martes, 23 de diciembre de 2014

GIJÓN-UNIVERSIDAD LABORAL



«¿Por qué la Universidad Laboral tiene la entrada de espaldas a Gijón?». La pregunta le asaltó hace ya más de medio siglo a uno de los arquitectos que, poco antes de la inauguración de la obra de Luis Moya, participaron en una sesión monográfica sobre el magno edificio encargado por la Fundación José Antonio Girón. El propio Moya le respondió aludiendo a la práctica y a la estética. «Porque de Gijón vienen los vientos más fuertes, de los que hay que protegerse. (...) Hay otra razón: quisimos proteger la fachada de miradas prematuras. Cuando se haga la avenida que ya se proyectó, la fachada se verá desde la distancia en que queremos que se vea», esto es, obligando al visitante a rodear toda la obra.


Era 1955 y el gran conjunto se preparaba para recibir a sus primeros alumnos. Cuando se completó, la Universidad Laboral sumaba 270.000 metros cuadrados de superficie y 55.000 de fachadas, lo que le convertía en el mayor edificio de España. Tenía un patio central de cuyas dimensiones presumía Luis Moya por ser las mismas que las de la veneciana plaza de San Marcos, un conjunto de edificios de uso diverso, integrados en una misma pieza pero de muy diversa tipología -«el teatro tiene que tener fachada de teatro, la iglesia traza de iglesia, y los pabellones no pueden parecerse ni a teatros ni a iglesias», argumentaba su autor-, y una torre de cien metros que es aún hoy, cielo y vigía de Gijón.


En el primer año de actividad, la Universidad Laboral acogió en total a 408 niños. 111 eran asturianos y el resto llegaron de Cataluña (64), Valencia (4), Aragón (12), Vizcaya (37), Andalucía (37), Castilla la Nueva (61), Castilla la Vieja (27), Extremadura (8), Galicia (18) y León (22), casi todos ellos hijos de trabajadores de la construcción. Aunque los llegados desde otras provincias, y muchos asturianos, estudiaron como internos, también había alumnos que cada día se acercaban desde Gijón. «Hasta que en 1958 se compraron dos autobuses, se les dejaron bicicletas BH para que vinieran desde Gijón a la Laboral, porque si no la única forma que tenían de ir a clase era con el tranvía, que les dejaba en La Guía».
Ha pasado más de medio siglo y la Universidad Laboral, resucitada tras un importante periodo de abandono, ya sólo dedica a la educación una parte de sus espacios. Otros han sido transformados para acoger congresos y actos culturales. Pero a pesar de estos cambios, a pesar del paso del tiempo, su torre sigue siendo el principal vigía de la ciudad, aun habiendo pasado 59 años dándole la espalda a Gijón.

 Fuente visitada.www.elcomercio.es

jueves, 4 de diciembre de 2014

LA TIRANÍA DE LOS OMAÑA (CUDILLERO)


Gran parte del concejo de Cudillero estuvo bajo el poder feudal de los Omaña durante cerca de trescientos años (del XIII al XVI). A pesar de no tratarse de un coto jurisdiccional, A. J. de Banzes alude a las vejatorias imposiciones de esta poderosísima familia: «Los señores de la Casa de Omaña  tenían extraordinarias regalías, que es de tradición las perdieron por un litigio. No se podía poner fuego, abrir puerta ni ventana, antes que ellos lo hiciesen, en casa alguna del pueblo; y sin su licencia. Tenía un pez de cada barco, que valía en la concha; y puerta particular para entrar en la iglesia...». Esta denigrante situación propició frecuentes enfrentamientos con los disconformes pixuetos, recurriéndose a armas y, mayormente, a pleitos para zanjar diferencias.


El Palación o Castiallu, nombre de la casa feudal de los Omaña, estaba instalado en el solar donde se levantó el Ayuntamiento en el s. XIX, junto a la iglesia. Imponía su posición, altiva, sobre una roca en el fondo del pequeño abrigo costero, dominando el puerto. Se trataba, según Fortunato Selgas, de «un edificio de planta irregular, debido a las desigualdades de la roca en que se sustentaba; y sus muros, de estructura incierta, trabajados de fortísima argamasa, tenían gran anchura, especialmente en los sitios más fáciles de expugnar». Por su parte, A. Bravo lo describe como «fuerte, con saeteras, almenas y torre del homenaje, con chimenea-anuncio para encender los hogares de las demás casas».


A pesar de todo, Cudillero se convirtió en un famoso centro pesquero, que en el siglo XV solicitó la concesión del privilegio del alfolí (almacén) de la sal, petición, al parecer, no concedida nunca. Durante la etapa feudal, los pescadores formaron su gremio. De aquí salieron, otrora, intrépidos pescadores hacia las costas de Flandes, Inglaterra, Escocia o Portugal, y fueron muchos los que participaron en el cerco a Gibraltar y en las campañas de conquista de Sevilla y La Florida.

