La incorporación al sistema de producción industrial de cientos de mujeres y niños en las minas, mujeres y niños que en muchos casos no tenían más que ocho, nueve años y diez años.
Los datos recogidos por G.Santullano en su "historia de la minería asturiana" hablan por sí solos: en 1.861 se produjeron en Asturias 255.199 toneladas de carbón; en 1.886, 468.968 toneladas; en 1.888 se alcanzó ya el medio millón, en 1.895 la producción superó ya el millón y en 1.905 se producen en Asturias 2.194.123 toneladas.
Este incremento de producción va acompañado, como es lógico, por un aumento proporcional del número de trabajadores empleados en el laboreo: en 1.884 trabajan en el interior de las minas asturianas 2.899 hombres, 631 mujeres y 152 niños...
Según un informe médico publicado en Oviedo en 1.885 por Nicanor Muñiz Prada, no eran en absoluto más fáciles que el de los hombres adultos: secillamente, cuando un niño no podía empujar él solo un vagón, se empleaban dos. Y en cuanto al trabajo de las mujeres, muchas de ellas trabajaban de vagoneras, tirando de los vagones con parejas de bueyes, o carreteras, bajando con sus carretas el carbón monte abajo, hasta los descargaderos, según el informe de Muñiz Prada:
"Las mujeres eran preferidas para realizar el cribado y lavado de los carbones. En cada criba se emplean dos muchachas, una que se ocupa de dar movimiento al émbolo y la otra a remover el carbón dentro de la caja de la criba, lavando, término medio por tarea, siete toneladas. Era también su cometido la carga, descarga y limpia de la criba..."
"...La naturaleza especial de sus trabajos, faltos de luz constantemente y llenos de humedad, hacen de ellos la tarea más insalubre y nociva de todos los demás operarios, por eso las más están anémicas y las regulaciones propias de su sexo y reguladoras de su bienestar físico se hallan completamente trastornadas, siendo las que más proporcionalmente entre todos dan mayor número de bajas."
Todas estas mujeres, fuertes o débiles, adultas o no, ganaban lo mismo que un niño de diez años, es decir, la mitad del salario de un hombre. Por todo ello, en cuanto podían, lo dejaban. Generalmente para casarse.
El número de mujeres mineras sigue aumentando hasta llegar a su cota más alta durante los años de la I Guerra Mundial (1.914-1.918).
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