sábado, 30 de abril de 2011

EL ESCANCIADO DE LA SIDRA



Constantino Ovín, escanciador oficial del Festival de la sidra de Nava, publicó hace un par de años el "Decálogo del buen escanciador". Ovín es uno de los mayores expertos en escanciado de la región y está encargado de calificar el estilo de los concursantes en la prestigiosa prueba naveta. No hace muchos años era capaz de pasar el chorro de la botella de sidra por entre los huecos de las tablas de una silla de madera. Estos con los consejos que ofrece Constantino Ovín para convertirse en un avezado escanciador:

1.La postura será recta, sin ser rígida.
2.El brazo que sostenga la botella, estirado por encima de la cabeza.
3.El brazo que sostenga el vaso, estirado hacia abajo y al centro del cuerpo.
4.La botella, una vez inclinada para echar el "culete", se sujeta con los dedos índice, corazón y anular, por la parte de arriba, y con el meñique por el culo de la botella.
5.Los dedos que sujetan la botella no deben de rebasar la mitad de ésta en dirección al bocal.
6.El vaso se sujeta con los dedos pulgar e índice, con el corazón en el culo del vaso y el anular y el meñique recogidos sobre la palma de la mano.
7.El vaso no se debe mover del centro del cuerpo, lo que quiere decir que la sidra es la que debe buscar el vaso.
8.El corcho puede sujetarse con los dedos anular y meñique de la mano encargada de sujetar el vaso.
9.Al servir el vaso de sidra escanciada, si se retira el dedo pulgar del vaso, se facilita su recogida.
10.El escanciador siempre debe procurar que la sidra "espalme".


Expresiones que señalan algún juicio sobre la composición de la sidra o sus elementos.

•Abre bien. Dícese de la sidra que libera bien el dióxido de carbono al echarla, produciendo con facilidad una espuma igual, ni muy densa ni excesiva.

•Espalma bien. Se señala con la frase que la sidra pierde el gas y la espuma que se producen después de echada (espalmar) de acuerdo con un parámetro de tiempo (que no los pierda demasiado rápido ni demasiado lentamente) y de homogeneidad (que no queden restos de la espuma o del gas, que no los pierda desigualmente por zonas).

•Fai bon vasu.

•Fai revolguinos. Dícese de la sidra que provoca cosquillas en la boca por la abundancia de su dióxido de carbono.

•Faltay (equis) tiempu. Expresa el tiempo que falta a la sidra para llegar a su sazón de espicháu o embotelláu.

•Nun da la cara. Expresión con la que se manifiesta que una sidra tiene alguna imperfección advertible, pero difícilmente precisable o definible, esto es, que no sale fácilmente a la luz.

•Nun fervió. Dícese de la sidra que no ha fermentado bien.

•Nun ta tocada. Se dice de la sidra natural que no tiene química.

•Pega al vasu. (Véase el vocablo pegue).

•Rasca un pocu. Dice de la sidra que irrita la garganta debido a un exceso de ácido acético.

•Ta ablanao. Predícase de la sidra que tiene un retrogusto como a avellanas tostadas.

•Ta adelantao. Dícese de la sidra que comienza a avinagrarse. // 2. Dícese de la sidra que se avinagra antes de tiempo.

•Ta amante. Dícese de la sidra de paladar grato.

•Ta avinagrao, ta pa lechuga, ta escabechao. Las tres expresiones indican el avinagramiento de la sidra.

•Ta axiblatao. Dícese de la sidra que, al abrir, mete ruido —xibla— por un exceso en su dióxido de carbono.

•Ta baxo de color. La que tiene poco color o lo tiene blanquecino.

•Ta del tiempu. Refiérese a la sidra que está a temperatura ambiente.

•Ta desvanecío. Predícase de la sidra que no tiene dióxido de carbono o lo tiene muy escaso.

•Ta duro. La que empieza a avinagrarse.

•Ta dulzono. De sabor dulzón.

•Ta encabezao. Sidra a la que se han incorporado alcoholes para mejorar su graduación o para modificar alguna otra de sus cualidades.

•Ta floxo. Sidra insípida o de poca graduación.

•Ta fresco.

•Ta llandio. Dícese de la sidra insulsa o dulce, que no adquiere su punto de paladar por no haber acabado cumplidamente el proceso de fermentación.

•Ta mal echao.

•Ta mal encantelada. Dícese de la sidra avinagrada, por ironía, fingiendo que el defecto se debe a que el tonel tenía les dueles —tablas curvas que forman las paredes de toneles y pipas— mal apretadas, y que, en consecuencia, la sidra posee un exceso de acético.

•Ta muerto.

•Ta muy fecho.

•Ta muy frío.

•Ta pa corchar. Dícese de la sidra que ya está a punto para embotellar.

•Ta tienro o tierno.

•Ta volador. Dícese de la sidra que tiene una grandísima cantidad de dióxido de carbono, que se abre con una gran explosión, y cuyo corcho salta lejos impulsado por el gas.

•Tien agridulce.

•Tien agrín.

•Tien aguya. «Aguya»: burbujas que forma el dióxido de carbono en la sidra, cuando es excesivo y tiene un fluido continuo, produciendo una cierta excitación del paladar.

•Tien color. Se dice de la sidra que no tiene bajo el color, que no está ablanquiñada.

•Tien espoleta. Cualidad de la sidra por la que, debido a tener un exceso de dióxido de carbono, su abrir es excesivo y la desaparición del gas se produce de forma súbita y ruidosa.

•Tien estrellín. «Estrellín», masculino dialectal de «estrella», figura con forma de zigzag o estrella, que algunas sidras dibujan al espalmar.

•Tien estrucipié. «Estrucipié», masculino dialectal de «torcipié» —m. mosto obtenido en las últimas prensas de una llagarada, por lo que es más amargo, al haber comenzado su fermentación dentro de la prensa. // 2. adj. Dícese de la sidra con la que se ha mezclado torcipié, a fin de transmitirle determinadas cualidades.

•Tien mal corchu. Dícese de la sidra que tiene tastu porque un corcho poroso ha permitido el contacto del líquido con el aire, y, por tanto, ha puesto en marcha los procesos químicos que perturban la bebida.

•Tien mucha química. Dícese de la sidra en la que se advierte la presencia de aditivos externos al proceso natural de fermentación y conservación de la misma, los cuales, por tanto, condicionan negativamente sus propiedades organolépticas o su actividad en el cuerpo del degustador.

•Tien poca grasa. La que tiene poco pegue. También aquella a la que se le ha echado grasa o jabón al agua de lavar el vaso o al bocal, para que, al aumentar la tensión superficial, mantenga por más tiempo la espuma del dióxido de carbono. La expresión indicaría que aún no se le había echado la suficiente grasa (o jabón) para que no se desvaneciese.

•Tien secante. Cualidad de la sidra, estimada como positiva, por la que realiza un efecto astringente o secante sobre las papilas gustativas.

•Tien tastu.

•Tien turrín. «Turrín»: paladar de la sidra que recuerda al de las avellanas tostadas.

•Tien un pelín (de daqué, de algo). Expresa una apreciación sobre alguna propiedad difícilmente definible, o escasamente perceptible, de la sidra.

•Ye barrigono. Se califica de barrigona a la sidra que se orina con dificultad, y, por consiguiente, al ser retenida, tiende a hinchar la barriga.

•Ye de muyerines. Dícese de la sidra floja, con poca graduación y sabor.

•Ye del sapu. Dícese de la sidra hecha con las primeras manzanas de la temporada, cogidas del suelo y muy verdes (sidra del sapu), con lo que generalmente se produce una sidra turbia, amarga y de mal espalme. // En general, dicho de la sidra mala y ácida.

•Ye fino.

•Ye gordo.

•Ye nuevo. Predícase de la sidra de la última cosecha.

•Ye sidre fema. Sidra con poco ácido acético.

•Ye sidra macho. «Machu»: sidra con gran cantidad de acidez volátil.

•Ye sidrina. Expresión con que se designa la sidra floja, de escasa graduación alcohólica o sabor poco pronunciado.

•Ye vieyo. Dícese de la sidra de una cosecha anterior a la última.

•Ye xampán francés. Dícese de la sidra con mucho gas, como la de volador.

"Expresiones que señalan un juicio negativo sobre la calidad de la sidra"-

•¡Pa la fábrica! Se predica de sidras malas, a las que se desea el reenvío al cementerio de las champanizadoras o de las fábricas de vinagre.

•¡Tira p'atrás!

•Ye de fondones. Expresa hiperbólicamente que la sidra de una botella o barrica está hecha de mezclas de sobrantes (fondones) de botellas.

•Ye de ñisu (o de piescu). Expresión hiperbólica para significar que la sidra es extremadamente mala, pues —se vitupera— ni siquiera estaría fabricada con pomas, sino con otros frutos.

•Ye puxarra. Indica que es puxarra o magaya, esto es, que está hecha con los residuos de prensado. De mala calidad.



Fuente:
Xuan Xosé Sánchez Vicente, «Vocabulario de la manzana y de la sidra», en Sidra y Manzana de Asturias, pp. 177-196, Editorial Prensa Asturiana, S.A./La Nueva España, Oviedo.

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jueves, 28 de abril de 2011

LOS MOLINOS ASTURIANOS


Asturias es una región con abundancia de precipitaciones, además de una orografía abrupta con importantes cadenas montañosas próximas a la costa, dando lugar a múltiples cauces de pequeños ríos, que en cortos trayectos vierten sus aguas al Cantábrico. Las precipitaciones en forma de nieve del largo invierno y las bajas temperaturas hacen de la cordillera cantábrica un importante almacén de agua que regará los valles por medio de ríos y regatos durante los periodos de primavera y estío, por lo que estos cauces, aunque
con oscilaciones, son bastante constantes todo el año.

En estas condiciones no es de extrañar que sea Asturias una región en la que los ingenios hidráulicos proliferen desde tiempos muy remotos. Se trata de maquinas movidas por la fuerza del agua que desempeñan muy variadas funciones: mazos o pilones que en las ferrerías golpean el hierro candente para
darle la forma deseada, trillones o batanes que mazan el tejido de lana, piedras de afilar, y ya en tiempos mucho más recientes centrales hidroeléctricas. Pero entre todos los ingenios que precisan el agua como fuerza motriz, es el molino el que más abunda.

Los molinos que hoy en día se conservan en Asturias tienen un origen difícil de precisar, pues de muy pocos se conoce su fecha de construcción. Es de suponer que una buena parte de ellos hayan sido construidos en el siglo XVII debido a la aparición en Asturias del cultivo del maíz, que rápidamente se
generaliza y ocupa un lugar importante dentro del sistema productivo del campo asturiano.
En todo caso cuando a los pocos molineros que quedan se les pregunta por la antigüedad de su molino la respuesta es bastante común: "ye mui vieyu... equí ya molió mio güelu y paezmi que tamién so padre... tien munchísimos años". Sólo los que se construyen a finales del siglo XIX y principios del XX aportan datos precisos sobre la fecha.

Podemos afirmar que hasta bien entrado el presente siglo eran miles los molinos que funcionaban en Asturias. La casi totalidad empleaban el sistema de rodezno y podían tener entre uno y seis molares.

Encuentro con el molín.
Siguiendo el cauce de cualquiera de nuestros ríos o riegas, allí donde encontramos el agua remansada por una presa y siguiendo la estrecha canal que se deriva, en parajes frondosos, poblados de manzanos, alisos, fresnos, cerezos y avellanos, allí donde el rumor del agua invita a ayalgas, xanas y
espumeros, se encuentran los molinos. Son espacios un poco míticos, de los que surge su estructura pétrea y centenaria entre una naturaleza rebosante de agua y vegetación.

