada alfombra de flores y de plantas aromáticas». Este escenario se completaba con himnos poéticos y cánticos escritos especialmente para la ocasión, algunos de ellos debidos a la pluma del escritor local Pedro Carreño.

Para el multitudinario recibimiento se habían levantado, delante del Ayuntamiento, colosales estatuas de los reyes Alfonso VII y Pedro I, así como también de Pedro Menéndez de Avilés y de Ruy Pérez, y delante de la iglesia de San Francisco, jardines «cubiertos de flores de extraordinaria hermosura», con banderolas y vistosos farolillos de colores, y otro majestuoso arco. Siguiendo la real costumbre, tuvo lugar el besamanos y a continuación los soberanos, acompañados de sus anfitriones, los marqueses de Ferrera, «recorrieron el magnífico parque y jardines de palacio, y sin descanso alguno se dirigieron, terminado el largo paseo, a la iglesia de San Nicolás, de allí a la capilla de los Alas, pasaron después de haber examinado estos dos monumentos con el artístico conocimiento que los distingue, al muelle, puente viejo de Sabugo, calle del Caño y Campo de la Merced, y volviendo por el puente Nuevo y calle de San Bernardo, detuviéronse en el convento que allí tienen las monjas». Desde allí regresaron por la calle de la Cámara al palacio de Ferrera, entre danzas y canciones populares que interpretaban los bulliciosos espectadores. Los actos de recibimiento finalizaron esa noche con nuevos cánticos ante el alojamiento de la familia real y la quema de fuegos artificiales.
A las once y media de la mañana siguiente (24 de agosto), después de asistir a misa, la reina y su esposo, acompañados de selecto séquito, se embarcaron en una falúa engalanada, con destino al muelle de San Juan de Nieva, adonde llegaron media hora más tarde, entre las aclamaciones de numerosos campesinos reunidos en los montes de los alrededores y acompañados por casi un centenar de pequeñas embarcaciones que le dieron un aspecto a la ría nunca visto hasta entonces. A continuación se dirigieron en tren a visitar la fábrica y la mina de Arnao, de la Real Compañía Asturiana de Minas. Sorprendentemente, Isabel II y su marido recorrieron parte del interior de la mina submarina. Después de la comida volvieron a Avilés para despedirse de sus anfitriones y recoger al príncipe de Asturias, de tan sólo ocho meses de edad, que había quedado al cuidado de la marquesa de Ferrera. Tras ser cumplimentados por la corporación municipal avilesina, el séquito real regresó a Gijón.

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martes, 16 de noviembre de 2010

EL PANCHÓN


Persiste en el municipio de Aller (Principado de Asturias) un postre tradicional
realizado a base de harina de escanda (Triticum aestivum subsp. spelta). Su
elaboración, aunque va transformándose con el tiempo, es muy peculiar, pues se
hace en el hogar (lar, llar, tsar), cociéndose la masa protegida por unas capas
aislantes de naturaleza vegetal, bajo brasas. Su forma tradicional de consumo es
comunal, durante los días de fiesta patronales.
Se denomina panchón a un postre elaborado con las migas de una pancha de
harina de escanda, cocida de manera tradicional sobre unas piedras calizas
calentadas con intensidad (hogar, lar, llar, tsar), mezcladas con manteca
(mantega) y azúcar.
Características del panchón son sus modestos ingredientes: harina de escanda,
manteca y azúcar; así como la forma de cocción de la pancha que da origen a las
migas, sobre el lar, y no en el horno.

La manteca (mantega)
Este ingrediente fundamental del panchón, entraña una curiosa incongruencia: en
una sociedad rural como la allerana, especializada en el ganado vacuno, la leche y
sus derivados eran poco consumidos por los propios productores. Varias son las
causas. La principal, económica. Los derivados de la leche, manteca y quesos, se
vendían y constituía una de las pocas formas de ingresos en efectivo que tenía la
familia. Otra, la poca producción de leche que daban las vacas porque, además,
eran una ayuda imprescindible en las tareas del campo tirando de arados y carros,
y criaban anualmente un ternero, también indispensable en la menguada economía
de la casería.
Las mejores mantecas se obtenían en los meses de primavera, verano y parte del
otoño, cuando las vacas estaban en los ricos pastizales de los puertos de montaña,
brañas y mayeos, consecuencia de la trashumancia estacional característica de la
zona.
Las mantecas de destinaban a la venta, y el vaquero y su familia consumía la leche
desnatada, dibura.

