miércoles, 31 de julio de 2013

ASTURIAS POEMA


Es un poema de 42 versos, uno quebrado, escrito por el escritor español Pedro Garfias en 1937.
Garfias escribió el poema en plena Guerra Civil el cual se publicó por vez primera en el exilio dentro en su libro Poesías de la guerra española publicado en México en 1941 por Ediciones Minerva.


 El escritor salmantino escribió su poema tras la caída de Asturias el 20 de octubre de 1937 en manos franquistas y en su texto se evoca la revolución de 1934 y la cruel represión posterior a manos del gobierno de la República. No obstante, parece que el poema ya había empezado a bullir en la cabeza de Garfias en 1934, a raíz de los sucesos del octubre asturiano; hechos que impresionaron vivamente al poeta espoleando su espíritu revolucionario. Dice Francisco Moreno Gómez en su trabajo titulado «Pedro Garfias, contra la ausencia y el olvido» incluido en el volumen recopilatorio Pedro Garfias: sintiendo Asturias, entre España y México  «Aquella lucha frustrada impresionó vivamente al poeta, tanto que prestó su domicilio en Madrid, en la calle Lista, para ocultar a dos fugitivos revolucionarios de Asturias (testimonio de su viuda, Margarita Fernández, en Osuna, 10-9-1992). A partir de esas fechas, en la mente del poeta empezó a bullir ya el célebre poema "Asturias", luego casi un himno de los asturianos exiliados.


El poema.lo bajó de las musas en otro octubre, el de 1937, cuando las tropas franquistas acabaron por segunda vez, y para siempre, con los luchadores mineros». El texto se hizo muy célebre en México, ya que Garfias lo incluía siempre durante sus recitales en los Centros Asturianos y en el Restaurante «El Hórreo» del D.F., regentado por el asturiano Raimundo Fernández.


Antes incluso de morir Francisco Franco, el poema ya había sido musicado por el cantautor asturiano Víctor Manuel. Pero debido a la censura no apareció en vinilo (hoy toda una rareza) hasta 1976, cuando la casa Philips lanzó un single conteniendo esta canción en su cara A. Sin embargo no fue hasta 1983, incluida en una nueva recopilación de Víctor Manuel, cuando acabó popularizándose. Esta misma interpretación ha terminado convirtiéndose para la inmensa mayoría de asturianos en un verdadero segundo himno de Asturias por su letra: más seria, profunda y contundente que la de Asturias, patria querida, ésta de carácter más popular y festivo.


Una de las más célebres estrofas de este poema («dos veces, dos, has tenido / ocasión para jugarte / la vida en una partida, / y las dos te la jugaste...») es muy posible que haga alusión a la revolución de 1934, por un lado, y a la Guerra Civil Española por el otro. Quienes realizan esta interpretación se apoyan en que Garfias escribió este poema inmediatamente después y a raíz, según ellos, de la conquista de Asturias por el bando Nacional en octubre de 1937. Sin embargo, hay alguna gente que piensa que que esos hechos históricos a los que alude el poeta, trascendentales en la historia de Asturias, no sean otros que la batalla de Covadonga del año 722, la cual dio comienzo a la Reconquista, y el citado episodio revolucionario de 1934. Sea como fuere, lo que subyace en dicho poema –más allá de su circunstancia estrictamente política– es la eterna rebeldía de los asturianos a lo largo de su historia, frente a cualquier tipo de tiranía o sumisión militar o política. De ahí que esta composición haya sido y sea asimilada y acogida preferentemente en el ámbito de la izquierda política.


Fuente visitada Wikipedia. 

viernes, 26 de julio de 2013

SANTA CRISTINA DE LENA


La iglesia de Santa Cristina de Lena se encuentra a unos 35 kilómetros al sur de Oviedo y a unos 5 aproximadamente de Pola de Lena, muy cerca del caserío de Vega del Rey y estratégicamente situada coronando una colina junto a la que, tanto desde el Medievo como en la actualidad, constituye la principal vía de comunicación entre Asturias y la Meseta Castellana a través del Puerto de Pajares.

Se trata de una de las obras más señeras del arte prerrománico asturiano, encuadrándose su erección dentro de la llamada etapa ramirense, en la cual, bajo el reinado de Ramiro I (842-850) y de su hijo y sucesor Ordoño I (850-866), la arquitectura del Reino de Asturias alcanzó su fase de mayor brillantez gracias a obras como la propia Santa Cristina de Lena y, sobre todo, al conjunto palatino suburbano del Monte Naranco, compuesto por la iglesia de San Miguel de Lillo y el pabellón de Santa María del Naranco.


Magníficamente conservada gracias a acertadas restauraciones a finales del siglo XIX y en los años 30 del XX, Santa Cristina de Lena fue declarada Monumento Histórico Artístico nada menos que en 1885, siendo distinguida, justo un siglo después (1985) y junto a otros edificios prerrománicos asturianos, como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.


 La total ausencia de documentación conservada referente a la iglesia de Santa Cristina ha motivado que este singular edificio lenense haya sido una de las construcciones asturianas sobre las que más se haya debatido entre historiadores y especialistas en arte medieval, habiéndose podido esbozar su dilatado devenir histórico sólo a base de teorías y conjeturas que, más o menos razonadas y razonables, no dejan de carecer de un respaldo o constatación documental como para ser tomadas como categóricas.


 Por esa razón, los orígenes de Santa Cristina de Lena son bastante confusos, existiendo quien la atribuye un origen visigótico del siglo VII al identificarla con una primitiva fundación documentada bajo el nombre de San Pedro y San Pablo de Felgueres que, en el hipotético caso de ser la matriz original del templo que nos ocupa, sería profundamente reformada durante los siglos de la Monarquía Asturiana.