El molino tiene un encanto especial para los que, cuando llevábamos la saca con el maíz a moler, recordamos el rumor del agua al acercarnos, el ruido sordo y monótono de las muelas al girar triturando el grano entre ellas, el agradable calor que hacía en la sala del molino propiciado por el rozamiento de las muelas, la atmósfera densa del polvillo de harina en suspensión que se anclaba en las telas de araña – siempre beneficiosas ya que las arañas se comen las mariposas de la polilla que ataca al grano - y siempre una sensación de tranquilidad que da un lugar por el que han pasado muchos años y donde unas ruedas giran incansablemente día tras día.

El "molín" nos ofrece siempre una estampa de gran belleza no sólo por su entorno sino también por su forma. Una pequeña construcción aprovechando un desnivel del terreno, por lo general de una planta, en la que entra el agua por la parte alta -el cubo- y sale por la parte inferior, abierta muchas veces en forma de arco de piedra -el infierno-.
Es frecuente que utilizando un mismo cauce de río o regato se hallen varios molinos, en ocasiones muy cerca unos de otros. En algunos casos el mismo estanco recoge el agua del cauce del río para derivarlo hacia un molino, y el agua que sale de este se canaliza hacia un segundo molino, dándole dos usos a un mismo caudal antes de revertirlo al río.

En el exterior encontramos la conducción de agua hasta el molino. A veces, sobre todo en pequeños regatos, el molino se halla muy cerca del cauce de agua, pero por lo general suele estar a una distancia considerable del río que le suministra. La causa de esta separación del cauce es evitar las posibles
inundaciones que se podrían producir con las crecidas del río, muy frecuentes en una región de abundantes lluvias a las que se suman en ocasiones los deshielos de las altas cumbres de la cordillera. Aún así hay datos que informan de "riadas" que afectaron a algunos molinos, tal es el caso del molín de Corao que hubo de ser reconstruido en 1828 al verse parcialmente destruido por una de esas "riadas", llegando el agua a cubrir las muelas en la sala del molino.

El agua del río o regato es remansada en el estancu que es una pequeña presa con el fin de desviarla hacia el molino. Del estancu arranca la canal que conduce el agua hasta el molino. Esta conducción, que suele ser realizada con muro de piedra y puede llegar a tener un km. de longitud, avanza en ligera pendiente de modo que al llegar al molino alcance una altura de, al menos, dos o tres metros por encima del rodezno.De este modo es frecuente encontrar una especie de muro que sobresale por encima del tejado del molino: es la parte final de la canal que termina en un depósito tronco piramidal - cubo - , aunque en algún caso puede ser tronco cónico, y que almacena una considerable cantidad de agua que saldrá dirigida hacia el rodezno.
Una de las tareas frecuentes que debe realizar el molinero es la limpieza periódica de la canal y el estanco, debido a la maleza, hojas y ramas que se almacenan en la misma, y que pueden obstruir el paso del agua.

El molinero realiza constantes tareas alrededor de su molino. Arranca el molino tirando de la paradoria. Cargará de maíz, trigo, escanda o cebada la tremoria. Regulará la inclinación de la canalexa, para controlar la cantidad de grano que caerá en el güeyu de la muela. Con el aliviu elevará más o menos la volandera, regulando la aproximación entre las muelas, y consiguiendo darle a la harina mayor o menor finura. Recogerá la harina caída en el banzal para echarla en el saco y maquilará la parte que le corresponda por su trabajo.
En ocasiones, cuando la molienda es para consumo humano, peñerará la harina con el cedazo, separándola del salváu.

El molinero se siente orgulloso de su molino; tenga uno o varios molares, siempre hay uno que "da muy buena harina". Cuando la molienda es para hacer torta o boroña el molinero se esmera, muele despacio, con poca agua y aproxima bien las muelas, para que la harina salga fina
.
El molín como centro de reunión.
Cada vez que había que amasar en la casa, lo que se solía hacer cada cinco o seis días, era preciso ir al molín, que se convierte así en un lugar donde acudían periódicamente una parte de los lugareños. El tiempo de espera de aquel o aquella que llevaba el grano a moler era aprovechado en muchos casos para realizar transacciones, enterarse de lo acontecido en lugares vecinos o realizar cortejos cuando la ocasión lo propiciaba.

Los molinos no son casas
porque están por los regueros,
son cuartitos retirados
para los mozos solteros.

Esta liberalidad amorosa del molino fue mal vista y duramente criticada por algún clérigo de la época. Fray Toribio de Pumarada y Toyos, en 1712, amenazaba a sus feligreses desde el púlpito con alguna frase como la que sigue: "Dormir al molino, como a casa del diablo". Quizás esta imprecación haya originado la denominación de infiernu asignada a la parte inferior del molino.

De los miles de molinos que funcionaron en Asturias hace algunos años, sólo unos cientos son los que hoy se encuentran en uso.
Muchos de los molinos, al dejar de ser rentables por la falta de trabajo, han sido abandonados a su suerte, y se han convertido poco a poco en ruinas invadidas por la maleza, fundiéndose con la naturaleza que les rodea hasta su total desaparición. Algunos otros han sido reconvertidos, dedicándolos a
Funciones diversas: pajares o almacenes, y cuando se encuentran integrados dentro de la propia vivienda pasan a constituir una pieza más de la casa.
Ha habido algunos de gran envergadura, que por su capacidad de estanco y presa, han sido adquiridos por empresas eléctricas o particulares para transformarlos en pequeñas centrales eléctricas.

Algunos se mantienen en funcionamiento por el tesón y la añoranza de los viejos molineros y molineras, que a pesar de su escaso rendimiento y de las duras tareas de mantenimiento, se resisten a abandonar un ingenio hidráulico que han conocido desde su infancia, que ha sido un soporte más de su
economía, al igual que de la de sus padres y de los padres de sus padres, hasta no recordar quién ni cuándo se molió el primer grano de trigo o escanda entre sus piedras centenarias.

En otros casos se mantienen en funcionamiento para el uso exclusivo de sus propietarios. Y también funcionan algunos molinos que, dada su capacidad, muelen cebada y maíz para la elaboración de piensos.

A todos los molineros y molineras que han sabido y han querido mantener estas reliquias, debemos darles las gracias. Gracias por permitirnos ver hoy en uso un sistema que, sin apenas cambios, ha funcionado del mismo modo desde hace siglos.
Pero con los viejos molineros desaparecerán sin duda los pocos que se mantienen hoy en funcionamiento. Los actuales son los últimos molineros, pues será difícil que las generaciones futuras, sin la motivación que da la añoranza, mantengan una actividad escasamente rentable en un mundo en el que el
económico es un aspecto primordial.

Asturias es, a pesar de todo, uno de los reductos en donde se mantienen, en muy buen estado de conservación y uso, un número nada despreciable de molinos de agua, siendo este un capital que deberíamos saber mantener.
Los molinos de agua necesitan ayuda y protección, y en ello deberían implicarse la Administración regional, las entidades locales y todo tipo de asociaciones y personas que sientan el molino como algo entrañable, mítico y que de algún modo nos acerca a nuestras raíces.

abamia.net

miércoles, 27 de abril de 2011

LOS ASTURIANOS EN LA COCINA 1800-1965


Esta exposición presenta la vida de los asturianos y su evolución en los dos últimos siglos a través del espacio más relevante de la casa: la cocina.

La cocina era un espacio esencialmente femenino, en el que transcurría gran parte de la vida doméstica. En ella se preparaba la comida, se elaboraba la matanza, el pan y la manteca, se conservaban los alimentos, se comía y bebía, se confeccionaba la ropa, se lavaba y se planchaba, se calentaba y aseaba la familia, se contaban cuentos e historias, se criaba a los niños, se oía la radio, se rezaba, se dormía y se moría.

Se divide en tres partes que corresponden a tres épocas y modos de vida diferentes. En la primera, entre 1800-1860, la cocina es de fuego bajo y leña, la vida predominante es la rural y la sociedad está dividida en campesinos, que viven en casas terrenas, y señores, que son los propietarios de la tierra y viven en casonas y palacios. La segunda, entre 1880 y 1936, es la época de la industrialización de Asturias, y en las casas de obreros y burgueses se impone la cocina económica de hierro fundido y carbón, así como otros muchos utensilios producidos en las nuevas fábricas de loza, cristal, fundición, etc. La tercera, entre 1950 y 1960, es la del desarrollismo franquista y la aparición la clase media, en la que el hogar soñado tiene cocina de gas y electrodomésticos como la lavadora, la nevera y la túrmix.
En definitiva, la cocina y el ajuar doméstico cuentan muchas cosas acerca de los asturianos: su actividad económica, sus gustos e intereses, sus cambios en la alimentación, sus diferencias sociales y su modo de afrontar la vida.

La vida doméstica en Asturias, 1800-1860
Campesinos y señores
Una vieja sociedad rural-

En este periodo, Asturias era una región eminentemente rural en la que la mayoría de sus habitantes eran campesinos pobres y artesanos, que trabajaban tierras pertenecientes a unos pocos señores. Las hambrunas ocasionadas por la pobreza y las malas cosechas causaban la muerte a miles de personas. Era frecuente la emigración de los jóvenes a Madrid, y desde 1850 a América. El comercio de ropas, ganado y algunos excedentes del campo se hacía en los mercados semanales y en las ferias. Había muy pocas tiendas estables y no existía una red de carreteras.
La mayor parte de los campesinos vivía en casas de planta baja, en las que la cocina y la cuadra eran los espacios principales y de mayor tamaño. En estas casas había muy pocos muebles. Los campesinos acomodados vivían en casas altas de corredor. Los señores residían en casonas y los más nobles en palacios con muchas dependencias y muchos muebles.

Las cocinas-
El hogar de los campesinos se atizaba en el suelo con leña. No había chimenea y el humo lo inundaba todo, con él se ahumaba la matanza, se secaban las castañas, etc. Los muebles eran escasos: un escaño alrededor del fuego para sentarse y dormir, un vasar para platos, escudillas y cubiertos, unos tayuelos para sentarse, una masera para hacer el pan y un coladero para lavar la ropa. Las cocinas de los señores eran similares, pero de mayor tamaño y tenían una campana para expulsar el humo por una chimenea. Para colocar los recipientes de cocinar había calamiyeres, trébedes, morillos y arrimapucheros de barro o hierro. Todas las cocinas tenían horno para cocer el pan.
Para cocinar, se empleaban calderas de cobre, y pucheros y cazuelas de barro, a los que se sumaron a comienzos del siglo XIX los potes de hierro fundido. La conservación de alimentos era una tarea que cada casa tenía que solventar por sí misma, pues todos los alimentos eran perecederos y no había un mercado surtido al que recurrir para comprarlos. Para guardar algunos alimentos se empleaban recipientes de madera y cerámica, así como arcas, etc.
Para comer había una gran diferencia entre la vajilla de los campesinos y los señores. Los primeros comían en escudillas de madera y barro, y su único cubierto era la cuchara de madera; para beber empleaban el canxilón, vasos de asta o jarras de barro. Los campesinos más acomodados tenían loza de El Rayu fabricada artesanalmente en el concejo de Siero. Los señores utilizaban lujosas vajillas de plata y de loza industrial de Sargadelos (Galicia) o Bristol (Inglaterra), cubiertos de plata, y vasos y copas de cristal de la Real Fábrica de La Granja (Segovia) o de La Industria, fábrica establecida en Gijón en 1844.

La vida doméstica en Asturias, 1880-1936
Obreros y burgueses

Una nueva sociedad urbana e industrial-
La llegada del ferrocarril de León en 1884, la mejora de los puertos de mar y la apertura de carreteras, la expansión de la minería del carbón y la industria, y la especialización ganadera en el campo cambiaron considerablemente el paisaje de Asturias y su sociedad. Las villas y ciudades comienzan a crecer. A estas poblaciones llega el alumbrado público y el alcantarillado, y a las casas de la burguesía el agua corriente y la electricidad. Se instalan las primeras tiendas de telas, ropas, ultramarinos y ferretería, y en las ciudades se construyen grandes mercados de hierro y cristal, que facilitan el suministro de alimentos a la población. La mortalidad infantil desciende y son frecuentes las familias con muchos hijos. La burguesía y los obreros son las nuevas clases sociales, y con ellas llegan los casinos, los sindicatos, la prensa, etc.

