Tras pasar el Alto de la Garganta, el viajero se prepara para ver inundados sus sentidos. El verde le rodea, y el silencio sólo es roto por el fluir del agua en dirección al cercano mar. La piedra se eleva y toma forma de casonas, palomares, hórreos, molinos y otras construcciones que se mimetizan con el entorno.
En Santa Eulalia de Oscos o Santalla, capital del concejo del mismo nombre, la vida crece alrededor de su plaza principal, a la que asoma el Ayuntamiento. Cerca están la iglesia parroquial, el lavadero público y la Casona de La Pruida, que se levantó entre los siglos XVII y XVIII.
Los pueblos circundantes merecen ser visitados porque permiten admirar cómo se combinan con sencillez piedra, pizarra y madera en busca de funcionalidad. Villamartín, Ventoso, Ferreira, Talladas, Teijeira, Lineras, Murias, A Valía, As Barreiras, Pumares con sus casonas o Barcia, donde se ubica la Casona de Aquel Cabo, pueden ser un buen comienzo.
El camino es también importante porque ofrece la posibilidad de detenerse en las fuentes, cabazos o pajares. En Pumares o Peizáis quedan todavía mazos, aunque el mejor conservado es el que se encuentra en el Conjunto Etnográfico de Mazonovo. Ferreirela es otro pueblo emblemático, patria del relojero Joannes Antonious Fernández Lombardero, y también del emprendedor Marqués de Sargadelos, cuya casa natal es un museo que recuerda su legado.
En busca de naturaleza, es imposible olvidar la Cascada La Seimeira a la que se llega por una ruta que parte desde el área recreativa de Pumares, o el bosque de robles A Carballeira A Salgueira, en la nueva Ruta Os Cortios.
Fuente visitada.
Revista fusionasturias.
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