Roberto Frassinelli (Vidas Contadas)
En la iglesia de Santa Eulalia de Abamia, bajo una modesta losa de pizarra, reposan los restos de Roberto Frassinelli. No siempre estuvieron allí. Hasta 1977, los escasos iniciados que se internaban en aquel paraje fantasmal para rendir un tributo casi secreto a un personaje que había muerto dejando tras de sí una larga serie de enigmas tenían que alejarse unos pasos del templo para adentrarse entre la agreste vegetación de un cementerio medio abandonado y rebuscar el sepulcro que acogía sus cenizas. El traslado de sus huesos fue el inicio de un 'movimiento' de recuperación de su figura y su legado que llegó a su momento álgido en 1987, cuando, con motivo del centenario de su muerte, se celebró una exposición que arrojó no poca luz sobre la vida y el legado de quien fuera una de las figuras más importantes de la cultura asturiana del XIX. Después, volvió el silencio.
(Elcomerciodigital.com)
Entra en relación con la familia Miyar de Corao, que tiene una librería en Madrid, y se casa con Ramona Dominga Díaz. En 1854 se retira a la aldea de su esposa, Corao próxima a Covadonga, donde residió hasta su muerte. Entre 1859 y 1876 presta colaboración como dibujante para proyectos arqueológicos.
Realizó los diseños de la Basílica de Santa María la Real de Covadonga de estilo neorrománico, que contrastaban con el proyecto original de Ventura Rodríguez de diseño clasicista y que contaba con el apoyo del Cabildo. En su construcción, iniciada en 1877, al no tener los conocimientos de arquitectura necesarios, tuvo que ceder su puesto al arquitecto Federico Aparici, sin embargo pudo dirigir las obras de la cripta.
Ejerció una actividad montañera, cazadora, naturista y desinhibida que alimentó el mito.
Cuenta don Alejandro Pidal: «Su verdadero teatro eran los Picos de Europa, Peña Santa, la Canal de Trea, los gigantescos Urrieles asturianos. En ellos se perdía meses enteros, llevando por todo ajuar un zurrón con harina de maíz y una lata para tostarlo al fuego de la hierba seca, su carabina y cartuchos. Vino no bebía, bebía agua en la palma de la mano; carne sólo la del rebeco que abatía con certero disparo de su escopeta y cuya asadura tostaba sobre la misma lata del mismo fuego. Dormía entre las últimas matas de enebro; se bañaba al amanecer en los solitarios lagos de la montaña y al regresar de la penosa excursión a los Picos, se refrescaba revolcándose desnudo sobre la nieve...».
la primera casa del pueblo, a la derecha, es la de D. Roberto Frassinelli: una casa de buena piedra labrada, con tres ventanas y un balcón en la fachada principal, y precedida de un pequeño jardín con verja de hierro; detrás está el huerto,cerrado por un alto muro; y más atrás, en la falda de la colina, entre árboles, la abertura de la fantástica cueva del Cuélebre: escribe D. Alejandro Pidal en su nota necrológica:«Allí sentó sus reales, creando en la pintoresca aldea de Corao aquella casa modesta, con su jardín primorosamente cultivado y su cueva, aquella cueva habitada, según la tradición, por el «cuélebre» fantástico y sanguinario, y de la que salía al oscurecer para vagar por su jardín la gigantesca lechuza domesticada por el sabio alemán, para reflejar en sus anchas alas los plateados rayos de la luna».
Evaristo Escalera, en sus «Recuerdos de Asturias», relata un viaje a Corao para visitar a Frassinelli: «Después de media hora de camino, constantemente cobijados bajo la sombra de aquellos árboles, nos detuvimos en un pueblecito compuesto por media docena de casas, desparramadas en un valle de aspecto risueño y pintoresco. Detuvímonos ante un portón que daba entrada a una huerta y echamos pie a tierra. Estábamos a las puertas de la morada que el extranjero había escogido para su residencia. El señor X... levantó el aldabón, empujó la puerta y nosotros marchamos en su seguimiento. Nos encontramos dentro de un reducido pero excelente jardín, donde se respiraba una atmósfera embalsamada».
Hoy la casa es una completa ruina, de la que sólo quedan las paredes. Frente a la casa de Frassinelli está el palacio de los Álvarez de las Asturias,en su fachada campea un gigantesco escudo con las armas de Noriega, Soto y Fernández del Cueto.
Dice Madoz De Corao: «...en un ameno vallecito y en la carretera que desde el interior de la provincia conduce a la de Santander; el clima es templado y sano. Tiene 26 casas de mediana fábrica, con muchas fuentes de buenas aguas, y 2 ermitas dedicadas a San Nicolás y a Santa Rosa de Viterbo. El terreno es de superior calidad, y se haya fertilizado por los ríos Güeña y Chico, que se reúnen más abajo de la población; en sus riberas se crían hermosos álamos y grandes alisos, habiendo en otros parajes multitud de castaños, abedules y otros árboles que proporcionan sitios de comodidad y recreo. Produce trigo, escanda, maíz, habas, toda clase de legumbres y frutas, excepto el limón y naranja que no prosperan a consecuencia de los hielos; hay ganado vacuno y, algo de cerda, caza de perdices y liebres; y pesca de excelentes truchas. Industria: la agrícola y un molino harinero. Se celebran en este pueblo 2 ferias, la una el 26 de mayo y la otra el 26 de septiembre; consisten las especulaciones en ganados, paños, telas bastas, calzado de madera (madreñas), utensilios de labranza y otros frutos y manufacturas del país.
Población: 26 vecinos, 130 almas. En la época pasada constitucional tuvo este pueblo ayuntamiento, compuesto de las feligresías de Abarnia, Con, Grazanes y Villaverde, y Riera de Covadonga».
Un personaje fascinante, sobre el que se pueden dar visiones totalmente contrarias, desde la del aventurero romántico hasta la del traficante de obras de arte; quizá tenía un poco de las dos cosas.
ResponderEliminarSaludos.
Siempre me apasionó la vida de este alemán de Corao, una vida bastante desconocida para la mayoría de la gente… Yo me atrevería a catalogarla de fascinante.
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