lunes, 5 de agosto de 2013

LA VARA DE HIERBA (EL BALAGAR)


En nuestra tierra asturiana, la incorporación al campo de la maquinaria y la tecnología hace que vayan desapareciendo alguna de las estampas más representativas y bucólicas de nuestras tradiciones, entre ella podemos destacar, por ausencia de nuestros prados; los balagares, que han cedido su puesto a unos rollos realizados por tractores preparados para esta faena y que son finalmente envueltos en plásticos blancos o negros que dan una imagen de modernidad a nuestro entorno, para terminar siendo complemento de polución en nuestra naturaleza.


A finales de la primavera o en el verano, dependiendo de que las tierras fuesen altas o bajas, se segaba la hierba con la guadaña cabruñada con el martillo y suavizada con la piedra, se dejaba extendida en hileras a todo lo largo del prao para un primer secado, más tarde con pala de dientes y garabato se le iba dando la vuelta facilitando el oreo y la cura, los campesinos, a la tarde la recogían de nuevo con el garabato colocándola en pequeños montones conocidos por el nombre de borregos, que pasaban a montones mayores cuando ya, una vez seca, se preparaba para la realización del balagar.


Al igual que existieron siempre maestros constructores de catedrales o arquitectura popular, así también existieron muchos y afamados constructores de balagares, que eran muy populares en los pueblos, así como populares fueron los segadores de trigo, escanda o centeno, los matachines o los malladores. Para la construcción de un balagar era necesario, en primer lugar, colocar, bien plantada, la vara, que era, ni más ni menos, un tronco lo bastante recto como para que se pudiese guiar la elaboración en torno a la misma.


Alrededor del tronco se ponía una base para aislar la hierba del suelo y a partir de aquí las mujeres, niños y mozos iban llevando hierba desde las morenas para que el responsable de la construcción del balagar la fuese distribuyendo y pisando en torno a la vara; a medida que va subiendo la hierba seca y pisada el balagar va tomando forma, y según su maestro, esta forma se asemeja a distintos tipos de peras; peras esbeltas y alargadas, peras barrigudas con aire de embarazadas. Según va subiendo la hierba, ésta se va mesando, que es el equivalente a un peinado, todo alrededor buscando la simetría del acabado y a medida que se cierra se le van poniendo unas roscas de hierba rodeando a la vara, de tal forma que evitarán la entrada de agua de la lluvia.
Una vez terminada de colocar la hierba, se cubre la parte superior con paja de trigo.


Finalizada la tarea de la elaboración de los balagares, llega la tarea más importante, el medir y comparar cual es mejor que cual mientras se disfrutaba de una espléndida merienda a través de filetes empanados, choscos, tortillas de patata, empanadas, frixuelos y un sinfín de otros exquisitos manjares regados con vino de bota y un buen café de calceta, entre chistes, cantos y risas. Cuando se ven por nuestros campos los rollos de plástico envolviendo la hierba se siente cierta nostalgia de aquellas formas de peras barrigudas que formaban parte del paisaje al igual que los hórreos o las paneras. El mundo evoluciona y una nueva cultura va sustituyendo a la tradición.

Por Manuel García Linares
Fuente visitada. lahoradeasturias.com

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