Historia:
El 20 de febrero de 1941 la Comisión Municipal aprueba la construcción de un nuevo parque en Gijón, que no se considera totalmente terminado hasta 1967.
Se construye en una zona pantanosa, llena de mosquitos, denominada “Charca del Piles” o “Llamarga del Molinón”, situada en la zona Este de Gijón, y para su relleno el ayuntamiento obliga a los contratistas de Gijón a verter los escombros en ella.
Es un ejemplo de recuperación de terrenos degradados, convirtiendo éstos en un hermoso parque con numerosas y diversas especies de árboles.
A pesar de verter más de 40.000 m3 de basuras, escombros y tierras durante 2 años aún quedaron zonas pantanosas en las que no apareció el fondo y es aquí donde se decidió crear los lagos hoy existentes.
El llamado "estanque de los patos" se encuentra en un extremo del parque, anexo al Parador Nacional "Molino Viejo" y del campo de fútbol el Molinón. Está formado por dos lagos contiguos, uno mucho mayor que el otro, y con dos islas cada uno. Están separados por el riachuelo del Molino.
En el lago pequeño se encuentran dos estatuas. La mayor es del escultor Laviada y representa Las Driadas (según la mitología griega eran ninfas o diosas que cuidaban de los árboles y los bosques), pesa 12.000 Kg. y se instaló en el año 1963 en la isla pequeña. En la isla mayor se instaló una pequeña escultura, llamada Niño con ánsar, que nos recuerda el cariño de los niños por las aves del estanque.
Las primeras aves que poblaron "el estanque de los patos" fueron anátidas donadas por ciudadanos gijoneses en torno a los años 1945-1947. En 1954 se adquirieron las primeras aves: 3 parejas de cisne blanco, 1 pareja de cisne negro y 7 patos mandarines. En 1960 el estanque ya cuenta con 46 cisnes, 19 gansos y 100 patos.
En la actualidad podemos ver 37 diferentes tipos de anátidas.
Además de estas aves, invernan en el parque numerosas aves migratorias: garzas, gaviotas, cormoranes, cercetas, serretas, ánades y porrones.
En el parque, cerca de los estanques, hay también un palomar y un aviario con numerosas palomas, galliformes y passeriformes.
Entre anátidas, fasiánidas, garzas, rálidas, gaviotas, cormoranes, palomas y passeriformes, se pueden ver en el parque 102 diferentes tipos de aves.
centros3.pntic.mec.es
La monografía, escrita por Javier Granda, recuerda sus orígenes a partir de una ciénaga, así como su flora, fauna y riqueza artística.
La celebración de los sesenta años de existencia del parque de Isabel la Católica tuvo continuidad en el Parador Molino Viejo tras la inauguración de la nueva zona de juegos. En el establecimiento hotelero del parque se presentó en sociedad el libro ‘El parque de Isabel la Católica. Un parque para las cuatro estaciones’, un recorrido histórico por el espacio verde por antonomasia de Gijón escrito por el historiógrafo local Javier Granda.
Editado por Emulsa y con una tirada de un millar de ejemplares, recoge de forma amena todas las vicisitudes vividas por el vergel gijonés desde su creación a principios de la década de los cuarenta a partir de una ciénaga. El libro ahonda en las razones por las que se convirtió pronto en el ‘Central Park gijonés’, esto es, en el parque en mayúsculas, y desplazó en interés y popularidad a otros espacios verdes más antiguos del casco urbano como el Campo Valdés o Begoña. Describe de forma pormenorizada a lo largo de seis décadas su flora, su fauna, sus rincones más emblemáticos, sus esculturas, sus juegos. Además sus páginas están plagadas de anécdotas recogidas de la prensa de la época como ‘Voluntad’ y EL COMERCIO. Entre esos chascarrillos figura la primera multa, que se impuso en agosto de 1953 a un padre cuyo hijo dio de comer a los venados que tenía entonces Isabel la Católica.
Según el autor, la redacción de la monografía supuso para él un «reto» por la escasez de documentación existente sobre el parque. De hecho, sólo existe un trabajo anterior que compendiase la trayectoria de la emblemática zona. Está publicado en 1968 y es obra de Daniel Arbesú, colaborador habitual de EL COMERCIO.
