La Edad Media, con sus profundas preocupaciones religiosas, pobló de santuarios la costa de Asturias, desde la Virgen de Llanes hasta el San Román de Figueras de Castropol. Cristos desgarrados y Vírgenes milagrosas encendieron el fervor de los pueblos, Algunas vinieron por la mar, impulsadas, no directamente por hechos milagrosos, sino por hechos históricos humanos. Así el Cristo de Candás y la Virgen de la Blanca de Luarca fueron imágenes, después muy veneradas, que nos trajeron las ondas marinas en el primer tercio del siglo XVI. Ambas procedían de los desmanes de herejes e iconoclastas que mutilaban las sagradas imágenes o las echaban a las aguas. Y ellas, flotando sobre las olas, vinieron a encender la fe y la esperanza de nuestros recios y devotos marineros.
Otra devoción muy extendida fue la de San Telmo. A las fosforescencias que se veían a veces en las galletas de los mástiles se las llamaba "fuegos de San Telmo"
La principal devoción marina era por aquí, como en muchos otros puertos españoles, la Virgen del Rosario, la que también fue a la batalla de Lepanto. La devoción de las Animas estuvo siempre muy extendida, y por ello muchas embarcaciones solían llamarse con esta palabra antes del nombre propiamente dicho. Por ejemplo, "Animas y San José" y a veces incluso con poco sentido, "Animas y la joven Isabel".
El patronazgo de la Virgen del Carmen es tardío. Nace en el siglo XVIII, pero se desarrolla rápidammente y se Extiende a todos los sectores marítimos. Ello trae la difusión del nombre femenino de Carmen, casi desconocido antes del siglo XVIII, pero que en Asturias llega a hacerse muy popular: Carmela, Carmelina, que llevan muchas asturianas de la población marítima y de la tierra adentro. En esquema rapidísimo podría decirse que San Telmo es la devoción medieval; la Virgen del Rosario, la de los siglos XVI, XVII y XVIII y la del Carmen, la del siglo XIX. Esto, claro está, en líneas muy generales, pues cada gremio y población conservaron su patrón local.
Los gremios tenían su Santo Patrón y los más poderosos, como el de Luarca, su propio templo, bien labrado, con ricas imágenes y objetos para el culto.
Una de las estampas más dramáticas y populares de la vida gremial eran "las Promesas" y la "Bendición de la mar". La mar se bendecía en una importante ceremonia a la que acudían los pueblos enteros, cuando la tempestad se alborotaba, y fuera del puerto las lanchas corrían peligros mortales. Aquellas procesiones, bordeando por los acantilados de las atalayas, salpicadas a veces por las olas que rompían muy cerca, con la muchedumbre de padres, hijos, hermanas,novias y amigos de los amenazados, debieron de ser realmente impresionantes, llenas de belleza y de dolor a un tiempo.
La "Promesa" era la acción de gracias de los que se libraban de la muerte tras haberse batido cara a cara, horas y aun días enteros, luchando con el temporal. Iban todos, de capitán a paje, de patrón a rapaz, descubiertos y descalzos, portando cirios, remos, arpones y timones de lancha. A veces avanzaban de rodillas hasta el santuario depositaban sus votos. Entre los ex-votos marineros los hay curiosísimos, interesantes, valiosos por su mérito artístico; algunos constituyen verdaderos documentos históricos por las leyendas detalladas que contienen. Por ejemplo en la capilla de Merás, concejo de Valdés, existe, o existía hace poco, un cuadro representando a un bergantín de fines del siglo XVII que navega con todo el aparejo largo entre unas rocas, a punto de estrellarse. Su leyenda dice:
"El día 15 de julio de 1.695, viniendo Juan Pascual y siete compañeros en su embarcación de Portugal, con buen tiempo, se les ha benido una seracon que sin saber se an allado entre unas peñas, y por intercesión de esta soberana y Reyna Sancta María de Merás an escapado de entre las dichas peñas."
Pero no todo había de ser peligros y tragedia. También los gremios celebraban fiestas jocundas, con rueda de danza prima y giraldilla, regatas y buenos yantares. Tras la Misa y la procesión, el Cristo, la Virgen o el Santo patronal, salía a "salear" en la mejor lancha de la matrícula, y todas las demás le seguían empavesadas con banderolas disparando voladores. Luego se cantaba la Salve. Y a continuación, hasta bien entrada la noche, laregata, la danza, la gran foguera con su giraldilla alegre de mozas y mozos que rodeaban el fuego cantando y enlazados de las manos, y las rondas alegres que recorrían calles y muelles:
VAMOS DE REBUMBIO AL MUELLE...
Rebumbio, es decir, fiesta con sana alegría, con ruido y con amor.
Fuente visitada. Asturias y la Mar- Jesus Evaristo Casariego.
Muchas tradiciones
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