viernes, 1 de julio de 2011
EMIGRACION ASTURIANA
No se puede explicar la emigración asturiana basándose en una sola causa sino de un conjunto de factores, en cada momento y lugar puede pesar alguno más que otro y no se puede generalizar.
Las causas de tipo económico y social: se trata de la explicación más socorrida. Algunos autores consideran que la reducción de la mortalidad unida al mantenimiento de altas tasas de fecundidad supuso un desequilibrio entre población y recursos que el incipiente desarrollo minero e industrial no fue capaz de solventar. Era imposible parcelar más las caserías y las tierras que se roturaban eran de mala calidad. Los resultados eran escaseces y carestías. A esto hay que unir la extensión de la ganadería que provocó una liberación de mano de obra. De ahí que los asturianos se marcharon para obtener bienestar y promoción personal. Pero los propios contemporáneos se extrañan de que los brazos necesarios para la industria llegaran de Castilla. Lo que ocurría es que en Asturias los obreros querían tener además de su trabajo, una pequeña parcela que cultivar y a veces esto era difícil, así que prefieren emigrar. Así pues, son cuestionables las explicaciones de la emigración asturiana sólo como consecuencia de las limitaciones de la economía regional. Interpretando las relaciones de precios y salarios algunos autores se han cuestionado el papel de la miseria absoluta como causa migratoria. En definitiva, la emigración Americana no se nutre solo de campesinos pobres, de ahí la necesidad de ampliar la relación de causas del fenómeno migratorio.
La tradición migratoria e imitación: Un aspecto fundamental que incita al asturiano a emigrar a América son las llamadas que desde allí les hacen parientes o conocidos. Así pues, muchos asturianos no van a la aventura sino a un subsistema conocido, integrado por quienes emigraron antes. A los niños se les inculcaba la idea de que tenían que partir hacia América junto a algún pariente o amigo. En México se habla de una "emigración en cadena" ya que en unas pocas ciudades hay una presencia concentrada de emigrantes del oriente asturiano, ya que unos iban llamando a otros y éstos a su vez a otros. Así pues, según esta interpretación, algunos emigrantes no tienen como fin hacer fortuna, sino aumentar la que tienen, de ahí que no aceptaran trabajar en la región ni trasladarse a Castilla o Madrid.
Servicio militar: La posibilidad de eludir el servicio militar es otra causa que hay que considerar. Éste era un recurso paterno más barato que la redención en metálico y más seguro que el pago de un sustituto. Además de evitar un prolongado servicio de entre 3 y 7 años, se podía compensar la inversión realizada cuando el hijo regresaba enriquecido. Esto implicaba que los hijos se marcharon a los 15 o 16 años antes de la llamada a filas que se producía a los 17.
Los viajes de los emigrantes asturianos a América variaban según las condiciones en que se realizaban. Como ejemplos tenemos el diario de Pedro Fernández de 19 años, embarcado ilegalmente en La Coruña (1899) para Argentina con objeto de liberarse del servicio militar y como contrapunto el viaje a Cuba de Modesto Montoto (1927-28) un hombre con negocios en ese país y en donde podemos apreciar las diferencias de los viajes.
