CARLOS I
Durante la Edad Media la villa vivía un momento de esplendor gracias a los astilleros que se nutrían de la madera que se hacía bajar por el Sella, y al comercio marítimo, especialmente de la sal (indispensable para la salazón de los pescados). Sin embargo, la actividad más rentable era la captura de los salmones en el Sella, controlada por los “Mareantes”, y las cazas de las ballenas que invernaban en esas aguas. A consecuencia de esto se deriva la Casa de las ballenas que perdura en la villa hasta el siglo XIX.
En el plano político, Ribadesella pasó a ser una plaza muy disputada gracias a sus innumerables fuentes de riqueza y por su estratégica situación geográfica. Es aquí cuando la casa Quiñones se adueña de la villa en tiempos de Juan II, volviéndose a incorporar a la corona en tiempos de los Reyes Católicos que desalojan a la familia Quiñones de sus posesiones.
En el siglo XVI tiene lugar un acontecimiento histórico para la villa como es la llegada del emperador Carlos I de España, a raíz de la cual se festeja el acontecimiento durante dos días seguidos. Es en esta etapa cuando se fortifica el recinto de la ermita de la Guía para defender el puerto de pueblos enemigos. Es una época de relativa tranquilidad en lo referente a la seguridad.
Durante el siglo XVII se intentó crear en Ribadesella el puerto principal de Asturias, además de enlace con la meseta, presentando un proyecto de carretera por Ponga, pero por influencias de Jovellanos, finalmente recayó en el puerto de Gijón que proyectaba la carretera de Pajares para el acceso a la meseta por León. No por esto se estancó la villa, pues Carlos III donó 100.000 reales para las obras de ensanche y mejora del puerto que serían finalizadas un siglo después.
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