Granda tuvo que realizar una ardua labor de archivística y hemeroteca y contactar con algunas fuentes vivas como Manuel Marco, jardinero municipal entre 1946 y 1949, creador de la famosa rosaleda del parque, así como de los jardines del Náutico y de la plaza del Instituto. No obstante, el investigador también considera que la posibilidad de escribir el libro fue un «regalo», porque a medida que avanzaban sus estudios se incrementaba su interés por divulgarlos.
El libro, prologado por el arquitecto local Joaquín Aranda, dedica su primer capítulo a los orígenes del gran parque del Piles. En él se explica que surgió como una medida de la policía urbana para hacer frente al problema de salubridad pública que generaban las marismas del Piles en la parte oriental de la población. Unos terrenos encharcados y pantanosos que, en el verano, generaban un olor pestilente que el viento del nordeste se encargaba de prolongar por toda la ciudad.
A partir de ahí se consignan todos los hitos del desarrollo un parque planificado y proyectado por Ramón Ortiz Ferré, segundo jardinero del Ayuntamiento de Madrid y de la Casa de Alba.
voluntad.wordpress.com
El 20 de febrero de 1941 la Comisión Municipal aprueba la construcción de un nuevo parque en Gijón, que no se considera totalmente terminado hasta 1967.
Se construye en una zona pantanosa, llena de mosquitos, denominada “Charca del Piles” o “Llamarga del Molinón”, situada en la zona Este de Gijón, y para su relleno el ayuntamiento obliga a los contratistas de Gijón a verter los escombros en ella.
Es un ejemplo de recuperación de terrenos degradados, convirtiendo éstos en un hermoso parque con numerosas y diversas especies de árboles.
A pesar de verter más de 40.000 m3 de basuras, escombros y tierras durante 2 años aún quedaron zonas pantanosas en las que no apareció el fondo y es aquí donde se decidió crear los lagos hoy existentes.
El llamado "estanque de los patos" se encuentra en un extremo del parque, anexo al Parador Nacional "Molino Viejo" y del campo de fútbol el Molinón. Está formado por dos lagos contiguos, uno mucho mayor que el otro, y con dos islas cada uno. Están separados por el riachuelo del Molino.
En el lago pequeño se encuentran dos estatuas. La mayor es del escultor Laviada y representa Las Driadas (según la mitología griega eran ninfas o diosas que cuidaban de los árboles y los bosques), pesa 12.000 Kg. y se instaló en el año 1963 en la isla pequeña. En la isla mayor se instaló una pequeña escultura, llamada Niño con ánsar, que nos recuerda el cariño de los niños por las aves del estanque.
Las primeras aves que poblaron "el estanque de los patos" fueron anátidas donadas por ciudadanos gijoneses en torno a los años 1945-1947. En 1954 se adquirieron las primeras aves: 3 parejas de cisne blanco, 1 pareja de cisne negro y 7 patos mandarines. En 1960 el estanque ya cuenta con 46 cisnes, 19 gansos y 100 patos.
En la actualidad podemos ver 37 diferentes tipos de anátidas.
Además de estas aves, invernan en el parque numerosas aves migratorias: garzas, gaviotas, cormoranes, cercetas, serretas, ánades y porrones.
En el parque, cerca de los estanques, hay también un palomar y un aviario con numerosas palomas, galliformes y passeriformes.
Entre anátidas, fasiánidas, garzas, rálidas, gaviotas, cormoranes, palomas y passeriformes, se pueden ver en el parque 102 diferentes tipos de aves.
centros3.pntic.mec.es
La monografía, escrita por Javier Granda, recuerda sus orígenes a partir de una ciénaga, así como su flora, fauna y riqueza artística.
La celebración de los sesenta años de existencia del parque de Isabel la Católica tuvo continuidad en el Parador Molino Viejo tras la inauguración de la nueva zona de juegos. En el establecimiento hotelero del parque se presentó en sociedad el libro ‘El parque de Isabel la Católica. Un parque para las cuatro estaciones’, un recorrido histórico por el espacio verde por antonomasia de Gijón escrito por el historiógrafo local Javier Granda.
