miércoles, 17 de noviembre de 2010

AVILÉS UN POCO DE HISTORIA

El nombre de Avilés parece que proviene de un término griego que significaba ovejeros. Esto hace creer que los primeros pobladores de esta comarca se instalaron aquí para criar ovejas en las verdes praderas que se extendían junto al río y hasta el mar.
En el año 1085 el rey Alfonso VI le otorga a esta comunidad un fuero que fue confirmado en el año 1155 por Alfonso VII. La concesión de este fuero tuvo una gran importancia para el desarrollo de la comunidad: concedía igualdad ante la ley a todos los habitantes de Avilés, les otorgaba libertad individual, inviolabilidad de domicilio, derecho de propiedad para disponer libremente de sus bienes y, sobre todo, establecía que nadie, excepto el rey, podía obligarles a tomar parte en una guerra.

El fuero se le concedía a las ciudades que estuvieran amuralladas para que se desarrollaran y, de esta manera, fuera creciendo el poder real y disminuyendo el poder de los señores feudales.
Las murallas de Avilés y sus fortificaciones tienen su origen en el estratégico punto que ocupaba la villa y en las gentes importantes que vivían en ella. Se desconoce la fecha exacta de la construcción del recinto amurallado pero sin duda fue anterior a los siglos X u XI.
En las murallas existían cinco puertas que permitían la entrada a la villa.
En esta época, Avilés era una auténtica plaza fuerte, clave en la defensa y salvaguarda de nuestra región. En Asturias no tuvieron murallas, que sepamos, más que Oviedo, Gijón y Avilés.

Los Reyes Católicos, hace más de quinientos años, concedieron a la villa la celebración de un mercado y complementaron la concesión con notables privilegios comerciales para la ciudad, que había sido asolada por un gran incendio.
A lo largo de toda la Edad Media, Avilés se convierte en el puerto más importante de Asturias y uno de los más destacados del litoral cantábrico. Avilés establece relaciones comerciales con otros puertos europeos.
Del puerto francés de La Rochelle se importaban paños, sal, bacalao, cueros, etc. y se exportaba, sobre todo, madera.
Los barcos de Avilés llevaban madera, telas, pieles, hierro, forjados, vinos del Bierzo y de Ribadavia e incluso azabache a los puertos ingleses. En el retorno traían paños, arenques y sal.
La pesca también tenía un papel importante en la economía local. Se practicaba tanto pesca de bajura como de altura. Los barcos de Avilés faenaban en lejanos caladeros europeos.
Avilés, debido a su intensa relación comercial con distintos puertos europeos y a que se convierte en paso del Camino de Santiago, se va haciendo cada vez más importante y en ella se asientan personas de distintas procedencias europeas con variados oficios: mercaderes, artesanos, burgueses, etc.
Los astilleros también tuvieron una gran importancia económica. Se construían buques para la armada de Castilla.
Avilés creció, se construyeron, fuera de la muralla, grandes palacios, calles, jardines, etc. Tanto por su puerto como por la gran actividad comercial que ha generado, Avilés ha figurado siempre entre las villas más importantes del norte peninsula.

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VISITA DE LOS REYES

Juan de Dios de la Rada acompañó, como cronista, a la reina Isabel II, a su esposo Francisco de Asís de Borbón y a su hijo el príncipe de Asturias (el futuro rey Alfonso XII) en el viaje que realizaron por nuestra región durante los meses de julio y agosto de 1858, al que ya le he dedicado un artículo (ver LA VOZ DE AVILÉS, 23 de junio de 2008). La crónica pormenorizada de estas jornadas fue recogida por De la Rada en el libro titulado 'Viaje de SS. MM. y AA. por Castilla, León, Asturias y Galicia, verificado en el verano de 1858', editado en Madrid en 1860 en un grueso volumen de gran formato y 874 páginas, ilustrado con 51 hermosas láminas, algunas coloreadas, que recogen diversos aspectos de Oviedo, Gijón, Covadonga y la Virgen de la Cueva (Piloña), pero ninguna de Avilés, desgraciadamente.
A las cuatro de la tarde del día 23 de agosto de 1858, procedente de Gijón, llegó por carretera el séquito real a Avilés, «esta villa, de tan fértil y agradable campiña, que asentada sobre una ría más frecuentada de buques que caudalosa, con razón se dice es la tercera población de Asturias», según escribe el cronista que acompañaba a la soberana. De la Rada y Delgado, después de hablar de la historia, los monumentos y los hijos ilustres de Avilés, pasa a describirnos con detalle el recibimiento dispensado a la ilustre comitiva: «Los habitantes todos de la villa a que dio armas el célebre Ruy Pérez de Avilés, agitábanse no sólo en la espaciosa y alegre plaza de lindo pórtico, y en sus anchas calles flanqueadas de cómodos soportales, y en las ventanas y balcones cubiertos de lujosas colgaduras, sino que no pudiendo contener su impaciencia lanzábanse a la entrada de la población, donde, en el punto que llaman de los Molinos, habíase construido un elegante arco de ojivo gusto». Y continúa diciendo que «desde este arco a la plaza de la Constitución (hoy de España), en que estaba el palacio destinado a morada regia (el de Ferrera), cubría el suelo perfumada alfombra de flores y de plantas aromáticas». Este escenario se completaba con himnos poéticos y cánticos escritos especialmente para la ocasión, algunos de ellos debidos a la pluma del escritor local Pedro Carreño.

