sábado, 10 de diciembre de 2011

L´AMURAVELA-CUDILLERO


L'Amuravela es una de las costumbres más antiguas de Cudillero (Principado de Asturias), heredada de generación en generación, como una demostración de la especial devoción que el pueblo pixueto siente por su Patrón San Pedro, celebrándose todos los años el día 29 de Junio. L'Amuravela se inicia así:

En el nombri de Jesús
y la Virgen Soberana
vou ichar L'Amuravela
comu San Pedro asperaba.

No se sabe exactamente cuándo fue el comienzo de esta tradición. Según diversos comentarios y estudios, podría datar de hace más de 400 años (hacia 1569), época en que tuvo lugar la construcción de la Iglesia. Durante esa época habían vuelto los marineros que acompañaron a D. Alvaro Menéndez en la Conquista de la Florida, embarcados en una nave construida en Cudillero, "El Espíritu Santo". Durante ese viaje aprendieron el saludo que se hacía al Almirante y quisieron hacer lo mismo con su Santo Patrono.
Podemos decir que L'Amuravela, cuyos orígenes como hemos visto se pierden en la historia de Cudillero, es una crónica en verso de los acontecimientos de la villa pixueta y del mundo, llena de gracia e ironía.
Una de las descripciones realizadas, en 1864, señala que : "El día de San Pedro, los marineros sacan una barca del muelle, colocándola casi fuera de él. Después la empavesan, la adornan con banderas y cintas de todos los colores. Por la mañana el pueblo se reúne en torno del bajel, cuyas velas yacen amainadas. Una banda de música, seguida del clásico tambor y gaita, anuncian que la procesión avanza hacia La Ribera. En efecto, aparecen en fila las imágenes de San Pedro, San Francisco y la Virgen del Rosario, conducidas a hombros de los respetables jefes de la marinería del pueblo. Delante de San Pedro, llama la atención un tipo extraño que bailotea de una manera desacompasada. Su traje es por lo común un conjunto de prendas militares, que arrancarían la risa al más misántropo. Lleva por lo regular un alto morrión, que recuerda a los antiguos realistas; casaca de largas faldetas y color de verde botella, con vueltas encarnadas; charreteras de estambre amarillo; pantalón de hilo blanco y una gran banda de seda de colores, rayada, y pendiente de un tahalí de cuero, un tremendo sable. Este personaje es el protagonista de la función y el que hace por la mañana todo el gasto de ella. Cuando la procesión llega al punto en donde está la barca, coloca a San Pedro en la popa, único que goza este fuero, pues los demás se mantienen a una distancia respetable de la lancha.
Entonces el capitán penetra en la barca. Una vez en ella, desenvaina su espada, perora lo más graciosamente con la imagen del apóstol y apenas termina vuélvese dando una pronta voltereta sobre la tripulación, a quien ordena con voz cómica la maniobra. Los cohetes atruenan los aires; mil petardos colocados sobre los bordes de la lancha estallan con estrépito; los xigantes que se levantan a los lados empiezan a girar y a deshacerse lanzando en torno suyo carretillas; y en medio del humo que se levanta, vése a los marineros trepar sobre los palos de la lancha, virar y extender las velas...., finalmente los patrones conducen a San Pedro hacia la Iglesia y empiezan a bailar la imagen".
Entre sus primeros recitadores podemos destacar a : Xuaco Gaitano, Unvela, Xustín y Felipón.

L'Amuravela se suspendió varias veces por oposición de los párrocos, lo que daba lugar a diferentes cánticos y danzas en defensa de la misma.
Uno de los primeros problemas surgidos ocurrió a mediados del siglo XIX, cuando al regreso de la procesión, los marineros pretendían que el Santo siguiera su trayectoria hacia la Ribera y el cura, con algunos feligreses, pretendía que regresara a la Iglesia. Al final se mantuvo la tradición y una vez terminado el acto, los marineros cantaban:

Si el señor cura no quiere,
que Felipe eche el sermón,
que renuncie de este pueblo,
y que nos deje el Patrón.

Posteriormente tuvo lugar el segundo incidente cuando "Xuan de la Cuca", recitó unos versos duros, a juicio de la Iglesia, dirigiéndose a San Pedro:

Si falta pescao o pan,
d'un sablazo vas al suelo,
cojo las llaves del cielo,
y se las doy a San Xuan.

Fue entonces cuando surgió la copla más conocida de L'Amuravela y que ha pervivido a lo largo de todos estos últimos años:

Mientras Cudillero viva,
ya duri la fuenti'l Cantu,
va San Pedro a la Ribera,
con todos los demás Santus.

Desde entonces, aunque se seguía celebrando la procesión llevando el Santo a la Ribera no había Amuravela.
Durante el año 1913 se intentó reponer pero no fue así.

En 1946 se recuperó esta gran tradición : el Alcalde de Cudillero D. Luis Antolín y D. Luis Tejerina llegaron a un acuerdo con el cura de entonces, D. Juan Méndez, para que se recitara L'Amuravela sin la presencia de San Pedro.

