miércoles, 30 de mayo de 2012

EL PASO DEL NALÓN POR CASO Y SOBRESCOBIO


Las aguas del Nalón, desde su nacimiento en la “Fuente de la Nalona” en la vertiente del puerto de Tarna, hasta que se amansan en el embalse de Tanes, recorren impetuosas el territorio del concejo de Caso. En él reina la montaña. La Cordillera Cantábrica jalona su territorio con imponentes alturas, algunas de más de 2.000 m., como la Peña del Viento o el Pico Torres, creando magníficos paisajes que se enriquecen con los abundantes y frondosos bosques que pueblan las laderas y valles.

En este concejo se encuentra el Coto Nacional de Reres. Un inmenso y majestuoso hayedo en donde habitan centenares de rebecos, corzos y jabalíes, así como algunos urogallos, venados y lobos.

La vida económica se basa en la agricultura y sobre todo en la ganadería vacuna, preferentemente representada por la vaca “casina”, especie autóctona, recia, especialmente adaptada a las duras condiciones de los pastos de montaña.
Después de la presa de Tanes, el Nalón cruza el estrecho y poco poblado concejo de Sobrescobio, breve antesala al mundo minero que de aquí en adelante marcará nuevo y oscuro carácter al río.
Este concejo es muy similar en relieve, paisaje y modos de vida al de Caso 


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 CASO: El territorio de Caso estuvo cruzado por una calzada romana que desde Villaviciosa salía a León por estas tierras. En varios lugares del concejo se han hallado monedas de esta época. Para algunos autores el nombre de Caso procede de los Casios o Cayos, familias de la nobleza romana residentes en Asturias.

Desde el 895 hay referencias auténticas de este territorio, apareciendo diversas iglesias y tierras en donaciones a la iglesia de Oviedo.
A principios del S. XIV Caso aparece ya como municipio. En 1.477 el rey Juan II otorga carta-puebla a los vecinos de Caso concediéndoles diversos privilegios y exenciones lo cual favorece el desarrollo de la vida municipal del concejo.

SOBRESCOBIO:
El descubrimiento de un Castro en Agües permite suponer el poblamiento prerromano en estas tierras.
En 1.185 el rey Fernando II donó el castillo de Sobrescobio con sus tierras a la Orden de Santiago, permaneciendo bajo su jurisdicción hasta 1.565 en que los vecinos compraron, en comprometida puja con un rico noble ovetense, la libertad y propiedad de sus tierras, iniciando así el concejo su vida como municipio libre.


Fuente visitada,
GUÍA DE VIAJE POR LOS RÍOS DE ASTURIAS.
José Carlos Sánchez.
Abelardo Rodríguez.
Susana del Olmo.

martes, 29 de mayo de 2012

LOS TALAMEIROS Y LOS CORTINOS.


El "Talameiru" es un modelo de colmenar hoy prácticamente desaparecido y del que sólo se conservan unas pocas ruinas. consiste en una pequeña torre, cuya altura no sobrepasa los tres metros, de planta cuadrada de dos metros por cada lado y construida con mampostería; en su cima se armaba un suelo con unos largos tablones que sobresalían hacia afuera y en los que se asentaban las colmenas lejos del alcance de los animales. A veces, alrededor de los "talameiros" se cavava un foso, cerrado por un muro, en el que en algunos casos también se colocaban las colmenas. El número máximo de truébanos que podía albergar un "talameiru" era de diez o quince, muy pocos si lo comparamos con un "cortín", donde cabían entre treinta y sesenta colmenas.

Los "talameiros" se construían sobre todo en las sierras, cerca de las brañas o junto a los caminos que iban a ellas, y abarcaban un área geográfica pequeña integrada por las parroquias del Valledor (Allande), las montañas, el Couto, Bisuyo y Oubachu (Cangas del Narcea) y Seroiro (Ibias). En todas éstas convivían con los "cortinos", que eran los colmenares más abundantes, y que paulatinamente fueron sustituyendo a aquéllos.

