El concejo de Piloña atesora un total de 741 hórreos y paneras en sus 283 kilómetros cuadrados de territorio. Así lo recoge el catálogo urbanístico del concejo, incluido en el PGOU publicado en el BOPA. De esta forma, el concejo se confirma como el principal santuario en todo el Principado de Asturias en cuanto a número y calidad de estas construcciones tradicionales que adornan cada rincón de la región. La falta de censos fiables no permite confirmar a los expertos que éste sea el concejo con más ejemplares del territorio asturiano, pero sí queda claro que la calidad de sus construcciones no tiene parangón.
Cuentan los libros, las leyendas y los vecinos que por el concejo de Piloña han pasado habitantes que pertenecieron a todas las épocas. Cada uno, en cada momento, ha ido dejando su impronta. Juntos han logrado hacer un museo vivo de historia, un paisaje, un enclave salpicado de etnografía. Y buena muestra de ellos son los hórreos. Más de siete centenares de protagonistas de piedra y madera que esconden bajo sus pegoyos la historia de, como poco, 400 años atrás. Xosé Nel Navarro, responsable de Horru I+D, acude al catastro del Marqués de la Ensenada, confeccionado en 1752, para dar buena cuenta de ello. «Hasta 1.058 hórreos se contabilizaron en Piloña». Además de 224 paneras y 24 hórreos «en ruinas».
Lejos de esas cifras, pero con importantes números, el Catálogo Urbanístico, recientemente aprobado, recoge en sus páginas todas y cada una de estas construcciones de madera, testigos de las costumbres y las tradiciones. Ahí están, en el camino de los vecinos, en la ruta de los visitantes. Todos ellos pueden contemplar en sus tablas, a menudo de roble y castaño, y en los pegoyos, esos grandes sillares de piedra, los signos de los tiempos con orígenes ancestrales
Parte de esos orígenes los guarda en cada rincón la localidad de Espinaréu. Este pequeño pueblo piloñés transmite, sólo con echarle un vistazo, la cultura de una tierra asturiana cargada de vida e ingenio, todo ello envuelto en su terreno que, aunque no demasiado extenso, reúne la mayor concentración de hórreos de toda Asturias.
Las pequeñas calles, las esquinas, la plaza, cada rincón de esta aldea piloñesa es escenario de aquellos gigantescos cajones de madera que se posaban sobre cuatro pilares de piedra. Sólo esta población guarda la historia de 27 hórreos, una cifra considerable teniendo en cuenta el tamaño de la aldea, y nueve de ellos fueron levantados en la plaza.
Estas construcciones tienen un origen agrario. El ingenio de los habitantes allá por el siglo XVI hizo que se comenzaran a construir unas despensas en el aire que servían para almacenar cosechas de todo tipo e incluso la carne de matanza, en definitiva, poner el sustento alimenticio a buen recaudo lejos de las humedades y de los roedores.
Y aunque aquellos primeros usos han quedado en la memoria de las distintas generaciones, ya que en la actualidad los hórreos sirven a otros menesteres, o, a decir verdad a ninguno en particular. Algunos, tal vez, aún cumplen aquella función para los que fueron creados, y no es raro verlos adornados con cebollas, ajos y otros productos de la huerta. Pero, el de los hórreos, es casi hoy por hoy un papel romántico, un protagonista con historia que salpica a los ojos de los que circulan por las carreteras piloñesas.
El paso del tiempo ha ido acabando con aquella tradición, ya no se construyen hórreos ni tampoco se conserva todo el patrimonio etnográfico que un día existió en el concejo. De los 150 molinos que existieron hace apenas tres siglos, sólo se conservan 27 y de esos, tres continúan moliendo. Lo mismo ocurre con las fuentes (11) y los lavaderos (7) que existen por el municipio modelos propios del XVIII y se conservan aún aquellos que asumieron la función de traer a los vecinos el agua potable.