Fuente visitada. cudillero.es/historia

martes, 2 de diciembre de 2014

USOS DEL PALO, GARROTE, TRANCA EN ASTURIAS


En el auto dado el 5 de julio de 1748, por D. Juan Antonio de Argüelles Meres, Juez Primero y Alcalde Ordinario por el Estado Noble del concejo de Siero se decreta: “Que ninguno traiga armas prohibidas por leyes y premáticas de estos Reinos, y que tampoco traigan así dichos vecinos como los moços solteros palos de acebo ni de otra madera gruesos ni ñudosos, y los que quisieran traer sean lisos y largos quasi bara y media, pena de prisión y de quinientos mrs.”


Es un complemento indispensable en los hombres. Puede estar adornado con dibujos o grabados y también con refuerzos metálicos. Las maderas que se solían utilizar eran las de acebo o avellano. En las tareas cotidianas los ganaderos y campesinos utilizaban el palo para encaminar a los animales a los que cuidaban, pero también y debido a la orografía este complemento era utilizado para apoyo y salto en caso de pendientes muy pronunciadas, dándose el paralelismo con la utilización en la isla de la Gomera de la “jastia”.


En las romerías o fiestas, y debido a las disputas que se generaban, también era utilizado como elemento de lucha. Así queda reflejado en manifestaciones iconográficas. Para Romulada Martín-Ayuso, el palo completaba la indumentaria del aldeano:
“...un hermoso garrote, la tranca, tallado con artísticos dibujos y claveteado en el extremo superior con clavos dorados. Llevaba algunas veces un cordón con borlas, regalo de la moza. Otras veces usaban, en vez de garrote, el verdascu, flexible palo de avellano, terminado en una ramita a manera de látigo. Estos palos se veían imprescindiblemente en las romerías y eran las armas que empleaban en la consabida pelea, término de todas ellas”.


 Fuente visitada.www.unioviedo.es

miércoles, 19 de noviembre de 2014

HISTORIA DEL HÓRREO ASTURIANO


El hórreo que hoy conocemos tiene una estructura particular, específica de Asturias, y aparece en las postrimerías del siglo XV perteneciendo las fechas más antiguas que se han hallado a la primera década del siglo XVI. Su creación está localizada en un lugar concreto de Asturias. Sin embargo, son conocidos graneros elevados sobre pilares y con el sistema pilar-losa horizontal en diversas zonas húmedas de todo el mundo; en la misma Asturias existieron y, en menor medida, aún existen otros modelos de hórreos. A veces, graneros de lugares muy lejanos guardan un parecido asombroso con los nuestros. Así ocurre por ejemplo con ciertos modelos iraníes techados de paja y que en su aspecto externo recuerdan vivamente a los hórreos del suroccidente de Asturias. En Europa existieron hórreos en las Islas Británicas, existen en Suiza, en los países escandinavos, en Portugal, en todos los Balcanes... Es muy significativa la pervivencia hasta la actualidad de graneros tipo hórreo en zonas con climas y orografías parecidas a la cantábrica.


Tenemos noticia ya desde época clásica de la existencia de hórreos en la Hispania Citerior a través de Marco Terencio Varron que nos habla de granarium sublimia. Los escritores romanos que trataron sobre temas relacionados con la agricultura conocían bien este tipo de graneros elevados; el mismo Vitrubio, que vivió en el siglo I de nuestra era, alababa su conveniencia y recomendaba su uso en toda explotación agrícola. Aunque conocida por los clásicos, la palabra hórreo podría estar relacionada con el oronímico orro, de raíz preindoeuropea, cuyo significado sería lugar elevado, la característica más significativa de los hórreos. Fijándonos en esto descúbrense en Asturias y en otros lugares muchos topónimos de ese tipo como por ejemplo Orria, peña Orrial, L’Orrín... todos ellos peñas o picos elevados; Urria designando dos aldeas altas de los concejos de Teberga y Somiedo, Urriellu y los Urrieles en la zona de Cabrales y los picos de Europa.
 

Desde comienzos del siglo IX existen referencias documentales a hórreos en todo el septentrión de la península ibérica: norte de Burgos, Huesca, La Rioja, País Vasco, Cantabria y, como no, Asturias y Galicia. Evidentemente serían hórreos distintos al asturiano actual pero compartirían la cualidad de estar elevados del suelo y de tener muelas para defenderse de los roedores. Estos hórreos fueron desapareciendo con el transcurso de los siglos y hoy en la mayor parte de la extensa área que ocuparon no se conserva recuerdo de ellos. Se sabe que pervivieron más tiempo en el País Vasco y Cantabria, donde permanecen en pie unos pocos ejemplares, lo mismo que en las áreas montañosas norteñas de León, Palencia y Navarra.