Los "cortinos" son unas construcciones sencillas de planta redonda, cuyo diámetro oscila entre los doce metros y un máximo de veinte, formadas tan sólo por un muro de mampostería de dos o tres metros de altura y un espesor de setenta centímetros o un metro. También existen "cortinos" de planta cuadrada, pero son menos frecuentes.
El muro de los "cortinos" se levanta siguiendo la pendiente del terreno con el objeto de no dar sombra en su interior; en su parte superior lleva unas losas de pizarra o unos tablones de madera, aunque éstos son más raros, que sobresalen hacia afuera aproximadamente cuarenta centímetros y reciben los nombres de "barda". Las funciones de este remate son impedir que el agua de lluvia penetre en el muro y acabe derribándolo, y poner un impedimento a los osos cuando intentan entrar. La mayoría de los "cortinos" poseen una puerta de pequeño tamaño (altura 145 cm y anchura 65-70 cm) con cerradura, que a veces está elevada del suelo medio metro para hacerla poco accesible. Los asentamientos más comunes son los valles pequeños y laterales de los cursos de los ríos, y siempre en la parte protegida de los vientos procedentes del oeste, así como del norte y nordeste. En cuanto a la altitud, los colmenares rara vez superan los 800 m.

la principal función de los "cortinos" y "talameiros" era proteger las colmenas de los osos y en menor medida de los perjuicios que podían causar otros animales (tejones, zorros), entre los que también estaban los rebaños de ganado menudo, que hasta hace pocos años pastaban en el monte bajo. Para los campesinos ambas costrucciones estaban en función del oso, y así se explican ellos la forma redondeada de los "cortinos, "pa qu´el oso nun pueda trepar polas esquinas"; el alero de losas y tablones, y, en algunos casos, la falta de puerta. Pero aparte de estos impedimentos los campesinos también colocaban en los alrededores de los colmenares otros ingenios disuasorios para los osos, así como trampas para cazarlos. Entre los primeros estaban los "mazones" o "mazapilas" que producen un ruido intermitente, y la simlpe colocación de objetos metálicos atados que nada más tropezar con ellos meten ruido.

Fuente visitada.
Las abejas la Miel y la Cera en la Sociedad Tradicional Asturiana.
Xuaco López Álvarez.

jueves, 24 de mayo de 2012

CANTÁBRICO LA DESPENSA ASTURIANA


El mar es la despensa de la cocina costera asturiana. El tránsito es directo: del mar a las cocinas, y de las cocinas a las mesas. No hay pasos intermedios que hagan que la calidad
de los productos se pierda por el camino.

E
l mar Cantábrico marca las temporadas de las cocinas asturianas de la costa. Al amanecer, cuando los barcos llegan a puerto con las redes llenas de los frutos del mar, las lonjas se convierten en un auténtico hervidero. A esas horas las rulas, como se conocen en Asturias a las subastas de pescados y mariscos, son el punto centro de una actividad que para muchos cocineros marca el comienzo de su día. Dependiendo de la época, de las bodegas de los barcos salen diferentes especies. Ahora, con la llegada de la Navidad, los protagonistas son los acorazados del mar. Las andaricas, los centollos, las ñoclas, los oricios, los bugres o las langostas ponen de fiesta las mesas asturianas. La verdad es que poca preparación necesitan, puesto que en sí mismos ya son un auténtico lujo. Su paso por las cocinas es un mero trámite, salvo que las manos del alquimista logren una transformación basada en la creatividad y en la imaginación. Este es el caso de platos preparados a base de mariscos como por ejemplo las almejas a la marinera, las ñoclas a la sidra, los oricios rellenos o el bogavante con verdura. Verdaderos privilegios para el paladar.

