Muchos emigrantes tomaban la decisión de marcharse gracias a la propaganda de los llamados ganchos, que al servicio de las grandes navieras se dedicaban a hacer publicidad de los viajes y a arreglar el papeleo, incluyendo en ocasiones documentación falsa e incluso canalizaban la emigración clandestina. A pesar de la persecución legal contra estos agentes a partir de la promulgación de la Ley de 1907, sus actividades continuaron, siendo a comienzos de los años 20 más de treinta los agentes de emigración, que operaban en Asturias.
Pero por encima de todo lo mencionado o tal vez como su resultado, lo que realmente influía en la decisión de emigrar eran las ganas de ir a más. El afán de superarse, de hacer riquezas en el nuevo mundo, los deseos de ir a más de alcanzar las riquezas que en su tierra no encontraban, este último factor es posiblemente el más determinante.
Pero por encima de todo lo mencionado o tal vez como su resultado, lo que realmente influía en la decisión de emigrar eran las ganas de ir a más. El afán de superarse, de hacer riquezas en el nuevo mundo, los deseos de ir a más de alcanzar las riquezas que en su tierra no encontraban, este último factor es posiblemente el más determinante.
El emigrante-
En cuanto al perfil del emigrante en general la mayoría de los asturianos que abandonaron la región provenían de un medio rural atrasado y pobre, si bien hay que reseñar que esta pobreza no debía ser absoluta, ya que si no les hubiese sido imposible asumir los gastos del viaje (tenían que tener al menos unas tierras que empeñar para poder costear el viaje). El emigrante solía proceder de una familia numerosa y normalmente era soltero. Casi todos emprendieron el viaje muy jóvenes entre los 12 y los 16 años y con una escasa preparación, por no decir que en muchos casos eran poco más o menos analfabetos. Su destino mayoritario fue la isla de Cuba, seguida ya a cierta distancia de la República Argentina. Otros países iberoamericanos como México, Chile o Puerto Rico también recibieron emigrantes.
En cuanto al perfil del emigrante en general la mayoría de los asturianos que abandonaron la región provenían de un medio rural atrasado y pobre, si bien hay que reseñar que esta pobreza no debía ser absoluta, ya que si no les hubiese sido imposible asumir los gastos del viaje (tenían que tener al menos unas tierras que empeñar para poder costear el viaje). El emigrante solía proceder de una familia numerosa y normalmente era soltero. Casi todos emprendieron el viaje muy jóvenes entre los 12 y los 16 años y con una escasa preparación, por no decir que en muchos casos eran poco más o menos analfabetos. Su destino mayoritario fue la isla de Cuba, seguida ya a cierta distancia de la República Argentina. Otros países iberoamericanos como México, Chile o Puerto Rico también recibieron emigrantes.
Una vez en América eran en muchos casos empleados por familiares o conocidos. En cuanto al sexo mayoritariamente eran varones, especialmente en el XIX, donde la presencia de la mujer no alcanzaba el 10 %, aunque en el XX se producen cambios y se incrementa el número de mujeres, alcanzando en algunos lugares de Asturias cifras superiores al 40 % como en el Franco o en Coaña. Y si en el siglo XIX era normal que la mujer se dirigiese al continente americano para reunirse con el marido que había emigrado con anterioridad, en el XX el objetivo del viaje ya no es este, sino la búsqueda de trabajo. Finalmente en cuanto a los destinos, las mujeres se decantaban mayoritariamente por Argentina.
El viaje-
Antes de salir, el emigrante tiene que cumplir una seria de trámites ayudado por el agente: debía conseguir el pasaporte, una la cédula de vecindad, la licencia, que es el permiso paterno (en caso de ser menor de edad), un reconocimiento médico, la fianza que acreditaba que no tenía cuentas pendientes con la justicia y que estaba exento del servicio militar y la obligación de pago que es el contrato particular entre el emigrante y el armador.
Hay que tener en cuenta que aparte de lo que le costaba el billete, el emigrante debía disponer de una suma para pagar los trámites, la ropa y los efectos personales, el traslado hasta el puerto de embarque, el hospedaje hasta la aparición de vientos favorables y debía reservar una cantidad en efectivo para los primeros días en América. En definitiva, como ya se ha dicho, el emigrante debía disponer de un pequeño capital.
Las partidas de los emigrantes, durante toda la primera mitad del siglo XIX, se
realizaban fundamentalmente desde los puertos asturianos y su transporte lo efectuaba una amplia red de veleros locales, que principalmente salían de los puertos de Avilés, Luarca, Ribadesella y Llanes. Debido a su situación central y a las relativas ventajas que tenían, en relación con los restantes puertos, el de Gijón fue desde donde se llevó a cabo el mayor número de embarques.
A lo largo del siglo XIX el transporte de viajeros se realizaba a bordo de veleros que con buen tiempo tardaban entre 30 y 40 días en llegar.
A principios de siglo XX el vapor se impone en las rutas ultramarinas, por lo que el viaje se redujo a unos 20 días. El problema estaba en que Asturias no contaba con puertos adecuados para su atraque así que hasta que en 1911 no se abra a este tráfico el puerto del Musel, los asturianos tendrán que embarcar en la Coruña, Vigo o Santander.
A partir de 1911, cuando se habilitó el puerto del Musel en Gijón para el embarque de emigrantes, comenzaron a canalizarse a través de él la mayor parte de las salidas y retornos de emigrantes asturianos.
Las condiciones laborales que tenía que soportar el emigrante recién llegado eran muy duras. Solía empezar de aprendiz, que no era otra cosa que el chico para todo del establecimiento, era el conocido como cañonero, ya que estos jóvenes tenían que salir como una bala de cañón en cuanto recibían una orden de su superior.