 Este extremo, aún imposible de contrastar a día de hoy, no sería descabellado ya que la no coincidencia en la advocación no deja de ser algo anecdótico debido a que la actual dedicación de la iglesia a Santa Cristina (mártir italiana sin tradición alguna durante la Monarquía Astur), pudo ser cambiada siglos después, siendo además numerosas las piezas visigóticas que pueden apreciarse reaprovechadas en la propia iglesia.


 En cuanto a la finalidad original de la construcción, son también diversas las hipótesis que se han manejado, existiendo quien la ha relacionado con la iglesia de una pequeña fundación monástica, y quien se decanta por atribuirle un origen como capilla de un complejo palatino suburbano para el recreo de la familia real, teoría esta última que podría verse reforzada por la existencia en el interior del templo de una tribuna regia, así como por diversos topónimos del entorno que connotan presencia -o al menos influencia- de la corona en la zona, como por ejemplo Vega del Rey.


Para encontrar las primeras referencias documentales explícitas e inequívocas sobre el templo, al menos bajo su actual advocación de Santa Cristina, hay que esperar nada menos que las primeras décadas del siglo XVII, aunque su verdadera puesta en valor se remonta ya a los años finales del siglo XVIII cuando, entre otros, Gaspar Melchor de Jovellanos visitó Santa Cristina de Lena. 


Lo primero que llama la atención de Santa Cristina de Lena es la absoluta y perfecta simetría de sus volúmenes cúbicos exteriores, los cuales, unidos a los contrafuertes prismáticos que articulan sus muros exteriores, justifican al cien por cien el popular apelativo de "la iglesia de las esquinas" con que es conocida.


Sin duda, la pieza más singular de Santa Cristina de Lena es la arquería transversal que, a modo de iconostasio tras el último tramo de la nave, delimita jerárquicamente, de acuerdo con la liturgia imperante en el momento, el espacio destinado a los fieles respecto al de los oficiantes, el cual, además, queda dispuesto a una altura considerablemente superior, siendo solo accesible a través de dos escaleras dispuestas en los extremos adosadas a los muros laterales.


 En el espacio bajo el arco central del iconostasio fue colocado, a modo de barrera litúrgica de separación entre la zona de fieles y oficiantes tal y como marcaba la liturgia de la época, un gran cancel constituido por tres piezas monolíticas visigóticas reaprovechadas y decoradas a base de clípeos y fórmulas vegetales de buena labra.

En la parte superior de cada una de las tres piezas ensambladas pueden apreciarse otras tantas inscripciones en caracteres visigóticos que, leídas en conjunto, dan como resultado el siguiente mensaje: "El Abad Flaino lo ofrece en honor de los apóstoles del Señor Pedro y Pablo", lo que vendría a confirmar la existencia -sino en mismo lugar sí en las cercanías- de una primitiva fundación visigótica.

 (Autor del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS: José Manuel Tomé) Fuente visitada. .arteguias.com

martes, 23 de julio de 2013

NUESTROS SERES MITOLÓGICOS


Puede denominarse mitología asturiana al conjunto de tradiciones fantásticas y leyendas populares del folclore de Asturias. Enlaza con otras mitologías de la cornisa cantábrica aunque ha desarrollado sus propias especificidades. Es posible que las creencias folclóricas asturianas, como las de toda Europa, se encuentren vinculadas de algún modo a las religiones paganas de los pueblos precristianos (romanos, astures, visigodos), las cuales habrían sido más o menos asimiladas y transformadas sincréticamente por el cristianismo. Sin embargo, resulta muy difícil, si no imposible, aseverar nada claro al respecto: la frontera que separa la realidad etnológica seria del mito romántico decimonónico es extremadamente tenue.
***************************************************
PERSONAJES MITOLÓGICOS.


(El Basilisco)

Hermanado con el mito griego, el basilisco nace del huevo que pone un gallo, en vez de una gallina. El gallo pondrá el huevo dentro del cuchu (forma asturiana de "estiércol") y con el calor de este será incubado hasta que eclosione y de él nazca el basilisco. Hay dos versiones diferentes de su aspecto: la 1ª, en la que aparece como una serpiente con cresta de gallo que puede alcanzar varios metros de longitud, y la 2ª, aún más terrible, en la que es un gallo que en vez de plumas traseras tiene una larga cola de serpiente. En esta segunda apariencia su cacareo resultaba tremendamente dañino para los oídos de cualquier animal o persona que lo escuchase, aunque su poder era tal que tanto en una forma como en otra, podía matar a cualquier ser que le mirase directamente a los ojos.

(El Busgosu)

El Busgosu es un ser híbrido, mitad hombre mitad cabrito. Tiene espesas cabelleras, sus patas son de cabrito al igual que los cuernos que posee en su cabeza, mientras que el torso y los brazos, al igual que su rostro, son humanos. Existen dos mitos uno en el oriente el cual se asemeja más al mismo mito cántabro, es decir, donde el busgosu es benefactor y guía a los pastores cuando se pierden, o ayuda a arreglar las cabañas de las brañas. El otro mito, más extendido en el occidente de Asturias, dice que el busgosu es el señor del bosque y de todo lo que habita en él. Es enemigo encarnizado de los leñadores y cazadores, les persigue haciendo que se despeñen por acantilados. Rapta a las mujeres de las aldeas para llevarlas a su cueva, por mucho que se le trate de perseguir, nunca se le puede alcanzar. Se cree que este mito fue introducido por los ferreiros vascos asentados en Asturias en el siglo XVII, aunque otros estudiosos del tema lo consideran un mito autóctono.