Los obreros tienen grandes problemas para conseguir una vivienda asequible y para ellos se construirán alojamientos formados por pequeñas viviendas de entre 20 y 40 m2, como las ciudadelas o barrios ocultos formados por casas de planta baja, los cuarteles y los poblados de viviendas unifamiliares; en general, sus condiciones de habitabilidad eran pésimas. Frente a éstos, la burguesía y los indianos enriquecidos en América viven en pisos amplios y luminosos, y en chalés que muestran la riqueza de sus propietarios. En estas viviendas hay piezas nuevas, como los comedores, las salas de estar y las galerías acristaladas, y en ellas aparecen los primeros baños con azulejos y sanitarios importados de Francia e Inglaterra.

Las cocinas-
Las cocinas de los obreros eran muy pequeñas, carecían de ventanas y agua corriente. El fogón era de albañilería y sólo tenía el frente y la chapa superior de hierro; se atizaba con carbón de hulla. El utillaje de cocina era muy reducido.
La cocina burguesa era muy diferente a la de las casonas o palacios. Es más pequeña, el fuego se hace en una cocina de hierro fundido en la que se quema hulla y también en hornillos de gas de alumbrado. Los utensilios para cocinar son de cobre estañado y de hierro fundido, tienen formas nuevas y a menudo fueron importados de Francia e Inglaterra.
Para comer y beber, se generalizan las vajillas de loza fabricadas en La Asturiana, Gijón, establecida en 1876 y en San Claudio, Oviedo, fundada en 1901, así como los vasos y copas de cristal y vidrio de La Industria, de Gijón. Entre los obreros, será muy común el uso de platos, vasos y fuentes de hierro esmaltado que fabrica desde fines del siglo XIX la fundición Laviada y Cª, de Gijón.

La vida doméstica en Asturias, 1950-1965
Productores y clase media
Entre la autarquía y el desarrollismo-

Los años cincuenta y sesenta fueron un periodo de grandes cambios económicos y sociales. Se acaba el hambre que trajo la Guerra Civil y la postguerra, y a partir de 1959 el régimen de Franco afronta la industrialización del país. En Asturias, la iniciativa estatal favorece las industrias minera y siderúrgica con la creación en 1951 de la Empresa Nacional Siderúrgica (ENSIDESA), en Avilés. Comienza el abandono del campo, cuyos habitantes emigran a las ciudades españolas y a Bélgica, Suiza o Alemania, como mano de obra barata. Las ciudades asturianas crecen considerablemente con la llegada de emigrantes. Junto a esta nueva masa de trabajadores, surge una clase media integrada por profesionales, pequeños empresarios y funcionarios.

La escasez de viviendas obligó al Estado a una masiva construcción de casas baratas de protección oficial, levantadas en barriadas a las afueras de las ciudades. También las empresas mineras y las nuevas industrias promoverán la edificación de barrios enteros para sus trabajadores. Estas casas tendrán cuarto de baño y agua corriente, algo nuevo en las viviendas obreras. Sin embargo, su escasez obligará a muchos de estos emigrantes a vivir en barrios de chabolas.

La clase media se concentrará en el centro de las ciudades y en las afueras en bloques construidos para ella; son casas de cierta altura, con pisos provistos de calefacción central, ascensor y habitación para el servicio.
Las cocinas
El fogón de las clases populares seguirá siendo la cocina económica de carbón, con la que se calienta el agua para asearse en un tambor o termosifón. Para cocinar se emplean ollas y pucheros de hierro esmaltado. Muchos recipientes son de plástico.
La cocina de la clase media incorpora grandes novedades: paredes alicatadas hasta el techo, suelos de loseta o sintasol, mesetas de mármol, y armarios de formica o de madera pintada de blanco, en los que se guardan todos los utensilios de la cocina. Los fogones son de gas en las ciudades y de butano en las villas. Para cocinar se utilizan baterías de aluminio. Empiezan a generalizarse los electrodomésticos, como la túrmix y la nevera, que supondrán un cambio fundamental en los hábitos alimenticios de los asturianos.
Para comer y beber seguirán utilizándose las vajillas de loza de fabricación asturiana, a las que se suman a partir de 1960 las vajillas de vidrio de Duralex, que se emplearán masivamente en las casas de todas las clases sociales.

museos.gijon.es

martes, 26 de abril de 2011

RECLUTAMIENTO MILITAR EN ASTURIAS


Otra de las razones que obligaba al asturiano a emigrar era el servicio militar, el sistema de reclutamiento era de tiempos de Carlos III y consistía en tomar a un mozo de cada cinco de reemplazo (de ahí que se les defina con la palabra "quintos" a los reclutas) quedando así vinculado a la tropa por un periodo de ocho años, aunque por diversas causas económicas del estado español en aquellos tiempos, se llegaron a conceder licencias temporales (preferentemente durante las cosechas). El sistema de "quintos" fue muy contestado (motín 1773 Barcelona) y también fue rechazado por algunas localidades como Madrid, así como también por profesiones como licenciados, clérigos, maestros de escuela, etc.; el sorteo no se hacía con rigor y el quinto sorteado era sustituido por un pobre o vagabundo, si el médico no lo declaraba incapacitado. Esto dio lugar a que los más desamparados o sin influencia alguna fuesen al servicio militar. En 1717 una Real Cédula dio lugar a que se recogieran los vagabundos y holgazanes e ingresaran en el ejercito, en 1775 Carlos III ordenó que anualmente se hiciese una leva en Madrid y en todos los pueblos grandes para la recogida de vagabundos, ociosos y mal entretenidos. A los tres días, si no podían justificar ocupación, tenían entre 17 y 36 años y sin impedimento físico, quedaban sujetos al servicio de las armas.
Posteriormente en 1837 quedó establecido que se podía sustituir la obligación militar por una cantidad de dinero, siendo fijada en 1885, en seis mil reales (1500 ptas.) para los destinos peninsulares y en ocho mil reales (2000 ptas.) para los destinos de ultramar; estas cantidades estaban muy por encima de las posibilidades de los campesinos asturianos.

Hay que destacar que surgieron compañías de seguros que cubrían este aspecto (pagando a partir del nacimiento del niño) pero su campo de acción estaba más bien en la ciudad, siendo escaso en el ámbito rural.

En el año 1885 también se estableció que la duración del servicio militar se fijara en doce años, desde la entrada en la caja de reclutas hasta el término de la segunda reserva. También se crea la figura del sustituto, otra de las posibilidades de librarse del servicio militar; los quintos destinados en ultramar podían buscarse un sustituto, que debería ser de la misma zona, soltero o viudo sin hijos y sin sobrepasar los treinta y cinco años. Esto dio lugar a que los dueños de las caserías llegaran a amenazar a sus inquilinos con perder la casería que tenían en régimen de alquiler si uno de sus hijos no hacía el servicio militar en sustitución de un hijo del dueño de las fincas. Estas reglamentaciones siguieron en vigor hasta 1912 en que se suprimieron y aparecieron otras formas del servicio militar.

Esta larga duración era suficiente para animar a la emigración, pero a esto se añadían las guerras (Cuba, Filipinas, carlistas en España y otras guerras coloniales, sobre todo Marruecos que fue la que más alto grado de emigración produjo). Esta emigración llegó a ser tan alta que en el sorteo de quintos en 1892 había un 78% de ausentes en el municipio de Soto del Barco.

En el periodo de 1915 a 1920 en Asturias se llegó al mayor número de prófugos (exceptuando Canarias) llegando a ser más del doble de la media nacional. El emigrante no manifestaba que su viaje era una forma de evadirse de la "quinta" (ni en el momento de la partida ni tampoco después, para no ser tachado de mal patriota).

Económicos y de población-

Es de tener en cuenta también los factores económicos; con la desamortización de Mendizábal se agrava la situación de los campesinos, al elevar los propietarios las rentas de las caserías, forzando a los campesinos a emigrar, a la vez que impedía también el que los colonos pudieran acometer mejoras en la explotación. El periódico "El Carbayón" el 13 de enero de 1881 escribía "Denles (a los labradores) tierra fértil que cultivar y arrendamientos ventajosos, más estimación y menos desdén, alívienlos de los impuestos y disminuyan el precio del arriendo; entonces la emigración disminuirá, porque nadie va a buscar lejos lo que puede hallar en su hogar".

También el factor poblacional es de tener en cuenta, ya que en la segunda mitad del siglo XIX las altas tasas de fertilidad alcanzadas no permitían ofrecer tierras a los hijos a través de nuevas particiones de caserías por alcanzar estas una extensión mínima. Esto añadido a la elevación de las rentas y de los impuestos forma otro pilar fundamental como causa de emigración.

el-caminoreal.com

lunes, 25 de abril de 2011

EL BOSQUE ASTURIANO


Aspectos generales.-
El monte, que en el lenguaje de los campesinos asturianos es sinónimo de bosque, ocupa unas 700.000 hectáreas de las poco más de un millón que constituyen el total de la superficie de la región. Pero un tercio de esa superficie se encuentra sin plantar. De las especies, las más abundantes son el castaño y el eucalipto, con 70.000 hectáreas cada una. Los hayedos ocupan 56.000 hectáreas. La especie quercus (carbayo, roble albar, rebollo y encina), unas 43.000. El abedul crece en una superficie de 17.000 hectáreas.

De los frutales, el manzano es el más ampliamente representado. El pino y, sobre todo, el eucalipto, tienen una fuerte presencia en la franja del territorio más próxima a la costa. El castaño y el roble están asentados en los valles interiores. Y los hayedos colonizan las zonas altas próximas a la cordillera.
La mayoría de los hayedos, entre ellos algunos tan extensos como los bosques de Peloño y Redes, se encuentran en zonas de alta protección medioambiental. Lo mismo ocurre con algunos grandes robledales, como Muniellos.
Unas 285.000 hectáreas del monte asturiano son de propiedad privada, por lo general, minifundista, y unas 165.000, de propiedad pública. De todas ellas,
unas 300.000 son monte comunal, con la peculiaridad de que coexisten básicamente dos regímenes: en el Occidente de la región predominan los montes vecinales en mano común mientras que en el Centro y en el Oriente lo habitual es que los montes comunales sean de propiedad municipal.

Producción.-
El bosque asturiano produce entre 700.000 y 900.000 toneladas de madera
al año, de las que 650.000-750.000 corresponden al eucalipto, de 100.000 a 150.000, al pino y 50.000 al castaño. 220 empresas trabajan en el sector, ya sea en trabajos propiamente forestales, en industrias dedicadas a la primera transformación de la madera o en fábricas de muebles o similares Entre todas dan empleo a algo más de 2.000 personas.

La polémica del eucalipto.-
La alarma sobre la excesiva proliferación del eucalipto no es exclusiva de Asturias, pero está ya tan arraigada como este árbol que llegó en el siglo
XIX como especie ornamental y que se extendió de forma extraordinaria a partir de la segunda mitad del siglo XX, a favor de las excepcionales condiciones climáticas que le ofrece Asturias, contribuyendo a cambiar –en general, deteriorándolo--, el paisaje de amplias zonas de la región.
Los ecologistas han contribuido a sensibilizar a la población sobre sus efectos perniciosos.
Pero las críticas han surgido también de otros ámbitos. Así, Gonzalo Anes, director general de la Academia de la Historia y uno de los más destacados
historiadores de la agricultura española, mantiene desde hace tiempo una posición radicalmente contraria a la proliferación de este cultivo, que ha llegado a calificar como “el cáncer de la flora y la fauna asturiana”, al tiempo que asegura que sólo es rentable en la primera corta y que tiene alternativas claramente favorables como el manzano, el cerezo maderero y el nogal americano.
Desde el ámbito de las empresas del sector forestal se quita dramatismo a la proliferación del eucalipto –el árbol que, con notable diferencia sobre los demás, produce más madera en Asturias-- con el argumento de que aquélla está ya doblemente limitada. Por una parte, por la normativa del Principado, que exige la obtención de permiso para poder plantar. Y, por otra, la inviabilidad del propio árbol en altitudes superiores a los 400 metros.

