La madera fue el material más utilizado en la fabricación de ingenios. Una materia prima que por sus infinitas posibilidades de transformación produjo abusos que condujeron a la deforestación de muchos bosques.
Era muy importante su forma de obtención: de una tala adecuada dependía la durabilidad y resistencia de la madera. Los documentos antiguos especificaban que no debía cortarse el árbol cuando estuviese lleno de savia y fruta, porque su madera sería débil.
Se abatía preferentemente a la luna llena entre el solsticio de invierno y el equinoccio de primavera, o se realizaba un corte circular hasta el duramen para destilar el jugo y una vez seco, derribarlo del todo.
Las maderas más empleadas fueron el Roble, el Castaño, la Encina, el Haya, el Fresno, el Carpe, el Manzano. Otras menos comunes fueron el Cerezo, el Peral y el Nogal. Pero el puesto de honor lo ocupa el Roble: aunque en verde tiene una densidad similar a otras, seco produce una madera compacta por la gran contracción de sus fibras. Aunque la experiencia demostraba la conveniencia de utilizar otras especies para piezas con otros requerimientos. Por ejemplo el Roble se emplea en las piezas dentadas de gran tamaño pero en engranajes pequeños es mejor el Carpe o el Manzano.
Las ruedas de carruajes se construían con Fresno, por su gran resistencia a las cargas dinámicas.
Para los ingenios hidráulicos el Roble es el más adecuado, debido a que mejora su resistencia y duración con la humedad. La Encina se conserva y no se desgasta dentro del agua. El Nogal soporta bien la presión y la torsión que producen los giros: la elasticidad de su fibra ofrece una buena recuperación y su estructura compacta evita el desmoche de las aristas en las tuercas. En condiciones de humedad, su fibra se deforma escasamente y tampoco dificulta el giro dentro de las tuercas.
Carpintería naval
Para los ingenios hidráulicos el Roble es el más adecuado, debido a que mejora su resistencia y duración con la humedad. La Encina se conserva y no se desgasta dentro del agua. El Nogal soporta bien la presión y la torsión que producen los giros: la elasticidad de su fibra ofrece una buena recuperación y su estructura compacta evita el desmoche de las aristas en las tuercas. En condiciones de humedad, su fibra se deforma escasamente y tampoco dificulta el giro dentro de las tuercas.
Carpintería naval
Los astilleros se ubicaban próximos a bosques de buena madera como el Roble, como la costa Cantábrica; otras eran más abundantes en pino, madera adecuada para galeras, pero no para embarcaciones que hacían viajes a ultramar.
Para no esquilmar los robledales del Cantábrico, en 1563 se ordenó realizar plantaciones en una franja costera de dos leguas de anchura.Cuando durante el siglo XVI comenzaron a construirse naves de gran tamaño, como los galeones, se pasó de la construcción bajo cubierta al aire libre.
Los astilleros se formaban con gradas cimentadas sobre arenales con pilotes de madera sobre la que se instalaba una plataforma de madera, adecuada para botar el barco. Sobre esta grada se preparaba en primer lugar la quilla, rematada en curva hacia la proa y la popa. Después se montaban las vértebras del barco, clavando al final las tablas que cierran el casco. Se impermeabilizaban las juntas con brea y estopa, quedando la colocación de los palos, castillos y carpintería interior con el barco botado.
Los puertos importantes también contaban con grúas de pluma accionada por hombres en unarueda de gran diámetro.
Los carpinteros de ribera tenían también a su cargo las reparaciones de las maderas dañadas, lo que se realizaba acostando el barco sobre el arenal primero de un lado y luego de otro.
/www.infomadera.net
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Para no esquilmar los robledales del Cantábrico, en 1563 se ordenó realizar plantaciones en una franja costera de dos leguas de anchura.Cuando durante el siglo XVI comenzaron a construirse naves de gran tamaño, como los galeones, se pasó de la construcción bajo cubierta al aire libre.
Los astilleros se formaban con gradas cimentadas sobre arenales con pilotes de madera sobre la que se instalaba una plataforma de madera, adecuada para botar el barco. Sobre esta grada se preparaba en primer lugar la quilla, rematada en curva hacia la proa y la popa. Después se montaban las vértebras del barco, clavando al final las tablas que cierran el casco. Se impermeabilizaban las juntas con brea y estopa, quedando la colocación de los palos, castillos y carpintería interior con el barco botado.
Los puertos importantes también contaban con grúas de pluma accionada por hombres en unarueda de gran diámetro.
Los carpinteros de ribera tenían también a su cargo las reparaciones de las maderas dañadas, lo que se realizaba acostando el barco sobre el arenal primero de un lado y luego de otro.
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Viavélez (El Franco),
Como si de un pequeño fiordo se tratase, el mar Cantábrico penetra serpenteando y sus aguas se calman por completo entre los espolones del puerto pesquero de Viavélez, conocido popularmente como El Porto. Enclavado en la desembocadura del río Vío, este muelle erigido durante el siglo XIX contó con una potente carpintería de ribera que durante décadas comercializó buques por toda la cornisa cantábrica y fue un importante enclave de exportación maderera. Actualmente, alberga una pequeña flota dedicada a la pesca de bajura.
En la parte interior del muelle una construcción invadida por los artos destaca sobre todas las circundantes por su particular encanto de ruina romántica. A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, este edificio albergó al principal astillero de ribera activo en Asturias, en el que ejerció -entre otros- su trabajo como maestro constructor José Ron Presno y en el que se botaron unos noventa buques mercantes, entre los cuales destacaron las fragatas «Villa de Ribadeo» y «Casas» y el malogrado bergantín «Teresita», que desapareció sin dejar rastro en 1855 mientras viajaba entre Ferrol y Terranova. Con el cambio de siglo y la desaparición de los buques de vela, la hegemonía de Viavélez decayó, pero el muelle siguió siendo un importante centro de actividad en el que convivían la pesca y la exportación de madera.
Como si de un pequeño fiordo se tratase, el mar Cantábrico penetra serpenteando y sus aguas se calman por completo entre los espolones del puerto pesquero de Viavélez, conocido popularmente como El Porto. Enclavado en la desembocadura del río Vío, este muelle erigido durante el siglo XIX contó con una potente carpintería de ribera que durante décadas comercializó buques por toda la cornisa cantábrica y fue un importante enclave de exportación maderera. Actualmente, alberga una pequeña flota dedicada a la pesca de bajura.
En la parte interior del muelle una construcción invadida por los artos destaca sobre todas las circundantes por su particular encanto de ruina romántica. A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, este edificio albergó al principal astillero de ribera activo en Asturias, en el que ejerció -entre otros- su trabajo como maestro constructor José Ron Presno y en el que se botaron unos noventa buques mercantes, entre los cuales destacaron las fragatas «Villa de Ribadeo» y «Casas» y el malogrado bergantín «Teresita», que desapareció sin dejar rastro en 1855 mientras viajaba entre Ferrol y Terranova. Con el cambio de siglo y la desaparición de los buques de vela, la hegemonía de Viavélez decayó, pero el muelle siguió siendo un importante centro de actividad en el que convivían la pesca y la exportación de madera.
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