lunes, 28 de noviembre de 2011

LES MADREÑES


En Asturias, por aféresis, se dice madreña en lugar de almadreña. Calzado de madera de una sola pieza, y con tres tacones, típico y adecuado para esta región por su habitual humedad, y por determinadas faenas que requieren su uso - en la cuadra, en los prados, en los huertos...-. Tuvo un empleo indiscriminado en cuanto a edades, sexos y clases sociales, las madreñas, pues, cumplían en la aldea una misión utilizándolas igualmente el mendigo que el sacerdote, el campesino que el médico rural. No escasean quienes se dedican a hacer madreñas, durante el invierno, época en la que no existe la perentoriedad de otros trabajos; y lo mismo en pueblos de la costa que del interior, aunque en algunos, por tradición o por se zona en que existen maderas adecuadas, se intensifica más esta labor; así, en el concejo de Caso se exportan madreñas desde los pueblos de Soto, Bezanes, Pendones, La Foz y Tarna, a veces sin terminar totalmente las piezas, debiendo ser rematadas en los lugares de destino. La madera empleada para la confección de las madreñas es de castaño, aliso, sauce, haya, nogal, abedul, humero y salguera -las de esta madera se estiman por su resistencia y ligereza-.
Las partes de que constan las madreñas son: boca -por donde se introduce el pie-, picu, piquera, o copellete -ángulo picudo que remata por delante la madreña-, calcañu -parte posterior-, tacones o tazos -dos delanteros y uno posterior-, papada, papu o barriga -parte antero inferior, a veces protegida por un trozo de hoja delata-, casa o casina -hueco en el que se introduce el pie-.
Estas partes, así como las herramientas utilizadas y las fases consecutivas de esta labor artesana, reciben distintos nombres originados por la pluralidad de términos en cuanto a las variantes de la misma palabra, a causa de los fenómenos lingüísticos propios de cada zona regional. Las herramientas más empleadas son: hacha y hachu, raspador, raspón, legra, tayón o tajo, taladraora, gubia, barrena... El proceso normal para hacer una pieza suele consistir en: moldear un trozo bruto de madera, conformar la madreña, insinuarla con la azuela, hacer el hueco de la boca, agujerear y quitar madera del interior, arreglar los bordes, alisarla por fuera y por dentro, suavizar la parte exterior; luego se pone a secar, se talla o dibuja -en adorno xilográfico-, se barniza -suele ser en tono negro-, y se ahuma -en fuego sin llama, a veces usando trozos de corteza de abedul-. La labor del profesional queda reflejada el soneto de Francisco González Prieto.
También algunos pintores reflejaron en sus lienzos esta profesión, destacando el cuadro titulado precisamente (Madreñeros)del asturiano José Ramón Zaragoza. Hay madreñas que suelen usarse sólo con escarpines: son de boca más estrecha, el pie queda en ellas más justo, por lo que se camina con más firmeza, so suelen barnizarse y se acostumbra a meterles yerba para mullir el pie. Otras son para usarlas con zapatillas, y tienen la boca más ancha. Antiguamente era frecuente utilizar las madreñas con los pies descalzos, metiendo asimismo yerba para impedir las posibles molestias. Esta peculiaridad se conocía por ir a pures.
A veces las madreñas reciben un adjetivo identificador, por su forma o procedencia: redondes, casines, quirosanes, alleranes, o bien se les da el nombre del madreñero famoso que las hizo. Otras veces su denominación procede de su condición; así, cuando ya tienen gastados los tacones, son rasines, baxines o patonas, y si están mal hechas, gaxapos. La frase "Ser como unes madreñes patoxes", equivale según Vigón a comportarse a la pata la llana. Metafóricamente, aludía a los tres tacones de las madreñas aquel que decía: "Vi una cosa rara, tres muyeres en un fornu y les tres cayaes...".
Para que tengan mayor duración, pero también para que suenen más -incluso rivalizando los mozos- se ponen clavos en los tacones agujereados a veces previamente con un hierro candente, llamándose entonces madreñes ferraes; hay quienes sustituyen estos clavos por suplementos de goma. Cuando en una madreña raja su madera, al caminar se produce un ruido peculiar, son les madreñes llueques; si tal quebradura se produce en la parte delantera, se hace una pequeña incisión circular y se coloca en ella un alambre -argolla o cantesa- que impide continúe la rotura, posibilitando el uso del calzado.
Para hacer los dibujos que es frecuente ver en la parte superior de la madreña, se emplean una gubia estrecha o punzones; son adornos muy simples, reiteradores, geométricos, en forma de abanico, de conchas, con ritmos elementales. Se llevan al mercado sujetas por blimas a dos palos -conteniendo unos diez pares- colocados a lo largo de una caballería. Es frecuente ver todavía algún par de madreñas a la puerta de las casas campesina a la espera de su usuario.

Fuente visitada.
telecable.es

5 comentarios:

  1. Un tratado completo sobre les madreñes. Yo las usé en mi adolescencia. Me gustaban mucho. Además te hacían más alto. Y son ideales para el agua, la lluvia. Llegas a casa y te las quitas y las dejas a la entrada y te quedas en zapatillas o alpargatas. Y los pies secos y calentinos. Por cierto, el otro día leí que el baile ese americano que llaman "claqué" procede de los campesinos irlandeses que bailaban en madreñas o zuecos de madera, haciendo ese ruido con los pies. A mí el baile ese me encanta: Fred Astaire y muchos otros.

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  2. Recuerdo llevarlas en los inviernos al colegio en Laviana. Las marcábamos por dentro con el nombre, y a la salida volvíamos loca a la pobre monja de la portería revolviendo para poder encontrar la pareja.
    Lo que me cuentas del “claqué” no tenía ni idea, intentare enterarme para ponerlo en el blog de curiosidades. Gracias Mario

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  3. Yo tengo un par de mi número y son asturianas.

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  4. Coincido con el Mirlo, un estudio completísimo de nuestro calzado tradicional.
    Hay que joderse, yo nunca calce unes madreñes...
    Un abrazo

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  5. Que morriña!!!soy de Gijón

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