Eucalipto y castaño, productos estrella.-
El eucalipto proporciona, con gran diferencia, la mayor cantidad de madera que se obtiene en Asturias. Contestado socialmente, ha consolidado una gran importancia económica, derivada de su excepcional adaptación a las condiciones climáticas de Asturias, que permiten que su ciclo de desarrollo se reduzca a quince años.

Desde el punto de vista de la calidad, el principal activo del bosque asturiano es el castaño. Asturias produce el 75% del castaño español y España es el primer productor de Europa. Se trata de una madera muy estimada, con gran prestigio en el mercado internacional, en el que, por su durabilidad y belleza logra mayor valoración que el iroko o el roble americano. Se adapta a todos los usos, tanto para la construcción como para la industria del mueble. Pese a ello, es un árbol poco cuidado en Asturias. Su estado fitosanitario es preocupante, por la proliferación de enfermedades, como el chancro, que comprometen su futuro.

Aprovechamiento de los frutos del bosque.-
En Asturias, al contrario de lo que ocurre en otras regiones, no hay datos estadísticos sobre la producción de frutos del bosque. Sencillamente, no se les reconoce valor. De ser, en tiempos no muy lejanos, un componente esencial de la dieta de los asturianos la castaña ha pasado a convertirse en un producto sin
interés económico, cuando es susceptible de ser consumida en fresco o, sobre todo, de ser utilizada como materia prima para productos de repostería con gran valor añadido, como el marrón glasé. El abandono del castaño como frutal –por ejemplo, hace ya mucho tiempo que ha dejado de injertarse-- se está traduciendo en la pérdida de clases de castañas y, en general, en la degeneración del fruto. La avellana es otro fruto, muy abundante, que se da de forma espontánea y apenas se recoge.
compromisoasturiasxxi.es

domingo, 24 de abril de 2011

LOS HÓRREOS


Los horrea publica formaban parte del sistema público de abasto de las ciudades de la Antigua Roma y de la administración fiscal del Imperio. Se empleaban tanto para la recaudación de impuestos como para la conservación de los bienes que no se consideraban a seguro en las casas, o horreaticus. Estaban bajo supervisión de un funcionario responsable llamado horrearius.
Sin embargo otros autores consideran que el actual hórreo deriva de un órreo prerromano presente en la toponimia y en la hidronimia, y que ya tendría el significado de silo para el grano.

Ya en 1695, en Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias, el padre Luis Alfonso de Carvallo menciona «graneros, que llaman orrios, hechos de barretones, texidos con varas, tan firmes, y seguras, que aunque están encima de cuatro palos, expuestos a los ayres, y tempestades, y cargados de pan, y otras cosas, lo sufren todo». La primera descripción detallada de un hórreo asturiano es la hecha por Jovellanos en 1792, con la enumeración de las partes que lo componen y una explicación de la manera de construirlo hecha por el propio artesano. En 1895 el naturalista alemán Hans Friedrich Gadow expuso en su obra In northern Spain la teoría de que el hórreo fue introducido por los suevos en la baja Edad Media, teoría que cuenta con bastante apoyo en la actualidad. Posteriormente, en su Monografía de Asturias de 1899, el asturiano Félix de Aramburu expresó la teoría de que el origen del hórreo estaba en los palafitos, cabañas prehistóricas construidas sobre palos de madera.

El hórreo fue una construcción auxiliar indispensable en la vida campesina del norte húmedo peninsular y en pleno uso hasta la llegada de la crisis del sistema agrario tradicional. Su buena adecuación a unas necesidades climáticas muy específicas hizo que fuera adoptado en áreas muy diferentes del norte húmedo, con ciertas adaptaciones formales según las zonas.
De este modo, aunque bajo diferentes denominaciones y tipologías, encontramos hórreos en Galicia, norte de Portugal, Asturias, provincia de León, Cantabria, País Vasco y Navarra. Se estima que se conservan en Galicia unos 30 000 hórreos, unos 10 000 en Asturias, unos 400 en León, unos 30 en Cantabria, unos 20 en Navarra y cantidades casi testimoniales en el País Vasco, además de un número indeterminado de espigueiros en Portugal y de una cantidad también desconocida de cabazos móviles vegetales en Galicia.

Hórreo asturiano-
En Asturias se distinguen dos tipos. El más extendido de ellos, el hórreo, es un edificio de planta cuadrada que consta de una cámara de madera, muchas veces con corredor, que se sostiene sobre cuatro pies, o pegollos. En asturiano se denomina hórrio, horru u horro. En Asturias el uso del hórreo fue exclusivo de las clases más acomodadas, pero proliferó a partir de la época renacentista, debido al aumento de la producción de la tierra. El otro tipo es la panera. Los primeros documentos sobre ellas son de la segunda mitad del siglo XVI, siendo su desarrollo en el siglo XVII, favorecido por la difusión del maíz. La panera es una evolución del hórreo, cuya planta aumenta de tamaño y longitudinalmente hasta hacerse sensiblemente rectangular. Esta modificación implica cambios estructurales. Los más llamativos son que los pegollos aumentan de cuatro a seis, o más, y la cubierta se remata con una viga cumbrera, manteniéndose a cuatro aguas. Es ya en el siglo XVIII cuando se incorporan los corredores exteriores.

En la comarca del Eo-Navia y en el sudoeste de Asturias, en el área nororiental de Galicia y en parte de las comarcas del norte de El Bierzo y del resto de la provincia de León se encuentra una variante tipológica de hórreo tipo asturiano caracterizada por el uso de cubiertas vegetales. Las fuentes documentales demuestran que antaño su extensión fue mucho más amplia, y que su abundancia fue mayor en las zonas en las que existe en la actualidad. Su peculiaridad formal estriba en la carencia de corredor, en la reducida talla, en la escasa altura libre interior y en la cubierta vegetal, que puede estar ejecutada con colmo de centeno o trigo, o bien con retama, brezo o carquesa.

("Asturias dispone de un régimen específico de protección de hórreos, paneras y cabazos recogido en la Ley del Principado de Asturias 1/2001, de 6 de marzo, de Patrimonio Cultural, en la que se prohíbe la construcción de hórreos desvinculados de la vivienda, que los de nueva factura deberán adecuarse a los materiales y características constructivas y morfológicas tradicionales de estas edificaciones, y establece diversas regulaciones respecto a los hórreos construidos con anterioridad a 1900, incluso de los que no hayan sido declarados Bien de Interés Cultural ni incluidos en el Inventario del Patrimonio Cultural de Asturias. En 1972 se iniciaron y realizaron, en la práctica, por los Ayuntamientos, dos censos que resultan poco fiables y están muy incompletos").

wikipedia.

LA GAITA



¡Ay, gaita melguera !
Dulciquina gaita,
Quexíu de mimosa,
Sonsonín de xana,
Que vienes de lloñe
Cantando que canta
Per ente les flores,
Per ente la mata,
Con zalameríes,
Tan blandia, tan blandia;
Y unes risiquines
Llumíos de l'alba,
Ó con señardades
De tardi enllutada.
Hay, gaita melguera,
Mimosuca gaita !
Como del ensame
To zumbíu fai gala.
A veces yes triste
Como el ¡ay! que llancia
Trastayá d'amores
La probe rapaza;
Otres, aloyera,
Reblincona pasas
Finxendo rebelgos
Qu'alleguen á l'alma.
Tu son ye marmuriu
Reguerín de plata;
Celosa nel fuelle
Tormentes españan.
¡Ay, gaita melguera,
Dulciquina gaita !
Quexíu de mimosa,
Soniquín de xana;
¡Qué coses me dicis
Que fienden á l'alma!

(Enrique García-Rendueles)

sábado, 23 de abril de 2011

RUTAS POR LA COSTA


Si algo llama de Asturias - además de sus montañas -, sobre todo desde tierra adentro, es su costa, una costa escarpada, abrupta a veces, dulce otras, kárstica otras, poderosa, imponente, abierta al océano a veces, al abrigo otras. Una costa esculpida durante miles de años a golpe de mareas y salitre, de vientos del este y del oeste, de nubes y claros, de pasos de dinosaurio, de galernas impensables, de tranquilidad inmensa, de sonidos de gaviota, de atardeceres indescriptibles, indomable, lúcida y grandiosa.

Una costa apta para disfrutar todo el año, entre otros factores, porque goza de un clima templado húmedo, de dulces y equilibradas temperaturas durante todo el año – especialmente agradables en verano -, y que en la actualidad pasa por ser una de las mejor conservadas desde el punto de vistas urbanístico y medio ambiental de todo el litoral español. Y con la ventaja añadida que en ningún momento se tiene sensación de saturación o masificación en las playas o en los acantilados.
En los más de trescientos kilómetros de costa que posee Asturias podemos disfrutar del paisaje y el baño en más de doscientas playas, en algunas de las cuales se pueden practicar diferentes deportes acuáticos. La diversidad orográfica y vegetal es significativa y son muchas las playas de profunda belleza en Asturias: Penarronda (Castropol), Anguileira (Tapia de Casariego), Frejulfe (Navia), Barayo (Valdes), la playa del Silencio (Cudillero), Aguilar (Muros de Nalón), Rodiles (Villaviciosa), Playa de Vega (Ribadesella), Torimbia (Llanes), o La Franca (Ribadedeva)…son tan sólo unos pocos ejemplos de arenales para disfrutar de una plácida jornada costera.

Y como en Asturias el binomio playa-acantilado está estrechamente vinculado, aprovechamos el paseo a cualquier playa para disfrutar con las vistas sobre la costa. De todas, todas los mejores balcones sobre el Cantábrico son los accidentes geográficos que llamamos Cabos y que en la costa asturiana son frecuentes y poderosos. Por ello, una parada en el Cabo Busto (Valdés), o en el Cabo Vidio (Cudillero), o en el extraordinario Cabo Peñas (Gozón) - el punto más septentrional de Asturias – nos proporciona una percepción de la costa diferente a la habitual. Nos sentimos diminutos frente al abismo de roca que nos proyecta al mar, y volviendo a la vista a un lado o al otro captamos la belleza y grandiosidad de una costa fundida sobre un océano azul, frondoso, profundo e inmenso…Además, en todos ellos es posible contemplar imponentes faros que al atardecer comienzan a cobrar protagonismo con las señales de luz emitidas para los navegantes, y que tanto desde la mar como desde la tierra inspiran un cierto aire de poética oceánica a veces inenarrable, hay necesariamente que vivirla.

Entre las playas y los acantilados y de tanto en tanto, la costa asturiana está salpicada de puertos y pueblos pesqueros o villas marineras, que animan la vida del territorio no sólo en temporada alta sino todo el año, porque ofrecen alternativas de ocio en todas las estaciones: Siempre es posible degustar la mejor cocina marinera o pasear por un delicioso espigón mirando al mar o conocer un museo o realizar una actividad de turismo activo o hacer una travesía en barco por la costa…

Villas y pueblos marineros como Figueras o Castropol - ambos bañados por la ría del Eo -; Tapia de Casariego - magnífica gastronomía y vocación surfera -; Viávelez o Puerto de Vega - deliciosos y antiguos puertos -; el Puntal - en él la ría de Villaviciosa -; Tazones - donde desembarcó el emperador Carlos V -, o Lastres -, son inexcusables referencias para viajeros ávidos de costa y mar.

Los más aficionados a la historia pueden disfrutar en Tazones con la historia del desembarco casual del adolescente emperador Carlos V, y si se animan en pleno mes de agosto pueden ver in situ la representación de dicho evento histórico en el marco de una simpática fiesta.

También Puerto de Vega ofrece una cita con la historia, porque fue en este lugar donde falleció el ilustre polígrafo Gaspar Melchor de Jovellanos, cuando estaba refugiado en casa de la familia Navia-Osorio, perseguido bajo la acusación de afrancesado.