Una de las personas que más ha hecho para que esta tradición se mantuviera ha sido Elvira Bravo, autora del Sermón desde 1947 hasta su muerte en 1986.

Otra de las personas destacadas en la labor de recuperación y mantenimiento de L'Amuravela ha sido Juan Luis Alvarez Bravo "Totó" (hijo de Elvira Bravo), recitador durante 32 años. En el año 1983, "Totó" tomó la decisión de dejar L'Amuravela. Diversos acontecimientos le obligaron a continuar hasta 1984, pero ya buscando un sustituto.

Al año siguiente, 1985, Cesáreo Marqués Valle toma el relevo y desde entonces es el actual recitador de L'Amuravela. Desde el año 1995, también es su autor. Gracias a su amor a Cudillero, esta ancestral tradición no se ha perdido y en su ánimo está mantenerla y promocionarla todo lo que se merece.

El día 29 de Junio de 2005, se convierte en una fecha histórica : se recupera una tradición durante más de un siglo anhelada por todos los pixuetos y muy especialmente, en los últimos años, por su actual autor y recitador, Cesáreo Marqués : la presencia de San Pedro.
Recordando un poco la historia, nos encontramos con un artículo del diario El Comercio (Gijón), con fecha 3 de Julio de 1884, el cual explica, que el 29 de Junio de 1884, el recitador de L’Amuravela, “Xuan de la Cuca”, a través de algunos versos del Sermón, desencadena un enfrentamiento con el Clero de aquella época, que ve en todo ello una conducta irreverente hacia la imagen de San Pedro, presente en el acto, en la Ribera, como tradicionalmente venía sucediendo todos los años.
Aquella fecha, marcó un tiempo excesivamente largo sin San Pedro, pues al año siguiente (1885), la imagen, y hasta este año 2005, no ha estado presente en el Sermón.
Las reuniones previas, en las que participaron la Comisión de Festejos, Cesáreo Marqués, Comunidad Parroquial y el párroco D. José Pérez Barcia, fructificaron con un acuerdo histórico para Cudillero, pues si es historia la ausencia, ahora lo es la presencia de San Pedro, con todos los demás Santos en la Ribera, para escuchar el Sermón.

En el año 1976, esta fiesta fue declarada de INTERES TURISTICO NACIONAL.

Fuente visitada.
amuravela.com

viernes, 9 de diciembre de 2011

OLVIDADO FRASSINELLI


"La cueva del Cuélebre, en Corao, aún conserva la mesa de trabajo de Roberto Frassinelli, que a menudo desarrollaba allí sus proyectos. ARMANDO ÁLVAREZ"

Hay dos caminos que conducen a Abamia. El primero, el más usado, es el que marca la carretera que nace a las afueras de Corao y se extingue, tras pasar junto al cementerio del pueblo, al pie de uno de los enclaves más legendarios de Asturias. El segundo lo recorre una senda que arranca de un hermosísimo castañedo centenario, al pie del río Güe.a, y lleva el nombre de Roberto Frassinelli. Es uno de los pocos recuerdos que quedan por allí de la existencia de un personaje tan controvertido como fascinante y de cuyo nacimiento se cumplen ahora doscientos años. Roberto Frassinelli y Burnitz, el alemán de Corao, habitó estas tierras desde 1854 hasta su muerte, en 1887, y dejó en ellas tal impronta que es imposible recorrerlas sin tener presente su memoria.
Lo que ocurre es que no todos la conservan. El camarero del bar donde nos detenemos a tomar un café antes de iniciar la ruta lleva allí unos pocos meses y ni ha oído hablar de Frassinelli ni ha entrado nunca en la iglesia donde está su sepultura. La dueña de la tienda que se abre en los bajos de una casa aledaña nos informa, con reticencias, de que la mansión donde vivió está en obras y la cueva del Cuélebre, el abrigo natural al que se retiraba a pensar y dibujar, es una propiedad privada que forma parte de una finca donde habitualmente pasta ganado.
Damos un paseo para cerciorarnos. Efectivamente, la casona que un día habitó Roberto Frassinelli está vallada y resulta imposible intentar internarse en ella. Construida entre los siglos XVII y XVIII, está rodeada por un grueso muro de piedra y cuenta con un añadido reciente que pugna por integrarse de forma natural en la fábrica, aunque la estridencia resulta inevitable.
Junto a la portilla, un cartel cuenta que el edificio es la "sede de la colección privada de Don Maximino Blanco del Dago sobre historia local, destacando los apartados de cerámica asturiana, los relojes de Basilio Sobrecueva, la historia de Covadonga y los dibujos de Frassinelli".
El alemán, cuyo nombre lleva una de las calles que flanquean la mansión, se instaló aquí tras contraer matrimonio con Ramona Domingo Díaz y convirtió el jardín en una suerte de laboratorio botánico donde, según dicen, llegó a cultivar hasta veinte clases diferentes de manzana. Nada queda hoy de aquello. En el pueblo nos dicen que van a convertirlo todo en museo, pero nadie sabe dar demasiadas indicaciones ni puede aventurar una fecha para su puesta en marcha.
Tampoco tienen de Frassinelli más que referencias vagas e inconcretas, aunque siempre rodeadas de un aura casi mítica. No es raro: el viajero que terminó haciendo su vida en este rincón perdido en el corazón de Asturias había estudiado varias asignaturas en Tubinga y tenía amplios conocimientos derivados tanto de sus estudios como de su pertenencia a alguna que otra sociedad secreta de corte revolucionario que posiblemente otorgasen a su talante algún que otro signo tirando a masónico.
Es fácil imaginar lo estrambóticos que debían de resultar los usos y costumbres de Frassinelli a los ojos de unos vecinos, los del Corao de mediados del XIX, que, si bien solían ver por allí a determinados miembros de la aristocracia que pasaban sus momentos de asueto por aquellos lares, de ningún modo estaban acostumbrados a ese tipo de modus vivendi que pronto comenzó a configu rar la leyenda apócrifa de un personaje que respondía, punto por punto, al arquetipo del aventurero romántico.