(El Carru de la Muerte)

El carru de la muerte es un carro que vuela por los cielos asturianos buscando a los moribundos para recoger el alma de este cuando fallece, en algunas historias se cuenta que de él baja la Güestia. En otras historias el carro va tirado por dos caballos invisibles y vaga por los caminos con ruedas de corcho para que no se le oiga. Va conducido por el último fallecido de la parroquia, se para enfrente de la casa del moribundo y dice la siguiente frase “sal fulano que aquí lo buscan”.

(El Cuélebre)

El Cuélebre es una serpiente gigantesca que custodia tesoros o a les xanes. Como son inmortales, con el pasar de los siglos las escamas se le vuelven tremendamente gruesas e impenetrables, y le salen alas de murciélago, pareciéndose más a un dragón que a una culebra. No se suele mover mucho del sitio que custodia, cuando lo hace es para comer ganado o a hombres. En las historias de cuélebres más conocidas se le suele matar dándole de comer una piedra al rojo vivo, o con una hogaza de pan llena de alfileres. Otro mito relacionado con el cuélebre es la «piedra del cuélebre», con la que se cree que se curan ciertas enfermedades. Se dice que seis culebras se juntan al cuélebre y las babas de todos ellos crean dicha piedra al endurecerse.

( L'Home del Sacu)

Mito ampliamente extendido por la geografía española además de la asturiana, este lúgubre personaje ronda por los caminos con un saco al hombro, y por las noches viajas por las casas para encontrar a los niños que se niegan a dormir, a los que en silencio mete en su saco y los lleva, no volviéndolos nunca a ver. En una versión del mito, los mata por portarse mal, mientras que en otra se los come.

(El Lloberu o Llobera)

Los lloberos, son hombres y mujeres que se crían entre lobos, llegando a mandar en las manadas. Son distintos a los casos de licantropía, donde el individuo se convierte en lobo. De este último se cuenta que es la maldición de un padre a su hijo por comer demasiada carne, entonces este se va de casa y se revuelca por la tierra, convirtiéndose en lobo, se encarga de que los lobos no se coman el ganado ni ataquen a las personas, pasados siete años, se revuelca de nuevo en la tierra y la maldición se va. Está documentado históricamente el proceso llevado a cabo por el Santo Oficio contra Ana María García, la Llobera de Llanes, fechado en 1648.

( El Nuberu )

También conocido en el occidente como Reñubeiru o Xuan Cabritu, el nuberu es un conductor de nubes y tormentas. Se le representa como un hombre con espesa barba , viste pieles de cabra y un sombrero de ala ancha. Puede ser terriblemente dañino con las personas, lacrando pastos y sembrados, si bien puede ser muy beneficioso con aquellos que le ayuden. El mito nos cuenta que vive en Egipto en la Ciudad del Grito. En una ocasión vino a Asturias montado en las nubes, teniendo la mala suerte de caerse a la tierra. Pidió cobijo y nadie se lo dio hasta bien entrada la noche en el que un pobre campesino se apiadó de él. En gratificación todos los años le regaba bien sus sembrados aumentando éstos su producción. Años después este campesino tiene que efectuar un viaje al lejano Egipto. Enterándose el campesino de que su amada después de tantos años de ausencia decide casarse con otro, va a pedir ayuda al Nuberu, éste le monta en una nube llegando a tiempo para impedir la boda. En los pueblos para evitar la llegada del Nuberu se hacía tocar las campanas de bronce de la iglesia. Otro método de alejar el mal tiempo era poner cuchillos y navajas semi enterrados en la tierra y apuntando al cielo, esperando así cortar la mala nube en dos.

Fuente. Wikipedia

sábado, 20 de julio de 2013

LA DESAPARICIÓN DE LOS BALAGARES


El paisaje de Asturias se está transformando. Los cambios en los modos de explotación agrícolas están ocasionando también variaciones en la imagen tradicional de Asturias. Dos de las estampas más representativas del Principado, reproducidas en pintura una y mil veces, eran las de familias afanadas en la recogida de la hierba y la de los balagares que salpicaban toda la geografía de la comunidad. Hoy esta imagen tradicional de Asturias es cada vez más infrecuente y la varas de hierba prácticamente han desaparecido de las praderías asturianas.


Todas las faenas relacionadas con la recogida de la hierba están indisolublemente ligadas al campo asturiano. Toda la familia se concentraba con la llegada del calor para colaborar en la siega de los praos, a los que se sumaban vecinos de otras caserías.

La colaboración en las faenas agrícolas y ganaderas siempre ha marcado el ritmo de explotación del medio rural. Tras la jornada todos disfrutaban de una merienda conjunta en recompensa por el trabajo realizado.


Desde finales del siglo XIX y principios del XX se produjo en Asturias un cambio lento, pero paulatino con consecuencias sobre el paisaje. La explotación lechera fue cobrando auge y los campos de maíz y fabes dejaron paso lentamente a las praderías destinadas a la producción de hierba para alimentar a la cada vez más abundante cabaña ganadera.

Y así los montones de hierba secando para convertirse después en alimento del ganado constituyeron durante décadas una de las imágenes más tradicionales del campo asturiano. Los balagares han sido uno de los motivos más frecuentes en la pintura asturiana.


El campesino transformó cada vez con más frecuencia sus antiguos campos de cultivo en praderías. En los balagares se almacenaba la hierba para secarla antes de ser trasladada a las cuadras. Miles de balagares daban forma al paisaje asturiano, desde el Cabo Peñas hasta los puertos de montaña del sur de la región, de oriente a occidente. En cambio hoy ya es difícil ver estos balagares, sustituidos por una sucesión de plásticos de diferentes colores, aunque domina el negro, que han sustituido a las varas de hierba y que, aunque puedan resultar más útiles, están acabando con una de las imágenes más tradicionales de Asturias.