El cercano puerto de Viávelez es una pequeña joya que ha enamorado a muchos navegantes y viajeros, tal es así que reconocidas personalidades se han rendido a su encanto.

Tapia de Casariego tiene un puerto muy típico, en el que es posible disfrutar de tascas marineras, con buena bebida y comida, y playas con magníficas olas y vientos, por eso es una meca internacional del surf, especialmente en Semana Santa, cuando la playa de Anguileria acoge algunas pruebas del campeonato del mundo de este deporte.

Entre los muchos escenarios costeros de serena belleza, hay dos rías, la del Eo y la de Villaviciosa, que merecen mención. Tanto Figueras como Castropol tienen puertos muy coquetos y familiares, y especialmente en primavera-verano hay un barco que oferta paseos por la ría. Merece la pena, el escenario es diferente. Además el lugar es muy idóneo para deportes náuticos como el esquí, el wind-surf o el kayak.

La ría de Villaviciosa desemboca poderosa en el Cantábrico, y en la misma desembocadura se alza impresionante la playa de Rodiles, uno de los mejores escenarios del mundo para la práctica del surf. Además en la propia ría se pueden realizar paseos en barco - desde el puerto de El Puntal - (absolutamente recomendables para los amantes de la biodiversidad y la naturaleza en estado puro).

Actividad muy grata es el senderismo costero. Asturias ofrece para esta modalidad escenarios para gozar a tope. Con un litoral muy protegido, existen tramos de senda costera que son ideales para caminar, para la fotografía, la pintura, la relajada conversación o sencillamente para disfrutar de un pic-nic que esas circunstancias se vuelve un manjar de dioses.

Vayan como aperitivo dos tramos: el que transcurre de Puerto de Vega a Navia, accesible y de nivel adecuado para todos los públicos, y que asegura una espléndida jornada con el mar inundando los cinco sentidos; y otro tanto ocurre con el tramo que desde la playa de San Antolín (Llanes) a la villa de Llanes, también muy relajada y guapa.

Así pues, son muchas las opciones para disfrutar de la Costa de los Prodigios: deporte, paseo, gastronomía, cultura, historia, amistad, paisaje, arte…Un sinfín de sensaciones.

Fuente:rutasdelparaiso.com

viernes, 22 de abril de 2011

CAMÍN REAL DE CASO - O DE TARNA




El llamado originariamente CAMÍN REAL DE CASO, o de Tarna, penetra en Asturias por el puerto de Tarna. Y en el documento del LIBRO DE LOS TESTAMENTOS (siglo XII), tras citar los puertos de Baeza, Arcenorio y Ventaniella, figura como límite de la Diócesis de Oviedo el de ANNELONA. Guillermo Mañana, en su libro titulado "A la sombra del Tiatordos", estima que se refiere al puerto de Tarna; y señala los siguientes documentos: ("En 1.794, Francisco Solís Castañón, al hablar sobre el nacimiento del río Nalón, señala:"Nacen sus aguas en lo alto del puerto de Tarna y fuente caudalosa Nalona, o Naona, que el vulgo llama Neyona?". En un documento del año 1.753, se discute "sobre la propiedad de los sus prados segantíos que se hallan en el puerto que se dice Aneyona?").

En un catastro se dice: "Don Gaspar de Caso, conde de Nava, se está aprovechando privativamente del Puerto que se dice de la Anyona?".
En consecuencia, el nombre antiguo del puerto de Tarna, es el de Neyona o Aneyona, en referencia a la fuente en donde nace el río Nalón (La Nalona), y desde antiguo fue un lugar importante de tránsito, de ahí que cruzara por él una calzada romana de cierta entidad, primero con fines militares y luego de uso ganadero, comercial o arriería, durante muchos años.

Desde Tarna, el camino baja el puerto en un trazado paralelo a la actual carretera (AS-17), y se dirige hacia el pueblo de Tarna, que ya es citado en un documento del año 1.142. A partir de ahí,sigue el curso el río Nalón , sin cruzarlo hasta las proximidades del pueblo de Campo de Caso, en donde lo atraviesa por un viejo puente existente en la actualidad (que aunque su fábrica es medieval pudo sustituir a otro más antiguo). Por esta zona se encuentra la parroquia de San Salvador de Sobrecastiello, que indudablemente hace referencia a una antigua fortaleza de vigilancia y protección del camino. A partir de Campo de Caso, el camino se divide en dos ramales: el que se dirige hacia Infiesto y el que atraviesa el valle de Laviana-Langreo.

Desde Campo de Caso hasta Infiesto, se encuentran cuatro puntos importantes de este camino real y de sus variantes: 1. La malatería de Moñu, citada ya en un documento del año 1.289, y de la que se conserva el antiguo edificio, no lejos del pueblo de Orlé. 2. La antigua venta de Friero, en las cercanías de la Collada de Arnicio, de la que solamente quedan unas edificaciones en estado ruinoso, que una pista y una reciente construcción ganadera hacen peligrar. Hay que señalar que la misma figura como parroquia en el INVENTARIO DE PARROQUIAS elaborado por el obispo de Oviedo don Gutierre de Toledo (1.385-1.386), bajo la denominación de "Santa María de Friero", lo que demuestra la importancia del lugar en relación con su actual abandono.3. La antigua iglesia de San Lorenzo de Sellón, de la que solamente quedan unas escasas ruinas(en el collado del mismo nombre, situado sobre los pueblos piloñeses de Moru y el Omedal). Y,a pesar de que también figura en el citado INVENTARIO DE PARROQUIAS del obispo don Gutierre de Toledo. 4. El camino de Ponga, que es un ramal de esta calzada, aún con empedrado original y que sube desde los pueblos de Orlé, Bueres y Nieves, hasta Llagu Ovia (La Felguerina) y Llagu Colines, cerca de la collada de Arnicio (Collá Arniciu). Las pistas hormigonadas que se construyen en esa zona del Parque de Redes hacen peligrar esas reliquias del pasado.

Si se sigue la vía histórica en dirección Norte, tras dejar la zona del Sellón y Picu Facéu (por este topónimo también se la conoce como la Calzada del Facéu), la zona mejor conservada del empedrado original está ahí, antes de llegar los caseríos de Pandoles y San Vicente. A continuación, el camino se dirigía hacia el lugar en donde se encuentra la reconstruida iglesia de San Juan de Berbío, de estilo románico, que el citado INVENTARIO DE PARROQUIAS figura que tenía derecho a la Presentación (nombramiento del párroco) el abad del monasterio leonés de San Pedro de Eslonza, lo que demuestra la relación entre León y Piloña a través de esta vía. Tras cruzar este lugar, el camino se dirigía hacia Infiesto y allí atravesaba el río Piloña por un puente de piedra(PÍEALLA) no existente en la actualidad, al haber sido destruido en la pasada guerra civil, pero del que existen fotografías.

En las RESPUESTAS AL INTERROGATORIO DE TOMÁS LÓPEZ, se indica la importancia del camino; y en las del concejo de Caso, se dice que "no se puede andar a caballo cómodamente más que por la nueva carretera que viene de la villa de Infiesto". Y en el concejo de Piloña, menciona al hablar de los caminos reales más frecuentados: "... el que viene de Castilla por el puerto de Tarna a la Venta de Friero, al Infiesto".
Para ver el empedrado y los restos de esta calzada lo mejor es ir por las cercanías del Collado del Sellón, entre el Omedal y Moru, o por Berbío hacia San Vicente y Pandoles, recientes pistas y construcciones terminaron con los vestigios que había entre Arnicio y Campo de Caso, por Gobezanes; y desde Arnicio a la venta de Friero. Aún quedan restos del empedrado cerca de Gobezanes y Abantru, en el ramal que va a Sobrescobio y valles de Langreo y Laviana. Hay un ramal hacia Ponga, que cerca de Arnicio, sube por un collado llamado Piedrahita, junto a la Felguerina y Biforcos (bifurcación de caminos) en los límites de tierras de Ponga, Caso y Piloña. Esta senda asciende por Llagu Ovia y La Felguerina y otro ramal más estrecho sube para Llagu Colines; ambos, con empedrado en buen estado, pero que peligran también por el rápido avance en esa zona de las pistas hormigonadas para uso de vehículo, en pleno Parque Natural de Redes.

Calzadas Romanas o Vías Históricas de Asturias.
Carmen Piñán y Bernardo Canga.

miércoles, 20 de abril de 2011

MINAS ROMANAS DE ORO EN ASTURIAS


Los yacimientos de oro explotados en época romana en Asturias se localizan fundamentalmente en el tercio occidental de la región donde predominan las rocas de naturaleza sedimentaria (cuarcitas, areniscas y esquitos) con ricas mineralizaciones de origen hidrotermal.
Plinio, escritor que vivió durante el primer siglo de la era, estimó una producción anual para las regiones del N.O. de la Península Ibérica de 20000 libras de oro (unos 6500 kilogramos) que podrían suponer una cantidad próxima a las 230 toneladas de oro recuperadas durante la época romana. Sin embargo, no fueron estos yacimientos los únicos que suministraron el metal a la hacienda romana.

Los castros y las minas:
El interés que el oro de las montañas de Asturias despertó en Roma justificó su empeño por conquistar un país de relieve tortuoso y gentes guerreras cuyas vidas habrían de cambiar radicalmente a partir de su incorporación al Imperio.
Durante los siglos I y II d. de C. la actividad minera constituyó el motivo central en torno al cual se organizó la vida de las comunidades indígenas hasta entonces agrupadas en pequeños poblados fortificados, autosuficientes y emplazados en lugares con amplio control sobre su entorno y los recursos más necesarios. Eran los castros o Castella.
Con la dominación romana la población local sigue utilizando los castros como lugar principal de habitación pero supeditados ahora al servicio de una organización superior, la del Imperio Romano, que utiliza las viejas aldeas como unidad básica para la administración y explotación de los nuevos territorios conquistados. Los pueblos indígenas proporcionan la mano de obra en las minas de oro.

Estela de Villaverde:
Lápida funeraria descubierta en las proximidades de la mina de Villaverde. El texto hace mención a una muchacha de nombre Bodocena, hija de Aravo, que falleció a la edad de 12 años y que probablemente vivió durante la segunda mitad del siglo I d. de C.
La estela menciona el castro de origen de la muchacha - castellum augubrigensi - utilizando una fórmula conocida en otros epígrafes del occidente de Asturias, procedentes también de zonas con intensa actividad minera (Belmonte de Miranda, Salas y Vegadeo).

Sierra de Begega:
Belmonte de Miranda reúne algunos de los conjuntos de minería antigua más interesante de cuantos han sido catalogados en Asturias.
En su mayor parte se distribuyen en torno a la Sierra de Begega, un cordal de unos 8 kilómetros de extensión que se alza sobre el encuentro de los ríos Narcea y Pigüeña.
Una densa red hidráulica recogía y canalizaba el agua de escorrentía que desde las cotas más elevadas se utilizaba para abrir y socavar los yacimientos minerales. Al menos una quincena de trabajos con diversa entidad han sido identificados sobre sus laderas.
El oro beneficiado procede fundamentalmente de yacimientos primarios construidos a partir de rocas sedimentarias, plegadas y cabalgadas, que han sido instruidas por rocas ígneas. Estas estructuras fueron cortadas con posterioridad por fallas subverticales que provocaron una intensa mineralización de las rocas sedimentarias y de los márgenes envolventes de las rocas intrusivas.

Minas de Boinás:
Al sur de la Sierra de Begega se localizan las antiguas minas romanas de Boinás.
El complejo se extiende sobre una superficie aproximada de 100 hectáreas y comprende tres núcleos principales de explotación, un centro metalúrgico y un pequeño castro vinculado probablemente con el beneficio de la mina.
El abastecimiento de agua se realizó desde tres puntos diferentes con los que se estableció un grado de dependencia variable. El resultado ha sido la definición de una red hidráulica jerarquizada que contaba, en el paraje conocido por Alto de la Cueva, con el principal centro de contención y distribución del conjunto minero.
A mediados del siglo I d. de C. las minas de Boinás se encontraban en pleno rendimiento. Así lo prueban las cerámicas romanas descubiertas en las zonas de trabajos metalúrgicos y los restos de carbón procedentes de los hornos. En las minas de Boinás han podido reconocerse estrategias diversas para alcanzar las zonas más ricas en oro.