A la sombra del cuélebre.
De igual modo, tenía que sorprenderles su costumbre de retirarse a meditar y trabajar a la llamada cueva del Cuélebre, un abrigo natural abierto a unos pocos metros de su casa y que, según cierta leyenda popular, estaba habitado por uno de esos seres, acaso el más terrible de todos cuantos conforman la mitología astur. Se cuenta que Frassinelli encontró allí varias piezas prehistóricas, pero lo más llamativo es que instaló en ella su propio gabinete. Hoy es difícil llegar hasta esa oquedad abierta en la montaña. En parte porque, como se ha dicho, forma parte de una propiedad privada y hay que contar con el visto bueno del propietario o confiar, sencillamente, en la providencia y la buena fe de quienes puedan sorprender a dos intrusos caminando por prados ajenos.
Allí se conserva la mesa de trabajo de Frassinelli, aunque malamente: los vaivenes del tiempo (y, posiblemente, los empellones de las reses) han acabado por derrumbar el tablero central, que ahora apoya uno de sus bordes en el suelo y deja medio huérfano el pilar sobre el que originalmente se asentaba. De todos modos, el lugar mantiene intacta su magia y ofrece una magnífica vis ta de la aldea de Corao, con la casona en primer plano, y permite que el viajero se recree en la contemplación de un paisaje que tuvo que parecerse mucho al que él observaba mientras iba progresando en sus proyectos.
Pero hablábamos de Abamia, y aunque llegar hasta allí no es difícil, sí que lo es entrar en la iglesia de Santa Eulalia. Conseguimos contactar con el párroco, que vive en Mestas de Con, y accede a abrirnos la puerta pese a que la Consejería le ha prohibido hacer uso de él “para cualquier cosa que no tenga que ver con la liturgia”.
Manuel López explica que en el último año sólo ha oficiado una misa en el templo, que permanece cerrado al culto y que perdió definitivamente su antiguo esplendor en 1904, cuando quedó desahuciado por ruina y se edificó una nueva iglesia en Corao para dar servicio a los feligreses.
De cualquier forma, el sacerdote explica que los vecinos siguen sintiendo “mucha devoción” por el edificio, una magnífica fábrica románica levantada entre los siglos XIII y XIV y que según la tradición se construyó sobre un templo anterior, del siglo VIII, que ordenó construir el mismísimo rey Pelayo. En el interior (donde llaman la atención las pinturas murales del ábside, que se conservan casi de milagro) están, precisamente, las estelas funerarias del primer monarca asturiano –cuyos restos se trasladaron a Covadonga en tiempos de Alfonso I– y los de su mujer, Gaudosia, con la que al parecer contrajo matrimonio entre estas mismas paredes. Pero no conviene distraerse, porque lo que más nos interesa está a los pies del templo: muy cerca de la puerta que permite el ingreso desde el oeste,una modesta losa de pizarra indica que allí reposan los restos de Roberto Frassinelli y Burnitz, fallecido en Corao el 22 de junio de 1887.
Sus huesos no siempre estuvieron allí. Originalmente, el alemán recibió sepultura en el pequeño cementerio, hoy semiabandonado, que hay a espaldas de la iglesia. Respecto a ésta, cabe decir que Santa Eulalia sigue siendo magnífica pese a que la restauración reciente, acometida a instancias de la Consejería de Cultura, ha deslucido notablemente su exterior y, para más inri, también puso en peligro los espléndidos espléndidos tejos que la rodean. Fue en 1977 cuando tres entusiastas de Frassinelli exhumaron sus restos del nicho donde yacían, que se vendría abajo poco después, para trasladarlos al interior de una iglesia que él había estudiado a fondo, algo normal si se tiene en cuenta que el alemán descubrió aquellos parajes embebido de un espíritu romántico que se tradujo en su entusiasta admiración de la historia y los paisajes que ofrecían los espectaculares Picos de Europa, dos elementos que se conjugaban en un enclave situado a nueve o diez kilómetros de Corao y que fueron el motivo de sus principales desvelos. Nos estamos refiriendo, claro está, a Covadonga.

