martes, 23 de diciembre de 2014

GIJÓN-UNIVERSIDAD LABORAL



«¿Por qué la Universidad Laboral tiene la entrada de espaldas a Gijón?». La pregunta le asaltó hace ya más de medio siglo a uno de los arquitectos que, poco antes de la inauguración de la obra de Luis Moya, participaron en una sesión monográfica sobre el magno edificio encargado por la Fundación José Antonio Girón. El propio Moya le respondió aludiendo a la práctica y a la estética. «Porque de Gijón vienen los vientos más fuertes, de los que hay que protegerse. (...) Hay otra razón: quisimos proteger la fachada de miradas prematuras. Cuando se haga la avenida que ya se proyectó, la fachada se verá desde la distancia en que queremos que se vea», esto es, obligando al visitante a rodear toda la obra.


Era 1955 y el gran conjunto se preparaba para recibir a sus primeros alumnos. Cuando se completó, la Universidad Laboral sumaba 270.000 metros cuadrados de superficie y 55.000 de fachadas, lo que le convertía en el mayor edificio de España. Tenía un patio central de cuyas dimensiones presumía Luis Moya por ser las mismas que las de la veneciana plaza de San Marcos, un conjunto de edificios de uso diverso, integrados en una misma pieza pero de muy diversa tipología -«el teatro tiene que tener fachada de teatro, la iglesia traza de iglesia, y los pabellones no pueden parecerse ni a teatros ni a iglesias», argumentaba su autor-, y una torre de cien metros que es aún hoy, cielo y vigía de Gijón.


En el primer año de actividad, la Universidad Laboral acogió en total a 408 niños. 111 eran asturianos y el resto llegaron de Cataluña (64), Valencia (4), Aragón (12), Vizcaya (37), Andalucía (37), Castilla la Nueva (61), Castilla la Vieja (27), Extremadura (8), Galicia (18) y León (22), casi todos ellos hijos de trabajadores de la construcción. Aunque los llegados desde otras provincias, y muchos asturianos, estudiaron como internos, también había alumnos que cada día se acercaban desde Gijón. «Hasta que en 1958 se compraron dos autobuses, se les dejaron bicicletas BH para que vinieran desde Gijón a la Laboral, porque si no la única forma que tenían de ir a clase era con el tranvía, que les dejaba en La Guía».
Ha pasado más de medio siglo y la Universidad Laboral, resucitada tras un importante periodo de abandono, ya sólo dedica a la educación una parte de sus espacios. Otros han sido transformados para acoger congresos y actos culturales. Pero a pesar de estos cambios, a pesar del paso del tiempo, su torre sigue siendo el principal vigía de la ciudad, aun habiendo pasado 59 años dándole la espalda a Gijón.

 Fuente visitada.www.elcomercio.es

jueves, 4 de diciembre de 2014

LA TIRANÍA DE LOS OMAÑA (CUDILLERO)


Gran parte del concejo de Cudillero estuvo bajo el poder feudal de los Omaña durante cerca de trescientos años (del XIII al XVI). A pesar de no tratarse de un coto jurisdiccional, A. J. de Banzes alude a las vejatorias imposiciones de esta poderosísima familia: «Los señores de la Casa de Omaña  tenían extraordinarias regalías, que es de tradición las perdieron por un litigio. No se podía poner fuego, abrir puerta ni ventana, antes que ellos lo hiciesen, en casa alguna del pueblo; y sin su licencia. Tenía un pez de cada barco, que valía en la concha; y puerta particular para entrar en la iglesia...». Esta denigrante situación propició frecuentes enfrentamientos con los disconformes pixuetos, recurriéndose a armas y, mayormente, a pleitos para zanjar diferencias.


El Palación o Castiallu, nombre de la casa feudal de los Omaña, estaba instalado en el solar donde se levantó el Ayuntamiento en el s. XIX, junto a la iglesia. Imponía su posición, altiva, sobre una roca en el fondo del pequeño abrigo costero, dominando el puerto. Se trataba, según Fortunato Selgas, de «un edificio de planta irregular, debido a las desigualdades de la roca en que se sustentaba; y sus muros, de estructura incierta, trabajados de fortísima argamasa, tenían gran anchura, especialmente en los sitios más fáciles de expugnar». Por su parte, A. Bravo lo describe como «fuerte, con saeteras, almenas y torre del homenaje, con chimenea-anuncio para encender los hogares de las demás casas».


A pesar de todo, Cudillero se convirtió en un famoso centro pesquero, que en el siglo XV solicitó la concesión del privilegio del alfolí (almacén) de la sal, petición, al parecer, no concedida nunca. Durante la etapa feudal, los pescadores formaron su gremio. De aquí salieron, otrora, intrépidos pescadores hacia las costas de Flandes, Inglaterra, Escocia o Portugal, y fueron muchos los que participaron en el cerco a Gibraltar y en las campañas de conquista de Sevilla y La Florida.

Fuente visitada. cudillero.es/historia

martes, 2 de diciembre de 2014

USOS DEL PALO, GARROTE, TRANCA EN ASTURIAS


En el auto dado el 5 de julio de 1748, por D. Juan Antonio de Argüelles Meres, Juez Primero y Alcalde Ordinario por el Estado Noble del concejo de Siero se decreta: “Que ninguno traiga armas prohibidas por leyes y premáticas de estos Reinos, y que tampoco traigan así dichos vecinos como los moços solteros palos de acebo ni de otra madera gruesos ni ñudosos, y los que quisieran traer sean lisos y largos quasi bara y media, pena de prisión y de quinientos mrs.”


Es un complemento indispensable en los hombres. Puede estar adornado con dibujos o grabados y también con refuerzos metálicos. Las maderas que se solían utilizar eran las de acebo o avellano. En las tareas cotidianas los ganaderos y campesinos utilizaban el palo para encaminar a los animales a los que cuidaban, pero también y debido a la orografía este complemento era utilizado para apoyo y salto en caso de pendientes muy pronunciadas, dándose el paralelismo con la utilización en la isla de la Gomera de la “jastia”.


En las romerías o fiestas, y debido a las disputas que se generaban, también era utilizado como elemento de lucha. Así queda reflejado en manifestaciones iconográficas. Para Romulada Martín-Ayuso, el palo completaba la indumentaria del aldeano:
“...un hermoso garrote, la tranca, tallado con artísticos dibujos y claveteado en el extremo superior con clavos dorados. Llevaba algunas veces un cordón con borlas, regalo de la moza. Otras veces usaban, en vez de garrote, el verdascu, flexible palo de avellano, terminado en una ramita a manera de látigo. Estos palos se veían imprescindiblemente en las romerías y eran las armas que empleaban en la consabida pelea, término de todas ellas”.


 Fuente visitada.www.unioviedo.es