miércoles, 12 de junio de 2013

LA TRAVESÍA DEL CAPITÁN OCHOA EN EL FAVORITA


La travesía del capitán Ochoa ha sido relatada por Jesús Evaristo Casariego en diversos artículos y en el libro «Asturias y la mar». El capitán Rafael Ochoa era de Luarca y, según Casariego, «gastaba patillas, levita azul con botón de ancla y gorra galoneada con visera de carey. El piloto se apellidaba Menéndez y el "nostramo"... no se sabe cómo se llamaba el "nostramo", con su pito de plata al cuello y su marsellesa con botones de ballena». La tripulación, marineros expertos naturalmente. Fuertes marineros cantábricos, «curtidos en el peligro y avanzados en las luchas del mar». El viento y ellos hicieron posible la hazaña.


El bergantín «Favorita» pertenecía al armador Bonifacio López, que tenía una flota de veleros con nombres muy de la época: «Triunfo», «Joven Teresina», «Joven Benigna», con los que traficaba con los puertos de América y de Levante. Había sido construido por el maestro carpintero de ribera Rosendo Díez, más conocido por «Rosendón», en 1866, y era un «clipper» cortador de las aguas, «verdadero lebrel de la pampa marina», según entusiasta apreciación de Casariego, de dos palos y unas trescientas toneladas. «Estaba pintado de negro» -describe Casariego- «con una franja blanca, en batería, y unas portas artilleras imitadas de color chocolate. Su principal característica era la altura enorme de sus palos (la guinda), con masteleros y mastelerillos, que le permitían largar tanto trapo como para hacer un toldo que cubriese toda la concha y hasta la misma villa de Luarca, desde el faro al molino». Hasta el verano de 1869 había cargado las mercancías habituales con las que traficaba don Bonifacio López: azúcar, tabaco, petróleo, canela, jengibre, sal, vinos, harina, maquinaria, carbón y frutas secas.


El 21 de agosto de 1869 zarpó del puerto de Filadelfia con cargamento de petróleo y algodón y dieciséis pasajeros. La navegación se inició con viento del N. O., no muy fresco y a veces duro, que acompañó durante toda la travesía, y fue ayuda decisiva junto con las buenas condiciones marineras del buque y el valor y determinación del capitán, que en toda la travesía no toco el aparejo ni para tomar un rizo, de manera que, como escribió uno de los pasajeros, Juan Fernández y Pérez Casariego en carta particular, «venimos como por el aire, casi siempre mojados por lo que saltaba la mar a cubierta». El 7 de septiembre doblan la Estaca y el «Favorita» se pone a la vista de Luarca el día 8, al atardecer. En la villa se celebraba la fiesta de la Blanca, y al saberse la rapidez con que se había efectuado la travesía, el armador invitó al capitán, al piloto, a la tripulación y al pasaje a un festín que fue calificado como «de romanos». Un olvidado marino de Luarca, tal vez sin pretenderlo, consiguió algo que hoy importa mucho: el primer «récord» de velocidad en la travesía del océano Atlántico.


Fuente visitada. www.lne.es

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