El camarín y la basílica.
El santuario fue el lugar en el que más trabajó Frassinelli y, curiosamente, es el que peor conserva hoy su memoria. No hay allí placa alguna que le recuerde, pese a que Alejandro Pidal, uno de sus más íntimos amigos, dejó constancia en un sentido obituario de la conveniencia de rendirle perpetua memoria en los dominios de La Santina. No era una afirmación caprichosa: puede decirse que Frassinelli descubrió Covadonga en un momento en el que aquello estaba en franca decadencia, y fue su colaboración con el obispo Sanz y Forés, con el que trabó amistad muy pronto, la que terminó convirtiendo aquel prodigio natural en el espacio que es hoy. Guiado más por el ya mencionado afán romántico que por una verdadera espiritualidad que, en el caso del alemán, debía de tener notorias particularidades, Frassinelli quiso rendir homenaje al Arte Asturiano, que él había descubierto ya en 1844, en el tiempo que pasó trabajando para la Comisión Nacional de Monumentos, y diseñó para la cueva un camarín que hoy ya no existe y que constituía todo un homenaje a la arquitectura desarrollada en tiempos de la Monarquía Asturiana. También a él se le debe el diseño de la basílica, pese a que la factura final no es obra suya, sino de Federico Aparici, el arquitecto a quien le encargaron el proyecto después de que Sanz y Forés fuese relegado en la curia ovetense por Martínez Vigil y Frassinelli, en consecuencia, cayera en desgracia. Tan sólo la cripta, que suele estar cerrada al público, le pertenece íntegramente, aunque el resultado final del templo respetase, en esencia, las líneas maestras de los bocetos originales, como se puede comprobar a poco que se comparen las ideas originales de Frassinelli con la materialización definitiva del edificio.
La última parada del camino nos conduce, irremediablemente, a la montaña. En la ya mencionada semblanza necrológica, Alejandro Pidal escribió a propósito de su amigo que “su verdadero teatro eran los Picos de Europa”. Pedro Pidal, hijo del anterior y primer escalador del Urriellu, reconoció a Frassinelli como uno de los “precursores” del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga.
Son sólo dos de los testimonios que dan fe de su afición por la naturaleza, que llevaba a emprender larguísimas caminatas desde Corao hasta aquellas cumbres, donde el alemán daba rienda suelta a aficiones tan estrambóticas como la de revolcarse desnudo entre la nieve.
Aquella senda que tomamos al principio de este texto y que nos conducía hasta Abamia tiene su prolongación en una ruta que concluye en los Lagos de Covadonga. Allí, en un recodo de la Vega del Enol, se encuentra un lugar semiescondido al que Frassinelli iba a tomar baños y que desde entonces recibe el nombre de Pozo del Alemán. En realidad, la denominación permanece en el imaginario popular, porque en todo el entorno del Enol y el Ercina no encontramos un triste cartel que indique la dirección.
Sólo preguntando a un guarda conseguimos dar con un camino que parte de la orilla del Enol en dirección al oeste, y cuando pensamos que hemos extraviado definitivamente el rumbo damos con un lugareño que nos asegura que no, que seguimos en la dirección correcta.
Hay que llegar hasta el final de la senda, hasta un inmenso cartel que informa de los peligros que acechan a quienes, en vez de interrumpir sus pasos, prefieran proseguir ruta, para hacer caso omiso de las advertencias y continuar caminando unos dos kilómetros hasta llegar a un puente que, sobre el río Pomperi, marca la presencia del pozo, una oquedad natural que crea un pequeño estanque donde reposan, mansas, las primeras hojas caídas del otoño.
Por descontado, no hay señal alguna allí que recuerde a Frassinelli, como tampoco las hay en muchos de los enclaves que fueron testigos de su vida y sus afanes. Ni siquiera las instituciones, que tan sensibles dicen ser a los asuntos relacionados con el patrimonio, han tenido reflejos suficientes para aprovechar el bicentenario y rendir un homenaje, por pequeño que fuese, a una de las más encantadoras figuras de la heterodoxia asturiana.
Las huellas del alemán de Corao, pese a todo, continúan presentes en el epicentro sentimental de Asturias, secretamente dispuestas para todos aquellos que tengan la iniciativa de seguirlas.
MIGUEL BARRERO / CORAO/COVADONGA
Fuente visitada.
lavozdeasturias.es

jueves, 8 de diciembre de 2011

LA MI POLINA LAVIANA


Está a una distancia de la capital del Principado, Oviedo, de 33 kilómetros. Sus principales vías de comunicación son: AS-17, que atraviesa el concejo de oeste a este, la AS-251 que enlaza con San Martín del Rey Aurelio y la AS-252 que une Pola de Laviana con Aller.
Situado en la cuenca del río Nalón, su superficie se compone principalmente de masa forestal (46,48%), pastos (38,75%) y terreno improductivo (10,36%). El resto se reparte en superficie no agrícola (3,37%), tierras de cultivo (0,58%) y agua (0,46%).
El paisaje de Laviana está constituido básicamente de una vega estrecha a la orilla del río Nalón, rodeada de montes. En esta vega encontramos las poblaciones más importantes (Pola de Laviana, Barredos y El Condado) y las principales vías de comunicación (la carretera AS-17 Avilés – Puerto de Tarna y el ferrocarril Pola de Laviana – Gijón).