El origen de los afloramientos y las características geológicas de las rocas mineralizadas condicionó las estrategias de extracción practicadas durante la dominación romana. Los geólogos han podido identificar en Boinás dos fases de mineralización hidrotermal de consecuencias fundamentales para la formación de jasperoides con alto contenido en oro. Una intensa fracturación posterior dio lugar a la formación de brechas post-mineral asociadas con frecuencia a la mineralización de metales básicos y favoreció la circulación de aguas meteóricas hasta grandes profundidades provocando la definitiva alteración del mineral.
Galerías con entibados de madera (siglo I d. De C)
La explotación de los recursos más distantes de la superficie fueron emprendidos mediante la excavación de galerías. Para evitar su hundimiento, las paredes y techo fueron aseguradas con entibados de madera. Su inmediato y progresivo relleno permitió que estas piezas se conservasen intactas hasta su recuperación en el año 1998.

Castro de Peña Aguda:
Construido sobre la cima del monte que domina las explotaciones de Boinás, albergó la población de mineros que durante el siglo I d. de C. trabajaron en estas explotaciones. Estuvo fortificado con una muralla perimetral y varios fosos excavados en su flanco occidental.

Yacimiento de oro de Begega:
El yacimiento de oro que explota la compañía Río Narcea Gold Mines se encuentra en la vertiente Oeste de la sierra de Begega y se puede acceder a él desde Selviella y desde Alvariza, en una ruta circular que atraviesa los pueblos vaqueiros del concejo de Belmonte de Miranda.
La explotación minera, además de la extracción propiamente dicha en minería a cielo abierto, cuenta con una planta de tratamiento del mineral en la que se recupera el oro. Se consigue extraer menos de 10 gramos de oro por cada tonelada de tierra tratada.
Desde los pueblos de Begega y Boinás se tiene una vista privilegiada de la explotación desde fuera. Es de destacar el Proyecto para la Regeneración de la Zona, cuyo resultado será un lago que cubrirá la superficie perforada y carente de vegetación de la mina. Las visitas a la mina de oro son concertadas.

Aula del Oro de Belmonte:
Localización: Se ubica en el antiguo edificio de la cárcel.
Acceso: La villa de Belmonte, capital del concejo, dispone su caserío a lo largo de ambas orillas de la carretera AS-227 (Puente San Martín - Puerto de Somiedo).
El Aula de Oro da testimonio de la tradicional vinculación de Belmonte de Miranda con el oro. El aula didáctica parte de la época prehistórica para hacer un recorrido por los sucesos que marcaron el desarrollo de las distintas explotaciones mineras de metales, y lo que supusieron para la población de entonces.
La exposición se divide en tres apartados, distribuidos en tres salas diferenciadas.
La primera de ellas se centra en la minería prehistórica, explicando mediante paneles las explotaciones de oro, cobre y azabache en el ámbito europeo.
La segunda sala, la más amplia, está dedicada a las explotaciones romanas de oro que durante el siglo I y parte del II convirtieron al occidente de Asturias (Cangas del Narcea, Tineo, Salas, Allande, Somiedo, Tapia de Casariego, los Oscos, Belmonte...) en la principal fuente de recursos del Imperio romano, que llevaba una política de explotaciones en todo su territorio.
La pieza maestra de esta sala es una gran maqueta de seis metros de Las Médulas leonesas (Patrimonio de la Humanidad), uno de los ejemplos más espectaculares de lo que los romanos hicieron para extraer un material que para ellos era moneda de cambio. La última de las salas se ocupa de la explotación de Río Narcea Gold Mines en Belmonte.

belmonteturismo.com

martes, 19 de abril de 2011

SANTUARIOS Y CAPILLAS DE GIJÓN


la villa gijonesa, plaza fuerte, populosa,protegida, fuera del alcance de bandidos y asaltantes, población ubicada en la ruta costera del camino a Santiago, poseía una malatería (Ruedes), un hospital (Cimadevilla)y un largo número de capillas dedicadas a la Virgen y ermitas donde los caminantes y romeros solicitaban descanso y rezos para sus pecados y penitencias. Emplazada sobre un campamento romano en la Venta de Veranes, parroquia de Cenero, donde se ubicaba la considerada primera basílica de Asturias, datando del siglo VII, anterior a la invasión de los árabes, en las actas municipales del año 1.567 ya existen citas de la devoción que tenía el pueblo de Gijón y alrededores, a la imagen de Santa María en el lugar de Contrueces, en sus alrededores, dominando por altura la visión sobre Gijón, se realizaban dos famosas ferias ganaderas y de artículos de campo, San Miguel (29 de septiembre) y San Fernando (30 de mayo). Se formaba (22 de agosto) una procesión desde Gijón, especialmente en tiempos de peste y calamidades, retornando con la imagen que se custodiaba en la parroquial de San Pedro durante los nueve días que duraba el novenario, regresando la comitiva hacia el Santuario, donde anexo existía un hospedaje para peregrinos. Emplazada en la parroquia de San Julián de Roces reedificada en 1.660, fueron famosas las rogativas por la sequía de los años 1.666 y los dos siguientes. Cuando se encontraba en la villa el prócer Jovellanos la visitaba con asiduidad, y la imagen actual de la Virgen, con motivo de la contienda de 1.936, fue reemplazada; la profusión de exvotos, reflejados en cuadros pintados, representando los milagros, realizados por su mediación, fueron quemados en su totalidad.

La terrible emfermedad que azotaba a los pueblos en la Edad Media era la lepra, en Asturias, Pelagra,con consecuencias espantosas para los afectados y su familia ya que se les recluía externamente a las poblaciones. en la región asturiana, existían una treintena de leproserías, todas bajo la advocación de San Lázaro y Santa Mará Magdalena. Las más famosas fueron las de San Lázaro en Oviedo que dotarían de nombre a un populoso barrio, fundado en 1.519 y la de Ruedes (Gijón), anterior a 1.274, donde se conoce los primeros datos, ubicados los enfermos en una casa situada frente a la iglesia de Santa María, con tratamiento en la "Fuente de los Malatos", que configura el río Aboño.

En Cimadevilla (Gijón), situada ante la casa natal del insigne Jovellanos, a la que pertenece y un famoso restaurante donde se emplazaba el hospital de "Los Corraxos"- así denominados los peregrinos que transitaban por la villa- existe una pequeña capilla, dedicada, como en Carreño, Teverga, Piloña, Nava y tantas otras poblaciones, a la Virgen de los Remedios, derruida en 1.598, reedificada unos años después por el ayuntamiento, retaurada en dos ocasiones más y actualmente en muy buenas condiciones. Su festividad, se conmemora en septiembre, lo mismo que la muy cercana de la Soledad, sede del gremio de mareantes.

La Virgen de Begoña, patrona de la villa gijonesa, que proporciona nombre a una zona ajardinada en el centro de la ciudad, proviene su fervor y la construcción de la ermita de los inicios del siglo XVII, donde unos pescadores vascos, faenando en las costas de Terranova, fueron sorprendidos por una fuerte tempestad, con el timón roto, prometieron que si eran rescatados rogando a la Virgen de su región, en cuanto arribasen a tierra, edificarían una capilla en su honor; según lo pactado procedieron a construirla en los arenales continuadores de San Lorenzo, orientados hacia el sur. Realizada, de una manera sencilla, perduró durante cincuenta años, erigiendo otra con la imagen del artista gijonés Luís Fernández de la Vega. Se situaba en el actual cruce de Covadonga con el paseo y durante la Guerra de la Independencia, se derrumbó, ocupándose el gremio de carpinteros y zapateros remendones la reedificación y ampliación (1.826)en el espacio ocupado actualmente por la Escuela de Hostelería (primero cuartel Policía Nacional)y a finales de este siglo instaladas en el recinto una congregación religiosa, se trasladaron al chaflán actual de la avenida de la Costa. Es centro activo, bajo la dirección de los carmelitas, fue convertida en parroquia (1.970).

Sin duda alguna, la Virgen más solicitada para implorar los favores más infrecuentes entre los gijoneses y en los últimos cien años, es la Virgen de la Providencia, en un principio dedicada a San Lorenzo del Mar, con una capilla sita en un pequeño islote, frente al occidente geográfico del mismo nombre, en los límites orientales del concejo; las inclemencias del clima marítimo, demolieron la ermita, siendo edificada otra, pero en tierra firme, en un saliente del promontorio allí existente, con constantes reparaciones debido a las condiciones atmosféricas, con una restauración total en 1.869. Durante la guerra de 1.936, se desbarató la capilla y la imagen, construyendo una nueva en 1.946. la capilla muy visible desde la mar, se empleaba como orientación marinera, a la vez que se imploraba como remedio seguro contra los naufragios y en la posguerra del treinta y seis fueron numerosos los fieles que se acercaban andando, incluso de rodillas y de noche, a transmitir plegarias y donar ofrendas por los favores recibidos. Famosa la romería que se formaba en los alrededores, después de la procesión por mar desde la capilla de San Lorenzo de tierra (calle Cabrales).

En la parroquia gijonesa de Deva, el 15 de agosto, se santifica la Virgen de la Peña de Francia. Se fundó un santuario en honor a la Virgen por los marqueses de San Esteban del Mar del Natahoyo, emplazada sobre un peñasco, a cuyo pie nace el río Piles, en un paraje situado en los bordes de la sierra de Deva circundado de bosque y praderas, era, hasta hace pocos años, un paisaje bucólico y pastoril, de una gran belleza.

lunes, 18 de abril de 2011

LA MIEL Y EL TRUÉBANU


Es muy antigua en Asturias la costumbre de aprobechar la miel de las abejas, aunque las técnicas más tradicionales eran particularmente torpes y destructivas. la colmena tradicional era un simple tronco de árbol que ha sido ahuecado,generalmente con fuego. En el interior de las colmenas, hechas de tronco de roble o cerezo, suele haber puesto algún palo para facilitar que las abejas construyan su panal. Estos palos interiores pueden estar colocados en forma vertical (breones), pero también pueden colocarse horizontalmente (fustes). Para garantizar una producción lo más segura posible, esta colmena tradicional (caxellu, cubu, truébanu, trou, ernu) se coloca sobre una buena base (poyu,poyeta, tayu) y para defenderla de las inclemencias de la nieve o la lluvia se cubre con una gran corteza de árbol, especialmente de abedul, y una piedra o losa por encima. Es muy importante colocar esta colmena en un sitio propicio para que las abejas salgan con facilidad a la flor y para que reciban el sol.

Actualmente las antiguas colmenas se sustituyen por colmenas modernas, que hacen posible una apiqultura más racional, más productiva y menos traumática con los animales.
Antes de la generalización de los actuales extractores los procedimientos para sacar la miel eran muy rudimentarios. Cuando la colmena está cargada, en verano, hay que proceder a la extracción, que en algunas zonas de Asturias puede realizarse hasta dos veces en la misma colmena. Se acostumbra a "afumar"(echar humo) a los animales para que no ataquen y para ello se emplea un ahumador con trapos (mechón, fumeiru) y para protegerse de las abejas se ha utilizado desde tiempos antiguos una red que cubre la cabeza (carantoña). Otro recurso más traumático era introducir la colmena en el río para ahogar a las abejas y apoderarse así más comodamente de su producción.

