jueves, 1 de diciembre de 2011
LOS MOLINOS DE AGUA DE GIJÓN
Llama la atención que en un concejo como el de Gijón tuviese en tiempos no muy lejanos un número tan importante de molinos. Según la información recogida de los vecinos de mayor edad, a mediados del pasado siglo funcionaban en este municipio en torno a cincuenta en las proximidades de ríos y arroyos o riegas.
Había algunos como el de Luis el Moli, en Ceares; o el de Gadina, también en esta parroquia, o el de Guilledo, en la de Granda, que eran industriales, con un sistema de reparto con carros de bueyes desde estos molinos hasta los almacenes existentes en el casco urbano. La mayoría de ellos, sin embargo, eran artesanales, dedicados a moler para los vecinos de la zona. Actualmente en el concejo de Gijón quedan restos de una treintena de molinos, de los que cuatro se encuentran aún en funcionamiento.
La importancia de los molinos podría ya deducirse del hecho de que casi todos eran propiedad de nobles, marqueses o condes, y eran considerados como una pequeña industria. Por otra parte, la canal de los molinos que empieza en la parroquia de Granda y llega hasta el parque de Isabel la Católica fue construida especialmente para abastecer de agua a los siete molinos que entonces había
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A finales de abril o primeros de mayo, se segaba el vallico y se empezaba a preparar la tierra para sembrar el trigo, el trigo se sembraba a voleo.
En el mes de junio, a mano o con la ayuda de una fesoria, se limpiaba, y ya no se volvía a trabajar más hasta el momento de retirar las espigas.
En este concejo, a diferencia de lo que se hacía en la zona occidental de Asturias, el trigo no se segaba, sino que se iban recogiendo con las “mesorias” las espigas y se depositaban en el “macón”. Las “mesorias” son dos palos de unos dos centímetros de grueso y unos cuarenta de largo; entre ellos se cogían varias espigas, se tiraba hacia arriba y de esta manera se separaban de la paja.
En ocasiones se arrancaba la paja con todo accidentalmente, por lo que era norma llevar la “foceta” sujeta al “macón” para poder cortar las espigas. Para realizar esta labor era frecuente que hubiese “andechas”.
Una vez retiradas las espigas se tomaban aquellas que habían quedado sueltas por la tierra (se pelucaban).
Cuando el “macón” se llenaba, se vaciaba en el carro, y una vez que este estaba lleno, se llevaba a la trilladora, la máquina que separaba el trigo del resto de la espiga. Había trilladoras en varias parroquias: Lavandera, Baldornón, etc. pero la más conocida y la que más se empleaba era la de Casa Sidro- Braulio en Cabueñes. Era tal la fama de esta trilladora que los aldeanos debían pedir cita, y en ocasiones no se paraba ni de noche. En Santurio también había una trilladora en casa de Severo-Donato.
El trigo ya limpio se traía de nuevo a casa en sacos y con el carro. Se subía después a la panera, y los sacos eran vaciados de nuevo en los “macones”, en los que se dejaba hasta el momento de llevarlo a moler. Entre el trigo se espetaban las “mesorias” para facilitar su aireación. También se solía abrir la panera los días buenos con el mismo fin.
Con el trigo ya en la panera, se volvía de nuevo a la tierra, y se segaba la paja, bien con la guadaña o con la foceta. Después se recogía y se colocaba en torno a la “bareta”, un palo alto clavado en el terreno. Esta paja se usaba a lo largo del año para “estrar” el ganado, es decir, para la cama de las vacas.
El trigo se llevaba a moler a los distintos molinos esparcidos por todo el concejo: Cabueñes, Baldornón, Bernueces, Deva, Lavandera, Granda, Huerces, Leorio, La Pedrera, Ruedes, Cenero, San Andrés, Serín y Ceares. Los sacos de trigo se transportaban a veces en burro, y más recientemente en “xarré”, el pago de la molienda se hacía mediante maquila.
Los molinos existentes en el concejo de Gijón no separaban el salvado, por lo que este se retiraba manualmente en casa con una “piñera”.
La labor de amasar el pan sólo la realizaba el ama de casa y se solía hacer una o dos veces por semana. Para la fermentación de la masa se usaba el “formiento”, un trozo de masa de la hornada anterior que se dejaba sin cocer y a la que se le añadían sal y agua templada en el momento de hacer la masa.
La cocción del pan se realizaba en la “forna” que se “arroxaba” con leña de manzano, pues era la que más calentaba; cuando estaba suficientemente caliente, se sacaban las brasas, se barría con una escoba de “carrasco” y con la ayuda de una pala de madera se colocaban en el interior. El color de la corteza era el indicador del estado de cocción.
Fuente visitada.
Los Molinos de Agua En el Concejo de Gijón.
-José Luis Pérez.
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Muy interesante Marisa, como siempre.
ResponderEliminarEl molino de Lanuza ya no volveremos a verlo nunca, está bajo el agua y aunque se quede casi vacío el pantano, no llega a verse.
Luis ya ha tenido ánimo de escribir en su blog. Me he alegrado muchísimo.
ResponderEliminarNo sabía que hubiera tantos molinos de agua en Gijón, tengo que investigar un poco para sacar algunas fotos.
ResponderEliminarUn saludo
Me ha gustado mucho la descripción, y el vocabulario me recuerda a mi abuela y a mi padre, memoria,macona, foceta, un trabajo durisimo creo que estas nuevas generaciones no lo aguantaríamos.Me d mucha pena que ya no queden molinos. Muchas gracias por conservar escritas nuestras tradiciones.
ResponderEliminarAnónimo- ¡Merecen ser guardadas! nosotros aún lo recordamos… ¡Ahora lo interesante es, que los que vengan por detrás sepan conservar la memoria de nuestra tierra!.
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