En documentos asturianos de los siglos XIII y XIV, más explícitos que los de siglos anteriores, se observa cómo hay una pluralidad tipológica en la que se intuye la evolución que llevará a la aparición del modelo de hórreo actual. Con la aparición a finales del siglo XV, en algún lugar de los concejos de Villaviciosa, Cabranes o Piloña, del hórreo asturiano actual. Sus características más destacadas, que lo diferencian del resto de hórreos peninsulares y europeos, son su cubierta a cuatro aguas y la posibilidad de ser trasladado de lugar indefinidamente sin que sufra su estructura.


Este tipo de hórreo pudo ser datado en el siglo XVI después del descubrimiento en los años ochenta de varias fechas en hórreos del concejo de Villaviciosa. De este modo fue posible atribuir al mismo periodo otro importante número de graneros con características estructurales y decorativas semejantes. Es un hórreo totalmente desmontable que se puede armar y desarmar indefinidamente; no emplea clavazón de hierro sino que sus piezas van todas encajadas o fijadas con tornos de madera a presión. Se transporta fácilmente en dos o tres carros de bueyes y la estructura equilibrada de su cubierta a cuatro aguas, con respecto a la caja y al juego de fuerzas ejercidas, hace que sea de una resistencia infinitamente mayor que los hórreos anteriores.


Quizá su ventaja más sobresaliente, tal vez causa principal de su creación y pervivencia, sea que al ser considerado un bien mueble se pueda colocar en terreno ajeno sin que ni el suelo se haga con la propiedad del hórreo ni el hórreo con la del terreno. En momentos en los que el campesino no era propietario de sus tierras ni de su casa seguramente estaría más dispuesto a invertir parte de su trabajo o de su excedente en un hórreo --que era de su total propiedad, que podía vender, empeñar o dejar en herencia-- y no hacerlo en mejorar o reedificar una casa que en última instancia pertenecería al amo de las tierras.

 Fuente visitada. www.telecable.es

viernes, 17 de octubre de 2014

EL CONCEJO DE POLA DE LAVIANA


En las centurias bajomedievales, el antiguo influjo que a través de su dominio patrimonial, (gracias a una donación del rey Ordoño I en el año 857), ejercían los monjes del monasterio de San Vicente de Oviedo sobre los territorios de Laviana entra en competencia con otros poderes. Esta situación cristaliza en la creación, a finales del siglo XIII, de una nueva puebla de promoción real: Pola de Laviana.
 

Se trata de un villazgo que tendría las características de las villas itinerarias, ya que una ruta muy importante atravesaba el territorio de Laviana siguiendo el valle del Nalón y accediendo por Tarna a tierras leonesas. A pesar de la nueva promoción real, diversas instituciones religiosas continúan teniendo importantes intereses económicos en el territorio de Laviana y también se advierte el creciente influjo de poder asumido por familias laicas.


 En el año 1504 Laviana figura como un municipio que elegía representantes para concurrir a la Junta General del Principado; sin embargo, no todo el territorio estaba bajo esta jurisdicción concejil, se escapan a ella los cotos de Villoria, Tiraña y Entralgo. En el último tercio del siglo XVI las jurisdicciones monásticas de San Vicente cambiaron de propietarios, pasando el coto de Tiraña a pertenecer a Juan de Carrio Valdés. El coto de Entralgo es redimido por sus propios vecinos, con la ayuda del concejo de Laviana a cuya jurisdicción se incorpora.


 Animados por ese ejemplo, los vecinos de Tiraña inician un proceso de reclamaciones contra su señor que pretenden culminar también con su incorporación al concejo de Laviana, pero no lo conseguirán. Así pues a mediados del siglo XVIII perduran los dos cotos medievales en manos de los Condes de Nava (el coto de Tiraña) y los Marqueses de Camposagrado (el coto de Villoria). Ni la Guerra de Independencia ni tampoco los brotes del conflicto carlista tuvieron especial incidencia en la evolución histórica municipal.


 Sin embargo el siglo XIX comportará notables cambios para el municipio. Con el triunfo de las ideas liberales se disuelven las jurisdicciones señoriales y por tanto Tiraña y Villoria se agregan a la jurisdicción del Ayuntamiento de Laviana. En ese momento es cuando adquiere la unidad administrativa que todavía hoy en día conserva. En este siglo se produjeron muchos más cambios. En 1885 el ferrocarril de Langreo extiende su trayecto hasta Pola de Laviana, lo que origina el proceso de desarrollo minero (del hierro, cobre y carbón) y de industrialización en Laviana. Las nuevas actividades generaron notables cambios en las condiciones de vida de los habitantes del concejo que hasta aquel entonces era eminentemente agrario.