Los ganaderos aseguran que la hierba se conserva mejor en estos silos y la recogida es menos laboriosa. El campo gana en efectividad, algo contra lo que nadie puede estar en contra. Sin embargo, se está perdiendo uno de los elementos estéticos y etnográficos más representativos de Asturias. Sin ánimo de ir contra el progreso, sería interesante buscar algún tipo de alternativa, y del mismo modo que se establecen ayudas para favorecer la conservación del patrimonio arquitectónico y cultural de la comunidad, pensar en algún tipo de apoyo que contribuya a evitar la desaparición de los tradicionales balagares. La frase tener ‘más hierba que tenada’ fue frecuente en algunos tiempos. Se refería a las limitaciones de espacio de algunos ganaderos para almacenar la hierba en los pajares.

De esta necesidad nacieron los balagares, una solución que consistía en plantar una vara de seis o siete metros de altura, enterrada aproximadamente un metro en la tierra, en torno a la cual se situaban algunas ramas con el fin de evitar la humedad para a partir de ahí apilar la hierba. De los que colaboraban en la faena unos se dedicaban a ir subiendo la hierba mientras que otros la pisaban para compactarla.

El diámetro de la vara se mantenía más o menos fijo primero para después ir disminuyendo y recibir así una forma de pera. El objetivo era facilitar que el agua resbalase. Con esta solución sólo corría el riesgo de estropearse la hierba situada en la parte exterior, mientras que el resto se conservaba en buenas condiciones durante el invierno.

Para evitar que el agua se colase por la parte de arriba se enroscaba la hierba hasta conseguir una especie de cordón que se introducía por la parte superior de la vara, apretado contra la hierba. En algunos sitios recibía el nombre de rodiellu. En ocasiones se utilizaba un plástico para realizar esta función. La última tarea era peinar la vara, pasaban el rastrillo de dientes o garabatu de arriba a abajo para favorecer la caída del agua. Es el mismo sistema que se utiliza en los teitos para impedir la retención de la humedad. El ganadero, a medida que la iba necesitando para alimentar a las vacas o cuando fuese disponiendo de sitio en la tenada, la iba trasladando a su explotación. Desde los años noventa los bolos de hierba han ido ganando terreno hasta prácticamente haber acabado con los balagares.

La presión del trabajo es cada vez más intensa, el número de cabezas de ganado por explotación aumenta, según destaca Jorge Mochales, del Museo Etnográfico del Oriente de Asturias, y sólo es posible hacer frente a los retos que se presentan con una mecanización cada vez mayor.

Pero además la presión turística también está contribuyendo a modificar el aspecto del medio rural asturiano. Las urbanizaciones se extienden por la marina asturiana, acabando en parte con la arquitectura tradicional. El campo se abandona y la maleza gana terreno, con el consiguiente aumento de riesgo de incendios.


El paisaje se transforma y no siempre para bien. Es necesario reflexionar sobre esta cuestión y adoptar las medidas necesarias para evitar que los valores etnográficos de Asturias se pierdan irremediablemente.


 Fuente visitada. .lahoradeasturias.com

lunes, 15 de julio de 2013

EL CAMÍN REAL DE ANDRUAS


Entre los numerosos caminos reales o antiguas calzadas romanas que otrora eran muy usados en Asturias, destacan los que bordean la Sierra del Aramo, pues lo mismo eran empleados por arrieros y viajeros, que por los ganaderos. Incluso alguno era para traer la nieve a las heladerías-confiterías ovetenses y otros para peregrinar de una capilla a otra, así como para ir a por pan. Entre estos destaca el de Andrúas.


Por montes y valles de Asturias quedan restos de vías romanas, que al no estar catalogadas por los responsables culturales del Principado, suelen destruirse al trazar sobre ellas pistas o carreteras. Y, lo que duró en la Naturaleza siglos, ahora por desidia o ignorancia, desaparece en unos días. Repetimos una vez más, aunque hay algún político que no le guste: aún se pueden ver restos de esas calzadas, con su empedrado original, o algo reformado; y las armaduras y contrafuertes del camino, por ejemplo en el maravilloso puerto de Andrúas, en tierras quirosanas, en la ladera occidental de la Sierra del Aramo.


¡Andrúas es aún un verdadero paraíso natural!.
Los carros (o las "rastras") tenían dificultan para ir por ese camino real, entre Pedroveya, o Peñerudes y Bermiego o Barzana de Quirós, en especial en el paso de El Bocarón, donde aún se ve la dificultad y hay un tramo bien empedrado. Este camino unía las iglesias o capillas (con milenarios tejos, o "texos") de Pedroveya y Bermiego, así como la de La Merced, situada un poco antes, entre el barrio del Llano de Bermiego y las majadas, o "mayaos" de Linares o Derrotos. Por este último lugar en Las Morteras o Pando sale una senda montaraz que une esta localidad quirosana con Peñerudes (y Oviedo) por el collado de Pandelaforca. Asimismo hay otra senda que sube a las ancestrales brañas de "corros" del Aramo, situadas al pie de la Peña La Gamonal (y del afamado L´Angliru). Pero de esa zona ya trataremos en otra ocasión.


UN BOSQUE DE ACEBOS.
En Andrúas (o Las Andruas o, también, Andrujas) se conserva, además, uno de los bosques de acebo mas extensos de la montaña asturiana. Puede ser el mayor de Asturias y también de la Cornisa Cantábrica. El bosque de acebos de Andrúas es muy afamado, pero poco apreciado por los lugareños y, menos aún por las autoridades. Curiosamente no le dan ningún valor a esta acebeda. Y tampoco a los restos empedrados del camino real.