El río Nalón, que cruza el concejo de este a oeste, es alimentado por varios afluentes a su paso por él, entre los que destacan el río la Xerra (o El Condao), el río la Caya (o de la Rebollada) y el río Tiraña convergiendo por su derecha, y el río Soto, El Raigusu (o río Ribota) y el río Villoria convergiendo por su izquierda.
La mitad occidental del territorio de Laviana forma parte de la cuenca hullera del Nalón. El relieve se compone principalmente de los valles y cordilleras formados por la erosión fluvial sobre materiales carboníferos. En la parte oriental encontramos un sustrato calizo que corresponde a las zonas de mayor altitud.

Los principales montes de Laviana son Peña Mea (1.560 m), la Triguera (1.291 m), la Xamoca (1.288 m) y el pico Tres Conceyos (1.097 m).
El río Nalón cruza el concejo, siendo en La Pola donde logra su mayor amplitud, sus afluentes más importantes son por el margen derecho: el río Xerra, el río la Pontona y el río Tiraña. Por el margen izquierdo el río Soto, El Raigusu, el río Villoría y el Rimontán.

Fiestas:
Entre sus muchas fiestas destacaremos las siguientes:
•En mayo, son las fiestas de Santa Rita en Boroñes, que inauguran la temporada festiva del municipio.
•En junio, son las fiestas de San Antonio en Villoria.
•En agosto (exactamente el día 15), se celebra la fiesta mayor del concejo, que es la que se organiza en el Santuario de la Virgen de Otero, patrona de Santa María de Laviana. (La leyenda dice que la Virgen María se apareció a un pastor y se decidió construir ahí una iglesia pero los señores de la zona quisieron construirla en otros terrenos y la leyenda dice que los materiales aparecieron trasladados milagrosamente al lugar donde hoy se ubica la iglesia).
El fin de semana siguiente, se organiza el Descenso Folclórico del Nalón, que ha sido declarado Fiesta de Interés Turístico y goza de gran popularidad.
También tenemos las fiestas de San Justo en Soto (Llorío), entre otras.
•En Septiembre, tenemos el Cristo en El Condao.
•En octubre, se festeja la Pontona, también en el centro de la villa. Es la segunda mayor fiesta del municipio. Coincide con dos certámenes, uno de ganando y otro de queso asturiano. Esta cierra la temporada festiva anual.

Hay otros santuarios en el concejo con sus romerías, como son: la de la Visitación en la ermita de Les Campes, La de Cortina, o la de Ribota.

Fuente visitada.
Wikipedia
LAVIANA ANTIGUA

LAVIANA AHORA

EL MIRADOR DEL FITU


Allá por el año 1925, exactamente el domingo 18 de Octubre, dos coches con varios amigos emprendieron el camino que conduce de Gijón al Alto del Fitu, una vez allí se tomaron fotos y medidas y se acordó la inminente construcción de un Mirador Orientador en tal singular punto.
Entre esos amigos estaban: Jacinto Quesada, los señores de Reigada (director del tranvía Arriondas-Covadonga), Aquilino Pando (alcalde de Parres), Gerardo Gordón (administrador de Correos) y otros.

Después de tocar todas las puertas buscando manuntención para llevar a cabo tal empresa, y sin no pocos contratiempos se llegó a la cantidad de 11.144,82 de las antiguas pesetas (66,98 euros). Los primeros en aportar dinero fueron: La Diputación con 500 pesetas y los antes mencionados 47,40 pesetas.
El Mirador del Fitu, ejemplo de colaboración entre pueblos.
Transcurrió el año 1926 y los promotores de tal obra fueron desapareciendo, en Marzo de 1927 el Dr Pimentel, el señor Reigada y otros cuantos reactivan la vieja idea y se ponen manos a la obra.
Por carta circular publicada en todos los periódicos de la región se difundió la idea del mirador y se hizo saber que la cuota individual, para donativos, sería de 5 pesetas y la colectiva de 25 pesetas.
Es increíble la respuesta que desde todas las partes de Asturias tuvo tal comunicado: Vegadeo, Allande, Tineo, Cornellana, Pravia, Avilés, Covadonga, Llanes, Oviedo, Caravia, Colunga, Villaviciosa, Arriondas y otros pueblos de Asturias colaboraron siendo Gijón el que aportó el 85% del total de la obra.
No todo fueron aportaciones monetarias, otras empresas contribuyeron con materiales como por ejemplo Tudela-Veguín (Oviedo) aportó todo el hormigón, La fábrica de Moreda y Gijón, cedio todo el acero de la construcción, la cantera de Colunga, a través de su dueña Doña Rosa del Valle, aporto toda la arena, el Señor Álvarez facilitó los explosivos. etc.
El Ferrocarril de Langreo ayudó a los viajes de los recaudadores por la zona al igual que hizo la empresa de autobuses Cinco Villas y los F.C. de Económicos de Asturias.
Mención especial a Francisco Gil, vecino de Gijón, que con su furgoneta 0-3940 subió todo el material al Fitu.
El ingeniero de la obra fue el arquitecto José María Sánchez del Vallado (Oviedo) , que de forma altruista llevo a buen puerto esta empresa.
La mayor de las dificultades fue el agua, que estaba a más de un kilómetro pero el ingeniero de la obra, la trajo a “Pie de Mirador”, el ingeniero pasó varios días en la obra dirigiendo y ordenando.
Desde el Mirador del Fito podemos contemplar las vistas más increíbles, me atrevo a decir, de todo el Oriente de Asturias.
Situado en un lugar privilegiado nos permite ver gran parte de la costa asturiana y con un simple giro de caderas … las más impresionantes formaciones rocosas de Asturias, como son los Picos de Europa, la Sierra del Cuera o la Sierra del Sueve.