El azúcar
Apenas se consumía en el Concejo de Aller hasta épocas recientes. La causa era la
poca disponibilidad de este producto, y su alto precio. El principal edulcorante
empleado era la miel.
No hay estudios acerca de la producción de miel en el concejo, al contrario de otras
zonas de Asturias (López Álvarez, Xuacu, 1994). De nuestras notas de campo
extraemos que la mayoría de las familias campesinas tenían unas pocas colmenas

Mantega del Puertu
La leche, tsechi, tsiche, lleche, llechi, después de ordeñada la vaca, catar o mecer,
se dejaba enfriar en una fuente o en un lugar resguardado y frío, esfrecer, para
lograr la separación natural de la nata de la leche.
Al día siguiente se colocaba en un odre, piel de cabrito o de oveja, pelada y cosida
a modo de recipiente, donde se batía de forma rítmica, mazar, hasta obtener la
separación definitiva de la manteca, lo que se sabía por el ruido característico que
produce.

Mázate mi tsiche n’ esti odre de castrón,
faite muncha mantega y poco requesón.

A la vez que se ordeñaba, o al echar la leche, en la boca del odre se colocaba un
curioso filtro para impedir la entrada de suciedad y, especialmente, pelos.
Dependiendo del pueblo de procedencia del informante, recibe distintos nombres,
sin que nos atrevamos a mencionar uno como el más común. Ya que hay una
pequeña publicación al respecto de este primitivo y milenario embudo con filtro, de
una zona concreta del Concejo donde recibe el nombre de seal, con ese nombre nos
referiremos a él (Castañón Caso, A., J. A. de la Pienda, 2005). Se trata de mango
de madera, el turnu, al que en uno de sus extremos se ha añadido, en redondo, un
conjunto crines o cerdas de la cola de caballo, o de vaca, sedes. Este tamiz, se
colocaba en la boca del odre, o dentro de un embudo, por donde se hace pasar la
leche. El embudo puede ser de cuerno de vaca cortado por sus extremos, la cuerna,
o más elaborado, confeccionado en madera.
Durante su estancia en los pastizales de los puertos, brañas y mayeos, el vaquero
bajaba de las cabañas, cabanas, una vez a la semana, a su casa para coger ropa
limpia y comida, a la vez que dejaba las mantecas, que eran rápidamente vendidas
a intermediarios, la manteguera, que se la revendían en los mercados y a las
confiterías.
Excepcionalmente se consumía en la familia, en el caso de mujeres embarazadas, o
de niños con un desarrollo menor al esperado, enfermizos y enclenques. De ahí la
importancia que tenía el poder disponer de una cierta cantidad de manteca, para la
confección del panchón.
En los días de fiesta no se escatimaban gastos, siendo un signo de posición social la
cantidad de manteca que este postre contuviese. Añadir una buena cantidad de
manteca en el panchón, significaba que la familia estaba en buena posición
económica y podía prescindir de la venta de ese producto, para ofrecérselo a la familia.

