martes, 2 de noviembre de 2010

LOS CAMINOS EN ASTURIAS S.XVI



LAS COMUNICACIONES CON ASTURIAS

En lo que al factor relieve se refiere, conviene decir que de todo el espacio que comprende la orla cantábrica, es precisamente Asturias la región que presenta mayores dificultades físicas a la hora de comunicarse con las tierras de la meseta, debido fundamentalmente a la altitud y continuidad que aquí presenta la cordillera Cantábrica, con un desarrollo de O. a E. de más de 200 K. de longitud; y si bien es cierto que en el rincón suroccidental de Cantabria y N. de la provincia de Palencia aquélla alcanza las mayores altitudes, también lo es que lo hace en un trayecto muy corto, degradándose claramente, para terminar desapareciendo como tal cordillera a partir del pico Tres Mares. Estas circunstancias determinan , que en términos generales las comunicaciones con Castilla presenten mayores dificultades en Asturias que en Cantabria y, desde luego, que en el País Vasco, y como consecuencia un mayor aislamiento que de tal situación se deriva.
Por otra parte, los cordales que arrancan de la Cordillera prolongándose en dirección al mar, y sobre todo algunos como el de la sierra de la Serrantina, que enlaza con las de la Cabra y Peña Manteca; el de la Mesa, que enlaza con los de Piedra Jueves y Porcabeza; el de la sierra del Aramo y el de Caso y Ponga, se desarrollan en varias decenas de Km., formando auténticas barreras naturales que dificultan las comunicaciones interiores de la región, fundamentalmente entre los valles contiguos que separan.
Pero será sobre todo una climatología adversa unida al factor relieve, la que ocasionará unas mayores dificultades en las comunicaciones de aquellos tiempos, comunicaciones que además se efectuaban a través de unos caminos que dejaban bastante que desear y en función de una circulación las más de las veces precaria. Y si en los puertos de montaña las abundantes nieves constituyeron un serio problema, al mantenerlos cerrados al paso fundamentalmente en los meses de invierno, en el fondo de los valles, por donde solían discurrir normalmente los caminos, siempre la angostura de desfiladeros y barrancos no lo impidiesen, la abundante pluviosidad los rápidos deshielos y la diferencia de nivel de base de los ríos en razón de su corto recorrido, dada la proximidad de la Cordillera al mar, constituyeron otros tantos factores que, potenciaron al máximo el poder erosivo de las aguas, produciendo con frecuencia desprendimientos de tierra o “argallos” que anegaban y arrastraban los materiales de fábrica de las calzadas, al tiempo que las grandes avenidas arrastraban y destruían puentes.
Nada más expresivo al respecto que las situaciones reflejadas en la documentación de los tres primeros decenios del S. XVI.
“El 28 de mayo de 1.527 Carlos I se dirigió por carta fechada en Valladolid a los alcaldes del concejo de Gordón en relación con el puente de Torneros, situado en términos de aquel concejo, que se había caído a consecuencia de la nieve. En la información previa que los vecinos de aquellos lugares hicieron al Consejo, decían que por aquel puente pasaban los que iban de Castilla a Asturias, así que los peregrinos que iban a San Salvador y a Santiago. Añadían que para paliar la situación habían puesto algunos maderos amarrados sobre el cauce del río, pero las aguas se los llevaban y era peligroso pasar por ellos, hasta el extremo que en el mes de febrero de aquel mismo año habían caído de aquellos maderos al río 10 romeros que iban a San Salvador y a Santiago, ahogándose en sus aguas”.
Unos años antes de este suceso, concretamente en 1.520, Gutierre Bernaldo y Martín de Quirós, en nombre de los vecinos del Principado, y muy probablemente por acuerdo de la Junta General, informaron a la corte del mal estado del “camino francés” de Oviedo a León, diciendo textualmente: “está muy mal preparado y frangoso, ansí de piedras y peñas y barrancos, como de barro y aguas que se detienen en el tiempo que llueve, de manera que los caminantes y pelegrinos resciben mucha fatiga e trabajo en andar por él”. Solicitaron se hiciese una información dirigida a arreglar el camino, a lo que el rey accedió.
Las fuertes avenidas que se produjeron en 1.525, vinieron a demostrar la precariedad viaria asturiana en el mismo centro de la región. Aquel año el Nora produjo tales inundaciones que amenazó con dejar incomunicada la capital del Principado, al llevarse los puentes de Cayés, Gallegos, Brañes y San Pedro de Nora, todos ellos en los límites del alfoz de la ciudad.
Sin duda, son los años 20 del S. XVI, los que nos muestran una mayor preocupación por el problema de las comunicaciones.

“Las Peregrinaciones a Santiago de Compostela y San Salvador de Oviedo en la Edad Media”
(Actas del Congreso Internacional celebrado en Oviedo del 3 al 7 de diciembre de 1.990)

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