domingo, 3 de junio de 2012

EL GREMIO DE MAREANTES DE LLANES


Llegaron a adquirir tal renombre los pescados de Llanes, que aun en el día corren por algunos mercados y especialmente en el de Madrid con él de La florida de Llanes.
 Aquí, entre otras infinitas clases para el consumo ordinario, se cogía langosta, abadejo, mero, congrio, merluza, atún, besugo, bonito y sardina, que se escabechaba en su mayor parte para remitirlo fuera, conservándose aun en el barrio de las Barqueras algunas de las casas donde se confeccionaba, así como también las destinadas a extraer de la Ballena la grasa, cetáceo que igualmente pescaban sus marinos. Bien es verdad que a tal objeto estaban dedicadas de 17 a 20 lanchas de altura, independientemente de varios pataches que hacían el comercio de cabotaje; pero no es menos cierto tampoco, y así lo confirman la profusión de lanchas que de todo el Cantábrico acuden a nuestra costa, que ésta ha sido siempre un venero inagotable de riqueza.


Comprueba el hecho de que las aguas de Llanes fueron en todos tiempos muy abundantes también en cetáceos de grandes dimensiones, la relación inserta en la Gaceta oficial de Madrid del 7 de Febrero de 1800, páginas 105 a 107 donde se lee lo siguiente: «Puerto de Llanes en Asturias, 15 de Enero de 1800. En 10 de este mes vararon en el arenal del abra de San Antonio en la parroquia de Nueva de esta jurisdicción, más de 400 cetáceos de los que según el conde de Bufón se conocen por Souffleurs o Marsouins y en esta costa vulgarmente por bufandos, a causa de que bufan reciamente al respirar, arrojando con violencia un gran golpe de agua por un agujero que tienen sobre el hocico.


 «Los descubrió un muchacho, que huyó a su vista espantado de los fuertes latigazos que sacudían en la arena con sus largas colas, y de los broncos bramidos que daban, algo semejantes a los del jabalí acosado, o del toro herido, y aumentaban a proporción de sus apuros, al verse fuera del agua y hostigados por los paisanos de la comarca, que al ruido acudieron en tropel con sus palos y hoces a acabarlos de matar antes que la mar volviera a arrebatarlos, como sin embargo lo hizo, al parecer, con más de 300. El estrépito y bramidos fueron tales, que su ruido llegó a percibirse por la noche a manera de un trueno sordo y lejano a distancia de dos y tres leguas. Fueron 138 bufíos los que quedaron en seco y se pudieron aprovechar por el vecindario de dicha parroquia. Eran todos de una especie, pero variaban en su tamaño, pues los había desde seis pies de largo hasta veinte y dos; la piel, de un negro caído muy suave; en el hocico el agujero por donde respiran y arrojan el agua con que contrapesan su enormidad, y aunque su corte en lo demás so asemeja al atún, son mas tendidos desde el lomo a la cola. Se distinguen perfectamente los machos de las hembras, notándose en estas pechos y leche para lactar y criar, como se nota en todas las especies de ballenas. Se ignora la causa que pudo precipitar a tan numerosa tropa a dejar su natural elemento, para embarrancarse en la costa, pero es probable que dimanase de venir perseguida del esperón o pexe espada, su capital y más temible enemigo. Los prácticos en esta especie de pesquerías, aseguran que de los referidos peces cogidos, podían sacarse de utilidad en grasas y esperma, mas de mil doblones; pero se dificulta que por la ignorancia de los que las cogieron, en el modo de beneficiarlos y por la falta de utensilios para ello, saquen las ventajas que pudieran lograr de esta casualidad.


LLANES Y SUS HOMBRES.
Manuel García Mijares (1.893)

Fuente visitada. www.llanes.as

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