Para el multitudinario recibimiento se habían levantado, delante del Ayuntamiento, colosales estatuas de los reyes Alfonso VII y Pedro I, así como también de Pedro Menéndez de Avilés y de Ruy Pérez, y delante de la iglesia de San Francisco, jardines «cubiertos de flores de extraordinaria hermosura», con banderolas y vistosos farolillos de colores, y otro majestuoso arco. Siguiendo la real costumbre, tuvo lugar el besamanos y a continuación los soberanos, acompañados de sus anfitriones, los marqueses de Ferrera, «recorrieron el magnífico parque y jardines de palacio, y sin descanso alguno se dirigieron, terminado el largo paseo, a la iglesia de San Nicolás, de allí a la capilla de los Alas, pasaron después de haber examinado estos dos monumentos con el artístico conocimiento que los distingue, al muelle, puente viejo de Sabugo, calle del Caño y Campo de la Merced, y volviendo por el puente Nuevo y calle de San Bernardo, detuviéronse en el convento que allí tienen las monjas». Desde allí regresaron por la calle de la Cámara al palacio de Ferrera, entre danzas y canciones populares que interpretaban los bulliciosos espectadores. Los actos de recibimiento finalizaron esa noche con nuevos cánticos ante el alojamiento de la familia real y la quema de fuegos artificiales.
A las once y media de la mañana siguiente (24 de agosto), después de asistir a misa, la reina y su esposo, acompañados de selecto séquito, se embarcaron en una falúa engalanada, con destino al muelle de San Juan de Nieva, adonde llegaron media hora más tarde, entre las aclamaciones de numerosos campesinos reunidos en los montes de los alrededores y acompañados por casi un centenar de pequeñas embarcaciones que le dieron un aspecto a la ría nunca visto hasta entonces. A continuación se dirigieron en tren a visitar la fábrica y la mina de Arnao, de la Real Compañía Asturiana de Minas. Sorprendentemente, Isabel II y su marido recorrieron parte del interior de la mina submarina. Después de la comida volvieron a Avilés para despedirse de sus anfitriones y recoger al príncipe de Asturias, de tan sólo ocho meses de edad, que había quedado al cuidado de la marquesa de Ferrera. Tras ser cumplimentados por la corporación municipal avilesina, el séquito real regresó a Gijón.

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6 comentarios:

  1. Creo que sobre ese viaje de la reina Isabel II tiene un bonito relato Palacio Valdés en La novela de un novelista o en Las Memorias de un viejo. Claro, Palacio Valdés tendría entonces 5 años y no se debió de enterar mucho de la fiesta, pero en esas villas los sucedidos se transmiten durante muchos años y es posible que lo oyese por los mentideros de la villa. Habla de un anarquista furioso y de una niña preciosa y de cómo un elogio de la reina a la niña al pasar hizo cambiar al anarquista hasta de ideas...

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  2. Según el diccionario toponímico de X.Ll. García Arias, "Avilés se formó gracias a un nombre de persona adjetivado, tal vez ABILIUS, acaso el viejo dueño de una primitiva VILLA o casería o posesión de la época de dominación romana. La terminación en -és es característica de una serie bien representada en Asturias en topónimos formados sobre un antropónimo como Cayés, Guruyés, Oriyés, Urbiés, etc."
    No dudo que en la zona se criarán ovejas, y de buena casta, pero me parece más creíble la propuesta de este autor que es además un conocido filólogo y estudioso del tema.

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  3. Yo soy “lego en la materia”, por tanto acepto todas las opiniones. En todos los debates sobre la historia siempre hubo estudiosos con sus contrapuestas opiniones acerca de ella. Como lo leí lo traduzco. Un saludo

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  4. Precisamente por eso, por debatir, aporté esa visión del tema, sin ánimo de corregir a nadie.
    Saludos.

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  5. Perdona si te molesté en la forma de contestar, no fue esa mi intención. Los blogs para eso están para debatir los amigos. Saludos

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  6. No, no me molestó en absoluto, tampoco quiero aparecer aquí como "docto" en la materia, para nada. El debate siempre enriquece.
    Saludos.

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