La cerámica asturiana está realizada para el uso domestico, pues en muy pocas ocasiones se realizaron piezas exclusivamente decorativas, ya que estaba destinada a las clases menos privilegiadas. Las mesas de las familias más acomodadas disponían de vajillas de Talavera y otros centros alfareros españoles, e incluso de otros países.
Al no tener necesidad de almacenar agua en las casas, y cuando era necesario hacerlo se utilizaban piezas de madera como la herrada, las piezas cerámicas son de tamaño reducido, realizándose en casos excepcionales piezas de "gran tamaño", desde el punto de vista de la producción asturiana, pues en otros lugares serían piezas de tamaño medio. La tinaja tanto para contenido de líquidos como de despensa no se fabricó en esta región.
Asturias, ceramológicamente hablando, se puede dividir en tres zonas claramente diferenciadas, donde la cerámica ha influido de modo particular. En la parte occidental prevalece la cerámica negra realizada en Llamas del Mouro (Cangas de Narcea); en la zona centro, la cerámica negra, de similares características a la anterior, realizada en Miranda de Avilés y la cerámica de Faro; en Oviedo y en el oriente de Asturias, predomina esta última.
La cerámica de Miranda de Avilés.
Esta cerámica de Miranda de Avilés es muy similar a la de Llamas del Mouro, en cuanto a sistema de elaboración, con las mismas características de cocción y terminación, aunque variando un poco las formas. La presencia de la mica como componente del barro con que se realizan estas piezas, hace diferenciarla de la de Llamas del Mouro a simple vista, aunque no en todas las ocasiones es tan fácil, sobre todo en piezas de formas parecidas o raras.
De las piezas realizadas en los alfares de Miranda, las más características son la cántara de dos asas y el tonel, este parecido al de Llamas del Mouro, pero más corto y de forma globular, con la boca más grande.
Otras piezas producidas son la botía, el vedrio, las ollas, los pucheros y los botijos o porrones. También se hicieron tubos para la conducción de agua.
Su mercado era reducido, limitándose a la zona de Avilés y centro de Asturias.
La cerámica de Cangas de Onís.
Cuatro fueron los centros alfareros de la zona de Cangas de Onís: Soto de Dego (Sotu Deu), Cangas de Arriba (Cangues d'Arriba), el Pozo de los Lobos (El Pozu los Llobos) y Pandesiertos, lugares todos ellos que distan muy pocos kilómetros de la capital. En estos centros se sigue utilizando como herramienta de trabajo el torno de mano.
Soto de Dego que, pese a pertenecer al concejo de Parres, por su ubicación entra dentro del ámbito de influencia de Cangas de Onís, se encuentra situado en la ribera del Sella, a muy poca distancia del llamado "puente romano".
El último alfarero de Soto de Dego está inmortalizado en un hermoso cuadro del pintor cangués José Ramón Zaragoza, perteneciente a su trilogía titulada "los oficios de la ribera" (en este caso la del río Sella). En él, figura el alfarero trabajando en una rueda de mano debajo de un horreo, a su alrededor se ven diversas piezas secando.
El barro trabajado en Soto de Dego es más rojizo que el de los otros alfares de Cangas de Onís, diferenciándose las piezas realizadas en este lugar de la restante producción canguesa. Hacían el mismo tipo de cerámica que en Faro: cerámica sin baño y bañada, como en todos los alfares de Cangas de Onís utilizaban la galena para el vidriado de plomo. Las piezas elaboradas con baño de estaño son imposibles de distinguir de las de Cangas de Arriba y el Pozo de los Lobos.
Cangas de Arriba, el barrio alto del actual Cangas de Onís, es el primitivo enclave de la ciudad, que con el tiempo cedería protagonismo a la zona baja, conocida antiguamente como el Mercado de Cangas. Queda constancia de esta actividad, en uno de sus barrios, denominado "barrio de los alfares."
En este centro alfarero se elaboró la misma cerámica que en el resto, conservándose piezas de los tres tipos de cerámica faruca.
Son piezas dignas de destacar un puchero de gran tamaño de un asa de color negro, una cazuela con baño de estaño y decoración verde y una cazuela de gran tamaño con baño estannífero interior, utilizada para cuajar la leche para la elaboración del queso. Característica de este alfar es una jarra especial elaborada para tomar sidra, conocida con el nombre de "puxu".
El Pozo de los Lobos se encuentra a la salida de Cangas en dirección Covadonga, a la margen derecha del río Güeña, estando situado poco antes, y a la margen izquierda, el Cortijo de la Gargantiella, finca donde se ubicó la fábrica de loza fundada por José Antonio Ruenes en el siglo XVIII. En este alfar solamente trabajó una familia, siendo los restos de las piezas que se encontraron del mismo tipo que los de los centros anteriormente reseñados.