Otra de las joyas del Cantábrico son los pescados. La tradición asturiana habla de que en Navidades no puede faltar un buen besugo en la mesa. Pero la verdad es que la escasez de esta especie, sumada a los altos precios que alcanza hace que para muchas economías sea un pescado inaccesible. Como contrapartida el mar se vuelve generoso, y llena las redes de los pescadores con otros tipo de pescados que no tienen nada que envidiar, como la merluza, la lubina, el sargo o el pixín que, aunque feo, es un auténtico convidado de honor en la mesa ya no sólo en navidades, sino en todas las épocas del año. Con esta variedad y, sobre todo, con esta calidad, es normal que muchas Guisanderas digan que el pescado del Cantábrico, como mejor está, es a la plancha, aderezado con un buen chorro de aceite de oliva virgen. Pero, al igual que pasa con los mariscos, sería muy difícil para la gastronomía asturiana quedarse sólo ahí. El espíritu inquieto de los profesionales de los fogones de Asturias se ha empeñado en mejorar lo que de mano ya es perfecto. Y lo han conseguido. Hay platos de la cocina tradicional asturiana que siguen estando de moda a pesar del paso del tiempo. Una buena muestra pueden ser las fabes con almejes, las calderetas de pescados y mariscos o la lubina al horno. Los sabores de siempre mejorados por las manos y los fogones de quienes llevan generaciones manteniendo el peso de la tradición.


Para finalizar una buena comida a orillas del Cantábrico, nada mejor que recurrir a los postres clásicos de la mesa asturiana: el arroz con leche, hecho con paciencia y esmero, o los borrachinos. Sea cual sea la elección, nunca defraudan. 


Fuente visitada. revistafusion.com

miércoles, 23 de mayo de 2012

CASCADA DE TABAYON DEL MONGAYU

En Asturias destacan por su belleza y magnitudlas cascadas de Patines, en Pajares (Lena), Oneta (Villayón), Siblu o Xiblos (Teverga), Aguas Blancas (Cangas del Narcea), Llaímo (Sobrescobio), Fiollo (Castropol) y Tabayón del Mongayu (Caso)... Siendo esta última una de las más notables.

Para contemplar la cascada del Tabayón (también Tambayón o El Tombayón) hay que desplazarse a tierras casinas de la sierra del Mongayu, en las estribaciones norteñas de la zona central de la Cordillera Cantábrica, entre los puertos de Tarna, Las Señales y San Isidro. Lugares por los que se puede acceder a ella en largas travesías. Pero para una caminata tranquila lo más aconsejable es tomar como punto de partida el pueblo de Tarna (situado debajo del puerto del mismo nombre) o la zona de Les Torres, un poco antes del citado pueblo, en plena carretera de Campo de Caso (Campu Casu) al puerto de Tarna (AS-17) (aunque ahora esta muy cerrado el camino). En Les Torres se entronca el Nalón con el río de La Ablanosa (que desciende de la vega del mismo nombre y de la de Pociellu, formando una abrupta foz). El Nalón cerca de ese lugar taja el desfiladero de Les Canales o de Entrepeñes. También desde el famoso bosque de Reres (o Redes) se podría visitar esa cascada, pasando por las vegas de Pociellu y La Ablanosa (lugares de gran belleza y también dignos de ver).

Se saldrá del pueblo de Tarna por una caleya (señalizada con rutas a la cascada y a los Rebollos del Llano del Toro) que primero va en dirección Oeste, y Suroeste después. Pasando por el hermoso bosque de especies autóctonas de Saperu, donde habitan multitud de animales salvajes, desde cérvidos a jabalíes También hay algunos cantaderos de urogallo y no es infrecuente la presencia de lobos. En las altas cotas trepan con destreza los rebecos y por los árboles saltan velozmente la ardillas y abundantes aves.
El camino que nos lleva por este espeso bosque se denomina Pedregalón, y pasa por la antigua mayada de Los Cabaniellos, así como por las fuentes y arroyos de Rodrigu y Arellales. La ascensión es suave y si acompaña la suerte, y vamos sin armar ruido, podremos ver algún mustélido (comadreja, marta, tejón, garduña, armiño o turón). Así como corzos y ardillas. Para ello es aconsejable parar alguna vez a contemplar la Naturaleza y no ir corriendo "contra reloj".

