Estaba la vieja Puerta de la Villa en medio del arenal de la Trinidad, por donde discurrían las aguas del mar hasta alcanzar muchas viviendas del casco urbano. Otra vez es Jovellanos quien, con sus sueños de modernidad, contemplará unas mejoras que se van a llevar a efecto. Porque muchos gijoneses, y más hoy, se muestran extrañados cuando oyen hablar de la Puerta de la Villa, siendo necesario aclarar la cita nombrando la plaza Seis de Agosto, donde se eleva la estatua de Jovellanos, inagurada en 1.891. Y se llamó siempre así, porque sólo por el Arco del Infante se entraba y salía cuando Gijón estaba amurallado. A este respecto, conviene aclarar que las últimas murallas derruidas, cuyas ruinas todavía se levantaban en 1.921 sobre los terrenos que ocuparían las edificaciones en construcción de la Cocina Económica y la Casa del Pueblo.
Pero sigamos con el Arco del Infante, que se levantaba frente a la calle Corrida. Sobre el sillar central de la coronación del Arco, destacábase en pronunciado relieve la arrogante figura de Don Pelayo, blandiendo la tajante espada. Abajo, en el entrepaño que formaba la columna que dividía el gran Arco y una de las pequeñas puertas laterales, había establecida una industria que parecía un apéndice de éste, nada menos que el popular puesto de la Carnera, donde acudía a surtirse de frutas toda la barriada, especialmente de castañas cocidas y asadas, que tenían fama en el por entonces mínimo pueblo de Gijón.
Tras el Arco, obviamente, la Plazuela del Infante, sombreada por copudos árboles y rodeada de bancos de piedra, donde esperaban a diario oír la campana, para entrar al trabajo, los obreros de la también desaparecida Fábrica de Vidrios y de la otra, la de la Fundición, que dio nombre a la calle que, a no mediar esta nota aclaratoria, no nos explicaríamos su razón de ser, y más tarde convertida en el dique del Natahoyo, tras ocupar inicialmente los terrenos donde hoy se asienta el Mercado del Sur. Aquí, muy a cuento, lo del remolcador local "Grillo", construido en 1.880 y que fue llevado desde estos talleres sitos en la Puerta de la Villa hasta el mar, teniendo que atravesar un dédalo de calles entre las que se encontraba la calle Corrida. Y en su expedición nocturna en busca de las aguas, interrumpió el sueño de los vecinos, derribando trozos de esquina y nada menos que dos balcones, siendo necesaria la inmediata intervención de una brigada de albañiles para remediar los desperfectos.
Por otra parte, los bancos de los que hablamos servían también de mesa a los obreros que residían en la aldea, pues en ellos realizaban su refacción de doce a una de la tarde. Servía también la Plazuela del Infante, de mercado para algunos productos del campo, especialmente de las sábanas con hojas de maíz y del alcacer que venía en cargas, traídas a hombros desde las más apartadas aldeas del concejo. Allí iban los "galopines"a surtirse de "zamploñes" que hacían con las hojas más gruesas, formando después, calle Corrida adelante, las más extrañas orquestas.
Por el oeste de la Plazuela, en línea circular, levantábanse unas cuantas chavolas de madera, dedicadas a ferrar zuecos y madreñes, destacándose por ser la primera y más popular, la del zapatero remendón "Peluca". Y ocurría con él que, siendo el Ayuntamiento pobre en recursos, le tenía encomendada la vigilancia del abrevadero y la "fuente vieja", que estaban emplazados en una plazoleta anterior, entre las actuales calles de la Libertad y Corrida, y que atalayaba perfectamente desde su taller el precitado zapatero remendón y celador honorífico. Peluca cuidaba de abrevadero y fuente, sólo que la "gandallina", al provocarle todo el día, no le daban vagar para arreglar los zapatos. No era cosa más que, sencillamente, andar a "follerazos"(pellas de barro) con el abrevadero para que Peluca saliese a perseguirlos. El mismo que, andando los años, acabó pidiendo por las calles gijonesas con un enorme cesto colgado del brazo.
