viernes, 7 de enero de 2011

SIDRA EN MIRANDA AVILÉS


El Lagar, del que vamos a tratar, topónimo que aún hoy se conserva, está ubicado en el barrio conocido como "La Cruz de la Foguera", un cruce de caminos cuyo significado y origen desconocemos.

Robustiano Jesús Gutiérrez López, nació en el barrio de Heros, el día 17 de noviembre de 1874. Sul padre, Francisco Gutiérrez de la Campa, apodado "Francisco el Ciego", fue alcalde de Miranda durante los años 1890 a 1900, y casó con María López Fernández.

Robustiano contrajo matrimonio con Teresa Ávila López el día 18 de enero de 1902. El tenía 26 años y ella 21. Teresa había nacido en Astorga y era hija de José de Ávila García Valdés y de Juana López López. José Avila, del que conservamos algunos poemas en bable y castellano, había ejercido algún tiempo de calderero con Pedro de Avila, su padre, por tierras zamoranas, y esta es la razón de que algunos de sus hijos nacieran en dicha zona.

Una vez casado, Robustiano levanta el lagar en una finca que tenía en este barrio de La Cruz de la Foguera. Primeramente se dedica a fabricar sidra natural, circunstancia que le movió a abrir allí un chigre con un salón de baile. El lagar debió de empezar a funcionar hacia el 1910. La patente y el darse de alta como fabricante fue entre 1910-14. Andando el tiempo y acaso aconsejado por algún ducho en la materia se hace con la fórmula y levanta allí una fábrica de sidra champanada de gran renombre por entonces y casi olvidada hoy si no es por el topónimo de la casa.

Al principio, antes de echar a andar la fábrica, el lagar contaba únicamente con una tosca prensa de madera, según las hijas de Robustio: Maruja y Salud, recuerdan ver trabajar en él a "Ferroñes" (Manuel González) y un primo que residía en El Caliero, cortando la magalla o pulpa, los niños le ayudaban a prensar dando vueltas al rabil de madera. Luego en vista del ingente trabajo para hacerlo todo a mano Robustiano compró una prensa hidráulica con lo que se aligeró enormenente el trabajo.
La manzana se cosechaba en el mismo pueblo de Miranda, en donde, por cierto, la producción no era escasa. Pero también se traía de Gozón, de Illas, de Pillarno, e incluso más tarde, como en estos pueblos muchos aldeanos tenían pequeños lagares, traían ya la sidra pisada y dispuesta para echar en las pipas a fermentar para hacer la champanada.

Venían carros y carros que esperaban la descarga en una fila que llegaba hasta el medio de Miranda. El último año se pagó el kilo de manzana a 25 céntimos, anteriormente su precio no era más de 5 o 7 céntimos el kilo, y se compraba por toneladas.
Lo pesaban y a continuación o bien se tiraba en el prado, en lo que antes había sido salón de baile o se subía a un desván habilitado para este menester y al que había que apuntalar con el fin de que soportase tanta carga; desde él se tiraba la manzana a la tolva de la trituradora, una especie de molino y de esta sacaban la pulpa colocándola dentro de una especie de sacos, uno encima de otro, separados por una tabla, sobre las que hacía fuerza la prensa aplastándolas sobre una plataforma firme para así obtener el jugo de la manzana.

Hacían 24 pipas diarias de sidra, una pipa por hora. Había seis tinos o cubas que tenían unos 80.000 litros, 90 pipas cada tino. Cada cuba son 600 litros; los tinos se lavaban descendiendo a ellos por medio de una escalera debido a su altura: 6 u 8 metros de altura. Los residuos de la fermentación, llamados la "madre", que se sacaban del fondo del tino, se tiraba todo al prado. Aquel año la zona afectada quedaba totalmente quemada pero al año siguiente salía más hierba que nunca.
A la sidra, una vez filtrada, se le añadía el azúcar, el alcohol y el conservante, según una fórmula secreta que la familia conservó hasta el final, a fin de lograr la champanada. La sidra destianada al champán tiene que ser muy clara, debe tener dos años de reposo por lo menos, de lo contrario no se puede champanizar. No así la natural que se toma ya al año de fabricarse. Una vez trasegada dos veces, a fin de clarificarla, se embotellaba usando también gas.

Empezó por llamarse Sidra Champanada La Cierva (Memoria Balance de la Mutualidad "Artime" Ejercicio segundo, Avilés 1916, pág. 138), y con esta denominación debió de exportase durante algunos años, al menos hasta 1915. Los anuncios decían: "
"No tiene rival La Sidra Chanpagne "LA CIERVA" (Consumo Universal) Cada día toma mayor incremento la exportación a América. Los avilesinos, los asturianos, los inteligentes dicen al probarla ¡¡No hay sidra tan buena en el mundo!! Miranda-Avilés- Asturias. Robustiano Gutiérrez".
Al parecer este nombre ya había sido registrado por otra marca anteriormente y tuvo que ser sustituido, por lo que vino en denominarse "Sidra Champagne El "Astur".
Las etiquetas de la nueva marca, en rojo, negro y verde rezaban:

"Sidra Champagne El "Astur" Robustiano Gutiérrez, sucesor de Avila y Gutiérrez. Avilés (Asturias). Téngase la botella en posición horizontal. Marca registrada".