Después de algo más de una hora de tranquila caminata, comenzaremos un pequeño descenso hasta la amplia vega de La Campona, antigua majada pastoril y donde veremos ya la cascada de Tabayón del Mongayu.
Esta cascada la forma el río del Mongayu, afluente del río de La Ablanosa. A su vez, como dijimos anteriormente, tributario del Nalón. En la parte alta de la cascada está la vega del mismo nombre, a unos 1.400 metros de altitud. Y casi 200 metros más abajo se encuentra la vega La Campona (en uno de cuyos extremos cae serpenteante la cascada). Entre las dos vegas citadas y según se mira al salto de agua, a su derecha, hay un empinado sendero que pasa por las laderas de La Cuchella, Requexines y La Rasa, entre arbolado autóctono y con el fragor del agua que se descuelga torrencial. Aunque no aconsejamos seguirlo si no se esta entrenado en montañismo. Además algunos guardas muy celosos de la zona quieren prohibir el paso, según parece, a las excursiones colectivas.
Después de descansar y reponer fuerzas en las praderías La Campona (donde ahora ya nadie corta la hierba), contemplando la cascada de Tabayón, podemos regresar al pueblo de Tarna por el mismo camino de la ida, parándonos a ver el hermoso bosque y sus ríos y fuentes. El sendero es bueno y muy marcado.
Esta zona, otrora perteneció al desaparecido Coto Nacional de Caza de Reres y ahora se integra en el nuevo Parque Natural de Redes.

COMO LLEGAR:
Por la carretera AS-253, de Ujo al puerto de San Isidro. Traspasar la estación invernal, a un kilómetro, en el Puente de Wamba (o del río Los Fornos) tomar la pista a la izquierda. Y, por Caso, carretera AS-17 (de Laviana al puerto de Tarna), antes de Campu Casu tomar el ramal a Caleao y La Felguerina (en el embalse de Tanes).

Fuente visitada.
descubreasturias.com
Fotografía. Luis Rollán

martes, 22 de mayo de 2012

HISTORIA DE LA CIUDAD DE VACACIONES-PERLORA.


Fue un verano largo, tanto que duró más de cincuenta años. Pero como todos los veranos, tenía que llegar a su fin. Y ese final ya ha llegado. Todo empezó el mes de julio de 1954 cuando, por iniciativa de la Organización Sindical de aquel entonces, y bajo el impulso del piloñés Servando Sánchez Eguíbar, empezó a funcionar un innovador proyecto: una ciudad de vacaciones en la localidad de Perlora para que los trabajadores con menos recursos pudiesen disfrutar, al menos, de un merecido descanso junto a sus familias en la costa asturiana.

Las cuotas de los trabajadores y los empresarios sirvieron para levantar un complejo en el que el buque insignia era la Residencia Jacobo Campuzano, con más de 90 habitaciones. A su alrededor, hasta 273 chalés que, en manos de instituciones y empresas, servirían para el disfrute compartido de trabajadores de toda España. La minería e industrias asturianas fueron las principales beneficiarias del complejo turístico. Pero para que todo funcionase se emplearon allí camareros, cocineros, responsables de mantenimiento y limpieza, conserjes... En el mayor momento de esplendor de Perlora, en las décadas de los sesenta y los setenta del siglo pasado, llegaron a trabajar 220 trabajadores al servicio de los veraneantes. En ocasiones llegaban a atender a la vez a 1.500 personas, que eran tratadas a cuerpo de rey. Algunos de esos trabajadores empezaron allí siendo niños y allí se hicieron mayores.
Aquel verano que empezó en 1954 se acaba definitivamente. Cierto es que en noviembre de 2005, cuando el edificio principal fue derribado (aquejado de aluminosis, explicaron), muchos advirtieron ya el principio del fin.

 Visitantes ilustres.

