Campesinos y señores.
Una vieja sociedad rural.
En este periodo, Asturias era una región eminentemente rural en la que la mayoría de sus habitantes eran campesinos pobres y artesanos, que trabajaban tierras pertenecientes a unos pocos señores. Las hambrunas ocasionadas por la pobreza y las malas cosechas causaban la muerte a miles de personas. Era frecuente la emigración de los jóvenes a Madrid, y desde 1850 a América. El comercio de ropas, ganado y algunos excedentes del campo se hacía en los mercados semanales y en las ferias. Había muy pocas tiendas estables y no existía una red de carreteras.
La mayor parte de los campesinos vivía en casas de planta baja, en las que la cocina y la cuadra eran los espacios principales y de mayor tamaño. En estas casas había muy pocos muebles. Los campesinos acomodados vivían en casas altas de corredor. Los señores residían en casonas y los más nobles en palacios con muchas dependencias y muchos muebles.
Las cocinas.
El hogar de los campesinos se atizaba en el suelo con leña. No había chimenea y el humo lo inundaba todo, con él se ahumaba la matanza, se secaban las castañas, etc. Los muebles eran escasos: un escaño alrededor del fuego para sentarse y dormir, un vasar para platos, escudillas y cubiertos, unos tayuelos para sentarse, una masera para hacer el pan y un coladero para lavar la ropa. Las cocinas de los señores eran similares, pero de mayor tamaño y tenían una campana para expulsar el humo por una chimenea. Para colocar los recipientes de cocinar había calamiyeres, trébedes, morillos y arrimapucheros de barro o hierro. Todas las cocinas tenían horno para cocer el pan.
Para cocinar, se empleaban calderas de cobre, y pucheros y cazuelas de barro, a los que se sumaron a comienzos del siglo XIX los potes de hierro fundido. La conservación de alimentos era una tarea que cada casa tenía que solventar por sí misma, pues todos los alimentos eran perecederos y no había un mercado surtido al que recurrir para comprarlos. Para guardar algunos alimentos se empleaban recipientes de madera y cerámica, así como arcas, etc.
Para comer había una gran diferencia entre la vajilla de los campesinos y los señores. Los primeros comían en escudillas de madera y barro, y su único cubierto era la cuchara de madera; para beber empleaban el canxilón, vasos de asta o jarras de barro. Los campesinos más acomodados tenían loza de El Rayu fabricada artesanalmente en el concejo de Siero. Los señores utilizaban lujosas vajillas de plata y de loza industrial de Sargadelos (Galicia) o Bristol (Inglaterra), cubiertos de plata, y vasos y copas de cristal de la Real Fábrica de La Granja (Segovia) o de La Industria, fábrica establecida en Gijón en 1844.
La vida doméstica en Asturias, 1880-1936.
Obreros y burgueses.
Una nueva sociedad urbana e industrial La llegada del ferrocarril de León en 1884, la mejora de los puertos de mar y la apertura de carreteras, la expansión de la minería del carbón y la industria, y la especialización ganadera en el campo cambiaron considerablemente el paisaje de Asturias y su sociedad. Las villas y ciudades comienzan a crecer. A estas poblaciones llega el alumbrado público y el alcantarillado, y a las casas de la burguesía el agua corriente y la electricidad. Se instalan las primeras tiendas de telas, ropas, ultramarinos y ferretería, y en las ciudades se construyen grandes mercados de hierro y cristal, que facilitan el suministro de alimentos a la población. La mortalidad infantil desciende y son frecuentes las familias con muchos hijos. La burguesía y los obreros son las nuevas clases sociales, y con ellas llegan los casinos, los sindicatos, la prensa, etc.
Los obreros tienen grandes problemas para conseguir una vivienda asequible y para ellos se construirán alojamientos formados por pequeñas viviendas de entre 20 y 40 m2, como las ciudadelas o barrios ocultos formados por casas de planta baja, los cuarteles y los poblados de viviendas unifamiliares; en general, sus condiciones de habitabilidad eran pésimas. Frente a éstos, la burguesía y los indianos enriquecidos en América viven en pisos amplios y luminosos, y en chalés que muestran la riqueza de sus propietarios. En estas viviendas hay piezas nuevas, como los comedores, las salas de estar y las galerías acristaladas, y en ellas aparecen los primeros baños con azulejos y sanitarios importados de Francia e Inglaterra.