De ello deducimos que Robustiano seguramente pensaba ya en sus herederos como continuadores y dueños de la marca de su boyante Empresa.

Cabe destacar como nota curiosa el diseño de tarjetas para imprimir en ellas el Menú de los Restaurantes. En ellas aparece la marca de la fábrica, una botella de sidra, y un pie que dice "Fabricantes y Exportadores Avila y Gutiérrez. Avilés", lo que denota su buen sentido de la publicidad y el alcance que trataba de dar a esta gran industria mirandina. El valor de la botellas suelta se pagaba hacia 1920 al precio de 1,50 pts. Se calcura que se facturaba cada temporada (setiembre-enero) más de un millón de pesetas de la de entonces.
Una de las metas que se propuso la La Astur fue la exportación a Ultramar y vaya si lo logró.

Durante muchos años al llegar los meses de octubre y noviembre se preparaban grandes stock a fin de que llegaran a tiempo para la Navidad pues no había Navidad sin sidra champanada. Para América usaban nombres diferentes. Manzabeitia y Compañía la exportaban bajo la denominación de la Flor de Asturias. Seara, otro intermediario natural de La Corrada (Soto del Barco), la llevaba para Cuba y Montevideo, (aún recuerdan Salud y su hermano Robustiano las horas que pasaban pintando letras o pegando direcciones en las cajas...). De igual modo la exportación se hizo para Chile y en especial para Argentina en donde tenía un gran valedor, el Rey de la Patagonia, hasta el punto de que llegó a colocar allí a un pariente de Robustiano llamado Pepe Galán Gutiérrez. Las cajas se embarcaban en el Musel de Gijón hasta donde lo llevaban en camiones transportistas de Avilés.

Nos dice Salud Gutiérrez, otra de las hijas, que en varias ocasiones variaron el nombre según los países a los que iba destinada y a petición de los intermediarios importadores o exportadores a fin de que tuviese más impacto la propaganda.

Pero también aquí había muchos representantes no sólo en Asturias sino en toda España. Galicia y Madrid se llevaban la palma en ventas, y Robustiano tenían buen cuidado para dar cada año una vuelta por todas las regiones visitando a los representantes. En realidad, sabedor que la venta es lo esencial cuando el producto está logrado, estaba más tiempo de viaje que en casa.
No es aquí el momento de narrar otras de las muchas vicisitudes de esta empresa sidrera ubicada en Miranda, cuya fama traspasó las fronteras de la provincia llegando su exportación hasta los países americanos emulando así a la famosa sidra de El Gaitero. Con Robustiano padre trabajaban sus hijos Robustiano, Gerardo, José Antonio (fallecido a los 22 años) y Salud.

En 1938 y desaparecidos los propietarios, la empresa fue adquirida por la firma Cima de Colloto.
José María Cima García había nacido en Colloto. A partir de 1884, después de unos años de emigrante en Cuba regresa a su pueblo y pone en marcha esta industria de sidra champañada ofreciendo sus primeros productos y enviando a Cuba la primera remesa, pero no llegó, puesto que durante la navegación, al acercarse al trópico o por el vaivén se avivó el gas las botellas y estallaron todas. De Cuba se extiende a Méjico, Estados Unidos, Brasil y Argentina. Obtiene un gran éxito en la Exposición Internacional de Buenos Aires de 1911, llevando el gran premio de honor, la más alta distinción de aquel certamen. El Gobierno español le concedió en 1914 la Gran Cruz del Mérito.

A la muerte de José María Cima los herederos entran en conflicto y uno de ellos a fin de hacerle competencia al hermano se hace cargo del lagar y fábrica de sidra champange de Miranda, llevando finalmente toda la maquinaria para Colloto donde tenían la fábrica, menos la trituradora que aún está en poder de un particular en Miranda. Esto debió de tener lugar hacia 1950. Aún estuvo durante algun tiempo en manos de un avilesino, Fermín, que trabajó luego en maderas, pero eran época en la cual el azúcar valía más que la sidra, e interesaba más su venta, de modo que por esas fechas desapreció por completo esta industria de Miranda.


www.sidreria.com/portal/reportajes/sidramiranda

1 comentario:

  1. Yo no recuerdo esa marca. Y eso que pasé mi infancia en Avilés. Pero, claro, se ve que los niños no probábamos la sidra champanada. Sí me acuerdo, sin embargo, del "Manzajú" y de haberlo probado en el campo de fútbol del Oviedo durante los descansos, cuando el Oviedo jugaba en primera (!).

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