Se puede ir ahora por esta antigua vía saliendo de la típica aldea de La Rebollada o Rebollá, cercana a Pedroveya. La subida es suave, pero larga, como suele ocurrir con las antiguas calzadas. Llegando en poco tiempo al collado de Canal Seca, donde sale una senda que sube al alto La Portilla, o de Serandi, que conduce a ese pueblo y Proaza. Desde ese collado y con el camino marcado, incluso con tramos empedrados, se sigue al Sur-Este, bordeando el Picu Portillu y Sierra Negra, donde ya se ven muchos acebos. Tras pasar el collado de El Bocarón nos damos con la esplendorosa vista del puerto de Andrúas, verde y amplio, con la Sierra del Aramo encima. ¡Una verdadera maravilla!. A estos puertos de pastoreo suben los ganaderos del sin par pueblo de Villamejín, por entre el espeso bosque de acebos, así como los de Bermiego y Les Agüeres de Quirós, o los de Villanueva de Santo Adriano.


 LA CABAÑA DE VILLANUEVA
En Andrúas hay una vieja cabaña de piedra, cuadrada y con la techumbre de "tapinos" de hierba, como si fuese un "corro" (casi "teitado"). Cerca de esta cabaña, o "cabana", llamada de Villanueva, pues era usada por los vecinos de la capital del concejo de Santo Adriano, hay restos de numerosos "corros", así como de un posible campo de dólmenes (?). En Canal Seca se encontraron restos tumulares y castros.


Cerca está la Braña de Buxana, o Cabaña de Buxán. Hay muchas leyendas de esta zona. Una vecina de Pedroveya, de nombre Olvido, amable y simpática, nos contó este dicho popular:

"En el Picu Portillu,
detrás de la Sierra Negra,
encontrarás la piel de un buey pintu,
con muchísimas monedas adentru"...


También habló de cuando iba por este camino a Bermiego a por pan y tenía que ir descalza y en la fuente de La Merced se ponía "les alpargates" (teñidas de "Blanco España") para llegar guapa. Y de cuando van de visita o peregrinación a la Virgen de La Merced, donde se celebra una gran fiesta.

Desde la Cabaña de Villanueva sigue el camino (algo perdido ya) por entre la parte alta del bosque de acebos, cruzando numerosos arroyos que descienden del Aramo, junto a verdes prados. Para llegar en algo más de dos horas (desde La Rebollada) a la nueva pista ganadera que "aplastó" el camino real. Tras cruzar una portilla descenderemos en poco tiempo hasta la capilla de La Merced y de allí, bien por la pista o por un tramo del antiguo y empedrado camino real (que sale de la ermita, a la izquierda) se llega a Bermiego en media hora aproximadamente. Allí está el afamado tejo, así como un gran roble. Desde este pueblo sigue el camino, a la izquierda de la actual carretera, para San Pedro de Arrojo y Bárzana.


VISITAS CULTURALES:
• Torrexón de Peñerudes
• Puente Romano de Villanueva
• Iglesia de San Pedro de Arrojo
• Iglesia de Santo Adriano de Tuñón


COMO LLEGAR:
Por Pedroveya y La Rebollada, a través de la carretera local que une Argame (N-630) y Peñerudes, pasando por el embalse de Los Alfilorios. O por las carreteras regionales AS-228 y AS-229, se sube a Bermiego. O por San Pedro de Arrojo a Villar. O por Las Agüeras.

 Fuente visitada. descubreasturias.com

miércoles, 10 de julio de 2013

LA RUTA MITOLÓGICA DEL BEYU PEN


La Ruta Mitológica del Beyu Pen, en el bello concejo de Amieva, no es otra cosa que un bosque encantado que guarda el alma de personajes legendarios y hechiza al caminante. Su singularidad con respecto a otras sendas teáticas reside en que la mano del hombre apenas ha intervenido en su creación. En nuestro caminar adivinamos formas siniestras, rostros al acecho en la espesura, troncos que fascinan, rocas fantásticas. Las Xanas, trasgos, pesadiellos, busgosos, nuberos o bruxas son seres que en este caso se perfilan en la propia naturaleza del bosque. Se han aprovechado las formaciones de rocas y árboles, sin más ayuda que un poco de pintura, para destacar sus contornos o siluetas.

Ascendemos por la foz y cada cual tiene que poner lo mejor de sí para ir descubriendo todos y cada uno de estos personajes camuflados. El cuélebre, que custodia tesoros y Xanes (hadas), que protege la riqueza y la fecundidad, que también se come al ganado y a hombres, bien podría camuflarse en un árbol caído. El nuberu, que se divierte provocando tormentas y tempestades, lanzando centellas a los animales y arruinando las cosechas con el granizo, se encarna en el tronco quemado de un castaño. El busgosu, cubierto de mofu (musgo) se esconde en bosques y cuevas y rapta a las mujeres; cuando nos damos cuenta está tras nosotros, cincelado en la roca.

La «identidad oculta» de este bosque encantado se refuerza con su espectacular vegetación. No en vano en asturiano un “Beyu” no es otra cosa que una garganta profunda o encañonamiento de un río, una zona estrecha y húmeda que en época de lluvias permite contemplar grandes cascadas. En la frondosidad de este “Beyu” el bosque es autóctono, de castaños, robles y avellanos. Las formaciones kársticas son caprichosas por doquier y se dejan ver “les cuerries” o Cuerres, corrales de piedra que se utilizaban antaño para almacenar las castañas y ponerlas a salvo de los animales del bosque.

Llegamos a la recóndita aldea de Pen, un pueblo que aglutina un amplio conjunto etnográfico, como el reloj de Sol, en la casa de Fondón, o sus abundantes hórreos; uno de ellos está catalogado como el hórreo más grande de Asturias. Es fácil imaginar dentro de las casas las leyendas transmitidas durante siglos al calor del hogar. Ahí se conserva la magia y la superstición de los seres mágicos que hemos descubierto en nuestro caminar.