 Ya en el siglo XX el concejo destaca por la radicalización de su vida política. En las elecciones de la época republicana vence el Partido Socialista y en las del 1936 lo hace el Frente Popular. Con la política económica de los años del franquismo la actividad minera del concejo cobra una gran relevancia, alimentada por el crecimiento demográfico de los años 50. Se realizan múltiples barriadas para los obreros de protección oficial. Sin embargo pronto se evidenciaron las deficiencias estructurales del sector minero asturiano y la zona entra en crisis. El concejo se recupera poco a poco al poseer cierta diversificación en su estructura económica, pasando a convierse en la zona comercial y de servicios de la comarca del alto Nalón.


 Fuente visitada. www.archivosdeasturias.info

martes, 7 de octubre de 2014

LA CASERÍA ASTURIANA


La casería está formada por la casa y sus dependencias anejas; por el terrazgo e incluso por los derechos de aprovechamiento de los montes comunales. La casa se sitúa en un espacio cercado denominado solar, rodeado por la antojana. En ésta se sitúan las dependencias anejas: el hórreo, el pajar, la cuadra y otros espacios dedicados al almacenamiento. Alrededor del cercado de la antojana se dispone el huerto y los árboles frutales.


En el terrazgo se disponen de los espacios para el uso ganadero y el resto de los usos agrícolas. Las partes más llanas se dedican para el cultivo de cereales. Estos espacios, denominados erías, cortinas o llosas, se cercan para evitar la entrada del ganado.


Por otra parte, las partes más inclinadas o más húmedas en el fondo de valle, se dedicaban a prados, para el aprovechamiento ganadero. La casería forma una unidad de producción, de residencia, de consumo, de explotación y, en el pasado, de recaudación. Según las zonas de Asturias, la casería se conoce también como quinta o quintana.


La casería surge en la Edad Media como consecuencia de la colonización del suelo. La tierra, en manos de la nobleza y del clero, y posteriormente de la burguesía, era entregada a familias de campesinos en parcelas de pequeñas dimensiones, a cambio de una contraprestación. La clase dirigente explotaba la tierra y sus frutos, mientras los campesinos la trabajaban, obteniendo apenas lo suficiente para su subsistencia. En el siglo XVI las caserías constituían el único medio de vida del campesinado y una valiosa fuente de riqueza de los grandes dominios territoriales. La casería se consolidó como estructura económica y social en siglos posteriores, permaneciendo su estructura hasta finales del siglo XIX. Sus caracteres esenciales han permanecido hasta mediados del siglo XX.


Durante muchos siglos, la casería ha sido una unidad de explotación, que ha hecho de la tierra el modo de vida de la familia campesina asturiana.
Según la compilación del derecho consuetudinario asturiano, la casería se define como: (una unidad económica y de explotación familiar formada por elementos disociados, tanto en lo que respecta a su naturaleza —casa, antoxana, edificios anexos y construcciones complementarias, hórreos o paneras, huertos, tierras, prados, montes, árboles, animales, maquinaria y aperos de labranza, y derechos de explotación en los bienes comunales—, como a su sistema de propiedad —privada, en arriendo o en aparcería—, a su localización dispersa y a su destino o aprovechamiento —cultivo, recolección, pastizal—, que forman un conjunto agropecuario capaz de dar sustento a una familia campesina, sin perjuicio de que ésta pueda tener otras fuentes complementarias de ingresos).

-Boletín de la Junta General del Principado de Asturias del 9 de marzo de 2007-



Fuente visitada. wikipedia.

jueves, 25 de septiembre de 2014

EL HÓRREO SEGÚN DESCRIPCIÓN DE CANELLA Y BELLMUNT


“Fuera de la casa, en la antojana frente a la vivienda, se levanta el clásico hórreo,típica construcción de madera sostenida por cuatro pilares de piedra o madera, los pegollos, colocados en los ángulos sobre otras tantas bases de cantería, los pilpayos, y coronados por cuadradas pegolleras o muelas de igual materia para evitar la subida de ratones.


Sobre ellas descansan las cuatro vigas o trabes, donde se colocan las tablas de castaño o roble de los frentes colondres que, unidos unos a otros forman las cuatro caras o colondrames. La cubrición es de teja y la independiente ascensión a la escalera de piedra que, para defender más de roedores y alimañas al edificio, no llega a éste, siendo preciso una revalgada desde la escalera a la talandoria o tabla horizontal a donde llega el campesino, cogiéndose a una aldaba a fin de entrar en el hórreo, por la puerta principal enfrente de la estrecha y posterior portuca, que se abre en horas de ventilación.