Editado por Emulsa y con una tirada de un millar de ejemplares, recoge de forma amena todas las vicisitudes vividas por el vergel gijonés desde su creación a principios de la década de los cuarenta a partir de una ciénaga. El libro ahonda en las razones por las que se convirtió pronto en el ‘Central Park gijonés’, esto es, en el parque en mayúsculas, y desplazó en interés y popularidad a otros espacios verdes más antiguos del casco urbano como el Campo Valdés o Begoña. Describe de forma pormenorizada a lo largo de seis décadas su flora, su fauna, sus rincones más emblemáticos, sus esculturas, sus juegos. Además sus páginas están plagadas de anécdotas recogidas de la prensa de la época como ‘Voluntad’ y EL COMERCIO. Entre esos chascarrillos figura la primera multa, que se impuso en agosto de 1953 a un padre cuyo hijo dio de comer a los venados que tenía entonces Isabel la Católica.
Según el autor, la redacción de la monografía supuso para él un «reto» por la escasez de documentación existente sobre el parque. De hecho, sólo existe un trabajo anterior que compendiase la trayectoria de la emblemática zona. Está publicado en 1968 y es obra de Daniel Arbesú, colaborador habitual de EL COMERCIO.
Granda tuvo que realizar una ardua labor de archivística y hemeroteca y contactar con algunas fuentes vivas como Manuel Marco, jardinero municipal entre 1946 y 1949, creador de la famosa rosaleda del parque, así como de los jardines del Náutico y de la plaza del Instituto. No obstante, el investigador también considera que la posibilidad de escribir el libro fue un «regalo», porque a medida que avanzaban sus estudios se incrementaba su interés por divulgarlos.
El libro, prologado por el arquitecto local Joaquín Aranda, dedica su primer capítulo a los orígenes del gran parque del Piles. En él se explica que surgió como una medida de la policía urbana para hacer frente al problema de salubridad pública que generaban las marismas del Piles en la parte oriental de la población. Unos terrenos encharcados y pantanosos que, en el verano, generaban un olor pestilente que el viento del nordeste se encargaba de prolongar por toda la ciudad.
A partir de ahí se consignan todos los hitos del desarrollo un parque planificado y proyectado por Ramón Ortiz Ferré, segundo jardinero del Ayuntamiento de Madrid y de la Casa de Alba.
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esta asturiana te desea ¡¡feliz 2011¡¡ te manda un besin muy muy grande y te da las gracias por dar a conocer nuestra tierrina y su historia.
ResponderEliminarLos gijoneses tenemos en el Parque un verdadero jardín palaciego al que muchas veces ni valoramos ni hacemos caso.
ResponderEliminarSaludos.
Hola Marisa.- Eres tremenda. Así que te lo has tomado en serio y enseguida has puesto la información sobre el parque Isabel la Católica. Me ha gustado mucho. A ese parque le tengo yo mucho cariño. Creo que hasta se puede comparar con el Campo San Francisco (!). Bueno, solo en algunas cosas. Lo que tiene mérito, como decís, es que donde no había más que marismas y charcas se haya construido nada menos que un parque y un buen parque. Saludos.
ResponderEliminarOZNA-OZNA.- Lo mismo te deseo yo para el próximo año, con salud y amor el resto vendrá solo. ¡¡FELIZ AÑO DESDE ASTURIAS…!!
ResponderEliminarHola Rubo.- ¡Anda que no jugué yo nada por ese parque…! era mi abuela la que se encargaba de llevarme las tardes de los veranos que yo pasaba en Gijón. Siempre recuerdo las meriendas que me preparaba y luego se zampaban los patos.
ResponderEliminar¿Ves? Mario, como no se me acaban las ideas. Solo necesito una pequeña orientación y ¡¡ZASS…!! Intento rebuscar y siempre sale algo. Saludos
ResponderEliminarSuperinteresante! Ahora lo miro con otros ojos! Y ya solo me queda por saber por qué se dedicó el paseo a Isabel la Católica!
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