martes, 26 de agosto de 2014

HISTORIA DE RIBADESELLA


Antes de ser conquistada por Augusto en el año 19 a. C., el río Sella era la frontera natural entre las tribus cántabras y astures, que fueron las últimas de la Península en caer en manos de Roma. En el siglo I a. C. Estrabón menciona el río Saelia, Sella, y escribe que los habitantes de Ribadesella eran los salaenos, un grupo de la subtribu cántabra de los Orgenomescos, y sus poblados eran Octaviolca y Noega, llamado Noega Ucesia por Ptolomeo. Tras la derrota asturcántabra, Ribadesella quedó dentro de la provincia Tarraconense, aunque el Sella siguió siendo frontera, pues quedó como línea de separación entre los "conventus" Asturum y Cluniensis. De la época romana se conservan en el Museo Arqueológico de Asturias dos estelas funerarias antropomorfas halladas en El Forniellu.


Las primeras escrituras medievales sobre Ribadesella se remontan al año 834, un documento de donación a la iglesia de propiedades en Torre Felgarias (Torre), Calabriezes (Calabrez) y Tezánicos (Tezangos). La villa aún no existía y la población altomedieval residía seguramente en las laderas de la Cuesta y del Cuetu de San Juan. Los documentos de donación a la iglesia abundan algo más en los siglos X, XI y XII, y en ellos se mencionan muchas aldeas, fincas, cotos, molinos, salinas y pesquerías en el Sella. La iglesia, fortalecida, comienza a construir a principios del siglo XIII los templos románicos de San Esteban de Leces, San Salvador de Moru y Santa María de Xuncu. La monarquía castellano-leonesa también quiere fortalecer sus dominios y, con la guerra de reconquista ya lejos, va creando núcleos de protección real, dotándolos de fueros, leyes, mercado y gobierno. Aunque la carta-puebla se ha perdido, el concejo de Ribadesella fue creado oficialmente en 1270 por Alfonso X El Sabio, que ordenó reunir los territorios de Melorda y Leduas (Meluerda y Leces) y formar un solo alfoz que abarcara ambas márgenes del Sella, una unidad que se ha mantenido hasta hoy.


En los siglos XIV y XV la nobleza se crece, le disputa los privilegios a la corona y varias familias nobiliarias se hacen con la propiedad de los recursos económicos y de los cargos de gobierno de Ribadesella, hasta que a finales del siglo XV intervienen los Reyes Católicos y desalojan de la villa a los Condes de Luna, dándoles una fuerte suma de dinero y enviándolos fuera de Asturias. Lo mismo hicieron con Llanes, Cangas de Narcea y Tineo, por lo que Ribadesella y estas villas fueron llamadas desde entonces Las Cuatro Sacadas. Los principales recursos medievales tienen relación directa con el puerto, pues son el comercio marítimo, la importación de sal, la pesca del salmón en la ría, la pesca de bajura, la industria salazonera y la caza de la ballena. La industria ballenera tuvo gran importancia sobre todo en la Alta Edad Media, y hubo una factoría en la playa cuyos restos, conocidos como La Casa de las Ballenas, llegaron hasta el siglo XVIII. El topónimo La Atalaya, en la villa, también remite al pasado ballenero. La importación de sal, sujeta a monopolio y concesión real de alfolí, fue también un negocio rentable y codiciado por la nobleza, del que incluso sacaba beneficios la iglesia a través de un impuesto de 28 fanegas por barco descargado.


Fuente visitada.
www.ayto-ribadesella

lunes, 4 de agosto de 2014

CANDÁS - ANTIGUA INDUSTRIA CONSERVERA


En la 'Historia general de Candás y su concejo', su autor, David Pérez Sierra, señala que la actividad principal de Candás siempre fue la pesquera, «cuyo valor anual se calculaba en el siglo XIX en bastante más de un millón de pesetas, y la salazonera, que era su complemento con escabeches y otras preparaciones de pescado, la de conservas alimenticias, jabón, anzuelos, etcétera».


La industria candasina absorbió ingentes cantidades de pesca subastada en su puerto y en los de su alrededor, sobre todo de Gijón. Pérez Sierra llega a señalar que la cantidad adquirida en la villa de Carreño podría rondar los seis millones de kilos de pesca anuales.


 La industria conservera se inició con la sardina principalmente, aunque también con el congrio, el abadejo y el pulpo. Localidades como Candás no podrían explicar hoy su historia sin dedicar la mayor parte de sus capítulos a la industria conservera. La Invencible, Alfageme, Ojeda, La Flor, Mardomingo, Portanet, El Arca de Noé, La Estrella, Ortiz, Conservas Perán, Albo y Remo son nombres de marcas y empresas que permanecen en el imaginario popular al mismo nivel que la típica estampa de aquellas mujeres que, con el perenne cigarrillo en la boca, cosían en el muelle las redes de los barcos amarrados a puerto.


 Otro capítulo importante es el del empleo. En 1935 las plantillas de empresas como Albo, Herrero o Mardomingo, por seguir en Candás, superaban los 125 trabajadores. Alfageme, por ejemplo, contaba con 126 mujeres y 12 hombres para elaborar ese año 752.400 kilos, preparados casi en su totalidad en latería pequeña, hasta contabilizar 15.502 cajas.

 Fuente visitada. www.conservasenlata.com