

Cualidades muy apreciadas hasta bien entrada la década de los treinta y que así cantó, con su clásico entusiasmo de asturianía, el poeta avilesino "Marcos del Torniello".
"La sidra...la que me gusta
como quiciaves a naide
i guste más que a esti cura,
si ye una sidra qu´espalmie,
que dé la cara y que tenga
la juerza considerable
que debe tener la sidra
que cuerre nes llagarades
de Guimarán y del Güerno,
de Llogrozana y del Valle,
lo que se diz de Carreño
que ye la que meyor sabe".
Tal fue la fama de esta sidra de Carreño que dio lugar a sucesos pintorescos, casi siempre protagonizados por pequeños lagareros de parroquias cercanas a la villa puesto que la sidra fabricada por ellos resultaba de sabor más suave y de color pajizo, cualidades no demasiado apreciadas por chigreros y bebedores que deseaban más - la de Carreño.
En Carreño nunca se hicieron trasiegos porque -así lo argumentaban- nunca "lo hicieron los antepasados", seguramente porque "no valían para nada bueno"."Lo importante, seguían diciendo, es cuidar la sidra, tratarla bien, con mimo, como a una mujer, puesto que la sidra
"era fema"y caprichosa.
Después de muchos años de riqueza sidrera el concejo de Carreño hoy día apenas destaca en esta actividad industrial cuyo declive se inicia en la década de los 40 con la desaparición de pomaradas y su conversión en pastizales y praderíos con destinos agrícolas y ganaderos; por otra parte, apenas hubo renovación de lagares, por lo que, de forma lenta éstos fueron desapareciendo o reduciéndose exclusivamente al ámbito familiar.
(Marino Busto García) "Nacido en la parroquia de Gimarán. Carreño el 13 de Abril de 1.916".
















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Cada parroquia contaba con los establecimientos y con los maestros en diversos oficios necesarios para el desenvolbimiento de la vida diaria, molinos harineros ,"rabiles", batanes,tabernas, fraguas, tejeras, arrieros, madreñeros, sastres, carpinteros y herreros.Los molinos de "desergar", movidos por agua o a mano, eran establecimientos de obligada presencia en todas las parroquias con el fin de transformar el grano cosechado. Por los "rabiles" y los molinos harineros pasaba la cosecha cerealista, quedándose el dueño del molino con una parte del producto molturado. De los molinos harineros, buena parte de ellos, estaban en manos de apellidos correspondientes a poderosas familias. En Caso ocurría igual, pues además de numerosos apellidos corrientes, que casi nunca poseían molinos de gran capacidad de molturación, se citan otros como el conde de Nava, vecino de la ciudad de Oviedo; Gaspar González de Candamo, vecino de la parroquia del Campo; doña Bentura de Caso, vecina