En su memoria, como en la de muchos otros, conserva imágenes de multitud de familias de trabajadores anónimos que pasaron allí sus vacaciones y también el recuerdo de visitantes ilustres. «Vinieron un par de veces los reyes, cuando aún eran príncipes», acompañado de un espectacular séquito. Entre ellos, ministros como Fernández Sordo, López-Bravo o Arias Navarro, siendo ya presidente, entre muchos otros directores de empresas, gobernadores civiles y diputados.
De menú disfrutaron de fabes con almejes, merluza con salsa de calamar y arroz con leche. Los trabajadores de Perlora rememoran detalles. Desde aquellos comedores repletos, en los que cada familia tenía asignada siempre la misma mesa colmada de comida casera, con una atención digna de un hotel de cinco estrellas.

Junto al edificio principal se construyó otro pabellón a finales de los años 70, con 30 habitaciones más. También había una clínica, servicio de correos para los residentes, bares y chiringuitos que, en un principio, eran atendidos por el personal... Y, cómo no, la playa. Una pequeña ciudad pensada para que el que llegase, se sintiese como en casa.
 A partir de 1974 puede decirse que el desarrollo cesó. El esplendor de Perlora ya había pasado. Tras un periodo de transición, con la llegada de la democracia la gestión pasó primero al Ministerio de Trabajo y, posteriormente, al Principado de Asturias. A partir de ahí, bien por la falta de rentabilidad o bien por la falta de inversiones, todo se fue deteriorando. Luego se derribó la residencia, se anunció el cierre y la puesta en marcha del concurso de explotación.

 Fuente visitada. elcomercio.es

lunes, 21 de mayo de 2012

EL PARQUE ARQUEOLÓGICO DE LA CAMPA DE TORRES


En el Cabo Torres, a siete kilómetros del centro de Gijón y en el flanco oeste de su bahía, se sitúa el Parque Arqueológico-Natural de la Campa Torres. El Parque es un lugar de esparcimiento y cultura en el que se desarrollan diversas actividades vinculadas al conocimiento y disfrute del patrimonio arqueológico de este cabo. Estas iniciativas pretenden, a la vez, llamar la atención y motivar al público sobre el valor y la necesidad de protección del patrimonio arqueológico.

Inaugurado en 1995, forma parte de los museos arqueológicos de Gijón, junto con las Termas Romanas de Campo Valdés y la Villa Romana de Veranes; todos ellos dependen del Ayuntamiento de Gijón.

El Parque Arqueológico-Natural de la Campa Torres es fruto de los primeros resultados del plan de parques arqueológicos elaborado por el Ministerio de Cultura en 1989. Tiene la finalidad de ser centro que organiza y coordinación de toda la actividad arqueológica del concejo de Gijón, sede del centro de documentación arqueológica del municipio y de la Biblioteca Manuel Fernández-Miranda. Lugar de esparcimiento y cultura en el que se desarrollan diversas actividades vinculadas al conocimiento y disfrute del patrimonio arqueológico de este cabo.

El Castro
El castro de la Campa Torres, clasificable dentro de la tipología de los castros marítimos, es conocido a través de las fuentes clásicas con el nombre de Noega. Conforma una península delimitada al oriente por el puerto de El Musel y al occidente por la ría de Aboño. Sobre el extremo de este promontorio se asienta el Parque Arqueológico-Natural de la Campa Torres.

Es el recinto fortificado marítimo de mayores dimensiones de toda la costa de los astures. Su origen, según sus investigadores, se sitúa en torno a los siglos VI-V a.C. , y estuvo ocupado por gentes dedicadas preferentemente a la metalurgia. Con la llegada de Augusto entrará en la órbita de la romanización. Tras la conquista de la Asturias trasmontana, a comienzos del s. I d. C. se erigirá un monumento dedicado a Augusto, del que se conserva una de las aras que formaba parte del conjunto con una inscripción honorífica. Con la fundación de la ciudad romana de Gijón a comienzos del siglo II d. C. , en el actual barrio de Cimadevilla, el castro empieza a despoblarse gradualmente hasta su desaparición.

