Las abejas son el único insecto que desde tiempo inmemorial explota el campesino asturiano que pertenece a la casería, base de explotación familiar del campo en Asturias, y que son tratadas como un "ganado" más, según consta desde el año 1247 (observancias de Aragón – Jaime l). A día de hoy están clasificadas como ganado menor.
Al tratarse de un insecto semisalvaje con el que las relaciones son siempre difíciles, para tener éxito con ellas "había que entenderlas", y para ello no servía cualquier persona, de modo que así surgió la figura del "abeyeru" o "abeyeiro"o especialista en este ganado.
La miel era un comestible habitual en casi todas las casas campesinas. Se consumía en grandes cantidades en los meses de verano, coincidiendo con la época de mayor trabajo (siega de la hierba, cosecha de centeno, escanda y trigo). La cera, por su parte, era un valor de cambio importante, pues se vendía por dinero, se trocaba por especias y, a veces, se empleaba para pagar las rentas de la tierra. La abundante producción de cera permitió la formación de una industria, cuya instalación más destacada eran los lagares de cera donde ésta se cocía, exprimía y limpiaba, con la ayuda de un lagar de viga con husillo y pesa.
La importancia de las abejas en algunas casas era tal, que en la fundación de un vínculo realizada en 1.768 por un propietario de un pueblo de Robledo (concejo de Allande), se obliga a los beneficiarios a conservar y atender los cortinos (colmenares) y las colmenas existentes en la casa.
Otras manifestaciones de la importancia del cultivo de las abejas son la entrega de colmenas y colmenares en las dotes que los padres dan a sus hijas para casarse y algunas mandas testamentarias, como la del licenciado Juan Sierra de Castañedo (concejo de Allande) que, en 1.659, deja "una colmena buena al sacerdote que asistiese a mi fallecimiento, y sí fueren dos, lleven cada una la suya".
La imposición de rentas en cera por parte de los monasterios a los campesinos asturianos, favoreció el arraigo, desarrollo y mantenimiento forzoso de la apicultura en Asturias
LOS CORTINOS-
Al tratarse de un insecto semisalvaje con el que las relaciones son siempre difíciles, para tener éxito con ellas "había que entenderlas", y para ello no servía cualquier persona, de modo que así surgió la figura del "abeyeru" o "abeyeiro"o especialista en este ganado.
La miel era un comestible habitual en casi todas las casas campesinas. Se consumía en grandes cantidades en los meses de verano, coincidiendo con la época de mayor trabajo (siega de la hierba, cosecha de centeno, escanda y trigo). La cera, por su parte, era un valor de cambio importante, pues se vendía por dinero, se trocaba por especias y, a veces, se empleaba para pagar las rentas de la tierra. La abundante producción de cera permitió la formación de una industria, cuya instalación más destacada eran los lagares de cera donde ésta se cocía, exprimía y limpiaba, con la ayuda de un lagar de viga con husillo y pesa.
La importancia de las abejas en algunas casas era tal, que en la fundación de un vínculo realizada en 1.768 por un propietario de un pueblo de Robledo (concejo de Allande), se obliga a los beneficiarios a conservar y atender los cortinos (colmenares) y las colmenas existentes en la casa.
Otras manifestaciones de la importancia del cultivo de las abejas son la entrega de colmenas y colmenares en las dotes que los padres dan a sus hijas para casarse y algunas mandas testamentarias, como la del licenciado Juan Sierra de Castañedo (concejo de Allande) que, en 1.659, deja "una colmena buena al sacerdote que asistiese a mi fallecimiento, y sí fueren dos, lleven cada una la suya".
La imposición de rentas en cera por parte de los monasterios a los campesinos asturianos, favoreció el arraigo, desarrollo y mantenimiento forzoso de la apicultura en Asturias
LOS CORTINOS-
En Asturias, uno de los aprovechamientos tradicionales del monte era la apicultura, que se manifestaba en el paisaje con dos construcciones específicas de esta actividad y de gran valor etnográfico: los talameiros o talameras y, sobre todo, los cortinos.
Ambos modelos de colmenares aparecían y aparecen diseminados por las laderas solanas de los montes bajos y servían para proteger las colmenas del fuego y de los osos. Se extendían sobre todo por los concejos más occidentales de la región. Además, junto a estas construcciones, también existían otros colmenares localizados en peñas o lugares rocosos de difícil acceso, donde los "abeyeros" añadían muros o afloramientos de rocas para facilitar la instalación de las colmenas.
En el centro y oriente de la región era más común la colocación de las colmenas en los corredores de los hórreos o en unas "talameras" (anaqueles) sujetas a la pared de la casa.
El catastro de Ensenada es la fuente de información más importante y antigua que tenemos, y permite conocer el número de colmenas que poseían los apicultores asturianos a mediados del siglo XVIII.
Casimiro Sixto Muñiz - www.adapas.com
Ambos modelos de colmenares aparecían y aparecen diseminados por las laderas solanas de los montes bajos y servían para proteger las colmenas del fuego y de los osos. Se extendían sobre todo por los concejos más occidentales de la región. Además, junto a estas construcciones, también existían otros colmenares localizados en peñas o lugares rocosos de difícil acceso, donde los "abeyeros" añadían muros o afloramientos de rocas para facilitar la instalación de las colmenas.
En el centro y oriente de la región era más común la colocación de las colmenas en los corredores de los hórreos o en unas "talameras" (anaqueles) sujetas a la pared de la casa.
El catastro de Ensenada es la fuente de información más importante y antigua que tenemos, y permite conocer el número de colmenas que poseían los apicultores asturianos a mediados del siglo XVIII.
Casimiro Sixto Muñiz - www.adapas.com
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