Los Tixileiros o Cunqueiros eran los habitantes de los pueblos de El Bao y Sisterna pertenecientes al concejo de Ibias y El Corralín y Tablado pertenecientes al concejo de Degaña.
Por San Francisco, hacia el 4 de octubre, los cunqueiros salían de los pueblos de Tablado, El Corralín, en Degaña, y de El Bao y Sisterna, en Ibias, a vender sus piezas de vajilla doméstica a todo el sur de la Península, sobremanera a Extremadura. Hoy, los descendientes de aquellos artesanos de la madera desaparecidos con el siglo XX.
La madera es también protagonista y materia prima en el taller que Victorino García tiene en su pueblo de Tablado (Degaña). Él es desde hace años el encargado de mantener viva la tradición y la memoria de los cunqueiros o tixileiros, como ellos mismos preferían llamarse. Estos maestros del torno son los que elaboraban la tixiela, el conjunto de útiles de madera que en otro tiempo era imprescindible en cualquier cocina.
Los cunqueiros viajaban durante gran parte del año en cuadrillas por toda la península para vender sus productos en ferias y mercados. Incluso llevaban consigo el torno y las herramientas por si tenían que atender a nuevas demandas. Mientras tanto, el resto de la familia se quedaba en los pueblos, ocupándose del ganado y de las labores de la tierra. Una de las curiosidades de la cultura tixileira es la jerga que empleaban estos artesanos para entenderse entre ellos, sin ser entendidos por compradores ni autoridades.
Pero con los años este oficio ha ido desapareciendo hasta prácticamente extinguirse en la década de los ochenta. Por un lado, la madera quedó prácticamente desterrada de las cocinas. Explica Victorino, Este minero prejubilado de 44 años aprendió “desde neno” de su padre que torneaba a mano, y también tuvo la suerte de conocer en vida el trabajo de dos de los últimos tixileiros: Valdovinos del Bao y Domingo “el manquín”. Su afición le llevó a construir su propio torno con el que elabora las piezas siguiendo los modelos tradicionales: morteros, artesas o fuentes, iscudiellas, volvedeiros o cimbreiras que usaban los pastores para llevar su comida.
Victorino explica el laborioso proceso para conseguir una pieza. Primero hay que preparar la madera tronzada, en función de la pieza que se quiera elaborar. Se traza un círculo con el compás para marcar el centro. Con el hacha se perfila. Se clava en la pieza la rebola –parte del torno que va girando– y se instalan en el texterior y luego se vacía el interior. Por último queda rematar la pieza, que antiguamente no se lijaba.
Los cunqueiros viajaban durante gran parte del año en cuadrillas por toda la península para vender sus productos en ferias y mercados. Incluso llevaban consigo el torno y las herramientas por si tenían que atender a nuevas demandas. Mientras tanto, el resto de la familia se quedaba en los pueblos, ocupándose del ganado y de las labores de la tierra. Una de las curiosidades de la cultura tixileira es la jerga que empleaban estos artesanos para entenderse entre ellos, sin ser entendidos por compradores ni autoridades.
Pero con los años este oficio ha ido desapareciendo hasta prácticamente extinguirse en la década de los ochenta. Por un lado, la madera quedó prácticamente desterrada de las cocinas. Explica Victorino, Este minero prejubilado de 44 años aprendió “desde neno” de su padre que torneaba a mano, y también tuvo la suerte de conocer en vida el trabajo de dos de los últimos tixileiros: Valdovinos del Bao y Domingo “el manquín”. Su afición le llevó a construir su propio torno con el que elabora las piezas siguiendo los modelos tradicionales: morteros, artesas o fuentes, iscudiellas, volvedeiros o cimbreiras que usaban los pastores para llevar su comida.
Victorino explica el laborioso proceso para conseguir una pieza. Primero hay que preparar la madera tronzada, en función de la pieza que se quiera elaborar. Se traza un círculo con el compás para marcar el centro. Con el hacha se perfila. Se clava en la pieza la rebola –parte del torno que va girando– y se instalan en el texterior y luego se vacía el interior. Por último queda rematar la pieza, que antiguamente no se lijaba.
Tengo un premio para compartir contigo porque tú eres mi reina de la mitología...Te espera en "Mirando atrás". Un abrazo.
ResponderEliminarYo recuerdo a un hojalatero ambulante que pasaba por los pueblos, vendía latas para el agua y la leche, tazas, palanganas y todo tipo de cacharros. Incluso le hicieron un reportaje en aquel programa de TVE que se llamaba "Vivir cada día". El artesano se apellidaba Campos y era de la zona occidental de Asturias, se jubiló (no sé si vive aún o no) y su oficio se perdió para siempre.
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