martes, 22 de mayo de 2012

HISTORIA DE LA CIUDAD DE VACACIONES-PERLORA.


Fue un verano largo, tanto que duró más de cincuenta años. Pero como todos los veranos, tenía que llegar a su fin. Y ese final ya ha llegado. Todo empezó el mes de julio de 1954 cuando, por iniciativa de la Organización Sindical de aquel entonces, y bajo el impulso del piloñés Servando Sánchez Eguíbar, empezó a funcionar un innovador proyecto: una ciudad de vacaciones en la localidad de Perlora para que los trabajadores con menos recursos pudiesen disfrutar, al menos, de un merecido descanso junto a sus familias en la costa asturiana.

Las cuotas de los trabajadores y los empresarios sirvieron para levantar un complejo en el que el buque insignia era la Residencia Jacobo Campuzano, con más de 90 habitaciones. A su alrededor, hasta 273 chalés que, en manos de instituciones y empresas, servirían para el disfrute compartido de trabajadores de toda España. La minería e industrias asturianas fueron las principales beneficiarias del complejo turístico. Pero para que todo funcionase se emplearon allí camareros, cocineros, responsables de mantenimiento y limpieza, conserjes... En el mayor momento de esplendor de Perlora, en las décadas de los sesenta y los setenta del siglo pasado, llegaron a trabajar 220 trabajadores al servicio de los veraneantes. En ocasiones llegaban a atender a la vez a 1.500 personas, que eran tratadas a cuerpo de rey. Algunos de esos trabajadores empezaron allí siendo niños y allí se hicieron mayores.
Aquel verano que empezó en 1954 se acaba definitivamente. Cierto es que en noviembre de 2005, cuando el edificio principal fue derribado (aquejado de aluminosis, explicaron), muchos advirtieron ya el principio del fin.

 Visitantes ilustres.

En su memoria, como en la de muchos otros, conserva imágenes de multitud de familias de trabajadores anónimos que pasaron allí sus vacaciones y también el recuerdo de visitantes ilustres. «Vinieron un par de veces los reyes, cuando aún eran príncipes», acompañado de un espectacular séquito. Entre ellos, ministros como Fernández Sordo, López-Bravo o Arias Navarro, siendo ya presidente, entre muchos otros directores de empresas, gobernadores civiles y diputados.
De menú disfrutaron de fabes con almejes, merluza con salsa de calamar y arroz con leche. Los trabajadores de Perlora rememoran detalles. Desde aquellos comedores repletos, en los que cada familia tenía asignada siempre la misma mesa colmada de comida casera, con una atención digna de un hotel de cinco estrellas.

Junto al edificio principal se construyó otro pabellón a finales de los años 70, con 30 habitaciones más. También había una clínica, servicio de correos para los residentes, bares y chiringuitos que, en un principio, eran atendidos por el personal... Y, cómo no, la playa. Una pequeña ciudad pensada para que el que llegase, se sintiese como en casa.
 A partir de 1974 puede decirse que el desarrollo cesó. El esplendor de Perlora ya había pasado. Tras un periodo de transición, con la llegada de la democracia la gestión pasó primero al Ministerio de Trabajo y, posteriormente, al Principado de Asturias. A partir de ahí, bien por la falta de rentabilidad o bien por la falta de inversiones, todo se fue deteriorando. Luego se derribó la residencia, se anunció el cierre y la puesta en marcha del concurso de explotación.

 Fuente visitada. elcomercio.es

5 comentarios:

  1. ¿Quien habla de política social?

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  2. Que nostalgia,el haberlo conocido en aquella época y ahora también.
    Pero verlo como esta o como a quedado.
    Saludos

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  3. Guardo buenísimos recuerdos de infancia vividos en Perlora.
    Me da pena. Me dió pena hace ya bastantes años, cuando "se veía venir".

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  4. Luis me quedé un poco cortita. ¿...?

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  5. Pase muy buenos momentos. Mi padre y mi abuelo, fueron durante muchos años los fotógrafos oficiales de la Residencia. Allí trabajaron mucho… una de las cosas que todo residente hacía, era la consabida fotografía de los comedores (toda la familia alrededor de una mesa y a poder ser mientras les servían) las comidas en la Cabaña, el chapuzón en Carranques para luego acabar el día yendo a bailar a La Nozaleda. ¡Puff cuanta nostalgia…!

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