sábado, 23 de febrero de 2013

LOS ENTERRAMIENTOS EN MADRE BONA (PERLORA)


 En el 2004, iniciamos una campaña de excavación en tres zonas de la sala, resultando solamente con materiales, una poza/sima a la que entraba el agua durante la marea alta, y que estaba iluminada por una de las ventanas de la sala. No pudimos llegar al final de la misma por su estrechez, alcanzando hasta una base de “arenas” claramente introducidas por las mareas. De este sector se extrajeron más de 100 fragmentos humanos, que corresponderían a dos individuos adultos uno femenino y otro masculino; el individuo femenino tendría una estatura de 151 cm y un peso ideal de 58 kg.; y el masculino mediría entorno a 160 cm y pesaría alrededor de 67 kg. Las piezas arqueológicas que acompañaban dichos restos son: un posible remache y/o adorno; dos fragmentos de un regatón o lanza de hierro; un fragmento de vaina de un puñal de “Tipo Simancas”; una posible lámina de plomo que estaba incrustada en la roca; un aplique óseo decorado; una placa de hierro que estaba pegado a un diente de jabalí de tono exterior verdoso; y 5 fragmentos de hierro. Este conjunto de piezas sigue apuntando a la baja-romanidad. En concreto, el puñal “tipo Simancas” aparece en las necrópolis de la Meseta entre los siglos IV y V. Una datación calibrada sobre carbones localizados en esta misma, dio las fechas de: 460 a 480 dC (s. V) y 430 a 620 dC (s. V a VII).


Los enterramientos de época tardoantigua no son frecuentes en Asturias, y mucho menos en cuevas. Pero es que desde la Edad del Hierro, hasta el s. IX, el mundo funerario astur y por ende Castreño, es muy poco conocido ante la escasez de hallazgos. En Asturias, entre los siglos IV y V, se cita otra cueva funeraria como la de “Chapipi” (Grado) en donde aparecieron monedas de oro romanas (s. IV y V), y vestigios humanos que no fueron ni recogidos ni estudiados. También en la Cueva de Valdedios (Villaviciosa), aparecieron restos humanos asociados a una fíbula anular similar a la de Entrellusa. Esta tradición de inhumación en Cuevas en época romana, es bastante común en el resto de la Cornisa Cantábrica, pero muy infrecuente en el territorio astur. Por eso llama la atención que en la misma Punta de Entrellusa, se localizaran otras cavidades con enterramientos, como recoge el inédito Diccionario geográfico de Asturias de Martínez Marina del siglo XVIII.

 
La pareja de l’Alborá, podría mostrar la tumba de un “guerrero” del s. V, a tenor de las armas localizadas: un puñal “Tipo Simancas” y una lanza, propia de estos tiempos tardorromanos, y que desaparecerán como ajuar en la mayor parte de las necrópolis visigodas posteriores; al que acompaña un mujer con elementos del atuendo femenino, como el ungüentario de cristal, la fíbula de la saya y el aplique decorativo en hueso con motivos geométricos incisos. Pero también llama la atención este carácter dúplice, hombre y mujer, que se aleja de los cánones unitarios de las tumbas. Aunque no podemos asegurar que ambos fuesen enterrados en el mismo momento, sí compartieron el mismo espacio calcáreo (¿unidad familiar?). Su ubicación costera, vía de comunicación marítima y posible puerto, y sin una población cercana, parece normal en estas sociedades rurales (V al VIII), donde las necrópolis no tienen una clara relación a un hábitat propio, y éstas se caracterizan por una gran variedad tipológica.

 Sin embargo es el topónimo de “Madrebona”, cercano a esta posible necrópolis de varias grutas, lo que más llama nuestra atención. Madrebona es un término poco habitual, que podría sugerir un lugar de culto cristianizado y relacionado con la devoción a una diosa de la antigüedad, si bien se precisan más testimonios para corroborar esta hipótesis. Ciertamente, en el panteón astur de época prerromana y romana son escasos, por no decir inexistentes, los teónimos relacionados con divinidades femeninas, a excepción del ejemplo de Fortuna Balnearis, hallado en los alrededores de Gijón. Si consideramos el caso romano, encontramos la expresión de Mater en algunos teónimos.


Sin embargo, de la palabra Madrebona llama la atención el calificativo de bona, que parece resaltar la idea de ser benefactor. Esta interpretación se ligaría entonces a cultos muy difundidos en el Occidente del Imperio romano, con algunos testimonios en la zona celtibérica de la Península Ibérica, pero sobre todo en la Galia, donde abundan las inhumaciones en cuevas, y en la que gozó de extraordinaria popularidad la devoción a las Matres, en bastantes casos concebidas como seres benéficos o protectores en general, pero también con divinidades que estaban presentes en todo el ciclo de la naturaleza, que contemplaba la vida y la muerte. Los restos funerarios, único testimonio fiable de los hallados en Entrellusa, unidos al topónimo Madrebona quizá puedan indicar la existencia de un lugar de culto a una divinidad femenina, benefactora o protectora del lugar – al igual que la mayoría de las deidades del mundo antiguo -, pero también ligada a creencias de ultratumba a la vez que propiciadoras de la vida.

( Autores de la comunicación: G.E. Adán; R.Mª Cid; A. García; R. García; C. Ibáñez; L. Rodríguez; M. Arbizu; J.M. Carretero; D. Álvarez y X. Palacios).

2 comentarios:

  1. extraordinario artículo.Muy preciso.L investigación avanzó más de lo que tú sabes, hasta la enfermedad de la jefa del proyecto. Aún así estamos haciendo avances en preparación para cuando se retome.si quieres saber más escríbeme: alvarezoria@yahoo.es
    un saludo David

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  2. Gracias David, te escribiré. Gema Elvira es una persona muy querida para mí. Un saludo

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