Diario de Pedro Fernández
...dieron a cada viajero un plato de loza y un tarrito también de la misma materia, juntamente con un tenedor y una cuchara. Cada uno iba a buscar su comida en el plato, la cual era bastante buena consistiendo en carne de buey y de cerdo, patatas, garbanzos, arroz, habas, bacalao y algunas otras sustancias alimenticias bien condimentadas por un viejo y divertido cocinero español; ¡y que apretones llevábamos cuando íbamos a buscarla! con dos horas de anticipación ya la mayor parte de nosotros provistos del servicio de mesa que nos habían dado rodeábamos la cocina cuando apenas había principiado a hervir la comida y antes de principiar a repartirla cada uno empujaba a los demás para llegar primero al caldero que contenía el rancho; ¡cuántos con el apuro se quemaban las manos viéndose por este motivo a tirar con plato y comida! Los que como a mí no les gustaba el pan comíamos el primer plato a toda prisa no haciendo caso aunque la comida de tan caliente como estaba llevase consigo pedazos de piel del paladar o de la garganta pues nada se sentía con tal que llegásemos al reenganche, como allí se decía cuando se volvía por otro plato de comida. Por la mañana nos apresurábamos a buscar el café armado cada uno con su tacita, en la cual nos daban también el té al anochecer. Cuando a alguno se le rompía alguno de los servicios de mesa robaba a otro lo que necesitaba, este hacía lo propio con los demás, y así sucesivamente todos de modo que todo se volvía robos de platos y tazas, viéndose uno obligado a guardarlos con más cuidado que si fuesen oro si no quería exponerse a tener que esperar a que alguno de sus amigos comiese para luego servirse él de sus utensilios y para que le prestasen era menester que la amistad fuese íntima. Yo también fui víctima de un robo de esta clase pues aunque tuve buen cuidado de guardar el plato bajo el colchón de mi cama, esto no impidió que me lo robaran viéndome por esto obligado a servir la comida y bebida en la tacita que a lo sumo tendría capacidad para medio cuartillo; en esta situación estuve dos días pero luego comprendí la necesidad de hacer como los demás y en efecto, fingiendo irme a dormir a mi camarote desde él robe un plato de unas alforjas que cerca de mí tenían colgadas unos Leoneses y con esto salvé la situación. Las camas consistían en unos cajones parecido al la mitad de un ataúd que sirve de último reposo hombre y muchas veces al verme acostado venía a mi memoria el más triste de los recuerdos humanos ¡la muerte! El colchón no era otra cosa que un saco lleno de yerba seca, y por almohada teníamos unos pedazos de corcho unidos entre sí por unas cintas y cubiertos de lona, a los cuales llamaban salvavidas, además a cada persona le dieron una manta o cobertor para cubrirse.
Diario de Modesto Montoto
OCTUBRE 1927 Día 14, viernes: A las nueve de la mañana salimos en auto Faustino y yo para la estación del Norte. Antes me despedí de todos los de casa y de mi hija Carmina, que se encontraba un tanto delicada de salud. En la estación me despedí de Faustino y de Paco Sarandeses y en el tren correo salí para Gijón. Ya en Gijón visité a la familia de Julio Peinado de la que me despedí. Fui a la oficinas de la Transatlántica, donde pagué y me entregaron el billete del pasaje; desde allí, luego de hacer algunas compras, me dirigí al restaurante «Mercedes» en compañía de Julio Peinado, su hijo Juan y su cuñado César y allí almorzamos. A las dos y media salimos los cuatro en el tranvía para el Musel: llovía bastante. En el puerto me esperaban Ángel y Antonio, Alfredo, Angelín, Felicita y Ulpiano. Abreviamos la despedida y como seguía lloviendo se marcharon en sus autos a las cuatro; media hora más tarde abandonaban la cubierta del buque Julio, Juan y César; a las cinco zarpó el «Alfonso XIII». A causa de la lluvia y niebla consiguiente no me fue posible admirar nuestras costas. Con el corazón lanzo un adiós a los míos, a la Santina de Covadonga y a Asturias. Bajé al camarote: anochecía.
caminoreal.com
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Siempre ha habido diferencias, pero el sentimiento de tristeza ... pienso que sería el mismo.
ResponderEliminarConozco bien esas historias, mi padre, en su juventud, navego como practicante en una naviera alemana.
ResponderEliminartengo familiares que han emigrado, según la época fue diferente, pero duro y triste en todos los casos, un tío-bisabuelo se fue a Cuba escondido en un tonel que contenía manzanas, tenía unos 15 años, y un tío se fue en un barco desde la Coruña le había llamado un pariente desde Argentina (lo llamaban "reclamado por un pariente cercano"
ResponderEliminarEl primero de la izquierda es mi abuelo, antes de partir rumbo a la Argentina en 1.889 con tan solo catorce años. Volvió a Villaviciosa el año 1.904. Saliendo otra vez con destino a México en 1.906. (Todo un trotamundos)
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