El interior de aquel no está generalm ente dividido en compartimentos, como las paneras u hórreos de seis o más pegollos, propias de caseríos de más importancia. En caprichoso desorden se distribuyen por aquel interior el maíz en grano, en panoyes o en riestres, el trigo y la escanda, les fabes, castañas y más frutos, allí bien conservados y preservados de la humedad. De las vigas o cruces, que sostienen la cubrición, penden de cuerdas y garfios ropas, macones, paxos, cestos de todas clases, herramientas y aperos, etc. No pocas veces también el hórreo o panera pertenece o lo “llevan” una o varias familias, así como también sirve de dormitorio o suplemento sano y ventilado a las casas.


Son siempre construcciones curiosas ,y no pocas lujosas con singulares adornos de talla, pinturas vistosas en los lienzos y en los corredores alrededor, cuyo espacio asimismo se dedica a orear y secar producciones de determinadas épocas.


Debajo del hórreo se coloca también el carro como en ocasiones ciertos preseos y artefactos, bien que también ahora se cierra a veces dicho espacio por más debajo de las pegolleras, lográndose un departamento de aplicación varia.”

( Descripción de Fermín Canella y Octavio Bellmunt sobre este tipo de edificaciones en el Tomo III: 22 de Asturias ).

sábado, 6 de septiembre de 2014

HISTORIA DE IGNACIO GRACIA NORIEGA (COLOMBRES)


Íñigo Noriega Laso fue una de las más fuertes personalidades de la emigración española a las Indias occidentales, que en la segunda mitad del siglo XIX cobra características especiales entre los individuos procedentes de las regiones de la cornisa cantábrica (asturianos, montañeses, vascos y gallegos). Ya por aquel entonces la emigración se regía por normas y constantes muy estrictas. Los «indianos» procedían en su mayoría del mundo rural, embarcaban siendo muy jóvenes, casi niños, y observando el principio irrefutable de comprar barato y vender caro, algunos lograban reunir inmensas fortunas, que les permitían regresar a la aldea de la que habían partido y en la que edificaban el chalé de estilo francés con palmera en el jardín. Don Íñigo Noriega, para dar la medida de su triunfo, edificó una quinta de proporciones palaciegas en su pueblo natal de Colombres, pero no pudo disfrutarlo, porque las circunstancias le impidieron que pudiera culminar su biografía con el regreso. Es personaje vinculado a la gran economía terrateniente y financiera, a la política, a la literatura, a la leyenda y a la historia de México. Cantinero en la ciudad de México, comerciante, tabaquero, hacendado, financiero, fundador de ciudades, amigo y hombre de confianza del presidente Porfirio Díaz, propietario de la mitad del territorio mexicano, es un gran personaje de acción, de novela de aventuras, de tragedia griega y de «western» (su hija Cristina recordaba que se enfrentó él solo con un par de revólveres a una chusma de bandoleros a caballo que asaltaron la diligencia en la que viajaba), que en su edad madura, en los días del declive económico, ejerció el cargo de ayudante del «sheriff» de Cameron County, Texas. Algunos, para halagarle, le comparaban con Hernán Cortés, a lo que matizaba don Íñigo asegurando que se hubiera sentido muy honrado de ser el espolique de «aquel capitán egregio».


Con haber sido mucho, la figura de Íñigo Noriega se redujo en la actualidad a un par de anécdotas, que aunque espléndidas, no son ciertas, y en el caso de la primera se trata de un anacronismo. Siendo todavía muy joven, regentaba en México capital una cantina rotulada El Borrego, propiedad de quien con el tiempo sería su suegro, en la que vendía diferentes bebidas destructivas a los indios, hasta que el gobernador de la ciudad publicó un edicto por el que obligaba a los propietarios de ese tipo de establecimientos que cerrasen sus puertas a las doce de la noche. Don Íñigo, por observar la ley al pie de la letra, quitó las puertas del suyo, de modo que no las podía cerrar. Aquel rasgo de ingenio llegó a oídos del presidente de la república, general Porfirio Díaz, el cual concedió audiencia al joven gachupín, y después de celebrarlo, le aconsejó que volviera a colocar las puertas en su sitio, porque en pleitos con el gobierno siempre se pierde, y también que siendo un joven de talento tan despierto, no lo desperdiciara vendiendo pulque y tequila, sino que lo dedicara a empresas de mayor aliento. Así empezó don Íñigo su carrera imparable, protegido por Díaz. Mas en realidad, en esa realidad que nunca mejora a la leyenda, ni siquiera a la anécdota, don Íñigo fue presentado al presidente mexicano por el también asturiano Juan Llamedo, pariente de Gonzalo Rivaya, por cierto. En cuanto a la quinta «Guadalupe», se contó que la había mandado construir para que en ella viviera el presidente Díaz cuando fue derrocado. Mas no fue así. La quinta había sido construida años antes de que empezara a «rodar la bola» (la revolución mexicana), en 1906, y aunque es cierto que don Íñigo la puso a disposición del presidente cuando se vio obligado a abandonar México, éste rehusó el ofrecimiento y se fue a vivir a París, como corresponde a un buen dictador hispanoamericano o a una testa destronada centroeuropea, siendo enterrado en el cementerio de Montparnasse, frente a la tumba donde yace el poeta Charles Baudelaire. Ironías del destino: Baudelaire y Porfirio Díaz, vecinos por la eternidad.