Las cocinas.
Las cocinas de los obreros eran muy pequeñas, carecían de ventanas y agua corriente. El fogón era de albañilería y sólo tenía el frente y la chapa superior de hierro; se atizaba con carbón de hulla. El utillaje de cocina era muy reducido.
La cocina burguesa era muy diferente a la de las casonas o palacios. Es más pequeña, el fuego se hace en una cocina de hierro fundido en la que se quema hulla y también en hornillos de gas de alumbrado. Los utensilios para cocinar son de cobre estañado y de hierro fundido, tienen formas nuevas y a menudo fueron importados de Francia e Inglaterra.
Para comer y beber, se generalizan las vajillas de loza fabricadas en La Asturiana, Gijón, establecida en 1876 y en San Claudio, Oviedo, fundada en 1901, así como los vasos y copas de cristal y vidrio de La Industria, de Gijón. Entre los obreros, será muy común el uso de platos, vasos y fuentes de hierro esmaltado que fabrica desde fines del siglo XIX la fundición Laviada y Cª, de Gijón.
La vida doméstica en Asturias, 1950-1965.
Productores y clase media Entre la autarquía y el desarrollismo.
Los años cincuenta y sesenta fueron un periodo de grandes cambios económicos y sociales. Se acaba el hambre que trajo la Guerra Civil y la postguerra, y a partir de 1959 el régimen de Franco afronta la industrialización del país. En Asturias, la iniciativa estatal favorece las industrias minera y siderúrgica con la creación en 1951 de la Empresa Nacional Siderúrgica (ENSIDESA), en Avilés. Comienza el abandono del campo, cuyos habitantes emigran a las ciudades españolas y a Bélgica, Suiza o Alemania, como mano de obra barata. Las ciudades asturianas crecen considerablemente con la llegada de emigrantes. Junto a esta nueva masa de trabajadores, surge una clase media integrada por profesionales, pequeños empresarios y funcionarios. El país y las viviendas se electrifican con la construcción de centrales hidroeléctricas.
La escasez de viviendas obligó al Estado a una masiva construcción de casas baratas de protección oficial, levantadas en barriadas a las afueras de las ciudades. También las empresas mineras y las nuevas industrias promoverán la edificación de barrios enteros para sus trabajadores. Estas casas tendrán cuarto de baño y agua corriente, algo nuevo en las viviendas obreras. Sin embargo, su escasez obligará a muchos de estos emigrantes a vivir en barrios de chabolas.
La clase media se concentrará en el centro de las ciudades y en las afueras en bloques construidos para ella; son casas de cierta altura, con pisos provistos de calefacción central, ascensor y habitación para el servicio.
Las cocinas.
El fogón de las clases populares seguirá siendo la cocina económica de carbón, con la que se calienta el agua para asearse en un tambor o termosifón. Para cocinar se emplean ollas y pucheros de hierro esmaltado. Muchos recipientes son de plástico.
La cocina de la clase media incorpora grandes novedades: paredes alicatadas hasta el techo, suelos de loseta o sintasol, mesetas de mármol, y armarios de formica o de madera pintada de blanco, en los que se guardan todos los utensilios de la cocina. Los fogones son de gas en las ciudades y de butano en las villas. Para cocinar se utilizan baterías de aluminio. Empiezan a generalizarse los electrodomésticos, como la turmix y la nevera, que supondrán un cambio fundamental en los hábitos alimenticios de los asturianos.
Para comer y beber seguirán utilizándose las vajillas de loza de fabricación asturiana, a las que se suman a partir de 1960 las vajillas de vidrio de Duralex, que se emplearán masivamente en las casas de todas las clases sociales.
Fuente visitada. museos.gijon.es
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