miércoles, 19 de noviembre de 2014

HISTORIA DEL HÓRREO ASTURIANO


El hórreo que hoy conocemos tiene una estructura particular, específica de Asturias, y aparece en las postrimerías del siglo XV perteneciendo las fechas más antiguas que se han hallado a la primera década del siglo XVI. Su creación está localizada en un lugar concreto de Asturias. Sin embargo, son conocidos graneros elevados sobre pilares y con el sistema pilar-losa horizontal en diversas zonas húmedas de todo el mundo; en la misma Asturias existieron y, en menor medida, aún existen otros modelos de hórreos. A veces, graneros de lugares muy lejanos guardan un parecido asombroso con los nuestros. Así ocurre por ejemplo con ciertos modelos iraníes techados de paja y que en su aspecto externo recuerdan vivamente a los hórreos del suroccidente de Asturias. En Europa existieron hórreos en las Islas Británicas, existen en Suiza, en los países escandinavos, en Portugal, en todos los Balcanes... Es muy significativa la pervivencia hasta la actualidad de graneros tipo hórreo en zonas con climas y orografías parecidas a la cantábrica.


Tenemos noticia ya desde época clásica de la existencia de hórreos en la Hispania Citerior a través de Marco Terencio Varron que nos habla de granarium sublimia. Los escritores romanos que trataron sobre temas relacionados con la agricultura conocían bien este tipo de graneros elevados; el mismo Vitrubio, que vivió en el siglo I de nuestra era, alababa su conveniencia y recomendaba su uso en toda explotación agrícola. Aunque conocida por los clásicos, la palabra hórreo podría estar relacionada con el oronímico orro, de raíz preindoeuropea, cuyo significado sería lugar elevado, la característica más significativa de los hórreos. Fijándonos en esto descúbrense en Asturias y en otros lugares muchos topónimos de ese tipo como por ejemplo Orria, peña Orrial, L’Orrín... todos ellos peñas o picos elevados; Urria designando dos aldeas altas de los concejos de Teberga y Somiedo, Urriellu y los Urrieles en la zona de Cabrales y los picos de Europa.
 

Desde comienzos del siglo IX existen referencias documentales a hórreos en todo el septentrión de la península ibérica: norte de Burgos, Huesca, La Rioja, País Vasco, Cantabria y, como no, Asturias y Galicia. Evidentemente serían hórreos distintos al asturiano actual pero compartirían la cualidad de estar elevados del suelo y de tener muelas para defenderse de los roedores. Estos hórreos fueron desapareciendo con el transcurso de los siglos y hoy en la mayor parte de la extensa área que ocuparon no se conserva recuerdo de ellos. Se sabe que pervivieron más tiempo en el País Vasco y Cantabria, donde permanecen en pie unos pocos ejemplares, lo mismo que en las áreas montañosas norteñas de León, Palencia y Navarra.


En documentos asturianos de los siglos XIII y XIV, más explícitos que los de siglos anteriores, se observa cómo hay una pluralidad tipológica en la que se intuye la evolución que llevará a la aparición del modelo de hórreo actual. Con la aparición a finales del siglo XV, en algún lugar de los concejos de Villaviciosa, Cabranes o Piloña, del hórreo asturiano actual. Sus características más destacadas, que lo diferencian del resto de hórreos peninsulares y europeos, son su cubierta a cuatro aguas y la posibilidad de ser trasladado de lugar indefinidamente sin que sufra su estructura.


Este tipo de hórreo pudo ser datado en el siglo XVI después del descubrimiento en los años ochenta de varias fechas en hórreos del concejo de Villaviciosa. De este modo fue posible atribuir al mismo periodo otro importante número de graneros con características estructurales y decorativas semejantes. Es un hórreo totalmente desmontable que se puede armar y desarmar indefinidamente; no emplea clavazón de hierro sino que sus piezas van todas encajadas o fijadas con tornos de madera a presión. Se transporta fácilmente en dos o tres carros de bueyes y la estructura equilibrada de su cubierta a cuatro aguas, con respecto a la caja y al juego de fuerzas ejercidas, hace que sea de una resistencia infinitamente mayor que los hórreos anteriores.


Quizá su ventaja más sobresaliente, tal vez causa principal de su creación y pervivencia, sea que al ser considerado un bien mueble se pueda colocar en terreno ajeno sin que ni el suelo se haga con la propiedad del hórreo ni el hórreo con la del terreno. En momentos en los que el campesino no era propietario de sus tierras ni de su casa seguramente estaría más dispuesto a invertir parte de su trabajo o de su excedente en un hórreo --que era de su total propiedad, que podía vender, empeñar o dejar en herencia-- y no hacerlo en mejorar o reedificar una casa que en última instancia pertenecería al amo de las tierras.

 Fuente visitada. www.telecable.es