Resumen de gastos:
•Jornales y seguro de obreros: 3216,55
•Hospedaje obreros gijoneses, señor ingeniero, chofer, guardia civil: 1999,25
•Locomoción del señor ingeniero y del pagador: 2316,65
•Material: 522,87
•Vigilancia nocturna: 250
•Barandilla: 300
•Arrastre de materiales: 1704,95
•Viajes de propaganda y recaudación: 161,45
•Hoteles: 100
•Varios: 580
Total: 11.144,82 pesetas.
El mirador del Fitu es uno de los más impresionantes miradores naturales de la costa norte de España, desde él se puede ver casi toda la costa oriental de Asturias, y como no, los Picos de Europa y los valles próximos.


Fuente visitada. arriondas.com

domingo, 4 de diciembre de 2011

LA CALLE CORRIDA-AÑO 1.900


Van quedando atrás muchas cosas que conformaron a la calle Corrida. Esa que, allá por 1.881, sólo queda alumbrada con cuatro raquíticos faroles de gas. Esa que más tarde, en 1.890, ve cómo la recorre, en parte, un trazado viario ex profeso para los tranvías de mulas. Paseantes por el bulevar. Tertulias en Casa Piquero, todavía en la iniciación de su esplendoroso negocio. El salón de las exposiciones estaba situado en la calle del Rastro (hoy de Linares Rivas). También se hace tertulia en el Casino de Gijón, donde se admiran las marinas de Juan Martínez Abades y los paisajes de Nemesio Lavilla, y en cada comercio hay una tertulia más.
Es la época en que estos comerciantes vanguardistas abren su negocio a las siete de la mañana, para no cerrarlo hasta la desaparición del último contertulio. Allí, en la trastienda o ante el mostrador, se ventilaban todas las noticias y todos los sucesos, por íntimos que fueren. Donosura de los landós descubiertos. Por entonces hace su aparición el sombrero sobre las cabezas de las damas. Se habla de aquel holandés que, al principio de la calle Corrida, casi que en una especie de cueva vende artículos y objetos de alto valor y buen gusto, que son calificados por los entendidos de verdaderamente maravillosos.

Calle Corrida con el sarpullido de los niños que salen de paseo con sus chachas, vestidas éstas con lujo y tan tiesas y erguidas como sus almidonados delantales y sus chorreras de encaje. Las amas de cría sostienen orgullosas a sus bebes. Visten trajes de terciopelo a la usanza montañesa, herretes y aderezos de plata afiligranada. Se pasean vanidosas balanceando las ampulosas caderas, aumentadas notablemente por la tableada falda. Chiquillos y vestidos. Chiquillos de marinera azul que juegan al aro en la parte central de la calle. Tal parece como si todos se hubiesen puesto de acuerdo para ir a más. Ahora sí. Ahora en 1.901, tal día como el 28 de octubre se comienza a asfaltar la principal arteria gijonesa. Todo un espectáculo. Se había hecho un primer intento en las postrimerías del siglo anterior. Es lo cierto que, por el contratista señor Maestre, se dio comienzo a esas obras de asfaltado de la calle Corrida en su enlace con la plaza del Seis de Agosto.
A los vecinos no les llama mucho la atención tal novedad. El nuevo procedimiento es aparatoso, pero eficaz. También pavimentan con asfalto la vecina calle del Comercio. Pasa por primera vez sobre la tersa calzada el primer automóvil que conducía Victoriano Alvargonzález. Llegan otra vez los Reyes en 1.902. Allí están al quite los fotógrafos Peinado y Laverdure, instalados en la calle Corrida.

Todo va siendo pequeño en Gijón, a pesar de lo mucho que se edifica, resultando estrecho y raquítico lo que ayer se consideraba como espacioso y suficiente. Por entonces, para dar ensanche a la calle de San Antonio por los Cuatro Cantones, expropió el Ayuntamiento la casa que formaba esquina. Tratándose de ensanches y de hermoseamiento de la población, dícese que el municipio no debiera reparar en el sacrificio de unos cuantos miles de pesetas para adquirir el solar resultante.