Un último atractivo de la ruta, que bien podemos visitar antes de iniciarla o al regreso, en la cercana localidad de Santillán, es el centro de interpretación del Karst, donde encontramos una maqueta explicativa de cómo el agua va formando las cavidades kársticas que proliferan en la comarca. Es un centro especializado también en el hábitat rupestre, con la reproducción de una cueva de la zona a tamaño natural.

***********************************************
¿Cómo llegar a la Ruta Mitológica del Beyu Pen?-
Muy fácil. Desde Cangas de Onís se toma la N-625 (carretera del Pontón) siguiendo el curso del río Sella hacia el sur y a 10 km., justo antes de llegar al pueblo de Santillán, nos desviamos a la derecha por la AS-261 en dirección a Beleño y Sellaño. A unos 500 metros dejamos el coche en un parking del Área recreativa de Trambesagües junto a la carretera. La ruta en sí conecta el famoso Camín de la Reina con el pueblo de Pen. Se puede dar la vuelta en cualquier momento pero si decidimos llegar al pueblo de Pen, la excursión completa, ida y vuelta, ronda las dos horas y media o tres.

Por encima del área recreativa, donde hemos aparcado el coche, una cómoda caleya (camino) baja hasta la confluencia del río Sella y el río Ponga donde una pasarela permite acceder a la ruta desde el pueblo de Santianes. Unos 400 metros más adelante alcanzamos el río que desciende por el bosque del Beyu Pen y que cruzaremos por un puente de madera. Aquí comienza la verdadera Ruta Mitológica, el cartel así lo indica. Si seguimos el curso de un arroyo siempre presente no tendremos mayores complicaciones. Al salir de la foz se alcanza un nuevo puente. Ya solo restaría subir hasta el cercano pueblo de Pen. Al final es desnivel global de la caminata no ha superado los 242 metros.

 Fuente visitada. www.desdeasturias.com

sábado, 6 de julio de 2013

PARQUE ARQUEOLÓGICO DE LA CAMPA TORRES. (GIJÓN)


El conjunto defensivo del castro está compuesto por un foso en forma de «V» y excavado en la roca base, contrafoso o muralla inferior, ante castro y muralla. Todos estos elementos forman uno de los conjuntos de arquitectura más espectacular y absolutamente desconocida en fechas tan antiguas en la fachada atlántica peninsular, ya que su construcción puede datarse a mediados del siglo VII a. C. o inicios del siglo VI a. C. Tal vez el rasgo más original, propio y particular de este complejo defensivo, es la compartimentación de lienzos de muralla en tramos yuxtapuestos o «módulos», que consiste en la realización de tramos oblongos e independientes que se solapan unos a otros conectándose, aunque sin entrelazarse entre sí. El método requiere unidades ceñidas por un paramento externo a lo largo del todo el contorno, de ángulos redondeados y un relleno de bloques de piedra de disposición irregular en su interior. Este sistema de murallas de módulos fue definido por primera vez por el arqueólogo José Luis Maya González. Tanto en el intramuros de la muralla, como en el del contrafoso, se pueden observar varias cajas de escaleras para acceder a la parte superior de la estructura.


En la llanada interior o poblado se deben distinguir dos tipos de arquitectura doméstica: las cabañas astures y las viviendas romanas. Cronológicamente hay que precisar que las indígenas aparecen en el castro con su fundación y perduran en los primeros momentos de la romanización; el cambio de era es el punto de partida para las primeras construcciones romanas, que verán su decadencia en los finales del siglo III e inicios del IV.


Se han localizado cabañas astures en dos zonas del yacimiento, inmediatamente detrás de la muralla y en la campa propiamente dicha. Todas las casas astures estaban construidas con materiales de carácter perecedero (madera, barro, hierba, paja, etc.), presentan planta circular o semicircular, hogares decorados o no y pavimentos de arcilla compactada. Las viviendas son modestas, en ellas, sólo debían desarrollarse unas pocas actividades, como dormir, guarecerse de las inclemencias del tiempo y guardar sus enseres más preciados.


Las casas romanas son de planta cuadrangular; existen desde los modelos más sencillos de un cubiculum a las de varias habitaciones. Estaban construidas con piedra del lugar, utilizando barro como argamasa y en algunos casos trozos de tegulae y ladrillos. Los pavimentos los constituían arcillas y diminutos cantos rodados. Los tejados podían ser de dos o cuatro aguas y estaban construidos mediante estructura de madera a la que se fijaban las tejas.


 Los primeros habitantes de Noega (astures) descubrieron la existencia de manantiales subterráneos y captaron sus aguas mediante la construcción de pozos y aljibes para abastecer al poblado. Los primeros pobladores de Noega se llamaron a sí mismos cilúrnigos, nombre de raíz céltica que posiblemente significa ‘los caldereros’, y que tal vez hacía referencia a una de sus actividades más importantes: la fundición de metales.

Metalurgia-
Los astures de Noega se dedicaban fundamentalmente a la fundición del bronce (aleación de cobre y estaño), oro, plata y siderurgia del hierro. Esta labor exigía unos profundos conocimientos sobre la metalurgia, ya que los indígenas obtuvieron un gran rendimiento, convirtiendo al poblado de Noega en uno de los asentamientos más ricos de toda la costa Cantábrica. En el yacimiento, se han recuperado gran número de objetos como prueba de esta actividad: crisoles, toberas, moldes de fundición, lingoteras, fíbulas, pendientes, pasadores, agujas, anzuelos, anillos, cuentas, etc.