La abeja (abeya, abecha, abea) es muy sensible a ciertas epidemias y enfermedades por eso se usan ahora las medicinas preventivas y desinfectantes, pero hay otros enemigos que molestan a las abejas, como la polilla, los ratones y los osos, particularmente aficionados a acercarse a las colmenas y a robar y a comer la miel.
Por ese motivo a veces el colmenar (caxella, cortixu) que está distante de la población, en el monte, es preciso protegerlo con una pared alta y circular, convirtiéndose así en un (cortín), construcción propia del occidente astur. El cortín permite que las abejas estén cerca de sitios abundantes en flor poco frecuentada y, al mismo tiempo, garantiza que ningún animal como el oso, gran amante de la miel, pueda hacer pillaje.

Suele ponerse el cortín junto a alguna fuente en el monte, para que las abejas puedan tener cerca el agua. El cortín se construye siguiendo la pendiente de la montaña, buscando así que entre la mayor cantidad de sol posible, pues se considera que cuanto más solano es el sitio mejor y mayor será la producción de miel y en mejores condiciones estarán las abejas. la pared del cortín es circular para evitar las esquinas, que facilitarían el acceso del oso y en tiempos pasados los campesinos colocaban trampas cerca de la construcción para evitar que se acercara el oso y, de paso conseguir cazarlo.

El cortín es propiedad de una familia campesina, que se encarga de cuidarlo, vigilarlo y extraer la miel, pero se construyen en montes de uso común, lo cual a sido la causa de muchos pleitos entre los campesinos.

La apicultura tuvo una implantación bastante significativa en Asturias, especialmente en la zona occidental, pues las abejas proporcionaban una miel de gran valor nutritivo y excelente sabor. En muchas zonas occidentales se consume miel diariamente y entre los informantes encontramos con frecuencia el gusto por la bebida a base de agua y miel. La miel, que se consume cruda, se utilizaba como comida de prestigio y también solía integrar la dieta propia de la mujer antes de parir.

Entre los campesinos asturianos la miel se usa también como medicina preventiva, fundamentalmente para prevenir los catarros y las infecciones, bien tomando una cucharada de miel por las mañanas, bien mezclándolo con orégano o con leche muy caliente, en este caso por la noche para acostarse. Se usa también como sustancia cicatrizante i desinfectante para heridas o quemaduras en la piel o para algunos males en los ojos.

Pero las abejas producen también un bien preciado : la cera. Gracias a las abejas que posee la casa campesina, podía confeccionar útiles necesarios para la vida diaria como la vela. Las velas proporcionaban forma de iluminación muy apreciada en las casas campesinas antes de la existencia de la luz artificial. Por otro lado, hay que tener presente que la cera tiene una dimensión importante como elemento mágico en Asturias, siendo considerada una sustancia que defiende del mal en general y especialmente de alginos agentes negativos concretos como la tormenta o el (agüeyamientu).
"La cera se utilizó en la sociedad tradicional como valor de cambio; con ella se pagaban rentas, foros y censos, así como las cuotas de ingreso a determinadas cofradías y las multas que amenudo imponía la Iglesia a los feligreses por faltas contra la religión".
En la actualidad en algunas caserías se observa que se ha perdido el cultivo de las abejas, pero también, y adaptándose a las necesidades y características del mercado, se encuentran casos abundantes de iniciativas para una explotación intensiva de la apicultura. Así, dado que en Asturias está muy bien dotada para la producción de miel, hay un creciente número de familias campesinas que envasan y distribuyen, miel asturiana de distintos tipos que se consume de una manera creciente, especialmente por el interés que despierta la alimentación sana de productos naturales.

(Antropología Social y Cultural de Asturias).

EN COPA O EN CHUPITO


Hay licores para el silencio y la soledad. Hay licores para acompañar al café y cerrar la comida. Hay licores para alargar la sobremesa. De todos produce Asturias.
LUIS ANTONIO ALÍAS.

Asturias, por supuesto, sabe más que nadie de la fermentación del mosto de manzana, recupera sus saberes en la fermentación del mosto de uva y domina el cultivo y fermentación de cebadas y lúpulos.En consecuencia la sidra reina, el vino va recuperando sus antiguos dominios alrededor del entorno benedictino del monasterio de Obona y la cerveza contó con grandes marcas hasta hace muy poco, triste historia ésta que ojalá el futuro reanude .

También supo de destilaciones, esa alquimia de origen árabe que usa el calor, la evaporación y la condensación de las anteriores bebidas, de sus hollejos y sólidos, o de pulpas y pastas fermentadas y mezcladas con agua a base de cereales, bayas, frutas, tubérculos, semillas, plantas y hierbas, para extraerles, con el alcohol, los aromas y otras volatilidades embriagadoras, el alma, la esencia, el agua-ardiente o el agua de vida. Nuevas destilaciones purificadoras y concentradoras, largas estancias en barricas, y mezclas, maceraciones y ajustes posteriores producirán orujos, grappas, anises, brandys, wiskys, vodkas, ginebras, rones, tequilas, calvados y una inacabable variedad de alternativas y geografías espiritosas .

El destilado tradicional asturiano ha sido, casi exclusivamente, el orujo, elaborado en el occidente vinatero de la región con los hollejos y otros residuos de la vinificación: muchas quintanas poseyeron hasta ayer mismo alambique para consumo propio, o recibían la visita puntual de un destilador ambulante, generalmente gallego o berciano, cargado con el alquímico armatoste .

Queda la duda de si produjimos aguardiente de sidra, el calvados de los franceses, antes que algunas empresas nos lo ofrecieran, y aquí merecen cita la pionera riosellana de ‘Blanco, Saro y Cía’ en 1914, la ‘Colloto’ en 1942 y la actual de ‘Los Serranos’. Carlos Delgado opina que nos bebíamos hasta la última pipa sidrera sin dejar gota para otros menesteres. No obstante, una crónica apócrifa asegura que ‘El Salvador’, barco asturiano de la Armada Invencible, encalló en los arrecifes de Normandía, y durante el consiguiente saqueo, los lugareños de las costas septentrionales francesas descubrieron en sus bodegas toneles de aguardiente de manzana que les maravillaron e imitaron nominándole calvados por deformación fonética de ‘Salvador’. La leyenda, si tal es, además de gustarnos señala algo muy probable: que en algún momento de su milenario pasado la sidra asturiana conoció el alambique.

Entre la segunda mitad del siglo XIX y el último cuarto del XX, el auge industrial que vivimos incluyó destilerías de anís, ron, ginebra y brand; wisky incluso. La crisis que buena parte de los destilados sufren desde la década de los ochenta, coincidiendo con el renacimiento del vino y la sidra en el que felizmente seguimos, sepultó conocidas referencias locales: Mulata, Serres, Covadonga, Marabú, Kiber, La Praviana, La Quirosana.. .

De todas formas, el proceso más extendido y popular de elaboración de licores (apenas usan fuego y alambiques iniciales e iniciáticos Los Serranos y L’Alquitara del Obispo) consiste en la maceración de los susodichos elementos vegetales dentro de un fermentado, un destilado o, sencillamente, alcohol etílico. No interviene el calor, proceso diferente denominado infusión; sólo proporciones adecuadas, temperaturas estables y tiempo preciso para la transmisión de jugos y aromas. Una vez logrado el punto deseado hay un filtrado, un añadido de azúcar o almíbar y el ulterior envasado .

Asturias siempre tuvo por macerado esencial al anís de guindas, reputado por sus propiedades calmantes, tónicas y depurativas; botes de cristal con el fruto del guindu o guindal casero enrojeciendo y envejeciendo en un buen anís aún se alinean a la sombra de muchas alacenas .

Y poseyendo excelente miel y excelente agua, seguro que la arcaica hidromiel ya embriagaba a los astures .

Por último la mezcla directa de alcohol con leche condensada, miel especias, huevos, café, wisky, brandy o especias origina cremas y ponches .

Recordemos que, ignorantes de su alto contenido alcohólico, las madres, tías y abuelas de los que rebasamos el medio siglo solían darnos ‘para crecer’ poderosos mejunjes de vinos añejos –el famoso Sansón– con leche, huevos y azúcar. Y los niños no sólo tomábamos, apurábamos la supuesta medicina sin protestar.

Los nuevos licores, apropiados para el chupito del postre o para un dulce capricho a cualquier hora, incorporan referencias gustativas de la tierra natal (miel, arándanos, arroz con leche) y se envuelven en atractivos diseños.

No lo duden: en un licor bien hecho y responsablemente tomado hay sabor, salud, paisaje y un socorrido y siempre bienvenido regalo.

servicios.elcomercio.es/gastronomia

sábado, 16 de abril de 2011

SAN ANTONIO EMPIEZA EL TRASLADO



Las obras para trasladar la capilla de San Antonio de Candás comenzarán a principios de la próxima semana. Esta decisión tiene lugar después de que la comisión permanente del Servicio de Patrimonio Cultural de Asturias aprobara ayer el proyecto. Dicho órgano, dependiente de la Consejería de Cultura, emitió ayer un dictamen favorable a esta actuación, encargada al despacho de arquitectos de Cosme Cuenca y Jorge Hevia. En dicho informe se hace saber al Ayuntamiento de Carreño que el plan diseñado cumple con los requisitos exigidos, según señalaron fuentes de la consejería.
Tras conocer la respuesta de Patrimonio, la concejal de Urbanismo, Melania Álvarez, señaló que los trabajos darán comienzo «con la máxima celeridad posible».

La actuación-
«En el momento que se traslade al Ayuntamiento la correspondiente autorización, daremos instrucciones a la empresa Castroagudín Canteros, que ya fue contratada, para que los trabajos comiencen no más allá de los primeros días de la semana que viene», añadió la edil.

La actuación se centrará en el despiece de toda la sillería que se encuentra en la nave, así como en el de la bóveda, de estilo gótico tardío, formada por dieciocho arcos de piedra vista. Dichas piezas serán numeradas para facilitar su posterior reconstrucción.

En cuanto a su nuevo emplazamiento, la decisión municipal es que el edificio religioso se reconstruya a 86 metros de su ubicación actual, por lo que quedará más apartada del acantilado y a salvo de un posible derrumbe.
Debido a que la parcela en la que está situada es de titularidad municipal, el Ayuntamiento de Carreño ha decidido ubicarla en el eucaliptal, donde habrá que efectuar una tala de árboles para volver a montar el templo piedra a piedra, y junto a la estatua de «El hombre bueno».

elcomercio.es

EL NALÓN


Siguiendo el curso del río Nalón desde su nacimiento en la Fuente la Nalona, encontramos una zona única: desde el concejo de Caso hasta el de Langreo, pasando por Sobrescobio, Laviana y San Martín del Rey Aurelio, en sólo treinta kilómetros pasamos del Parque Natural de Redes, Reserva Mundial de la Biosfera, a rastrear las huellas de la Revolución Industrial.

El mayor río del Cantábrico ofrece en estas aguas paisajes inéditos: unos naturales y otros creados por la mano del hombre. Entre el entorno natural y el industrial, el Nalón tiende puentes que se cruzan con sorprendente facilidad, creando un mosaico de indudable riqueza donde encontramos costumbres ancestrales, gastronomía natural, fiestas típicas, y museos, más que recomendables, imprescindibles si queremos conocer esta zona y con ella comprender una parte importante de la idiosincrasia asturiana. Con toda naturalidad, el Valle del Nalón une dos facetas de la vida que, aún pareciendo contrapuestas, deben al fin y al cabo convivir.

Tendiendo puentes-
El Nalón tiene la suerte de nacer en un paisaje único. Como tal, ha sido reconocido como Parque Natural y Reserva de la Biosfera, ocupando los municipios de Caso y Sobrescobio. De este modo, buscar las fuentes del Nalón es sumergirse en un entorno de reconocido valor medioambiental, con ecosistemas complejos y delicados, y vistas que hacen las delicias de cualquier fotógrafo que se precie.