ELABORACIÓN DELPANCHON
La elaboración del panchón comienza encendiendo fuego en el hogar, tsar, durante
cinco o seis horas. La mejor leña, por unanimidad, es la de haya, faya (Fagus
sylvatica), pues quema sin producir humo, despacio, y liberando mucho calor. Pero
no se desprecia ningún tipo de madera. En general, se prefiere evitar la madera del
castaño (Castanea sativa) pues produce mucho humo. La del fresno, frenu,
(Fraxinus excelsior) tiene tan buena consideración como la de faya.
El fresno a la faya dixo-y
si no fuera por vergüenza
ardería bajo el agua.
Mientras roxa el llar se va preparando la masa. Se añade un poco de levadura,
formientu o dieldu, sal, y agua (ésta ha de estar bien caliente). Se amasa y se
deja fermentar, deldar o dieldar, la masa, pancha, durante una o dos horas,
manteniéndola bien tapada con sábanas y mantas.
Transcurrido ese tiempo, si el tsar ya roxó (alcanzó la temperatura propicia), se
quitan las cenizas y se reservan las brasas, caricós, se barre bien todo el hogar con
una escoba, y se colocan hojas de berza (Brassica oleracea var. oleracea) cubriendo
la piedra. Sobre esas hojas se coloca la masa de pan. Se cubre con más hojas de
berza, o de arce blanco, plenu o plábanu (Acer pseudoplatanus). La siguiente capa
vegetal es de hojas de castaño (Castanea sativa).
Estos abrigos de hojas son necesarios para aislar la masa de los dos focos de calor,
e impedir que se manche con ceniza. Algunos informantes indicaron que las
cubiertas de hojas son muy útiles, pues limitan la formación de corteza en el
panchón, ya que el resultado que se espera es la obtención de una miga muy
compacta, y poca corteza.
Sobre las hojas de castaño se coloca ceniza fría y encima paja, o hierba sobrante
del pesebre, piselbe, de las vacas, el llamado retezu. Luego se añade “grana de
hierba”, o virutas de la madera, urdina, y por último, la capa final la constituyen las
brasas ardientes, caricós, que se habían guardado apartadas después de roxar el
tsar.
Las llamas que pudieran surgir se apagan, y se deja que la masa vaya cociendo
despacio, por espacio de seis a siete horas.
Para comprobar el estado de la cocción, se levantan en un extremo las cubiertas, se
da un ligero golpe en la parte despejada, si retumba es que el panchón ya está
hecho.
Se retira la masa del lar, se limpia bien de los restos de las cubiertas vegetales,
raspando la envuelta con un cuchillo. Este estuante pan se deshace o desmiga,
esmigayar, en caliente, pues en frío cuesta más.
En una cazuela se mezclan bien las migas con manteca, bien sea fresca o cocida, y
se añade azúcar. Se revuelve bien a fuego lento y tras unos minutos, ya está listo
para comer o guardar.

perifèria
Número 7, Diciembre 2007

lunes, 15 de noviembre de 2010

ÁRBOLES MÁGICOS


ARBOLES.

Tejo: El tejo era un árbol sagrado de los antiguos celtas. Llamado Ioho, se asociaba a las letras "i", "j" e "y" del antiguo alfabeto druídico Ogham y, dentro del calendario del mismo nombre, correspondía a los últimos días de octubre, hasta la víspera del 1 de noviembre, la noche de difuntos, llamada actualmente "Halloween" en el mundo anglosajón (contracción de "All-Hallow-Een", noche de todo lo sagrado) o "Samhain" para los antiguos celtas, para los que era el equivalente a nuestra "noche de fin de año", y en la que se decía que el velo entre el mundo de los vivos y los muertos se volvía particularmente fino. Esa fecha, actualmente sigue siendo sagrada en algunas culturas y credos (por ejemplo, para los católicos, el 1 de noviembre es el "Día de todos los santos", en que se recuerda a los difuntos). Se asociaba al culto a los muertos, seguramente por su dicotomía de alimento/veneno, y por ello se plantaba tradicionalmente en los cementerios. En muchos pueblos del norte de España (particularmente, en Asturias), persiste la costumbre de plantar tejos junto a las iglesias. Algunos de esos tejos tienen cientos de años y son sustituidos por sus propios retoños, cuando mueren de viejos o por accidentes naturales.
El árbol sagrado de la mitología asturiana es el Tejo o Texu, pues representa el vínculo del pueblo asturiano con la tierra, con la religión antigua, con los antepasados. Es un árbol de gran sentido religioso, encontrándose al lado de muchas ermitas y cementerios asturianos. Pero es también el árbol de la oscuridad, de la penumbra, de la muerte. Con veneno de tejo se suicidaban los guerreros astures antes de ser derrotados y caer en la esclavitud. El Tejo simboliza por tanto el paso al Otro Mundo y por ello hoy goza este árbol de gran importancia en las celebraciones del Día de Difuntos, donde se lleva a los difuntos una rama para que les guíe en su retorno al País de las Sombras. Por San Xuan estas mismas ramas se prendían por los jóvenes en las puertas o ventanas de la casa de la amada, la cual tiraba a su vez semillas de tejo sobre su enamorado. El Tejo está presente, como vemos, tanto en la fiesta de la vida como en la de la muerte. Representa la vida eterna por sus hojas perennes, pero también la muerte, por sus frutos venenosos.