Íñigo Noriega Laso nació en Colombres el 21 de mayo de 1853, hijo de José Noriega Mendoza y de María Laso Posada, ambos también de Colombres. El matrimonio tuvo cuatro hijos y el padre se dedicaba al cultivo de la manzana y a la fabricación de sidra. Los cuatro hijos del matrimonio emigraron a México, y del mayor, Silvestre, no volvió a saberse. Íñigo, después de cursar los estudios primarios con los monjes de Cóbreces, embarcó en Cádiz con catorce años de edad, en compañía de sus hermanos Remigio y José Benito, los tres reclamados por su tío Íñigo Noriega Mendoza, que tenía un comercio de abarrotes en la ciudad de México y los explotó hasta que pudieron emanciparse. Íñigo entró a trabajar en la cantina El Borrego, y al contraer matrimonio con la hija del dueño, un mexicano llamado Vicente Castro, su suegro le interesó en el negocio. A los 23 años, Íñigo figura inscrito como comerciante, y está interesado en la fábrica de tabacos El Borrego, propiedad de otro familiar, Ignacio Noriega. Se conoce que a los Noriega les gustaban los borregos y el nombre de Ignacio, que se remonta a Ignacio Hevia Noriega, que fue diputado por Colunga de la Junta General del Principado que declaró la guerra a Napoleón. La cantina El Borrego, administrada por Íñigo, vendía al mayoreo y al menudeo vinos importados, conservas y encurtidos, jamones ingleses y norteamericanos, barajas españolas y cigarros habanos y mexicanos, fabricados por la firma El Borrego, de su tío Ignacio.


Por esta época, más o menos, debió efectuarse la primera entrevista entre Íñigo Noriega y Porfirio Díaz, y de ella surgió la concesión por el plazo máximo de 90 años para desecar la laguna de Chalco, lo que transformó aquel caldo de paludismo en la hacienda que no tardó en convertirse en la principal proveedora de maíz y otros cereales a la capital y a otras ciudades próximas. La energía que despliega Noriega a partir de entonces es extraordinaria. En 1880 se crea la sociedad Remigio Noriega y Hermano, en la que el primero aparece al frente de los negocios y don Íñigo como apoderado: pero al igual que Pepe Cosmen, que nunca se presentó con otro título que el de apoderado, el verdadero motor de la empresa era don Íñigo. Con un capital inicial de 100.000 pesos, compraron la herencia de Manuel Mendoza Cortina, que incluía la mina de plata de Tlalchichilpa, las haciendas de «Maplastán» y «Coahuixtla», crédito del ferrocarril de Morelos, existencias de azúcar y aguardiente y casas en las ciudades de México y Toluca. Posteriormente adquirieron grandes fincas de Chihuahua y Tamaulipas, donde se encontraba la finca «La Sauteña», la mayor de los estados de Morelos y Tlaxcala, con una extensión de 394.875 hectáreas y 225.000 cabezas de ganado mayor. A estas explotaciones agrícolas y ganaderas se añadieron las mineras y textiles, entre las que se encontraba la Compañía Industrial de Hilados, Tejidos y Estampados San Antonio Abad y otras empresas anexas. En 1898 se disuelve la sociedad, decidiendo Remigio retirarse de los negocios para dejarle libre el camino a don Íñigo: el cual continúa su marcha imparable para convertirse en el mayor hacendado de México; un paso importante fue comprarle a don Eduardo Zozoya la hacienda «La Compañía» y la concesión para continuar las obras del ferrocarril de Chalco. Para efectuar éstas y otras empresas contó no sólo con el apoyo más o menos explícito del presidente de la república, sino de personal subalterno más o menos cualificado que va desde el ingeniero Roberto Gayol, muy bien relacionado en el ámbito oficial y a quien casó con una de sus hijas, hasta jueces y alcaldes rurales a los que corrompió sin miramientos.