EVA SANROMÁN
elcomerciodigital.com
Cuentan los libros, las leyendas y los vecinos que por el concejo de Piloña han pasado habitantes que pertenecieron a todas las épocas. Cada uno, en cada momento, ha ido dejando su impronta. Juntos han logrado hacer un museo vivo de historia, un paisaje, un enclave salpicado de etnografía. Y buena muestra de ellos son los hórreos. Más de siete centenares de protagonistas de piedra y madera que esconden bajo sus pegoyos la historia de, como poco, 400 años atrás. Xosé Nel Navarro, responsable de Horru I+D, acude al catastro del Marqués de la Ensenada, confeccionado en 1752, para dar buena cuenta de ello. «Hasta 1.058 hórreos se contabilizaron en Piloña». Además de 224 paneras y 24 hórreos «en ruinas».
Lejos de esas cifras, pero con importantes números, el Catálogo Urbanístico, recientemente aprobado, recoge en sus páginas todas y cada una de estas construcciones de madera, testigos de las costumbres y las tradiciones. Ahí están, en el camino de los vecinos, en la ruta de los visitantes. Todos ellos pueden contemplar en sus tablas, a menudo de roble y castaño, y en los pegoyos, esos grandes sillares de piedra, los signos de los tiempos con orígenes ancestrales
Parte de esos orígenes los guarda en cada rincón la localidad de Espinaréu. Este pequeño pueblo piloñés transmite, sólo con echarle un vistazo, la cultura de una tierra asturiana cargada de vida e ingenio, todo ello envuelto en su terreno que, aunque no demasiado extenso, reúne la mayor concentración de hórreos de toda Asturias.
Las pequeñas calles, las esquinas, la plaza, cada rincón de esta aldea piloñesa es escenario de aquellos gigantescos cajones de madera que se posaban sobre cuatro pilares de piedra. Sólo esta población guarda la historia de 27 hórreos, una cifra considerable teniendo en cuenta el tamaño de la aldea, y nueve de ellos fueron levantados en la plaza.
Estas construcciones tienen un origen agrario. El ingenio de los habitantes allá por el siglo XVI hizo que se comenzaran a construir unas despensas en el aire que servían para almacenar cosechas de todo tipo e incluso la carne de matanza, en definitiva, poner el sustento alimenticio a buen recaudo lejos de las humedades y de los roedores.
Y aunque aquellos primeros usos han quedado en la memoria de las distintas generaciones, ya que en la actualidad los hórreos sirven a otros menesteres, o, a decir verdad a ninguno en particular. Algunos, tal vez, aún cumplen aquella función para los que fueron creados, y no es raro verlos adornados con cebollas, ajos y otros productos de la huerta. Pero, el de los hórreos, es casi hoy por hoy un papel romántico, un protagonista con historia que salpica a los ojos de los que circulan por las carreteras piloñesas.
El paso del tiempo ha ido acabando con aquella tradición, ya no se construyen hórreos ni tampoco se conserva todo el patrimonio etnográfico que un día existió en el concejo. De los 150 molinos que existieron hace apenas tres siglos, sólo se conservan 27 y de esos, tres continúan moliendo. Lo mismo ocurre con las fuentes (11) y los lavaderos (7) que existen por el municipio modelos propios del XVIII y se conservan aún aquellos que asumieron la función de traer a los vecinos el agua potable.
EVA SANROMÁN
elcomerciodigital.com
El hórreo es nuestro emblema; debemos conservarlos a toda costa. También los molinos. Saludos.
ResponderEliminarPienso lo mismo que el Mirlo,lo debemos conservar todo Horreos,Lavaderos,Fuentes etc,mi mayor pena es todo nuestro patrimonio del Romanico y Perromanico,Hay autenticas maravillas,destruidas por la pasibidad de nuestros politicos,para otras cosas hay dinero,para esto no.
ResponderEliminarSaludos
Magnífico artículo, tomo nota de ESPIRANEU para visitarlo, seguro que será muy interesante. Hoy estuve en, creo que era así, Viñón, Concejo de Cabranes y muy próximo a Santa Eulalia u Olaya de Cabranes. En este pueblo esta el Museo de la Escuela y me encontré prácticamente enfrente, con un hórreo con corredera y una panera sin ella pero con dos pegoyos de madera.
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