Roble: Lo es de la realeza, y así en las iglesias de Santa Eulalia y la Capilla de la Santa Cruz, donde estuvieron enterrados Pelayo y Favila respectivamente, nos encontramos con hojas de roble grabadas en piedra. Este árbol junto con el Tejo, eran verdaderos jueces de paz, guardianes de la justicia y la veracidad (en lugar de jurar sobre la Biblia se hacía bajo el Roble sagrado). No debemos olvidarnos tampoco del famoso Carbayón, símbolo de la ciudad de Oviedo, frente al cual ocurrían sucesos extraños, como el de una misteriosa mujer vestida de negro que venía del Campo, se agarraba al árbol y tras convulsionarse caía al suelo y desaparecía...

Haya: Vinculada a la diosa de la fecundidad por su rápido crecimiento, es el más hermoso de los árboles cuando se acerca la caída de las hojas, por los colores rojos, anaranjados y amarillos de gran belleza que aparecen. Sus bosques son muy tenebrosos, pues las tupidas copas lo cubren todo (mientras dura la primavera, el verano y parte del otoño) y casi no penetra la luz solar, por lo que a sus pies sólo crecen musgos, acebos, serbales, digitales, eléboros, endrinos y frambuesas. En el invierno, al perder todas sus hojas, los bosques de hayedos adoptan una claridad espectral, apropiada para celebrar rituales mágicos en sus dominios, con el suelo completamente alfombrado de una capa mullida de hojas secas, que crujen al pisar. Los frutos, llamados fayucos, son afrodisíacos.

Abedul: Representa el equinoccio de primavera, y se cree que escalar su tronco permite alcanzar la iluminación espiritual. Con sus ramas se expulsan los malos espíritus, golpeando el cuerpo del poseso y además, se pueden desencantar atalayes.

Fresno: Es un árbol muy pagano, poco aceptado por los cristianos que decían que era la morada de ciertos demonios. Sus bayas curan las heridas, y con su madera se hace un talismán que protege del ahogamiento. Además, aleja los rayos de las tormentas.

Encina: Es la morada de les llavanderes en la mitología asturiana. Para los judíos es un árbol sagrado, como se ve en diversos pasajes del Antiguo Testamento. Por este motivo, las brujas asturianas gustaban de celebrar aquelarres en los claros de los encinares, a la luz de la luna llena. Sus frutos, fueron muy importantes en la alimentación de los astures, que los molían para hacer una harina que luego se amasaba con agua, y se cocía en el horno.

Avellano: Se relaciona con la sabiduría, con las serpientes, con las tormentas. El Avellano es muy utilizado para confeccionar varitas mágicas, las cuales se emplean para combatir a serpientes venenosas. Los conjuros vaqueiros nos hablan a menudo de la maldición de una serpiente de la cual nos salva el Ablanu bendito. Con las ramas de este árbol se hacen también las varillas que utilizan los zahoríes, para buscar pozos de agua, y también los magos, brujos y hechiceros, para remover su marmita mágica y obtener pócimas; la vara fulminante que da a su poseedor mando sobre las nubes también está hecha de madera de avellano.

Sauce: Es un árbol muy brujeril, pues aquélla persona que duerma debajo de uno de ellos corre el riesgo de sufrir un encantamiento. Con palo de fresno y salgueres (ligazones de sauce) se hacen las escobas de las brujas.

Olivo: Es el símbolo de la vida eterna en la tradición judeocristiana, pues de su tronco pétreo y vetusto emanan brotes verdes y jóvenes que simbolizan la resurrección. Cerca del claustro de la Catedral de Oviedo se sitúa un olivo anciano y venerable que fue traído hace ya más de 1.100 años por un peregrino desde el huerto de Getsemaní.