En poco tiempo llegó a poseer las haciendas de Asunción, La Covadonga, Zoquiapán, Chalco, Riofrío, Venta Nueva, La Suateña y la laguna de Xico, de la que desecó diez mil hectáreas y donde mandó levantar un palacio sobre las ruinas de otro que había pertenecido a Hernán Cortés. La primera cosecha de maíz de Xico le produjo una ganancia de un millón de pesos. Fundó las ciudades de Colombres y Ciudad Reinosa, fundó el ferrocarril de Xico y Riofrío a San Rafael, que conectaba sus haciendas con las ciudades de México y Puebla, y es el que aparece en la película «Que viva México», de S. M. Eisenstein, y poseía una tropa de 250 hombres, armados con carabinas 30-30.


Como en Noriega todo era desmesurado, tuvo once hijos legítimos e incontables naturales: según algunos, llegó al centenar. Pero sus relaciones con la familia fueron malas, desheredó a una de sus hijas por no haberse casado con el adecuado, y otra de sus hijas fue asesinada por su hermano, que se suicidó: una extraña historia de locura e incesto, digna de una tragedia griega.

La revolución mexicana puso a don Íñigo contra las cuerdas. Perdió todas sus posesiones rurales, le fueron embargadas las urbanas y en los momentos más virulentos, tuvo que refugiarse en Texas, donde queda dicho que fue «sheriff». Su salud empezaba a resquebrajarse, pero no por ello dejó de luchar, pleiteando tenazmente contra el Gobierno que le había arruinado. El presidente Venustiano Carranza le propuso un acuerdo que incluía la declaración de que nunca había sido amigo de Porfirio Díaz, cosa que el indiano no aceptó. Era valeroso, orgulloso y leal. Murió en México el 4 de diciembre de 1920.

Fuente visitada. www.lne.es

martes, 26 de agosto de 2014

HISTORIA DE RIBADESELLA


Antes de ser conquistada por Augusto en el año 19 a. C., el río Sella era la frontera natural entre las tribus cántabras y astures, que fueron las últimas de la Península en caer en manos de Roma. En el siglo I a. C. Estrabón menciona el río Saelia, Sella, y escribe que los habitantes de Ribadesella eran los salaenos, un grupo de la subtribu cántabra de los Orgenomescos, y sus poblados eran Octaviolca y Noega, llamado Noega Ucesia por Ptolomeo. Tras la derrota asturcántabra, Ribadesella quedó dentro de la provincia Tarraconense, aunque el Sella siguió siendo frontera, pues quedó como línea de separación entre los "conventus" Asturum y Cluniensis. De la época romana se conservan en el Museo Arqueológico de Asturias dos estelas funerarias antropomorfas halladas en El Forniellu.


Las primeras escrituras medievales sobre Ribadesella se remontan al año 834, un documento de donación a la iglesia de propiedades en Torre Felgarias (Torre), Calabriezes (Calabrez) y Tezánicos (Tezangos). La villa aún no existía y la población altomedieval residía seguramente en las laderas de la Cuesta y del Cuetu de San Juan. Los documentos de donación a la iglesia abundan algo más en los siglos X, XI y XII, y en ellos se mencionan muchas aldeas, fincas, cotos, molinos, salinas y pesquerías en el Sella. La iglesia, fortalecida, comienza a construir a principios del siglo XIII los templos románicos de San Esteban de Leces, San Salvador de Moru y Santa María de Xuncu. La monarquía castellano-leonesa también quiere fortalecer sus dominios y, con la guerra de reconquista ya lejos, va creando núcleos de protección real, dotándolos de fueros, leyes, mercado y gobierno. Aunque la carta-puebla se ha perdido, el concejo de Ribadesella fue creado oficialmente en 1270 por Alfonso X El Sabio, que ordenó reunir los territorios de Melorda y Leduas (Meluerda y Leces) y formar un solo alfoz que abarcara ambas márgenes del Sella, una unidad que se ha mantenido hasta hoy.


En los siglos XIV y XV la nobleza se crece, le disputa los privilegios a la corona y varias familias nobiliarias se hacen con la propiedad de los recursos económicos y de los cargos de gobierno de Ribadesella, hasta que a finales del siglo XV intervienen los Reyes Católicos y desalojan de la villa a los Condes de Luna, dándoles una fuerte suma de dinero y enviándolos fuera de Asturias. Lo mismo hicieron con Llanes, Cangas de Narcea y Tineo, por lo que Ribadesella y estas villas fueron llamadas desde entonces Las Cuatro Sacadas. Los principales recursos medievales tienen relación directa con el puerto, pues son el comercio marítimo, la importación de sal, la pesca del salmón en la ría, la pesca de bajura, la industria salazonera y la caza de la ballena. La industria ballenera tuvo gran importancia sobre todo en la Alta Edad Media, y hubo una factoría en la playa cuyos restos, conocidos como La Casa de las Ballenas, llegaron hasta el siglo XVIII. El topónimo La Atalaya, en la villa, también remite al pasado ballenero. La importación de sal, sujeta a monopolio y concesión real de alfolí, fue también un negocio rentable y codiciado por la nobleza, del que incluso sacaba beneficios la iglesia a través de un impuesto de 28 fanegas por barco descargado.


