martes, 11 de mayo de 2010

EL CAMÍN REAL


. La Calzada Romana de La Mesa, más comúnmente conocida por El Camín Real, es una vía de comunicación que, desde los tiempos del emperador romano Augusto hasta principios del s. XIX, unía la Meseta castellana desde la villa de San Emiliano, capital de la Babia baja (León), hasta la Cabruñana y Grado, con un ramal que se desviaba hasta Teverga y otro a Tameza, desde cuya encrucijada tomaba la dirección de la costa, bifurcándose más tarde en dos: uno hacia San Esteban de Pravia y otro hacia Noega, la actual Gijón. La calzada, bien delimitada durante todo su recorrido, notablemente desde los trabajos llevados a cabo hace unos nueve años, a lo largo de todo el itinerario, deja de serlo a partir del pueblo de Dolía, en el concejo de Belmonte de Miranda, donde se ha aprovechado para trazar sobre ella una carretera asfaltada.
La Calzada Romana tiene una longitud aproximada de unos 45 km —entre los pueblos de Torrestío de Babia, en tierras del antiguo reino de León, y Dolía de Belmonte de Miranda, en el Principado de Asturias— que, de forma accidental, divide en dos partes la nueva carretera construida en el último lustro entre Teverga y Somiedo uniendo a los pueblos de Orderías y Villanueva de Valdecarzana por el alto del Puerto de San Lorenzo.
Trazada por los romanos —según los historiadores, aunque otras hipótesis consideran que podrían remontarse a épocas prehistóricas, realizando sólo los romanos obras de mejoramiento para poder utilizarla como una vía de invasión militar— toma la dirección Norte-Sur con un suave desnivel desde el puerto de La Mesa, su cota más alta, que se aproxima a los 1.800 m de altitud, hasta los 350 m que alcanza su parte final.
Al tratarse de una ruta cimera —construida con gran habilidad para evitar el descenso a los profundos valles, por laderas angostas, que imposibilitarían el tráfico rodado de carros y diligencias— las panorámicas que se abren a ambos lados de la calzada son de una gran belleza. Recoge a su paso este camino de herrería que recorre los municipios de San Emiliano, Somiedo, Teverga, Miranda y Grado varias singularidades sobre la identidad de la Asturias recóndita, donde aún permanecen —a través de los tiempos— vestigios étnicos, históricos, culturales y humanos dignos de rescatar, conservar y difundir. Animales en libertad, plantas y flores silvestres. Unos 30 km de su recorrido están comprendidos en la Reserva Nacional de Caza y Parque Natural de Somiedo, que es tanto como decir que toda la zona está poblada por una fauna autóctona rica que se guarda en sus valles, pastizales y peñas, donde crecen multitud de plantas y flores que alegran la vista y perfuman el aire.
Es fácil, desde el comienzo, contemplar el vuelo plácido de la cigüeña por tierras leonesas y, una vez en La Mesa, hacer lo propio con los círculos que trazan en el cielo buitres, águilas, milanos y sobre todo el alimoche, conocido por la «zapiquera». Un vuelo de perdices puede, en cualquier momento, cruzar la Calzada y perderse valle abajo a velocidad vertiginosa, con el característico ruido de su aleteo. Aunque se encuentre en los hayedos, a ambos lados de la senda, más difícil le será al viajero ver y escuchar el abanico multicolor del urogallo y su requiebro amoroso en las madrugadas del mes de mayo.
Los animales silvestres cruzan los dos flancos de las laderas, en cualquier dirección y en cualquier momento, notablemente con las primeras luces del alba y en el anochecer. Con un poco de paciencia podrá observar corzos y venados, sobre todo en sus «berreas», momento del celo, en los meses de junio y principios del otoño. No resulta difícil verlos en Las Navariegas, Fonfría y Piedraxueves. En los lugares rocosos, Los Vígaros, Picos Albos y Peña Negra, puede verse, encaramada sobre los riscos, la grácil figura del rebeco. A últimas horas de la tarde salen los jabalíes en busca de comida cruzando la calzada por diferentes lugares. Son animales que realizan, al igual que los lobos, grandes recorridos en sus salidas nocturnas. Por el día suelen «guarecer» en lugares solanos, entre los helechos, retamos o bajo los acebos.
El lobo es un animal frecuente en la zona, siendo muchos los desmanes que comete con la cabaña doméstica de los campesinos. Es difícil verlo, pero no imposible. Sus huellas se dejan mostrar en los alrededores de fuentes y manantiales, en la propia Calzada, en época de lluvia y sobre la nieve. El oso, junto con el urogallo, el tejón y la nutria, son las reliquias faunísticas de todo el territorio de la Calzada. De los más de 100 ejemplares de oso distribuidos por toda la zona: Las Navariegas, Fonfría, Pollares, Peña Negra de Torce, El Tronco, Las Molinas, Valle de Saliencia, Las Morteras, y bosques de Taxa, Tolinas y Montovo, apenas si quedan diez, lo que representa una cierta dificultad para que el viajero lo tenga al alcance de su objetivo fotográfico. Bajando a los valles, abundan los zorros, ardillas, ginetas, hurones y aves pequeñas que van desde el torcaz al zorzal pasando por tordos, petirrojos, verderones y pinzones. La fauna fluvial se limita a la trucha común, que se encuentra en los arroyos de Somoza y de Saliencia y en los lagos de Camayor.
En cuanto a la flora, concretamente flores y plantas, varían, toda vez que la altitud ejerce una gran influencia. Toda ella hay que incluirla dentro del paisaje vegetal asturiano, con sus correspondientes conjuntos de comunidades geobotánicas, incluidas sus especies en la flora del pirineo— — cantábrico, Europa central y mediterránea de montaña. En todas las laderas sobresalen las retamas, el brezo, el piorno y el gromo.
Referente al arbolado, es de señalar que apenas existen árboles a lo largo del itinerario, notablemente en la primera parte de su recorrido. En las zonas boscosas de los valles se encuentra hayas, abedules, arces y robles, principalmente.


(CELSO PEYROUX: La Calzada Romana de La Mesa, 1992.)

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