Pandesiertos es el lugar donde mayor número de alfareros trabajaron juntos en la zona de Cangas de Onís. Allí todo el pueblo, si bien pequeño, se dedicó a la alfarería, combinando el trabajo con las tareas del campo y la ganadería, como ya hemos dicho ocurría en otros lugares.
Característica especial de la cerámica de Pandesiertos, es que en su mayor parte era elaborada por mujeres. Trabajaban un barro de tanta finura que les permitía hacer unos cacharros de paredes muy delgadas y gran calidad. Las piezas elaboradas son muy variadas. Se realizan piezas sin baño, de muy distintas formas, y piezas vidriadas con plomo, sobre todo cazuelas de gran tamaño.
Cerámica del "rayu" o de Vega de Poja.
Se conoce por este nombre a la cerámica de cubierta blanca y decoración en azul cobalto, realizada en la zona de Pola de Siero.
Cerámica de gran calidad, baño de estaño grueso y fino, de formas agradables a la vista y al tacto, con decoraciones sencillas, de color azul cobalto, por lo general de temas vegetales y geométricos, en algunas ocasiones con pájaros y peces. En la última época se elaboran piezas con decoración realizada con trepas y cuños, se hacen por encargo algunas piezas personalizadas y fechadas, como los tres botijos que se conservan en esta colección. En este momento final se incorpora el color amarillo en la decoración, pero solamente como relleno.
Esta cerámica tuvo gran difusión en Asturias, exportándose a otras provincias y a las colonias americanas. Compitió con la cerámica de Talavera en esta región, de tal manera que incluso se llegó a conocer por este nombre, al igual que uno de los barrios de Vega de Poja, donde se elaboraba. Los orígenes de esta cerámica se remontan al siglo XVIII, la familia Cónsul, de origen francés, creó una fábrica de cerámica en el Palacio de Villar (Pola de Siero), fueron sus fundadores Juan Nepomuceno Cónsul y Requejo y Antonio López Dóriga. Trataron de hacer una loza fina, que compitiera con las lozas españolas y europeas, que por esos tiempos se comercializaban en el norte de España. La experiencia fabril del Palacio de Villar duró poco tiempo. Desaparecida la fábrica, los empleados comenzaron a trabajar en sus casas, formando pequeños talleres, realizando las mismas piezas que habían hecho en la fábrica.
Las piezas se utilizaban para el servicio de mesa, las más características son: las botías, las jarras de distintos tamaños, para el vino, el agua y la leche, las fuentes, los platos hechos a molde, los cuencos, los orinales y los botijos.
Maximino Blanco del Dago.
Al no tener necesidad de almacenar agua en las casas, y cuando era necesario hacerlo se utilizaban piezas de madera como la herrada, las piezas cerámicas son de tamaño reducido, realizándose en casos excepcionales piezas de "gran tamaño", desde el punto de vista de la producción asturiana, pues en otros lugares serían piezas de tamaño medio. La tinaja tanto para contenido de líquidos como de despensa no se fabricó en esta región.
Asturias, ceramológicamente hablando, se puede dividir en tres zonas claramente diferenciadas, donde la cerámica ha influido de modo particular. En la parte occidental prevalece la cerámica negra realizada en Llamas del Mouro (Cangas de Narcea); en la zona centro, la cerámica negra, de similares características a la anterior, realizada en Miranda de Avilés y la cerámica de Faro; en Oviedo y en el oriente de Asturias, predomina esta última.
La cerámica de Miranda de Avilés.
Esta cerámica de Miranda de Avilés es muy similar a la de Llamas del Mouro, en cuanto a sistema de elaboración, con las mismas características de cocción y terminación, aunque variando un poco las formas. La presencia de la mica como componente del barro con que se realizan estas piezas, hace diferenciarla de la de Llamas del Mouro a simple vista, aunque no en todas las ocasiones es tan fácil, sobre todo en piezas de formas parecidas o raras.
De las piezas realizadas en los alfares de Miranda, las más características son la cántara de dos asas y el tonel, este parecido al de Llamas del Mouro, pero más corto y de forma globular, con la boca más grande.
Otras piezas producidas son la botía, el vedrio, las ollas, los pucheros y los botijos o porrones. También se hicieron tubos para la conducción de agua.
Su mercado era reducido, limitándose a la zona de Avilés y centro de Asturias.
La cerámica de Cangas de Onís.
Cuatro fueron los centros alfareros de la zona de Cangas de Onís: Soto de Dego (Sotu Deu), Cangas de Arriba (Cangues d'Arriba), el Pozo de los Lobos (El Pozu los Llobos) y Pandesiertos, lugares todos ellos que distan muy pocos kilómetros de la capital. En estos centros se sigue utilizando como herramienta de trabajo el torno de mano.
