jueves, 29 de mayo de 2014

LA INDUSTRIA DE LA SIDRA EN EL SIGLO XX


A principios del siglo XX, aparecieron las primeras máquinas manuales de marcar corchos al fuego. Cada lagarero estampaba su apellido, su nombre, el de su pueblo, o simplemente su apodo. Así comenzaron a hacerse oficiales las diferentes marcas de sidra, siendo uno de los productos pioneros en la región en este tipo de práctica. Aunque actualmente se etiquetan las botellas de sidra, la personalización del corcho continúa siendo uso común para todos los lagareros.


De entre todas las industrias privativas de Asturias a finales del siglo XIX, en todo caso, la fabricación de sidra suponía seguramente la más característica; debido a las condiciones de la provincia, o a lo abundante y escogido de la producción de la manzana, podía sostenerse además que su producción tenía en la región todavía campo abonado para su desarrollo y perfeccionamiento, y espacio mercantil suficiente para su expansión. Una de las mayores ventajas comerciales que poseía la sidra champanizada era, sin duda, la de poder ser presentada publicitariamente como un sustituto económico del verdadero champán y del cava nacional. El mercado americano se convertiría de este modo en un poderoso acicate para su desarrollo, exportándose en cada vez mayores cantidades. El objetivo de esta particular industria sería también el extenderse rápidamente a algunas provincias españolas en las que era desconocida todavía. En este contexto iban a desarrollarse muy pronto un gran número de empresas de considerable enjundia, perviviendo alguna de ellas hasta la actualidad –a la vez que fueron apareciendo otras nuevas– y configurando una de las muestras más representativas del patrimonio industrial asturiano. En el caso de El Gaitero, por citar el ejemplo más señero, se ha convertido en una de las marcas más conocidas de España y de buena parte de Latinoamérica, y el estímulo de su actividad económica ha incidido sobre bastantes otras industrias. La propia comarca de Villaviciosa vio transfiguradas sus estructuras económicas y su vida cotidiana en un concejo que vendía buena parte de su producción manzanera a la planta.


Como se ha indicado, en el caso de la sidra natural tradicional se ha asistido a un proceso de concentración empresarial cuya finalidad última sería dotar de viabilidad a esta peculiar industria. Si a finales de los años cincuenta de la pasada centuria se elevaban a 709 las fábricas de sidra natural en Asturias, en 1972 se calculaba que existían unos cuatrocientos lagares de tipo industrial y alrededor de mil quinientos de tipo familiar –además de once fábricas de sidra champanizada–. En 2005 había noventa y seis lagares censados en el Registro de Industrias Agroalimentarias de la Consejería de Medio Rural y Pesca del Principado de Asturias, continuaban siendo en su mayor parte industrias familiares en manos de la tercera generación (hay algunos de ellos que ya son quinta e incluso sexta) y que habían evolucionado de una actividad complementaria a las actividades agrarias u hosteleras y de pequeño comercio a constituirse en modernas PYMES agroalimentarias.


Fuente visitada. www.boe.es/diario_boe

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