Ya se habla de anuncios iluminados. Está en puertas el aparato de proyecciones del celebérrimo Salón Luminoso, de modo y manera que los que deseasen anunciarse podían pasar por la confitería de Joaquín Rato, donde, presentando el anuncio, se les indicarían precios y condiciones. Ya van adelantados los trabajos para la habilitación del local que en la calle Corrida ocupó la Tabacalera, con destino a ese Salón Luminoso que durante el pasado verano había funcionado en Begoña. La empresa, tirando la casa por la ventana, tenía pensadas sesiones de cinematógrafo, amenizándolas luego con obritas teatrales por un cuadro artístico. Por fin. El tan cacareado Salón Luminoso, sito en la calle Corrida, se inaugura el 14 de noviembre de 1.903. El local está espléndidamente iluminado. Extraordinaria concurrencia en las siete sesiones dadas, al extremo de agotarse los billetes.

Fuente visitada.
Cronica de la Calle Corrida.- Patricio Adúriz.

sábado, 3 de diciembre de 2011

LA MAJADA DE ESPINERES


La sierra del Sueve, es un verdadero paraíso, en tierras de los concejos de Piloña, Parres, Colunga y Caravia. Esta sierra costera tiene su máxima altitud en el Picu Pienzu (de 1.149 metros de cota), siendo muchos los montes y vegas que la conforman. Allí aún quedan algunas antiguas majadas ("mayaos") de pastoreo. Entre estos destaca Espineres.

Para llegar a la hermosa majada de Espineres, que debe su nombre parece ser a los abundantes árboles o arbustos de esa misma denominación (o espinos), el mejor camino es el que parte del Alto La Llama, en la carretera de Colunga a Infiesto, por Libardón (AS-258) o por Borines (AS-259), aunque desde estas dos últimas localidades salen interesantes senderos, muy usados otrora por los lugareños, para subir al Sueve. Del Alto La Llama parte una pista que en pocos kilómetros nos sitúa en la majada de Espineres, pasando por Llábanes, La Raíz, Sames y Obiñes. A pie se asciende en poco más de una hora. El paisaje de la subida es magnífico, con el valle de Libardón y el Mar Cantábrico, al Norte y las vegas y montes de La Braña, Ordiyón, Frade y Los Cuervos, al Sur.

En Espineres, donde termina la pista, hay una pequeña laguna (o mejor charca) así como varias cabañas y una fuente. Allí todos los años se celebra, a finales de agosto, la Fiesta del Asturcón y en invierno suelen colocar su "Belén de Cumbres" los participantes en el programa de educación ambiental Recreo en la Naturaleza, en la ladera del Picu Madalín. Esta vega es un remanso de paz, aunque ya empiezan a surgir algunos basureros piratas y ciertos vehículos todoterreno (de dos o cuatro ruedas) en ocasiones hacen alguna barbaridad derrapando por la campera.

Desde Espineres sale un sendero ascendente en dirección Noreste, que en un cuarto de hora nos sitúa en el valle del Requexu. En este lugar hay un cercado (con una laguna o charca, en su centro). Siendo empleado alguna vez como "pescaderu" de caballos. En la sierra del Sueve (o "Puertu Sueve") hay la costumbre de "pescar" caballos, que es la acción de cogerlos para marcarlos o llevarlos a la feria o al matadero. Para ello se conduce a los animales, generalmente asturcones, hasta unos recintos semicerrados, naturales o artificiales, con gritos y a palos, para ya acorralados ir "lazándolos" hasta reducirlos. Se les coge con una pértiga de la que pende un lazo corredizo y por eso se denomina a esta acción "pescar" (y al lugar "pescaderu").

Desde el valle del Requexu, que tiene encima al Picu La Múa, se puede ir, en fácil la subida a esa cumbre, bien por su cara Sur o por su cara Este. La ascensión nos llevar una media hora a ritmo tranquilo, por entre pedreros y roquedal carentes de dificultad. Los senderos que tomemos van, por lo general, todos a la cima y son más bien caminos de cabra. El paisaje es muy bello. En la cima hay un buzón colocado en 1983 por los componentes del citado programa gijonés Recreo en la Naturaleza, en el cual se puede dejar, como en otros picos, la "tarjeta de cumbres" o de recuerdo (vieja tradición montañera).

Desde lo alto del Sueve podemos contemplar a lo lejos, al Este, los Picos de Europa y los montes de Ponga y Piloña (estos últimos más al Sur). Y, al Norte, el Mar Cantábrico. Cercana a nosotros tendremos, al Sur, la Peña de Tiegu, Braña mayor y los pueblos de Robleu, Cerecea, Sardea y La Goleta. Al Norte los picos Palomeru, Fontanielles y Vegallories, así como el "mayau" del Potril (que tiene también una laguna, en forma de corazón) aunque ya al Noreste y a los pies del Picu Miruellu (o "Mirueñu"). En esa dirección, aunque más alejado, se encuentra el Picu Pienzu.