Soto de Dego que, pese a pertenecer al concejo de Parres, por su ubicación entra dentro del ámbito de influencia de Cangas de Onís, se encuentra situado en la ribera del Sella, a muy poca distancia del llamado "puente romano".
El último alfarero de Soto de Dego está inmortalizado en un hermoso cuadro del pintor cangués José Ramón Zaragoza, perteneciente a su trilogía titulada "los oficios de la ribera" (en este caso la del río Sella). En él, figura el alfarero trabajando en una rueda de mano debajo de un horreo, a su alrededor se ven diversas piezas secando.
El barro trabajado en Soto de Dego es más rojizo que el de los otros alfares de Cangas de Onís, diferenciándose las piezas realizadas en este lugar de la restante producción canguesa. Hacían el mismo tipo de cerámica que en Faro: cerámica sin baño y bañada, como en todos los alfares de Cangas de Onís utilizaban la galena para el vidriado de plomo. Las piezas elaboradas con baño de estaño son imposibles de distinguir de las de Cangas de Arriba y el Pozo de los Lobos.
Cangas de Arriba, el barrio alto del actual Cangas de Onís, es el primitivo enclave de la ciudad, que con el tiempo cedería protagonismo a la zona baja, conocida antiguamente como el Mercado de Cangas. Queda constancia de esta actividad, en uno de sus barrios, denominado "barrio de los alfares."
En este centro alfarero se elaboró la misma cerámica que en el resto, conservándose piezas de los tres tipos de cerámica faruca.
Son piezas dignas de destacar un puchero de gran tamaño de un asa de color negro, una cazuela con baño de estaño y decoración verde y una cazuela de gran tamaño con baño estannífero interior, utilizada para cuajar la leche para la elaboración del queso. Característica de este alfar es una jarra especial elaborada para tomar sidra, conocida con el nombre de "puxu".
El Pozo de los Lobos se encuentra a la salida de Cangas en dirección Covadonga, a la margen derecha del río Güeña, estando situado poco antes, y a la margen izquierda, el Cortijo de la Gargantiella, finca donde se ubicó la fábrica de loza fundada por José Antonio Ruenes en el siglo XVIII. En este alfar solamente trabajó una familia, siendo los restos de las piezas que se encontraron del mismo tipo que los de los centros anteriormente reseñados.
Pandesiertos es el lugar donde mayor número de alfareros trabajaron juntos en la zona de Cangas de Onís. Allí todo el pueblo, si bien pequeño, se dedicó a la alfarería, combinando el trabajo con las tareas del campo y la ganadería, como ya hemos dicho ocurría en otros lugares.
Característica especial de la cerámica de Pandesiertos, es que en su mayor parte era elaborada por mujeres. Trabajaban un barro de tanta finura que les permitía hacer unos cacharros de paredes muy delgadas y gran calidad. Las piezas elaboradas son muy variadas. Se realizan piezas sin baño, de muy distintas formas, y piezas vidriadas con plomo, sobre todo cazuelas de gran tamaño.
Cerámica del "rayu" o de Vega de Poja.
Se conoce por este nombre a la cerámica de cubierta blanca y decoración en azul cobalto, realizada en la zona de Pola de Siero.
Cerámica de gran calidad, baño de estaño grueso y fino, de formas agradables a la vista y al tacto, con decoraciones sencillas, de color azul cobalto, por lo general de temas vegetales y geométricos, en algunas ocasiones con pájaros y peces. En la última época se elaboran piezas con decoración realizada con trepas y cuños, se hacen por encargo algunas piezas personalizadas y fechadas, como los tres botijos que se conservan en esta colección. En este momento final se incorpora el color amarillo en la decoración, pero solamente como relleno.
Esta cerámica tuvo gran difusión en Asturias, exportándose a otras provincias y a las colonias americanas. Compitió con la cerámica de Talavera en esta región, de tal manera que incluso se llegó a conocer por este nombre, al igual que uno de los barrios de Vega de Poja, donde se elaboraba. Los orígenes de esta cerámica se remontan al siglo XVIII, la familia Cónsul, de origen francés, creó una fábrica de cerámica en el Palacio de Villar (Pola de Siero), fueron sus fundadores Juan Nepomuceno Cónsul y Requejo y Antonio López Dóriga. Trataron de hacer una loza fina, que compitiera con las lozas españolas y europeas, que por esos tiempos se comercializaban en el norte de España. La experiencia fabril del Palacio de Villar duró poco tiempo. Desaparecida la fábrica, los empleados comenzaron a trabajar en sus casas, formando pequeños talleres, realizando las mismas piezas que habían hecho en la fábrica.
Las piezas se utilizaban para el servicio de mesa, las más características son: las botías, las jarras de distintos tamaños, para el vino, el agua y la leche, las fuentes, los platos hechos a molde, los cuencos, los orinales y los botijos.
Maximino Blanco del Dago.
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