Nogal: Es peligroso, pues todo aquél que se duerma a su sombra enfermará. Además, al contrario que el Fresno o el Laurel, atrae a los rayos. Sus frutos, las Nueces, tienen forma de pequeños cerebros y afectan por ello a la mente.

Saúco: Es un árbol ambivalente, como el Tejo: En tierras del Occidente astur, se ponen en todos los huecos de la casa ramas de saúco que protegen contra las brujas. Si queda alguna abertura desprotegida, por ella entrarán las brujas y a las mujeres se les romperán muchos platos durante un año. Pero el Saúco es también un árbol maldito, pues de la rama de un saúco se colgó Judas Iscariote y de madera de saúco estaba hecha la cruz en que Cristo fue crucificado. Además, quemar madera de este árbol es muy peligroso en Asturias, puesto que el humo negro que produce provoca apariciones de fantasmas y del Diablo.

Manzano: Es un árbol sagrado y representa la inmortalidad, pues se encontraban manzanas tanto en la isla céltica de Avalón, como en el jardín de las Hespérides de la mitología griega. Las manzanas, si se cortan en horizontal por su mitad, forman la estrella de cinco puntas en su centro, símbolo del poder talismánico. Si se cortan en vertical por su mitad, forman el órgano reproductor femenino en su centro, símbolo del poder generador. En Asturias existe una costumbre ancestral, consistente en poner muy juntas, pero sin llegar a tocarse, tres manzanas rojas en el umbral de la puerta, para neutralizar la negatividad en el hogar. A través de las manzanas pueden llegar los maleficios de las brujas y así, el día de San Bartolomé se celebra en Asturias Oriental la quema de las brujas, que no es más que una quema de manzanas. Los diablillos viven en las aguas, en los manantiales, y desde allí se introducen en frutos de todo tipo por cualquier orificio por pequeño que sea...luego, los hombres los comen y les entran enfermedades.

Abedul: Llamado Beth en el calendario druídico, corresponde al signo Capricornio en la astrología. Se le suponen virtudes de protección, exorcismo y purificación. La tradicional escoba de las brujas se hacía con ramitas de abedul.

Abeto: Llamado Ailim por los antiguos celtas, correspondiente a la letra "A" en el Alfabeto druídico Ogham, su uso como árbol de Navidad en muchas partes de Europa lo convierten en un símbolo de alegría y prosperidad, ya que la tradición dice que "poner el árbol" ayuda a que las fiestas transcurran felizmente. También llamado "Arbol del nacimiento", antiguamente sus agujas se quemaban durante el nacimiento para bendecir y proteger a la madre y al bebé.

Acebo: Tinne para los antiguos celtas, a veces llamado el "árbol sagrado", lo consideraban protector, capaz de atraer la suerte e incluso de aumentar la capacidad de atracción de un hombre sobre las mujeres, si portaba una bolsa con hojas y bayas. Plantado cerca de la casa, se dice que protege a ésta de la mala suerte. Se utilizaba en los rituales del solsticio de invierno (la Navidad actual), para atraer suerte y prosperidad. En el antiguo alfabeto druídico Ogham, correspondía al signo astrológico Leo y a la letra T, aunque algunos autores aseguran que se trata de un error de traducción y que el Tinne céltico era la encina o la coscoja.

Avellano: El avellano era llamado Coll por los antiguos celtas y correspondía a la letra C del alfabeto druídico Ogham. Su equivalente al horóscopo astrológico sería Virgo. Las ramas flexibles servían para hacer las famosas varitas mágicas, mientras que las avellanas eran símbolo de fertilidad y sabiduría. Tradicionalmente, los zahoríes han utilizado ramas de avellano en forma de horquillas para descubrir agua y objetos ocultos.

Castaño: Las castañas se utilizan en hechizos de amor. Son tradicionalmente consumidas en la víspera del 1 de noviembre, hasta el punto de que en algunas regiones del Norte de España se celebran la "castañada" (Cataluña) o se dejan algunas castañas asadas "para los ausentes" (Galicia y Asturias).

Fuente www.telecable.es/