Agricultura y recolección-
La agricultura es una de las actividades peor constatadas en el registro arqueológico de la Campa Torres, pero se han conservado restos de trigo vestido o escanda y cebada. El primero panificable, que es preciso descascarillar, y con paja aprovechada como alimento para ganado o cubrimiento de los tejados; la segunda, se debía consumir en forma de gachas, como las tradicionales fariñes o farrapes asturianas, y también se pudo usar para obtener diversas bebidas, como la cerveza o el agua de cebada. La escasez de cereales en el norte obligó a sus habitantes a buscar otro tipo de recursos vegetales para suplir esta deficiencia, siendo uno de ellos la bellota, que permite tras su tostado y machacado obtener una harina que podía ser consumida como la cebada. Posiblemente se consumió la berza silvestre. Las avellanas y nueces completarían el panorama alimenticio de origen vegetal constatado en Noega.


Ganadería-
Por los análisis faunísticos realizados en la Campa Torres se sabe que los astures eran ganaderos. Destaca en su cabaña la abundancia de bóvidos, que debió ser el animal más aprovechable para consumo cárnico, utilizado también por sus productos lácteos y como animal de tiro, ya que parece clara la existencia en estas fechas del carro. El hecho de que se haya observado que buena parte de los restos de vacuno sacrificados posea menos de dos años de edad implica un despilfarro, denotador de una riqueza suficiente como para no esperar al período de plenitud del animal, pues es en esta época cuando ha alcanzado el peso óptimo y la madurez reproductora.


Le siguen por importancia los ovicápridos, dominando las ovejas sobre las cabras; su carne se consumía cuando los animales contaban entre año y medio y dos años, es decir, después del primer parto, aunque no se descarta su uso como fuentes de recursos cárnicos, lácteos y de lana.


El cerdo ocupa el tercer lugar en la cabaña ganadera de los cilúrnigos, aunque es difícil diferenciar los restos del cerdo doméstico de los del jabalí. No se descarta la posibilidad del mestizaje entre ambos, al poseer una cierta semilibertad este tipo de animales.

El asturcón, caballo asturiano, cuenta con una presencia relativamente escasa: en un principio se pensó que los animales de la Campa Torres habían sido cazados, pero el análisis meticuloso de los restos se observó que se trataba de caballos viejos y domésticos, al aparecer lesiones en las patas delanteras, características de animales de monta por cargar el peso sobre dichas extremidades, a diferencia de los de tiro, que las padecen en las patas traseras. En algún ejemplar aparecen marcas de descarnamiento en edades anteriores a los cinco años, de lo que se deduce un fin alimentario o sacrificial.

El perro es un animal pocas veces aludido en la prehistoria cantábrica, pero en Noega, se cuenta con restos de tres ejemplares de buen tamaño que debieron ser utilizados en el pastoreo, así como en la caza, y no consumidos habitualmente.


Caza, pesca y marisqueo
La práctica cinegética por parte de los cilúrnigos era considerada como una actividad lúdica, deportiva o de obtención ocasional de carne al margen de los animales domésticos criados en el poblado. La especie más cazada era el ciervo, que debía encontrarse en los bosques al sur de la península de Torres, generalmente ejemplares jóvenes (menos de cinco años), pero no siempre, ya que también se han encontrado restos de cuernas trabajadas de animales mayores. El resto de especies cinegéticas se completa con jabalíes, cabras montesas, corzos y varios tipos de aves.


La pesca era una actividad que se realizaba en el litoral inmediato, en especial en zonas rocosas próximas y en menor grado en playas. Entre las capturas más frecuentes se pueden destacar la maragota, el sargo, la chopa, el pargo, la breca, la dorada, la lubina, el mújol y el chicharro. Excepcionalmente se han encontrado restos de caballa, o verdel, especie pelágica, pero no se puede asegurar que hayan realizado pesca de mayor altura, ya que esta especie se aproxima a la costa estacionalmente. Todo hace suponer que la pesca se realizaba bien desde tierra o bien desde pequeñas embarcaciones muy rudimentarias, al haberse encontrado anzuelos de varios tipos y tamaños, pero ningún tipo de pesas perforadas o entalladas, como ocurre en otros yacimientos del noreste y que nos informarían del uso de la red.


Se han encontrado restos del aprovechamiento de diversos tipos de moluscos, principalmente de roca y también de arena. Han aparecido concheros en el interior de la muralla con restos de lapas, monodontas, mejillones, berberechos, percebes, caracolas y erizos de mar. Es indudable que fueron destinados al consumo, apareciendo entremezclados con espinas de pescado e incluso con marcas de fuego, pero también tuvieron un uso ornamental o como menaje. De entre los crustáceos sólo el consumo de buey de mar o ñocla ha dejado constancia.

Un hallazgo excepcional en el castro, fue la aparición de restos de ballena gris en niveles muy antiguos astures, probablemente se trató de un animal varado en la costa del que debieron aprovechar su carne, grasa y huesos.

Fuente visitada.
Wikipedia

martes, 2 de julio de 2013

EL INDIANU DE LAS TRÉBEDES ( EN LA LENGUA ASTURIANA-ORIENTAL O JABLA)


Escrito de 1914 en la lengua asturiana-oriental o "jabla".

 "Era la víspara de San José. Depicuaba el Sol per detrás de San Antolín, con cara de disgustu y quiciás avergonzáu, por que no había podidu calentar las oreyas a los pacíficos Celorianos; que con las manos en senu, trataban de darse el calor que yos había negáu el Señor de cara de Borona.

 Solo de cuando en cuando asomaba el focicu per la calluca arriba, algún rapacín que contra so voluntá iba a buscar dáque perrona de escarchau pa calentar el cañaveru del amu de casa.