En esta zona abundan los gamos, zorros y jabalíes, así como mustélidos y aves rapaces. También es un lugar apropiado para ver los míticos caballos asturcones, que tanta fama dieron a Asturias y por los que tanto lucharon Ignacio Pontón, Alfredo López, Jorge Migoya y José Antonio Fidalgo.

Fuente visitada.
descubreasturias.com

jueves, 1 de diciembre de 2011

LOS MOLINOS DE AGUA DE GIJÓN


Llama la atención que en un concejo como el de Gijón tuviese en tiempos no muy lejanos un número tan importante de molinos. Según la información recogida de los vecinos de mayor edad, a mediados del pasado siglo funcionaban en este municipio en torno a cincuenta en las proximidades de ríos y arroyos o riegas.
Había algunos como el de Luis el Moli, en Ceares; o el de Gadina, también en esta parroquia, o el de Guilledo, en la de Granda, que eran industriales, con un sistema de reparto con carros de bueyes desde estos molinos hasta los almacenes existentes en el casco urbano. La mayoría de ellos, sin embargo, eran artesanales, dedicados a moler para los vecinos de la zona. Actualmente en el concejo de Gijón quedan restos de una treintena de molinos, de los que cuatro se encuentran aún en funcionamiento.

La importancia de los molinos podría ya deducirse del hecho de que casi todos eran propiedad de nobles, marqueses o condes, y eran considerados como una pequeña industria. Por otra parte, la canal de los molinos que empieza en la parroquia de Granda y llega hasta el parque de Isabel la Católica fue construida especialmente para abastecer de agua a los siete molinos que entonces había

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A finales de abril o primeros de mayo, se segaba el vallico y se empezaba a preparar la tierra para sembrar el trigo, el trigo se sembraba a voleo.
En el mes de junio, a mano o con la ayuda de una fesoria, se limpiaba, y ya no se volvía a trabajar más hasta el momento de retirar las espigas.
En este concejo, a diferencia de lo que se hacía en la zona occidental de Asturias, el trigo no se segaba, sino que se iban recogiendo con las “mesorias” las espigas y se depositaban en el “macón”. Las “mesorias” son dos palos de unos dos centímetros de grueso y unos cuarenta de largo; entre ellos se cogían varias espigas, se tiraba hacia arriba y de esta manera se separaban de la paja.
En ocasiones se arrancaba la paja con todo accidentalmente, por lo que era norma llevar la “foceta” sujeta al “macón” para poder cortar las espigas. Para realizar esta labor era frecuente que hubiese “andechas”.
Una vez retiradas las espigas se tomaban aquellas que habían quedado sueltas por la tierra (se pelucaban).
Cuando el “macón” se llenaba, se vaciaba en el carro, y una vez que este estaba lleno, se llevaba a la trilladora, la máquina que separaba el trigo del resto de la espiga. Había trilladoras en varias parroquias: Lavandera, Baldornón, etc. pero la más conocida y la que más se empleaba era la de Casa Sidro- Braulio en Cabueñes. Era tal la fama de esta trilladora que los aldeanos debían pedir cita, y en ocasiones no se paraba ni de noche. En Santurio también había una trilladora en casa de Severo-Donato.

El trigo ya limpio se traía de nuevo a casa en sacos y con el carro. Se subía después a la panera, y los sacos eran vaciados de nuevo en los “macones”, en los que se dejaba hasta el momento de llevarlo a moler. Entre el trigo se espetaban las “mesorias” para facilitar su aireación. También se solía abrir la panera los días buenos con el mismo fin.

Con el trigo ya en la panera, se volvía de nuevo a la tierra, y se segaba la paja, bien con la guadaña o con la foceta. Después se recogía y se colocaba en torno a la “bareta”, un palo alto clavado en el terreno. Esta paja se usaba a lo largo del año para “estrar” el ganado, es decir, para la cama de las vacas.
El trigo se llevaba a moler a los distintos molinos esparcidos por todo el concejo: Cabueñes, Baldornón, Bernueces, Deva, Lavandera, Granda, Huerces, Leorio, La Pedrera, Ruedes, Cenero, San Andrés, Serín y Ceares. Los sacos de trigo se transportaban a veces en burro, y más recientemente en “xarré”, el pago de la molienda se hacía mediante maquila.
Los molinos existentes en el concejo de Gijón no separaban el salvado, por lo que este se retiraba manualmente en casa con una “piñera”.

La labor de amasar el pan sólo la realizaba el ama de casa y se solía hacer una o dos veces por semana. Para la fermentación de la masa se usaba el “formiento”, un trozo de masa de la hornada anterior que se dejaba sin cocer y a la que se le añadían sal y agua templada en el momento de hacer la masa.
La cocción del pan se realizaba en la “forna” que se “arroxaba” con leña de manzano, pues era la que más calentaba; cuando estaba suficientemente caliente, se sacaban las brasas, se barría con una escoba de “carrasco” y con la ayuda de una pala de madera se colocaban en el interior. El color de la corteza era el indicador del estado de cocción.

Fuente visitada.
Los Molinos de Agua En el Concejo de Gijón.
-José Luis Pérez.