Que el de Oviedo aquí te aguarda.
Y el que ye listo y agudo
Caliente ya ta na cama.
Celso Amieva: "Sueño del cordoveyo", que forma parte de los "Poemas de Llanes":
En la corriente del agua el cordoveyo se encuentra.
Es amigo de la llondria y en los remansos colea
Bajo fronda de avellanos todas las noches luneras.
I
Cordoveyo en el regato. Luna sobre la montaña.
La Rapacina, en la orilla. El veraneante, en las matas.
(El veraneante al que atraen querencias de la Rapaza.)
el Mozo de ella, que llega a su cita solitaria.
En xíriga cuchichean aldeano y aldeana.
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¿Adónde va, señorito, en esta noche tan clara?
¡Venga a pescar cordoveyos de aquí hasta que risque el alba!
La niña da al señorito una fría mano blanca
Y al zagal tiende la otra, cómplice la enamorada.
-Señorito, con su ayuda, la pesca será lograda.
Usté que es recién llegado a esta corriente encantada
Será inmune a los hechizos maléficos de las xanas.
Métase usté en el arroyo, hasta los muslos el agua,
Y tenga usté por el cesto; nosotros dos, a pedradas
Empujaremos los peces a refugiarse en su panza
Que habrá de ser, por lo llena la Plaza de la Cebada.
II
"¡Cordoveyo, ven al cesto, que el pivardo ya está puesto!"
el señorito temblaba de frío allá en el regato.
Dentro del cesto, la luna bailaba como un pescado.
En el recodo del río la rapaza y el rapazo
Tal que Deucalión y Pirra iban tirando guijarros.
Surtidores de diamantes brotaban en el remanso.
-Señorito, señorito, cordoveyo río abajo!
Las piedras al cordobeyo cercan, siguiéndole el rastro.
Una piedra va delante del veraneante, mojándolo.
-Niña, ¿Quién tiró la piedra? -El aldeano.
Sólo se oían las voces detrás de los avellanos.
Se deshacía la luna en el cesto, coleando.
La luna se desleía como aspirina en un vaso.
III
"¡Cordoveyo, ven al cesto, que el pivardo ya está puesto!"
desde el regato imploraba el ardid del madrileño:
-¡Zagala, ven a mi vera, que ya tengo el cesto lleno!
El zagal y la zagala alejáronse riendo:
-¡Adiós, señorito Lobo, queda con tu cor d'oveyo!
Mientras los dos aldeanos se fundían en un beso,
Ya en el regato clamaba el pavor del forastero:
-¡Niña, sácame del río, que me está tragando el cieno!
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después, nada más la luna que, desde lo alto del cielo,
a solas con el remanso se miraba en el espejo.
Sería bueno enviar a más de un madrileño a pescar cordobeyos...
ResponderEliminarSaludos.
Yo propondria mandar a pescarlos a muchos politicos,para devolverles la tomadura de pelo,que nos quieren vender,que piensan que somos giliss
ResponderEliminarSaludos
No tenemos ríos suficientemente grandes para meterlos a todos… je,je.
ResponderEliminarun saludo.