Colocada la primera piedra el 15 de diciembre de 1.782, allá por 1.885, en sesión municipal del 30 de marzo, empezó a iniciarse el proceso de un verdadero atentado histórico. Porque ocurre que los vecinos de la Puerta de la Villa pidieron al Ayuntamiento el derribo del Arco del Infante, sin otra razón que"porque ya casi quedaba dentro del pueblo". Y los concejales de entonces, ayunos de sentido artístico, acordaron el derribo en Sesiones del 4 y 11 de octubre de 1.886.
Para consumar el "arquicidio", contribuyeron los vecinos con 1.640 pesetas, que se emplearon en los trabajos de derribo y en los de arreglo de la plazoleta, consistentes, más que en otra cosa, en la tala de los más robustos árboles allí plantados más de un siglo atrás.
Y lo de siempre. Desconocedores los ediles de la Historia de Gijón, donde consta que ese Arco se había trasladado, por iniciativa de Jovellanos, desde la entrada del Arenal de la Trinidad al extremo de la calle Ancha de la Cruz, no se les ocirrió llevar el Arco del Infante al alto de Pumarín, que hubiese quedado convertido en una nueva Puerta de la Villa. Es más lo único que se les ocurrió fue el acordar "que se conservasen en sitio adecuado las piedras que tenían en relieve la efigie del infante Don Pelayo e inscripciones conmemorativas, así como cualquier otro recuerdo histórico que se encontrase".
Esas piedras desaparecieron. Quedó lo contenido en la cajita de plomo que se había enterrado debajo de la primera piedra del Arco del Infante. La crónica de EL COMERCIO, allá por el mes de noviembre de 1.886, es explícita en torno "al tesoro" recuperado: ("Se extrajo de los cimientos del Arco del Infante la caja que hace días se buscaba. Apareció en la parte Oeste, incrustada en la piedra, y dentro contenía otra de madera que guardaba un cilindro de plomo perfectamente soldado de 17 por 12 centímetros, y en él los siguientes objetos del año 1.782: una moneda de diez reales del mismo año y otra de cuatro; una moneda de dos reales de 1.780; otra de dos reales de 1.773; una de a real de 1.781, dos monedas de dos cuartos de 1.781; una de un cuarto de 1.780 y otra de un ochavo de 1.778. "La Guía de Forasteros"de 1.782; una reseña histórica de Gijón; certificación del día que se bendijo y se colocó la primera piedra; una revista titulada "Mercurio histórico y político del año 1.782; dos Gacetas oficiales de 1.782. La "Guía de Forasteros tiene la siguiente dedicatoria de puño: ("La dio para colocar en el cimiento de la Nueva Puerta, don Miguel de Jovellanos")
Final para el Arco del Infante. Final para la Puerta de la Villa
Patricio Adúriz. (Crónica de la calle Corrida).
El Arco del Infante había estado primitivamente, al menos desde el siglo XVII, al principio de la calle Trinidad, muy cerca de la capilla que hoy es el "museo Barjola". Jovellanos ordenó su traslado y mejora en el marco de un plan de ensanche y embellecimiento de la ciudad.
ResponderEliminarLa muralla en la que se integraba dicho arco corresponde a la que se construyó durante la primera guerra carlista, porque Gijón se consideraba plaza de gran interés estratégico y se temía su conquista por los carlistas. La muralla partía de la calle Çapua (zona de la actual calle "Muralla", hasta la Plazuela, pasaba por la calle Covadonga hasta Begoña, bordeaba el solar de la fábrica de vidrios y por la plaza de Europa y la "acerona" llegaba hasta la estación del tren para terminar más o menos a la altura de la actual playa de Poniente.
Al perder interés estratégico la ciudad, se demolió la estructura a partir de 1870 y se urbanizó su solar como calles y espacios públicos.
Un saludo.
Más o menos eso fue lo que intente contar. ¡Contigo no se puede! Eres una enciclopedia.
ResponderEliminarMe alegro que sigas por ahí, como los críos dicen ¡¡¡ PORFI !!! No desaparezcas.
Saludos.
He visto bastantes veces la fotografia de la puerta,pero no tenia ni ideo todo lo referente a ella,muy interesante,como siempre.
ResponderEliminarSaludos
Gracias Manu. Un saludo
ResponderEliminarBuenos dias,
ResponderEliminarSabe usted si en los años 1880 / 1900, habia en la ciudad de Gijon un barrio que se llamaba Camaguey ?
Muchas gracias por su respuesta
Emilio