La visita arqueológica tiene dos partes: El Edificio Principal de la exposición permanente y un itinerario arqueológico a través de la ruina. El recorrido por los restos arqueológicos del castro se articula en 13 puntos de observación que nos permiten identificar los elementos más significativos del poblado prerromano (foso, contrafoso, muralla y viviendas) y de las construcciones de época romana.

Fuente visitada. asturnatura.com/turismo

domingo, 20 de mayo de 2012

ANIMALES DAÑINOS PARA LAS ABEJAS


Los animales más dañinos para las abejas, colocados en orden de importancia, son, según los “abeyeiros”, los siguientes: el oso, las “formigas” (hormigas), las “aviésporas” (avispas), los sapos, los lagartos o lagartijas, los ratones, los “picatuelos” (pajaros carpinteros), y las “andolinas” o “andarinas” (golondrinas).

El oso está considerado el peor enemigo de las abejas, así como de los intereses del campesino: “El oso acaba con todo, sólo da muchas penas” (Fonteta, concejo de Allande). Aunque en la actualidad su presencia está reducida a unos pocos concejos del suroeste de Asturias.
Los campesinos asturianos consideran a este plantígrado un animal inteligente, pero miedoso, que entra en los colmenares, incluso en los cerrados de pared. En estas intrusiones come los panales llenos de miel y cría de una o dos colmenas, pero destroza con sus movimientos y “a veces por gusto” muchas más. En 1.853, Rosendo Mª López Castrillón, vecino de Riodecova (Allande) escribió en sus “Memorias”: (“Por mayo (de 1.853) principió el oso con 7 colmenas mías en la fuente de la Braña y siguió esta plaga… años y en ellos me comió a mí más de 40 colmenas y en la parroquia más de 200 y así en este concejo y otros. El oso había más de 30 años que no viniera”). Valentín de Lillo, en 1.929, también menciona la pérdida a manos del oso de 104 colmenas que tenían dos apicultores de El Pino (Ayer), junto a sus cabañas de recoger el ganado en el monte.

Las hormigas son el animal que más entradas tienen en nuestras encuestas, todos los informantes se refieren a ellas y consideran que “les comen la miel a las abeyas”. En algunos sitios las matan con borra del café y aceite muy frito.

Las avispas son las parientes malas “y bravas” de las abejas, que a menudo las atacan para robarles la miel. Las avispas además no sólo son dañinas para las abejas sino también para el hombre (picaduras). (“Yo veía matar una abeya y dábame pena, prque ye lo que da sustento a la humanidad; pero si ye una aviéspora, no”) (Caldones, concejo de Xixón).

A los sapos, así como a los lagartos y las lagartijas, se los tiene como perjudiciales porque se comen a las abejas. (“A veces colócanse delante de las piqueras y comen sin parar. Los sapos son los más odiados, no sólo por lo dicho, sino también por la idea tan negativa que existe de ellos en la sociedad rural. En días de luna llena algunos abeyeiros se acercaban a los colmenares a cazar sapos, espetándolos en un palo con punta aguzada. Otros colocaban encima de las piqueras anzuelos con una abeja como cebo para cazar a las lagartijas que se acercaban a las colmenas.

Los ratones y los “picatueros”  causan el mismo daño a las colmenas, ambos abren agujeros para comer la miel y las larvas. Los pájaros causan daños sobre todo en invierno y en especial a las colmenas de corcho.

Por último, a las golondrinas las acusan unos pocos abeyeiros de (“revolotear encima los cortines y comer grandes cantidades de abejas, son criminales pa las abejas”); pero en general no se las considera perjudiciales. Al contrario que los osos, los sapos, las avispas y los ratones, las golondrinas son muy estimadas por los campesinos, y todos se sienten muy halagados cuando una de ellas anida en el corredor o alero de su casa.

Fuente visitada.
Las Abejas, La Miel y La Cera en la Sociedad Tradicional Asturiana.
Xuaco Lòpez Álvarez.