sábado, 5 de mayo de 2012

PARQUE DEL CERRO DE SANTA CATALINA


En la ladera sur del tómbolo de Santa Catalina, lo que permitía una fácil defensa al estar unida a tierra firme por una estrecha franja de agua que se cerraba con la marea, se ubicó durante la época flavia la primitiva fundación romana, génesis de la ciudad de Gijón. Su posterior amurallamiento consolidó sus características como villa romana. La zona más alta del tómbolo, la más expuesta a los fuertes vientos, quedará siempre sin edificar, donde ya en el sigloXIV la Cofradía de Mareantes erigirá en su cima una ermita dedicada a su patrona Santa Catalina, junto a la atalaya de los balleneros, en donde estos tenían establecida vigía permanente para divisar la presencia de estos cetáceos.

 En el siglo XVIII, en la guerra con Inglaterra, se refuerzan considerablemente las posiciones artilleros del Cerro, cuando la ciudad se sintió seriamente amenazada de ocupación por la poderosa marina británica. En el Plan de Mejoras de la Villa, Jovellanos propone, siguiendo los criterios ilustrados de la época, la creación de varios paseos arbolados en el Cerro, que no serán ejecutados, potenciándose en cambio su carácter militar a lo largo de todo el siglo XIX, en el que se convierte la ermita de Santa Catalina en un polvorín y se construye la nueva batería junto a la Casa de las Piezas.

 A finales del XIX se amplían extraordinariamente estas instalaciones militares con la construcción de las actuales casamatas y pabellones de acuartelamiento protegidos por los taludes del terreno,momentos en los que se demuelen tanto la ermita como el faro existentes, convirtiéndose en una zona prohibida para la vida cotidiana de la ciudad.


Habrá que esperar hasta 1.980 para que estos terrenos se reviertan al Ayuntamiento desde el Estado y su posterior conversión en parque, siguiendo la ordenación propuesta por el arquitecto Francisco Pol, que en ese momento estaba encargado del Plan Especial de Rehabilitación de Cimadevilla. Incorpora nuevos elementos para tratar de revitalizar su uso como es la escultura de Chillida, la cafetería o el auditorio. En la ladera oeste se recupera la Casa de las Piezas, restos de un primitivo enclave militar. Ante todo el Parque de Santa Catalina es un gran pulmón verde desde el que se divisa un buen paisaje de casi todo el concejo de Gijón.

Las construcciones más antiguas son las casamatas subterráneas. El elemento más destacado es la escultura de Eduardo Chillida, titulada Elogio del Horizonte. No debe visitarse sin sin introducirse dentro de ella pues desde este punto resuena, como una gran caracola, el ruido del mar. Su imagen ha sido utilizada desde entonces como reclamo turístico de la ciudad, como símbolo del veraneo gijonés que hasta entonces había sido representado por La Escalerona.

 Fuente visitada.
Aquellas Plazas, Aquellos Parques... Joaquín Aranda.

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