Estos cañoneros trabajaban, en jornadas laborales larguísimas, solo por la manutención y el alojamiento, que solía ser en el mismo local comercial, llegando en ocasiones a dormir en el suelo de la trastienda. El salario, si es que lo había, era escaso y lo habitual era que se lo quedase el dueño, para entregárselo en un futuro, cuando el joven empleado había dado muestras de su capacidad, lo que unido al escaso tiempo libre, permitía el ahorro. La permanencia en la misma empresa le obligaba a una gran lealtad para con sus jefes.
El ascenso en el escalafón laboral continuaría durante años, pasando de aprendiz a dependiente de primera, dependiente de segunda, contador,… hasta que, por último, ganada toda la confianza del dueño, era nombrado apoderado o gerente de la casa e incluso socio.
Hay que señalar que en realidad los triunfadores fueron muy pocos, que la gran mayoría trabajo mucho para poder ahorrar lo suficiente y volver a España. Y un porcentaje importante fracasó en su aventura de la emigración, Son los “americanos del pote”. La situación de estos hizo aparecer las sociedades de beneficencia e incluso, en ocasiones, el gobierno o español se vio obligado a repartir los llamados medios pasajes para que algunos emigrantes retornasen.
recursosfontan.com
El viaje-
Antes de salir, el emigrante tiene que cumplir una seria de trámites ayudado por el agente: debía conseguir el pasaporte, una la cédula de vecindad, la licencia, que es el permiso paterno (en caso de ser menor de edad), un reconocimiento médico, la fianza que acreditaba que no tenía cuentas pendientes con la justicia y que estaba exento del servicio militar y la obligación de pago que es el contrato particular entre el emigrante y el armador.
Hay que tener en cuenta que aparte de lo que le costaba el billete, el emigrante debía disponer de una suma para pagar los trámites, la ropa y los efectos personales, el traslado hasta el puerto de embarque, el hospedaje hasta la aparición de vientos favorables y debía reservar una cantidad en efectivo para los primeros días en América. En definitiva, como ya se ha dicho, el emigrante debía disponer de un pequeño capital.
Las partidas de los emigrantes, durante toda la primera mitad del siglo XIX, se
realizaban fundamentalmente desde los puertos asturianos y su transporte lo efectuaba una amplia red de veleros locales, que principalmente salían de los puertos de Avilés, Luarca, Ribadesella y Llanes. Debido a su situación central y a las relativas ventajas que tenían, en relación con los restantes puertos, el de Gijón fue desde donde se llevó a cabo el mayor número de embarques.
A lo largo del siglo XIX el transporte de viajeros se realizaba a bordo de veleros que con buen tiempo tardaban entre 30 y 40 días en llegar.
A principios de siglo XX el vapor se impone en las rutas ultramarinas, por lo que el viaje se redujo a unos 20 días. El problema estaba en que Asturias no contaba con puertos adecuados para su atraque así que hasta que en 1911 no se abra a este tráfico el puerto del Musel, los asturianos tendrán que embarcar en la Coruña, Vigo o Santander.
A partir de 1911, cuando se habilitó el puerto del Musel en Gijón para el embarque de emigrantes, comenzaron a canalizarse a través de él la mayor parte de las salidas y retornos de emigrantes asturianos.
Las condiciones laborales que tenía que soportar el emigrante recién llegado eran muy duras. Solía empezar de aprendiz, que no era otra cosa que el chico para todo del establecimiento, era el conocido como cañonero, ya que estos jóvenes tenían que salir como una bala de cañón en cuanto recibían una orden de su superior.
Estos cañoneros trabajaban, en jornadas laborales larguísimas, solo por la manutención y el alojamiento, que solía ser en el mismo local comercial, llegando en ocasiones a dormir en el suelo de la trastienda. El salario, si es que lo había, era escaso y lo habitual era que se lo quedase el dueño, para entregárselo en un futuro, cuando el joven empleado había dado muestras de su capacidad, lo que unido al escaso tiempo libre, permitía el ahorro. La permanencia en la misma empresa le obligaba a una gran lealtad para con sus jefes.
El ascenso en el escalafón laboral continuaría durante años, pasando de aprendiz a dependiente de primera, dependiente de segunda, contador,… hasta que, por último, ganada toda la confianza del dueño, era nombrado apoderado o gerente de la casa e incluso socio.
Hay que señalar que en realidad los triunfadores fueron muy pocos, que la gran mayoría trabajo mucho para poder ahorrar lo suficiente y volver a España. Y un porcentaje importante fracasó en su aventura de la emigración, Son los “americanos del pote”. La situación de estos hizo aparecer las sociedades de beneficencia e incluso, en ocasiones, el gobierno o español se vio obligado a repartir los llamados medios pasajes para que algunos emigrantes retornasen.
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Mi padre hizo la ruta de América en un Cia. Naviera alemana como oficial sanitario y todo lo que relatas coincide con lo que le escuchaba. Gracias.
ResponderEliminarTambién yo doy fe de ello. Mi abuelo salió de Villaviciosa para México con catorce años, siendo uno más de aquellos emigrantes. Es el motivo por el cual abrí el blog sobre México, en homenaje a él
ResponderEliminarNo sabía que tenias un blog sobre Máxico. ¿Como se llega a él?
ResponderEliminarPor cierto ¿las fotos de quien son?
ResponderEliminarEntras en (ver perfil) y ahí salen mis blogs. Las fotos las hice ayer que estuve en Gijón con mi “maquinina”.
ResponderEliminarBonitas Fotos de la Muyerona,ningun familiar mio emigro.
ResponderEliminarSaludos