Un paseo por esta zona protegida permite realizar todo tipo de rutas, desde las más sencillas y accesibles a otras de mayor dificultad, ya que nos enfrentamos a desniveles considerables y alturas de hasta 2.104 metros, récord ostentado por el Picu Torres. Los diferentes ríos que surcan el lugar juegan con la tierra y la roca creando abruptos desfiladeros, hoces y valles, donde suele asentarse la población. La abundancia de agua consigue un paisaje frondoso, donde casi un 45% del territorio son bosques de distintos tipos. Además no es difícil encontrar especies florales protegidas, como la genciana, el acebo o el tejo. Lo mismo ocurre con la fauna: el oso pardo y el urogallo cantábrico, ambos en peligro de extinción, encuentran en este lugar un hábitat amistoso donde poder vivir sin sobresaltos. Con semejante riqueza natural, es de esperar que un lugar como éste esté muy poblado, por eso se encuentran aquí hasta cincuenta especies de mamíferos, muchos de ellos incluidos también en el Catálogo Regional de Especies Amenazadas. Además, el Parque Natural de Redes está considerado como Zona de Especial Protección para las Aves, ya que se han contabilizado ciento treinta especies diferentes También pertenece a la Red Natura 2000.

Además cuenta con Monumentos Naturales como la Ruta del Alba, que sigue el curso del río del mismo nombre a través de las impresionantes foces del Llaímo, creando cascadas y saltos de agua. Otra ruta parte del pueblo de Tarna, atraviesa un bosque de hayedos y nos lleva hasta un espectacular salto de agua conocido como el Tabayón del Mongayu, también Monumento Natural. De la Cueva Deboyu, catalogada de igual forma, sólo puede verse la entrada y la salida, ya que no es visitable para proteger a los murciélagos que viven en su interior.

Turismo natural-
Visitando los distintos paisajes y pueblos del Parque, es imprescindible pararse a charlar con sus habitantes. Las gentes que habitan estos parajes están acostumbradas a vivir en contacto con la naturaleza, y tienen mucho que contar. En sus pueblos y aldeas se encuentran antiguas costumbres, elementos etnográficos y muestras de arquitectura popular que ilustran cómo el hombre se ha adaptado al medio desde hace siglos. Las formas de vida tradicionales son la agricultura y ganadería, esta última con la imagen típica de la vaca casina o asturiana de montaña. De ella se obtiene el queso casín, de merecida fama.

Abandonando el territorio del Parque Natural, ocupando una parte de los concejos de Langreo, San Martín del Rey Aurelio, Laviana y el vecino Mieres, se sitúa el Paisaje Protegido de las Cuencas Mineras. Dentro de la Mancomunidad, esta zona se encuentra en torno a los ríos Samuño, Santa Bárbara y Villoria, todos afluentes del Nalón. La pureza de sus aguas es conocida y reconocida: el piscardo, pero sobre todo la trucha, hacen de esta zona un punto de reunión de pescadores. Además, las aves asociadas a los cursos fluviales dan fe de su buena salud medioambiental. El paisaje está dominado por la variedad, con una importante presencia de prados y pastos. También aquí podemos encontrar bosques, especialmente carbayedas, pero también hayedos, rebollares, abedulares y extensiones pobladas por el roble albar. En la ribera de los ríos, en cambio, son las alisedas las que mandan.
Para recorrer ambas zonas protegidas, existen más de cuarenta rutas señalizadas, de distintos niveles de dificultad, e incluso un tramo de Gran Recorrido, que nos llevarán por los puntos más interesantes. Senderismo y montañismo son uno de los puntos fuertes del turismo activo en el Valle del Nalón,


fusionasturias.com

jueves, 14 de abril de 2011

LA CIUDADELA DE CAPUA


Ciudadela de Capua-

La ciudadela de Celestino Solar, también conocida como "Ciudadela de Capua", es un espacio etnográfico de sitio presenta uno de los modelos de vivienda obrera existente en Asturias. Depende del Museo del Pueblo de Asturias y está situada en la calle Capua. Las ciudadelas fueron habitadas por la clase obrera gijonesa a finales del siglo XIX y durante gran parte del siglo XX. En Gijón llegaron a documentarse más de doscientas ciudadelas, siendo la más representativa la de Celestino Solar. Construida en 1877 en la calle Capua, estaba formada por 23 casas y permaneció habitada durante más de un siglo.
Quienes vivían en la Ciudadela de Capua?

Estas casas estaban habitadas por el matrimonio, los hijos, entre dos y cuatro, y los padres de alguno de los cónyuges. El número de mujeres solas, viudas o solteras con hijos era muy alto. En algunos casos, llegaron a compartir un espacio de treinta metros cuadrados hasta once personas. La mayoría de los hombres trabajaban como albañiles, obreros en fábricas y talleres o artesanos. Las mujeres, casadas, viudas y solteras, estaban obligadas a trabajar. El jornal femenino, más que un ingreso extra, era imprescindible; en especial, en los momentos de desempleo de los hombres.

¿Cómo vivían en la Ciudadela de Capua?-
La vida de los habitantes de la Ciudadela de Celestino Solar no era fácil, ya que el salario familiar apenas alcanzaba para cubrir las necesidades básicas. Los momentos de asueto eran escasos y el ocio casi inexistente. La Ciudadela de Celestino Solar fue habitada por unas cien personas que compartían cuatro retretes, dos en el patio grande y dos en el pequeño. Todos vivían a la vista de todos y se conocían desde siempre. La solidaridad entre vecinos se manifestaba en los momentos difíciles, aunque también eran frecuentes los conflictos de la vida diaria que surgían, en general, por las labores de limpieza comunes. Nunca hubo agua corriente, ni luz eléctrica. Las mujeres y las niñas hacían varios trayectos al día cargadas con cubos hasta la fuente más cercana, situada donde ahora se encuentra el mercado de San Agustín. A mediados de los años cincuenta, tras las reiteradas protestas de los vecinos, se colocó una fuente en el Patio grande. En la calle Capua hubo un lavadero entre 1889 y 1893, pero después de esta fecha, las mujeres tenían que realizar la colada en el lavadero de Los Campos de la calle Alarcón. Las compras se hacían en los comercios de ultramarinos de la zona. Se compraba a crédito y se pagaba el día de cobro o en pequeñas cantidades cada semana. La alimentación consistía básicamente en potaje para la comida fuerte. Sólo se consumía carne en el cocido de los domingos. La merienda de los niños consistía en las natas de la leche del día con algo de azúcar, a veces manteca y pan o una onza de chocolate. La forma de vida dentro de la ciudadela evolucionó muy poco desde su creación en 1877 hasta los años sesenta del siglo XX. En este momento, comenzó a ser deshabitada y su población fue trasladándose hacia los nuevos barrios obreros de la ciudad: Pumarín, El Llano o Contrueces.
museos.gijon.es

HISTORIA DE LA CIUDADELA-
Eran jornaleros. Vivían en casas de entre 28 y 38 metros cuadrados. Pagaban el alquiler a pequeños burgueses, empresarios que habían construido esas viviendas como inversión y negocio, conociendo las necesidades de los obreros. Y su vida transcurría alrededor de un patio. El pequeño o el grande. Uno empedrado y otro de arena. Eran los vecinos de la ciudadelas de Gijón, en concreto, de la de Capua, ese espacio que queda entre las calles de Capua, Ezcurdia, Marqués de Casa Valdés y Eladio Carreño y que, ahora, el Ayuntamiento pretende dotar de más contenido. Porque, al contrario de lo que ocurre con otros museos y restos arqueológicos, la ciudadela pasa inadvertida. No todos los que caminan por Capua y pasan ante ella saben que, desde 1877 y hasta 1975, allí dentro, más allá del pasadizo que se abre entre dos edificios, hubo 24 viviendas habitadas, que ofrecieron hogar a obreros que llegaban de fuera, y que vieron cómo, a su alrededor, la nueva clase burguesa construía edificios que les dejaba sin salida a la calle y que incluso pretendía acabar con ellas.

La de la ciudadela de Capua podría ser la historia de otras muchas construidas en Gijón y en toda Asturias. En el último tercio del siglo XIX, los obreros suponían las tres cuartas partes de los habitantes de la ciudad, y tenían serios problemas de vivienda, situación que se daban en aquel momento en toda Europa. Los alquileres eran muy altos y el hacinamiento, habitual. Las viviendas obreras se extendían por toda la ciudad y, en el ensanche de El Arenal, La Arena actual, adoptaban siempre la modalidad de ciudadelas: agrupación de varias casas dentro de un patio o cercado, sin fachadas a la calle y con retretes colectivos.

Salita, cocina, dormitorios

Pero la de Capua tiene una gran diferencia con el resto de ciudadelas: ésta ha sobrevivido. Ahora, su historia y la de quienes la habitaron están recogidas en el libro 'Un patio gijonés. La ciudadela de Celestino González Solar (1877-1977)', escrito por Nuria Vila Álvarez .Donde durante casi un siglo vivieron familias de entre dos y cinco personas -una de ellas era incluso de once miembros- en casas de escasos metros cuadrados, compartiendo salita, cocina y dos dormitorios, hoy hay un museo abierto, que pretende ser el reflejo y la memoria de cómo vivieron los obreros de Gijón durante muchos años. La cocina era, al mismo tiempo, el lugar donde se aseaba la familia. Y por allí entraba, además, parte de la poca luz y aire que llegaba a las viviendas. En el patio, un pozo suministraba agua de dudosa calidad a los vecinos.

Las casas eran, también, el lugar de trabajo de las mujeres, modistas en su mayoría, y de algún artesano. Eso hizo que, en algunos casos, la familia dispusiera de una sola habitación, ya que la otra se destinaba al trabajo.

Aquellos obreros pagaban su alquiler (no hay referencia de la cifra, tan sólo de las 11 pesetas que costaban en 1910) a Celestino González Solar, que había comprado ese espacio, junto con el número 1 de la calle de Marqués de Casa Valdés, en 1877. Natural de Ceares, González Solar había emigrado a Cuba y, al volver, decidió invertir en suelo de una zona en alza. Poco a poco fue ampliando su capital inmobiliario. Sabía que los obreros necesitaban lugares humildes y baratos donde vivir, para cubrir una necesidad que los empresarios se habían negado a cubrir.

Según recoge el volumen editado por la Fundación Municipal de Cultura, el número de vecinos de la ciudadela osciló entre los 93 del año 1900 y los 79 de 1960. Todos compartían cuatro retretes, situados primero en la zona colindante con la calle de Capua y trasladados después, por orden del Ayuntamiento y bajo la presión de los burgueses que rodeaban ya la ciudadela, al interior del patio. Porque fue esa misma presión la que hizo que, en 1981, el Consistorio creara una comisión para estudiar las condiciones de habitabilidad de las viviendas. De ahí concluyó la orden de desalojar la ciudadela, orden que la entonces propietaria del lugar, la viuda de Celestino González Solar, consiguió parar, no sin antes llevar a cabo pequeños arreglos en las viviendas.

Pero lo cierto es que nada era suficiente para acercar aquel modo de vida al que rodeaba a la ciudadela, protagonizada primero por pequeños burgueses, industriales y, más tarde, por profesionales como médicos, arquitectos, abogados y comerciantes. Las diferencias, lejos de suavizarse, se incrementaron con los años. Los vecinos del patio intentaban paliar las deficiencias con sus relaciones e intercambios personales, con un «sistema de valores compartido por todos los vecinos que formaban un grupo social homogéneo». Y es que «se trataba de una vida obligatoriamente compartida, en un espacio muy limitado y con muy pocos recursos, por lo que no era una vida fácil. A la clase obrera no le quedaba más remedio que acomodarse a sus vecinos, fuesen o no de su agrado».

Y así, según recoge ahora en su libro Nuria Vila Álvarez, transcurría la vida entre los edificios de esa manzana de la calle de Capua. Con rutinas basadas en el trabajo. Con relaciones distintas para los vecinos del patio pequeño y los del patio grande. Con conflictos derivados de la limpieza de los espacios comunes. Con chismes y cotilleos contra todo aquel que se saliera de «las normas de conducta del grupo». Con nacimientos celebrados en comunidad y velatorios llorados de la misma forma. Con la consciencia de que tan sólo unos metros separaban dos formas de vida muy alejadas.

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