Fuente visitada.
www.ayto-ribadesella

lunes, 4 de agosto de 2014

CANDÁS - ANTIGUA INDUSTRIA CONSERVERA


En la 'Historia general de Candás y su concejo', su autor, David Pérez Sierra, señala que la actividad principal de Candás siempre fue la pesquera, «cuyo valor anual se calculaba en el siglo XIX en bastante más de un millón de pesetas, y la salazonera, que era su complemento con escabeches y otras preparaciones de pescado, la de conservas alimenticias, jabón, anzuelos, etcétera».


La industria candasina absorbió ingentes cantidades de pesca subastada en su puerto y en los de su alrededor, sobre todo de Gijón. Pérez Sierra llega a señalar que la cantidad adquirida en la villa de Carreño podría rondar los seis millones de kilos de pesca anuales.


 La industria conservera se inició con la sardina principalmente, aunque también con el congrio, el abadejo y el pulpo. Localidades como Candás no podrían explicar hoy su historia sin dedicar la mayor parte de sus capítulos a la industria conservera. La Invencible, Alfageme, Ojeda, La Flor, Mardomingo, Portanet, El Arca de Noé, La Estrella, Ortiz, Conservas Perán, Albo y Remo son nombres de marcas y empresas que permanecen en el imaginario popular al mismo nivel que la típica estampa de aquellas mujeres que, con el perenne cigarrillo en la boca, cosían en el muelle las redes de los barcos amarrados a puerto.


 Otro capítulo importante es el del empleo. En 1935 las plantillas de empresas como Albo, Herrero o Mardomingo, por seguir en Candás, superaban los 125 trabajadores. Alfageme, por ejemplo, contaba con 126 mujeres y 12 hombres para elaborar ese año 752.400 kilos, preparados casi en su totalidad en latería pequeña, hasta contabilizar 15.502 cajas.

 Fuente visitada. www.conservasenlata.com

miércoles, 16 de julio de 2014

LA CARBAYERA DE EL TRAGAMÓN (GIJÓN)


Este monumento natural, de unas 4 ha de superficie, está localizado al sur de la Universidad Laboral, en el concejo de Gijón, a orillas del arroyo de Peña Francia. Se encuentra fragmentado en dos sectores por una carretera local y el sector norte se haya incluido en los terrenos del Jardín Botánico Atlántico del Ayuntamiento de Gijón.


La Carbayera de El Tragamón es un excepcional conjunto de carbayos centenarios con estructura adehesada que crecen sobre una pradería. La especie arbórea dominante es el carbayo (Quercus robur), aunque existen ejemplares de rebollo (Q. pyrenaica) y castaño (Castanea sativa), a los que se añaden, en la parcela norte, arces (Acer pseudoplatanus), fresnos (Fraxinus excelsior) y laureles (Laurus nobilis).


A pesar de su reducido tamaño, esta carbayeda llama la atención por el gran número de aves que se pueden encontrar en su interior y en sus alrededores inmediatos, destacando entre ellas la presencia ocasional del pico menor (Dendrocopos minor). Entre los invertebrados destaca la presencia del ciervo volante (Lucanus cervus).


Los robles tienen un lugar predominante en los ritos colectivos de la sociedad tradicional asturiana cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos. Quercus robur es el drus de los griegos, el Quercus de los romanos, el kaer quez (bello árbol) de las culturas celtas, el cassanos de los galos y el carbayu de los asturianos.


Para todos ellos, el carbayo ha sido un árbol sagrado: los vasos de bronce colgados de las ramas del roble de Dodona transmitieron a los griegos las decisiones de Zeus, los carbayos consagrados a Júpiter recubrieron las siete colinas de Roma, los celtas utilizaron las hojas y muérdago del carbayo en sus ceremonias druídicas y los astures se alimentaron hasta época romana, tal y como relata Estrabón, de un amargo pan amasado con harina de bellotas.


Perdido su carácter mágico y alimenticio, el carbayo conserva no obstante una parte importante de su ritualidad. Grandes ejemplares de carbayo adornan aún los espacios públicos de las aldeas más antiguas y sirven de lugar de reunión, concejo y solaz. Para las comunidades locales, esos ejemplares tienen no ya el valor de lo monumental, sino el de lo sentimental e histórico.
  

 Fuente visitada. asturias.es