Mirando pa allá abaxu se vía a una vieyina espotrexando por sacar un calderu de agua de la poza de "Cuencas" con el refaxu arremangáu, y ensiñando la saya de abaxu toda empalombada de cuchu.


 A todo esto se estremecieren las oreyas de los que en casa de nos tomaban el café con goteras; con el pitazu del tren, que asomaba ya, per delante del Cuetu el Cárabu.

Pocu a pocu se joi acercando hasta que dió un somoquiatu, y paró, echando bulleru per los carrillos.

Abrióse la puertina de unu de los calabocinos y empecipió a baxar la indianada. Baxó primero una rapacina como de unos doce años; baxó otra igual, y otra más, las tres por ciertu roininas pero vae; Lluego baxó un hombrón gordu, muy gordu, con una barrigona así de grande, y dempués baxó una muyer así, así, que mas bien, gorda que flaca era, y no paece que gastaba mucha salú que digamos; buenu; pues dempués baxó una mozina muy guapina por ciertu y muy curiosina al paecer.

 Mios probes del alma; faltaba lo mejor, por que pa rematar el riestru baxó del tren el hombre más feu que pueden encarcular las dos muyeres dé bien mejores, que heva.

Como el que a feu quier, guapu y paez, en menos que vos lo cuento, había allí ma é media ocena preguntándoseyos qué, sé, yo cuantu; entre ellos ví al güelo del indianu del mío cuentu, y abrazalu por ciertu muy cariñosu.

El probe indianu, era a decir verdá, mas feu que la niétoba, negru como un tolobre, llargu y secu como un juste; con las patas torcidas y mediu jorobau; agora pa mejor matála venía vestidu de color de cuervu solteru, y presentaba el hombre la mesma figura del trasgu.



Baxamos per la Calluca abaxu y paróse a jablar con la tía Sanchi que estaba dandoi la llabacia a un coinin muy tresmau por ciertu, y entamaren esti diálogu: ¿Buenas tardes tía Sánchez, no me conoce? Sí mío jiyu sí, ¿No eres el jiyu de Rosaurina la Montesina? Hás de ver mío jiyu? Hás de ver? Que güen mozu, y qué polu está? Váe jiyu váe, déxame dái un pocu de jariellu a esti cochucu que San Antoniu lu guarde, "Mongriu"; jiyu, pos per aquí ya ves; güenu, que heva salú y mal añu pal pecau eh? Con la misma, la vieya metióse en casa, y el indianu sin discurrir que iba a contestar, siguió pe la caleya alante aguantando tantos cocomexos como y espitaban las muyeres que jallaba, diciéndoi que si era güen mozu, y un paxau mas de mentiras de esi o apaecidu calletre. El probe berrascayu creía todo; y tan inflau como una llavativa se ponió, que no cabía pe la caleya; (prueba de ello é que por pocu saca un oyu con un esbardiu de la parea del güertu del tíu Perico el Maestru) Lo que pasó allá en casa no vos lo cunto, por que no jaz falta.

Entre solmenatos y asucedidos, joi pasando el tiempu y llegaren las Flores de Mayu, el sallu y qué se yo, cuantu mas. No perdió el muy panoyu, una novena, por cortejar con las rapazucas, pero no i aproveció muchu, en vertú a que era muy probe, mas feu que un sarapicu, y tan sosu como la raíz de jelucho podre. Si no é verdá, que mala soga me espurra, pues puede decilo la moza a quien i pidió querencia, que por pocu y arrodia la cara al pescuezu de un soplamocos. Todo eso por fachendosu y atrevidu.


El probe, se ponió tan desesperau y tan enguizáu que se empeñó en que lu habían de querer, y andaba metidu entre las rapazas en sallu; yos quitaba el zarciellu y trabayaba como un berrugu pero....ni por esas, por que no i dieren ni migaya de cariñu.

No por eso golvió pa trás, pues aprendió a inflar y desinflar las tripas a un demoniu, destrumento que i llamaba alcordión, y cada vez que y soplaba había que arreglar las colleras de los xatos del Pueblu por que todos se soltaban, menos los que estaban ajambriaos que yos daba el paralís.


Por fín llegó el día del Carmen y.....como diz el refrán "cuantu más vieyu é el Burro, más mataduras y salen", y el probe braguetu llevó un susto mayor que la olla Borizu pues gracias a que y parllaren a la oreya se salvó de que lu pescaran los Ceviles. ¿Sabéis pa qué? Pos paece que a pesar de lo feu gustóyos pa quintu, y el probe hubiéraislu vistu correr per Güengüeyu arriba; que paecía que llevaba una máquila de moscas rociniegas en senu. El hombre se escabulleció de la fiesta, pasando todu el día metidu en un genal, gracias a una güena muyer que y dió permisu, con tal de que no prendiéra juebu con dáque cerillu a un monton de purreta que había allí mismu.

Desapaeció del pueblu, y a los quince días que creíamos que ya estaba dando golturas y calumbos pe la mar, ensiñó el focicu, con una cara tan espritada como la que pon un ajorcau.

Lo demás que pasó y que de ellí sé, vos lo cuntaré otru día, por que hoy tengo mucha galbana, y me se taraminga el alma de sentimientu, con lo que vos tengo aguardau, de lo que i asucedió, al indianucu de esti rellatu que anque digáis lo que queráis é todo una verdá como una casa.

 El idianu según sepí se joi pa labana y no sé onde estará llorando lo que i pasó en el pueblín de Celoriu, con las rapazas que no i jecieren casu por todo lo dichu y lo que vos diré en la que, y daré el llamatu de segunda parte, con todo y rabu". 

Hasta la otra.
"El indianu de las trébedes"